OPINIÓN. ¿Me quieren oír? Por Dardo Gómez
Periodista


07/09/15. Opinión. El movimiento ‘Carta di Roma’ reclama que los medios dejen de promover en sus coberturas de la “crisis migratoria” el odio hacia los refugiados. No es nuevo; muchos de los grandes medios son y han sido cómplices de la violencia y enemigos de la paz. El periodista Dardo Gómez analiza en su primera columna de la temporada en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com cómo los medios abordan este drama.

Los mensajeros y cómplices del odio

EL
pasado 13 de agosto, en plena canícula, la Federación Europea de Periodistas (FEP) se unía a la iniciativa de la organización italiana ‘Carta di Roma welcoming’, lanzada por los profesionales del diario La Stampa, para que los profesionales de los medios tomen conciencia del peligro que encierra propagar los discursos de odio generados por los debates políticos y la cobertura mediática de la “crisis migratoria” en Europa.

LA organización Carta di Roma fue creada en 2011 por l’Ordine dei Giornalisti y los sindicatos de la Federazione Nazionale della Stampa Italiana para trabajar con el fin frenar la discriminación de las minorías sociales en los medios y sobre todo, en estos momentos, de los refugiados en los medios de comunicación.

RICARDO Gutiérrez, secretario general de la FEP, señalaba en ese comunicado que “los periodistas deben atreverse a denunciar y enfrentar el discurso del odio públicamente. Tienen la responsabilidad ética de contrarrestar los mensajes y comentarios racistas y discriminatorios que incitan al odio y la violencia contra otras personas en el espacio público”.

LA Stampa, había anunciado unos días antes que suprimiría de sus redes sociales los mensajes racistas y prohibiría la publicación de comentarios de esas características de sus usuarios. Asimismo, recomendó a sus lectores no responder ni reaccionar a los comentarios de odio, sino informar al editor de inmediato para tomar medidas y evitar la propagación del discurso de odio.

GUTIÉRREZ abunda señalando que “los periodistas no pueden permanecer pasivos cuando se enfrentan a la incitación al odio y la ignorancia, de lo contrario se convertirán en cómplices. Las empresas de medios tienen derecho a aplicar medidas para hacer frente a los comentarios de odio y prevenir que cualquier persona pueda predicar ese tipo de mensajes en los medios”.

CONOCIENDO el paño, el secretario general de la FEP sale al paso de los previsibles “defensores” de la libertad de prensa, sosteniendo que con estas medidas no se vulnera la libertad de expresión, sino que se trata de preservar “la ética profesional de los periodistas y de los medios de comunicación”.

Manipulación también en el lenguaje

EN su ‘Estudio sobre periodismo e inmigración’ de 2014 la ONG Red Acoge, señala que el mismo se ha “centrado en 25 de los medios de comunicación (prensa, radio y televisión) de máxima audiencia. De ellos, 10 tienen libro de estilo con alusiones al tratamiento sobre inmigración o relación con la población inmigrante. De los otros 16 medios, 9 no tienen libro de estilo y 7 no hacen alusión directa a la inmigración”.

MÁS grave que ese desinterés, es que esos libros de estilo solo sirvan para tapar las vergüenzas de cara a la galería porque, en la práctica, la mayoría continúa con el trato discriminatorio, la difusión de declaraciones xenófobas o dando por ciertas las declaraciones de políticos que analizan una catástrofe que afecta a seres humanos desde pobres visiones económicas.

UN mensaje al que se suman algunos tertulianos que suelen apuntar que la ayuda a estos seres humanos tiene límites y que los recursos que se pueden destinar a salvar vidas también son limitados.

TAMBIÉN los hay que apelan a recursos del lenguaje para minimizar el tema. Así, ya no se habla en los medios de miles de emigrantes o de refugiados sino de oleadas de “migrantes”; como si se tratara de un simple desplazamiento de poblaciones. Como si habláramos de un fenómeno sociológico y no de individuos, como si no se tratara de viejos, jóvenes o niños que huyen del hambre, de la guerra o del genocidio.

EMIGRANTE, inmigrante o refugiado llevan en su mera formulación la imagen del afectado, son términos que exigen una explicación sobre las razones que impelen a miles de personas a huir de sus hogares; por eso se está variando a “migrante”, que será semánticamente correcto, pero suena aséptico y cierra el paso al sentimiento o a la solidaridad.

INDUCE a pensar en poblaciones migrantes como las golondrinas o las cigüeñas, un mero ciclo vital; pero aquí hablamos de seres humanos y esto nos exige preguntar por las causas que los convierten en emigrantes o condenar la falta de sensibilidad de quienes no remedian ni atienden las terribles consecuencias de esta emigración masiva.

