OPINIÓN. ¿Me quieren oír? Por Dardo Gómez
Periodista

25/04/16. Opinión. Pablo Iglesias atacó el jueves pasado a un periodista de El Mundo, aun redactor base, por los artículos que publica sobre Podemos. Fue más allá y lo hizo en público, ante un auditorio repleto de universitarios, refiriéndose al aspecto del redactor, y refiriéndose a él por su nombre y apellidos. Atacó a un periodista base, a un redactor, a un empleado, al eslabón más “débil” de un sector ya precario y en manos de...

...grandes accionistas y empresarios de motivaciones cínicas. Finalmente Iglesias se vio obligado a rectificar y a disculparse el viernes por la tarde. La columna que a continuación ofrece EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com la redactó el periodista Dardo Gómez antes de que eso ocurriese. Iglesias asumió su error. “alguien se equivoca está bien reconocerlo y asumirlo, es un error personalizar una crítica, y es un error que alguien que aspira a ser candidato a la Presidencia del Gobierno comente o juzgue el trabajo que hace un redactor”. “Eso lo tienen que juzgar sus lectores o en todo caso lo tienen que juzgar otros profesionales de la prensa, porque el redactor es el eslabón débil, y eso fue un error por mi parte”. Gómez, en esta opinión, señala: “La polvareda levantada por la inoportuna bocaza de Pablo Iglesias revela que algunos aun desconocen qué es el Derecho a la Información y atribuyen a los informadores funciones que serían un abuso en cualquier democracia”.

Los periodistas no somos “contrapoder”

TRAS
lo que voy a decir puede ser que alguno tenga la intención de acusarme de que como los necios miro el dedo cuando otro señala la luna o de que pretendo excusar una vulneración de la libertad de información.

CREO que quienes me leen en esta columna y en algunos otras publicaciones conocen mi trayectoria en defensa de ese derecho y que, de buena fe, no tendrán ninguna duda al respecto.

PERO como diría nuestro apreciado Don Tancredo en funciones: “una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa y, además, sin diferentes”; además de que como conozco la tropa no es vano poner la venda antes de que llegue la herida.

ES legítimo defender una posición o exigir una reparación, pero no es válido aprovechar el caso para afirmar como verdades cosas que no tienen ese rigor.

ME refiero, tanto a un comunicado, elaborado a propuesta de una agrupación de periodistas, en defensa del acoso que está sufriendo a través de las redes un periodista de El Mundo, como a la polvareda levantada por las declaraciones desmadradas de Pablo Iglesias sobre los informadores. Saludo la iniciativa en defensa del colega y admito que las declaraciones del político fueron muy desafortunadas.

SIN embargo, me veo en la obligación de sugerir que se debería rectificar algunos puntos de ese comunicado y de que algunos dirigentes de organizaciones periodísticas deberían “aggiornar” sus conocimientos sobre Derecho a la Información.

EMPECEMOS por el documento, que señala “Que los periodistas deben ejercer libremente su función de contrapoder, imprescindible para una sociedad democrática, con los únicos límites del derecho y del código deontológico de la profesión.”

Y para rubricar el mimo error se han oído en Madrid expresiones como que los periodistas tienen como una de sus funciones básicas “el control independiente de los poderes, entre ellos el político”.

Insistimos en el lugar común

COMO algo he leído sobre los fundamentos del Derecho a la Información, se me ponen los pelos como escarpias cuando veo que desde la misma profesión periodística se insiste en esta barbaridad que atenta, precisamente, contra ese derecho universal.

ES sorprendente que aún se recurra al cansino mito urbano del “cuarto poder”, y que se insista en que corresponde a los informadores y los medios la función de controlar a los otros tres poderes consagrados por Montesquieu.

UNO no se cansa de decir que es un auténtico disparate suponer que personas o empresas comerciales dedicadas, por su propia elección, a la comunicación pretendan el derecho de controlar a los poderes electos por la democracia, cuando nadie les ha otorgado ese poder para hacerlo y la ciudadanía no tiene capacidad para removerlos si ejercen ese “contrapoder” con perjuicio para la sociedad.

ESTO lo expresa con meridiana claridad el Código Deontológico Europeo del Consejo de Europa que, ya en 1991, señalaba que “sería erróneo deducir que los medios de comunicación representan a la opinión pública o que deban sustituir las funciones propias de los poderes o entes públicos o de las instituciones de carácter educativo o cultural como la escuela”.

Y explica contundente: “Ello llevaría a convertir a los medios de comunicación y al periodismo en poderes o contrapoderes (mediocracia) sin que al propio tiempo estén dotados de la representación de los ciudadanos o estén sujetos a los controles democráticos propios de los poderes públicos, o posean la especialización de las instituciones culturales o educativas correspondientes.”

