Artista visual
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OPINIÓN. Flâneur. Por Rogelio López Cuenca
Artista visual
27/11/08. Opinión.
Al plantel de colaboradores de EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com se añade
desde hoy de forma periódica la firma del prestigioso artista Rogelio López
Cuenca, que reflexiona en esta su nueva sección, Flâneur, sobre el escenario real e imaginario del Mediterráneo.
Frente al “adjetivo devenido
vaga referencia cultural, un slogan, una marca comercial: villas mediterráneas,
dieta mediterránea, modo de vida mediterráneo…, un producto en el mercado de
los deseos, una mercancía, una factoría de ocio” López Cuenca antepone “el recurrente papel del Mediterráneo como escenario de
muerte, guerra y miedo, de infelicidad: origen del fascismo, de la mafia, casa
del patriarcado más cruel...” o más aún, en el tiempo presente, el Mediterráneo
de “la degradación del territorio, el saqueo de recursos naturales y la
extinción de modos de vida sostenibles,… los muros invisibles, el negocio de la
creciente militarización de la zona, la intensificación de los sistemas de
control, el desarrollo tecnológico aplicado a la vigilancia”.
Mediterráneo(s)
“BARCELONA, elegida
oficialmente sede del secretariado de la Unión por el Mediterráneo”. La Vanguardia, 4 noviembre 2008
A la
vez mar y tierra, enterrado en un mar de tópicos, el Mediterráneo, a un tiempo
real e imaginario, es una idea a la que aproximarse exige atravesar montañas de
folletos coloristas, puestas de sol repetidas hasta el infinito, mapas e
itinerarios de cruceros, poemas y canciones, dossieres de prensa, discos,
posters, libros de cocina… Y lo mediterráneo, un adjetivo devenido vaga
referencia cultural, un slogan, una marca comercial: villas mediterráneas,
dieta mediterránea, modo de vida mediterráneo… lemas asociados a un concepto de
calidad de vida entendida como lujo, un producto en el mercado de los deseos, una
mercancía exclusiva y, sin embargo, a su alcance: sensualidad, erotismo, el
misterio de una vida más fácil, más primitiva, menos complicada: el
Mediterráneo como una factoría de ocio. Y como fondo remoto, enmarcada en una
orla de hojas de olivo, de higuera, de vid, de filas de elegantes cipreses y
engalanada de citas grecolatinas, la grandilocuente y huera retórica del
político profesional acerca de la cuna de la civilización y el crisol de
culturas y la fuente primigenia de los valores morales de Occidente.
EN lugar de a esos cantos de sirena de la autocomplacencia, la
tarjeta postal y el ombliguismo, debemos prestar oído a los escépticos que
señalan el carácter de invención interesada de toda fantasía de alteridad
puesta al servicio de la exclusión y de la explotación de esa misma diferencia:
en este caso, la pretendida identidad mediterránea, que no deja de ser un
constructo histórico, una idealizada puesta al día comercial de las
ensoñaciones de los viajeros europeos y americanos que leen hasta muy tarde y,
en invierno, bajan hacia el Sur, huyendo de los corsés de la modernidad
capitalista, el moralismo, el utilitarismo… en busca de un lugar donde todavía
sea posible la vida -y una vida a bon prix, el único modo en que se puede estar
en el Paraíso, como un extraño no comprometido, como extranjero: Goethe,
Sthendal, Mann, E. M. Foster, Tennessee Williams, Bowles, Lawrence Durrel…-
CONTINÚAN los escépticos preguntando: por cierto,
cuando piensan en el Mediterráneo ¿cuántos consideran e incluyen la orilla sur?
¿Son muchos aquellos que no se esconden, protegidos, vigilantes tras el muro de
la desconfianza y los prejuicios, el recelo y la ignorancia? Los cínicos
subrayan en la Historia las señeras fechas de los conflictos bélicos y los
enfrentamientos religiosos y étnicos, y las cuentas pendientes del expolio
colonial, su irresoluta herencia, o el recurrente papel del Mediterráneo como
escenario de muerte, guerra y miedo, de infelicidad: origen del fascismo, de la
mafia, casa del patriarcado más cruel, del luto permanente que atraviesa
generaciones, del odio colectivo, del rencor hereditario, siempre vivo.
