OPINIÓN. Lecturas impertinentes. Por Paco Puche
Librero y ecologista

04/03/14. Opinión. Puche escribe en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre el programa especial de hace dos domingos que emitió laSexta y protagonizó el periodista Jordi Évole. El espacio televisivo, titulado ‘Operación Palace’, recreó una historia ficticia con testimonios de personajes fundamentales en la transición, con el objeto de hacer creer al público que el golpe de Estado del 23 de febrero había sido orquestado por, entre otros, el Rey.

La guerra de los mundos de Orson Évole

Pasáronse las flores del verano
el otoño pasó con sus racimos
pasó el invierno con sus nieves cano;

 las hojas que en las altas selvas vimos
cayeron ¡y nosotros a porfía
en nuestro engaño inmóviles vivimos!

                                                — Epístola moral a Fabio, 1612

CASI todos nos lo hemos creído, como podemos constatar por lo que los amigos nos confiesan y por cómo las redes sociales han reaccionado masivamente.

JORDI Évole, tal como en 1938 Orson Welles logró por la radio, con su “Operación Palace” pasada por la Sexta, nos ha hecho creer por unas horas que la verdad del golpe del 23F se ponía encima de la mesa por primera vez, a los 33 años de haberse perpetrado. Todo un éxito televisivo incuestionable a juzgar por la credibilidad transmitida.

PERO no solo nos lo hemos creído, nos hemos quedado perplejos de nuestra ingenuidad. Seguimos siendo almas cándidas dispuestas a creer aquello que nos suene bien y que colme nuestros deseos de seguridad, sobre todo si es intelectual o cognitiva. Queremos un saber que apacigüe nuestra inquietud existencial. Es aquello que se planteaba Jorge Riechmann, relativo a la transitoriedad de la sociedad industrial, cuando decía: “casi todo lo que le han estado contando a lo largo de su vida, sobre progreso y bienestar, es mentira: le han estado engañando y usted se ha estado autoengañando”.

 

PORQUE vivimos en un mundo de engaño y autoengaño universal: ni somos dioses; ni somos la especie elegida; ni podemos seguir creciendo ni siquiera con un equitativo reparto de los bienes producidos; ni tiene por qué haber siempre pobres entre nosotros; ni los ricos convertidos en camellos  tienen dificultades para pasar por el ojo de una aguja; ni el capitalismo es reformable por muy verde que se pinte; ni la democracia es gobierno del pueblo; ni la racionalidad es la pauta dominante de nuestra especie; ni la ciencia equivale a la verdad con mayúscula; ni la idea de progreso permanente se ha cumplido en la historia … entre otras grandes verdades en las que estamos embebidos (y emborrachados).

POR eso el programa de Évole nos ha engañado con tanta facilidad, porque en una visión ex-post detectamos que se nos iban dando suficientes pistas para poder dudar.

PERO aparte de esta ingenuidad existencial soportada en la soberbia de especie, lo que nos contaban resultaba verosímil viniendo de nuestra pinochesca clase política. ¿Por qué no nos iban a haber engañado una vez más? Y más en  tratándose de darle a esta corona una legitimidad que nunca ha tenido, desde su juramento de fidelidad a los principios de la dictatura , y de su cooptación por el dictador, hasta nuestros días (aciagos para la corona) ¿Por qué no un nuevo esperpento ibérico?

DE los políticos de la partitocracia empresarial, hemos dicho, se puede esperar de todo menos que puedan decir una verdad completa (a medias muchas, que son muy efectivas en tratándose de justificación posterior), e incluso se puede esperar esa impasibilidad con la que convertidos en actores (lo hacían muy bien) contaban sus presuntas felonías con un desparpajo asombroso, sin la menor mala conciencia de haber engañado a todo el pueblo en momentos tan delicados. Hasta eso era verosímil.

PERO la olla se ponía a presión y, como ya hemos mencionado, las redes sociales y los teléfonos hervían de indignación. Iba a pasar algo si esa verdad que estábamos engullendo estupefactos se hubiese consolidado. Fue un atrevido experimento, pero fácil de vehicular porque de alguna manera lo estábamos esperando (y lo seguimos haciendo, pues como se dijo ni siquiera el Tribunal Supremo se atreve a desclasificar sus papeles. ¿Quizás aparecerán algún día en WikiLeaks?)

Y aunque las hojas de las altas selvas sigan cayendo, nosotros a porfía seguimos inmóviles en nuestros engaños.

¿SERÁ el 22 de marzo el principio del fin?

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