Si los sindicatos y los legisladores progresistas deben reaccionan con urgencia para evitar que la implantación del “trabajo en casa” se convierta, de facto, en una reforma laboral que aproveche la debilidad del mercado laboral para llevarse por delante derechos consagrados de los trabajadores
OPINIÓN. ¿Me quieren oír? Por Dardo Gómez
Periodista
10/06/20. Opinión. El conocido periodista Dardo Gómez reflexiona en su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre algunas consecuencias del teletrabajo: “Para la gran empresa periodística, según como se haga, también puede significar su final; por lo menos, el del prestigio que alguna vez tuvieron y la perdida total de su fiabilidad. Lo que ocurrirá en el mismo momento en que la totalidad de...
...sus lectores caigan en la cuenta que carecen de contenidos propios y que son simples agregadores de la información que les venden las agencias internacionales firmadas por no se sabe quién”.
El teletrabajo que se nos viene… encima
Tras años de velar por la cultura del presentismo e, incluso, imponer controles electrónicos de entradas y salidas, los patronos de los medios y sus gerentes de confianza han caído en la cuenta y por la cuenta que les lleva que puede que no sea tan malo que sus trabajadores trabajen desde casa.
Ha sido una caída del caballo como la de Pablo a la salida de Damasco; pero estos no han visto la divinidad sino las posibilidades de ahorro que se derivarían de los menores costos de energía, equipamientos y hasta del alquiler de los locales que ocupan.
Claro está que no han encontrado la piedra filosofal, esos costes no han desaparecido pero les fascina la posibilidad de pasar esos gastos a las economías familiares de sus trabajadores.
Si los comités de empresa no están atentos es muy posible que lo consigan; sobretodo, si las centrales sindicales y los sindicatos independientes no están preparados para dar la batalla en este terreno.
En la primera etapa de implantación de los automatismos y de la digitalización de procesos estas organizaciones se equivocaron; simplemente, porque no se dieron cuenta que se oponían a la revolución digital con argumentos preindustriales que se habían quedado vacíos. No dieron las respuestas adecuadas y cuando se dieron cuenta se les había pasado el arroz.
Ahora, debería ser distinto y sería imperdonable que, otra vez, los cojan mirando por la ventana; estamos hablando de la utilización de herramientas consolidadas que la mayoría de nuestros profesionales conocen, que utilizan a diario y en cuyo manejo muchos de los trabajadores son expertos.
De hecho, en muchas de las empresas de medios que desde hace unos meses se han visto forzadas a utilizar el teletrabajo, esta fórmula fue organizado por los propios trabajadores que entendieron que esa era parte de su obligación profesional. Aunque creo que, en muchos casos, han ido más allá y han dejado anidar en la avaricia empresarial que este esfuerzo no ha costado nada y que le pueden sacar aún más réditos sin ningún tipo de inversión.
No es así, no debe serlo, ni tiene porqué serlo…
El coste del teletrabajo es de la empresa
Esta oportunidad de gratuidad que avizoran los empresarios deviene de que la mayoría de las empresas españolas nunca se han preparado para el trabajo a distancia, desconocen las oportunidades que este ofrece a sus empresas y no han invertido en la preparación de sus trabajadores para ese cometido.
La primera e impropia visión de toda empresa con barniz de modernidad es que no tienen en cuenta que sus trabajadores son parte de la empresa, que ellos tienen gran parte del conocimiento de la empresa y que los conocimientos -por más vueltas que les quieran dar- son propiedad inalienable de quienes los poseen.
Da la casualidad que trabajar a distancia potencia esa propiedad y hace a la empresa cada vez más dependiente de sus trabajadores; de allí la necesidad de integrarlos como parte afectiva de ella. No hablo de generosidad, hablo de inteligencia.
El teletrabajo tiene costes; tantos como el trabajo presencial y múltiples riesgos para trabajadores y empresarios si se implanta solo con la mezquina y corta visión del ahorro para la empresa.
Para la gran empresa periodística, según como se haga, también puede significar su final; por lo menos, el del prestigio que alguna vez tuvieron y la perdida total de su fiabilidad. Lo que ocurrirá en el mismo momento en que la totalidad de sus lectores caigan en la cuenta que carecen de contenidos propios y que son simples agregadores de la información que les venden las agencias internacionales firmadas por no se sabe quién.
Aunque, a algunos, esto último quizá ya no les interese porque ya han tirado la toalla de la información y no aspiran a una plantilla de periodistas sino a un mini ejército de proveedores de contenidos que, por una suma cada vez más módica, rellenen columnas.
Los más cortos de nuestros empresarios creen que el teletrabajo es un regalo que les ha caído del cielo y que los librará de las obligaciones con sus trabajadores. Esta es su larga aspiración; por eso han convertido a los colaboradores en el motor de la precariedad; ante la miopía de las plantillas y de algunos sindicatos.