SEIS de cada diez de estas personas han llegado a Europa en lo que va del año huyen de países donde las violaciones de derechos humanos son constantes. En Siria, son miles los detenidos, secuestrados o desaparecidos; la violencia en Afganistán generó 4.853 muertos en el primer semestre de 2014 y en otros países generadores de “migrantes” no existen las libertades de expresión, asociación y religión.

MIENTEN los que dicen que no hay solución. La Agencia de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea (FRA) ha denunciado en un comunicado la avaricia de “vías legales para que las personas que necesitan protección internacional puedan acceder a la Unión Europea", y que se podrían aplicar medidas para que se “permita a los potenciales refugiados llegar a la UE sin recurrir a traficantes"; y el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) y varias ONG especializadas en asilo ya han propuesto varias medidas que ya se podrían poner en práctica con ese fin.

Tampoco esto es nuevo

SI organizaciones como la FEP o los sindicatos italianos han hecho esta severa llamada de atención es porque, aunque lo ocultemos, se ha elevado a niveles de gran riesgo los mensajes de intolerancia que difunden la mayoría de los grandes medios europeos. Sobre todo, los de Italia y Alemania.

ESTAS actitudes tampoco son nuevas, porque no es nuevo que los medios y los periodistas sean tenidos, en muchos lugares y por muchos activistas de la paz, como mensajeros del odio y cómplices de la violencia.

LA Fundación Cultura de Paz, que preside Federico Mayor Zaragoza -ex director general de la UNESCO- edita cada diez años un estudio internacional sobre los riesgos que existen para la paz en todos los continentes. En el último informe, que abarca el decenio 2001-2010, la mayoría de las organizaciones defensoras de la paz señalan a la prensa como un obstáculo para su trabajo.

ASÍ, la Asociación Católica Mundial de la Comunicación (Signis) señala en su informe que los “grandes medios de comunicación resaltan la violencia, el odio, el racismo y el terrorismo con el que algunos periodistas desempeñan su cometido especializado como corresponsales de guerra.”

EN ese mismo documento, quince de los 17 informes provenientes de los países árabes “considera que los medios de comunicación son un serio obstáculo” y la Sociedad Japonesa para el Desarrollo de la Cultura de Paz denuncia que “los medios de comunicación no prestan atención alguna a la cultura de paz y no violencia; nunca quieren participar en actividades en favor de la paz.”

NO es menos desolador lo que informan en ese documento las organizaciones pacifistas de América del Norte que “intentan contrarrestar la información de los medios de comunicación, que consideran negativa”.

“LAS insolubles guerras de Estados Unidos en Iraq y en Afganistán han tenido como consecuencia un desafortunado auge de la propaganda militar en este país. Los gobiernos y los medios de comunicación han difundido tanta desinformación durante la última década que el ciudadano medio no sabe qué pensar y está muy desinformado sobre temas relacionados con la paz.”, dice la organización canadiense Hamilton Culture of Peace Network.

Medios necesarios para la guerra

ESTÁN en la memoria de todos las tremendas e inhumanas consecuencias de la guerra que asoló a los pueblos de la antigua Yugoslavia en el decenio de los noventa. Aún hoy se juzgan los crímenes contra la humanidad cometidos durante la terrible contienda y se busca a los culpables prófugos.

SIN embargo, poco se está haciendo contra los instigadores que trabajaron desde los medios para que la diversidad religiosa deviniera, en menos de diez años, en el detonante de un conflicto atroz.

COINCIDEN todos los analistas de las razones del conflicto en que los medios de comunicación -sobre todo, las cadenas de televisión- han sido cómplices necesarios de esa sangría.

EN esa teoría coinciden testigos excepcionales como el entonces director de programas de la TV de Sarajevo, Nenad Pejic, el redactor de ‘Oslobodenje’, Zlatko Dizdarevic, el Instituto Europeo de la Comunicación y Reporteros sin Fronteras.

Un artículo publicado, en la primavera de 1999, por las revistas “Mambrú” y “Viejo Topo” señalaba que sin los medios de comunicación la guerra en Bosnia hubiera sido muy difícil. “Su connivencia con los nacionalismos más extremos (salvo honrosas excepciones) ha ido sentando las bases, durante estos últimos años, para el conflicto bélico. Tal como aseguran algunos analistas, antes de que se tomaran las armas la guerra se había preparado y teorizado en Serbia y Croacia a través de los medios controlados por los nacionalistas, tanto los reconvertidos del comunismo como los inspirados en el fascismo.”