LOS mordaces comentarios de los descreídos escuecen más cuando clavan sus observaciones en el tiempo presente y nos llaman la atención sobre la degradación del territorio, el saqueo de recursos naturales y la extinción de modos de vida sostenibles (la destrucción de la agricultura tradicional, la emigración masiva de campesinos empobrecidos a las bidonvilles de las ciudades y la explotación que empresas europeas ejercen sobre estos trabajadores sin derechos); o cuando te hacen reparar en el carácter suicida de la apuesta a todo o nada por el monocultivo turístico, en el mar convertido en vertedero incontrolado, en el urbanismo salvaje, en la especulación inmobiliaria, en la concentración de mafias en la costa y en la extensión de su poder al ámbito de la política, y en la progresiva desaparición de lo político bajo la lógica de los negocios; o cuando te recuerdan la impresentable actitud, el racismo de los países de la Unión Europea frente a Turquía; o cómo el vacío ideológico postcomunista sirve de base a la normalización de la violencia, a la aceptación de la injusticia, a la naturalización de una guerra “preventiva” y permanente contra no se sabe muy bien qué, pero sí que justifica el apoyo a tiranos mimados por Occidente con la excusa de que son el dique de contención de una imprecisa amenaza “islamista”, espantajo ideal para agitar en caso de necesidad para yugular cualquier atisbo de transformación de las injustas estructuras sociales.
PERO cuando más acerba se hace la contradicción
entre los fatuos brindis al sol de la autosatisfacción identitaria y su
contraste con la realidad es al confrontarnos con el papel que cumplimos en el
mantenimiento del muro invisible -del que forman parte esos otros bien visibles
que, ominosos, se levantan de Palestina a Melilla,…- contra la libertad de
movimiento de las personas, mientras perversamente discriminan, permiten y
alientan la libre circulación de mercancías y capitales; o al aventurar
el número de personas -entre ocho y diez mil víctimas- que desde la entrada en
vigor del tratado de Maastrich
(1993) han perdido la vida en el intento de ingresar en la UE: trabajadores
inmigrantes que el mercado reclama como
mano de obra sin papeles para sostén de la agricultura intensiva
industrializada, el boom de la construcción y el tráfico de mujeres con destino
a su explotación en la prostitución; o cuando esos mismos
cínicos te recuerdan las expulsiones ilegales de refugiados e inmigrantes,
realizadas conculcando los más elementales derechos humanos y la legalidad
internacional; o cuando te
sugieren un crucero por los llamados “centros de detención de extranjeros” que
jalonan las costas de la orilla europea, de España a Chipre, o por los
construidos con fondos de la UE en los países del Magreb, detallando,
cáusticos, las grandes oportunidades de negocio que ofrecen la creciente
militarización de la zona, la intensificación de los sistemas de control, el
desarrollo tecnológico aplicado a la vigilancia, o las subvenciones para la
cooperación, el codesarrollo, las Ongs…
LOS que creemos en el Mediterráneo, los que lo queremos como un espacio de intercambio y diálogo, los que lo vemos como un territorio privilegiado para la comunicación y la convivencia, como un laboratorio de experimentación de modos de vida, tenemos que escuchar a los escépticos, a nuestros enemigos, a los que nos desprecian como ilusos e ingenuos. El desafío es pensar el Mediterráneo en su actualidad y en su complejidad; y, en este momento en que la dimensión crítica de las prácticas artísticas aparece ahogada -por la censura tout court en la orilla sur, y en la norte por la censura solapada de una industria cultural gobernada por la lógica de la mercancía el espectáculo- hacer esto empieza justo por el cuestionamiento de nuestra implicación en la fabricación de imágenes y de narraciones mistificadoras: es preciso señalarlas, rechazarlas, denunciarlas como coartadas encubridoras de políticas basadas en el abuso y la exclusión, pues el Mediterráneo de la tolerancia, el encuentro y la libertad no existe más allá de nuestra voluntad: está por venir, por hacer, por construir.
Rogelio López
Cuenca.
Artista visual
PUEDE obtener más información en www.lopezcuenca.com
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