ME parece que el profesor Manuel Núñez Encabo, redactor de este código, creo que se hallaba entre los asistentes al foro en que se formulaba este supuesto insostenible. Vaya plancha…

ESTIMO que ya es hora que obremos debidamente informados y dejemos de repetir lugares comunes que ya eran viejos e inconsistentes a finales del siglo pasado.

Adecuarse a la realidad de los tiempos

OTRO párrafo de ese mismo comunicado hace evidente que gran parte de nuestra profesión está necesitando de un hervor para adecuarse a la realidad del siglo de las comunicaciones y a su democratización. Por lo menos, para no seguir empeñados en ponerles puertas al campo y vulnerar la universalidad de la libertad de expresión; que es el core del Derecho a la Información.

ES decir, para no repetir las mismas naderías que se declamaron a mediados del año pasado cuando el Ayuntamiento de Madrid, en todo su derecho, abrió su página “madridVO”.

ENTONCES se oyó a algunos decir que desmentir a los medios desde la administración tenía “tufillo a censura” y que eso atentaba a la libertad de prensa. Por suerte, en pocas horas se supo que esto ocurre y es respetado en todas las latitudes; con lo que se acallaron las majaderías.

SIN embargo hemos vuelto a las andadas y a sentirnos agraviados porque una agrupación política ha abierto un “hastag” con la intención de criticar a periodistas y medios en cuya información no confían. No entro en los contenidos, que me pueden parecer más o menos válidos o fiables; pero nadie debería atreverse -menos desde el periodismo- a negarles ese camino para expresarse.

YA deberíamos saber que nadie nos va a pedir permiso para utilizar como mejor entienda las redes sociales ni tiene porqué; esto ya es un derecho adquirido y un ejercicio real de la libertad de expresión. Quién no se lo quiera creer puede recurrir para informarse a los innúmeros fallos al respecto de los tribunales nacionales e internacionales sobre Derechos Humanos.

SALVO que estemos empeñados en pensar que esa libertad es para uso exclusivo de los informadores diplomados y colegiados; lo que sería de un corporativismo cerril.

LA portavoz del partido que lanzó el “hashtag” de la discordia ha declarado que defienden y promueven “la libertad de expresión, de prensa y el ejercicio de la crítica. Pero consideramos que la información publicada por los medios debe estar dentro de los límites éticos del periodismo y que debe informarse con absoluta rigurosidad”.

PUES bien, si ellos consideran que ese rigor no se cumple nadie les puede quitar su derecho a la crítica, al margen de que el tono o el gusto empleado pueda no satisfacer a todos y, sobre todo, a los criticados. Conviene acostumbrarse a esto; entendamos que ya no tenemos el monopolio de las plataformas de comunicación y que el resto de la ciudadanía tiene todo el derecho a criticarnos en el espacio que considere más oportuno.

A ver si comprendemos que la libertad de expresión es un derecho universal.

El día de los desfasados

COMO consecución de esa falta de comprensión, en el mismo documento se dice a estos “insumisos” que “ya existen herramientas para luchar contra la falta de veracidad de las informaciones” y se les plantea que si algo no les gusta pasen por la ventanilla de una “comisión de arbitraje” creada para uso interno por una asociación profesional de periodistas y presenten su reclamo. Algo que se ha repetido desde Madrid por la parrafada de Iglesias.

EN fin… No dudo de las buenas intenciones y la capacidad de quienes integran la referida comisión; pero tampoco tengo dudas sobre su ineficacia y su incapacidad para, precisamente, “luchar contra la falta de veracidad de las informaciones”.

PARA marear más la perdiz y a propósito del patinazo de Iglesias, desde la APM se pontifica "que los periodistas deben lealtad ante todo a los ciudadanos".

ESTIMADOS colegas, no se trata de lealtad sino de veracidad y honestidad. Creo que no hace falta volver a invocar todos los informes, desde el de la propia APM hasta los de varias organizaciones internacionales independientes, que señalan que en el capítulo veracidad nuestros grandes medios están bajo mínimo. Esto es así y desde hace años, a pesar de todos los códigos y de las autorregulaciones que se meneen.

LA ciudadanía está convencida que desde hace más de veinte años las redacciones de esos medios, privados y públicos, se han convertido en trincheras para la defensa de los intereses del amo.

ES cierto que en todas ellas hay algún francotirador que niega la “obediencia debida” y que ha quedado ausente de toda promoción; mientras que en los medios públicos hay decenas de ellos expulsados a los pasillos.

ESTO no es noticia para nadie que esté de verdad en esta profesión; si alguien quiere negar lo evidente, que lo haga, pero, por favor, que no utilice como fundamento de su alegación un derecho que nadie le ha concedido y, mucho menos, pretenda negarle al resto de la ciudadanía un derecho reconocido en todas las instancias.

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