Y aporta que “en verano del 92, una misión de la Federación Internacional de Periodistas que visita las distintas repúblicas yugoslavas vuelve con unas conclusiones espeluznantes. La manipulación campa a sus anchas en los medios de comunicación, tanto servios como croatas, hasta el punto que se habla de crímenes de guerra mediáticos para los que se les podría exigir su Nüremberg correspondiente”.

POR supuesto que hubo honrosas excepciones como el semanario ‘Vreme’, el diario ‘Borba’ o las emisoras Radio B92 y Studio B que, a pesar de su valiente denuncia, poco pudieron hacer ante la avalancha de manipulación que ofrecían los grandes medios.

Sostén y cómplices de dictaduras

POR lo menos en dos de los países del Cono Sur que sufrieron las dictaduras implantadas por la ‘Operación Condor’ se han comenzado a depurar las responsabilidades de los medios y de sus periodistas en los horrores vividos en los setenta por sus ciudadanías.

EN Chile, las denuncias de los periodistas han conseguido que Agustín Edwards, dueño de “El Mercurio” y dirigente distinguido de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), fuera expulsado -este año- del Colegio de Periodistas por su demostrada complicidad con la dictadura genocida de Pinochet.

TAMBIÉN en Buenos Aires, directivos y periodistas de la prestigiosa Editorial Atlántida están en el banquillo de los acusados para responder por haber puesto sus publicaciones al servicio de actos de lesa humanidad cometidos por la dictadura del general Videla. Otros medios como el diario Clarín -cuya editorial ha mantenido fuertes lazos con el Grupo Prisa- y varios de sus periodistas de entonces no pueden ya ocultar su complicidad en el ocultamiento de crímenes aberrantes.

UN presidente de la SIP, Danilo Arbilla, fue director de prensa de la última dictadura militar uruguaya; durante su gestión en ese departamento fue asesinado el director del semanario Marcha, Julio Castro, secuestrados decenas de periodistas y escritores, entre ellos Carlos Quijano, Carlos Borche y Santiago Puchet y el poeta Juan Carlos Onetti.

DE hecho, es imposible negar que los grandes medios sudamericanos han sido necesarios en los golpes de estado y en el sostenimiento de todas las dictaduras que asolaron la América Latina en la última mitad del siglo pasado. Y siguen en esa tarea.

Los sacrificados por la paz

GRAN parte de los testimonios que se han presentado en los tribunales bonaerenses para probar las acciones condenables de la dictadura militar provienen de imágenes que numerosos reporteros argentinos captaron entre 1976 y 1981.

TODOS ellos sabían que los directivos de sus medios nunca iban a publicar esas imágenes, sabían que les estaba prohibido sacarlas; pero se jugaron el tipo, las sacaron y las guardaron durante años. Confiaban en que serían un documento necesario para la justicia que, algún día, habría de manifestarse. Así ha sido.

DE la misma forma y con similar riesgo, en estos momentos, decenas de informadores freelancers se dedican a documentar las “pequeñas” guerras que no interesan a los grandes medios y que sin el testimonio de estos periodistas nadie conocería. Muchos de ellos han sido muertos, perseguidos o sufrido secuestros y prisión bajo falsas acusaciones por realizar esa sacrificada labor.

TENEMOS en la memoria a varios de ellos; pero casi todos son periodistas occidentales; “sin embargo, -señala Christoffer Deloire, secretario general el RSF- no debemos olvidar que aproximadamente el 95% de las muertes de periodistas en conflictos armados afectan a periodistas locales, que reciben menos cobertura de los medios”. Un asombroso 90% de estos crímenes siguen impunes.

POCOS de estos periodistas sacrificados por la paz cuentan para los titulares de la prensa internacional y la prueba de ello es que arriesgan sus vidas cada día sin saber si, en una redacción lejana, alguien dará valor a su esforzado material y si este verá la luz en esos grandes medios. Además, cuando eso ocurre, el salario que reciben por su trabajo debería avergonzar a esos medios.

LA iniciativa de los periodistas europeos que claman por un periodismo que luche contra el odio entre los pueblos y contra la discriminación de los que huyen de los horrores no ha encontrado espacio en la agenda de los grandes medios. Una auténtica pena.

EL gran manipulador Joseph Pulitzer, que sabía mucho de la utilización mercenaria de los medios, decía que “una prensa cínica, mercenaria y demagógica producirá un pueblo cínico, mercenario y demagógico”.

ESPEREMOS que se equivoque…

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