Quizá, la última vuelta de tuerca, si los dejan
Este afán por el pecado de avaricia no es exclusivo de los empresarios españoles; en otros lugares del mundo también están o estuvieron tentados por quedarse con todo en perjuicio de los trabajadores.
Por lo mismo, en varios de esos países ya se han llegado a acuerdos, se ha recurrido a los tribunales o se están preparando paquetes legislativos para que el teletrabajo no se convierta en el coladero por el cual se escurran los derechos laborales. Veamos…
El Tribunal Federal de Suiza, la más alta instancia judicial de ese país, ha dictaminado el mes pasado que los empresarios deben a contribuir al pago del alquiler de quienes trabajan para ellos desde sus domicilios y ha fijado esa compensación en torno a 137€ mensuales. Además, para fijar ese monto, el tribunal ha considerado irrelevante que el empleado deba alquilar o ya disponga de un espacio adicional a ese efecto en su vivienda.
Para Thomas Geiser, profesor de derecho laboral de la helvética Universidad de St. Gallen, el veredicto no es sorprendente:“la ley obliga a los empresarios a compensar a sus empleados de todos los gastos incurridos para realizar su trabajo”, ha dicho.
Algunos puede que piensen que esto pasa en Suiza porque allí atan los perros con chorizos; no es así, en la Argentina -que no es que vayan sobrados- ya se han presentado catorce propuestas legislativas que se basan en que “el empleador sigue siendo el empleador y, por lo tanto, pesan sobre él todas las obligaciones que estos tienen a su cargo”.
Además, consideran que debe legislarse con premura para no hallarse ante una reforma laboral de facto impuesta por los empleadores; los legisladores estiman que “un contexto como este tiene un gran riesgo; porque, en general, cuando los trabajadores están más débiles y se abren estas instancias, los cambios normativos suelen ser regresivos”.
Ese contexto de debilidad es el mismo que viven los trabajadores españoles.
Aspectos importantes a tener en cuenta
De estos catorce proyectos de diversos grupos parlamentarios argentinos, algunos integrales y otros que solo recogen normas puntuales se ha elaborado un informe que revela que los principales aspectos que todos consideran imprescindible regular son: el consentimiento del trabajador a aceptar el teletrabajo y su derecho a revertir de ese consentimiento; el periodo de ese tipo de prestación, fijar sistemas de control que no vulneren la privacidad del trabajador, establecer la jornada laboral y la carga de trabajo a soportar, el derecho a la desconexión fuera del horario fijado, la provisión del equipamiento necesario, la compensación de gastos, impedir el teletrabajo transnacional, la protección de datos, la seguridad e higiene, y la función sindical.
El ahorro de costos que obtiene la empresa al no pagar o pagar menos energía eléctrica, calefacción y aire acondicionado, servicios de limpieza, servicio de vigilancia, mantenimientos de equipos, etc, es saludable pero, está claro que no a costa de la economía de los trabajadores.
Se debe hallar la fórmula legal, pueden ser varias, para se les compensen esos gastos, ya que debe ser incuestionable que el empleador debe hacerse cargo por completo, por ejemplo, del coste de la conectividad.
También es fundamental el cuidado de la salud del operario fuera de las instalaciones de la empresa ya que trabajará en un espacio que no tiene porqué estar previamente preparado para el nuevo fin.
Hay que tener en cuenta la ergonomía de ese espacio; esto va desde la iluminación al asiento, pasando por la incompatibilidad con la presencia de otros familiares que compartan la vivienda. En las vísperas de la entrada del verano es bueno recordar que, según estudios que se deben actualizar, solo el 36% de los hogares españoles disponen de aire acondicionado y la mayoría solo en una única habitación.
Toda obra que sea necesaria para convertir ese espacio en un lugar adecuado para el trabajo debe ser por cuenta del empresario, que es quién ha impuesto esta modalidad laboral.
La organización de los trabajadores
Otro tema muy importante para la comunidad de trabajadores es la dificultad para relacionarse e interaccionar con sus compañeros de tareas; esto dificulta y mucho la organización sindical, precisamente, cuando las relaciones laborales están en su momento más bajo en mucho tiempo.
Esto puede significar una grave dificultad para que los sindicatos puedan cumplir con eficacia su labor obligada de custodia de los derechos laborales y de protección de los trabajadores ante los abusos empresariales.
El teletrabajo facilita el “divide y vencerás” y, por lo mismo, los grandes sindicatos, tanto como los de sector, deben instar a los partidos progresistas para que legislen al respecto y, al mismo tiempo, deben batallar para que todas esas normas necesarias se introduzcan en los convenios sectoriales y es responsabilidad de los comités de empresa que también se pongan negro sobre blanco en los convenios de empresa.
Además, hay que evitar que el aislamiento de los trabajadores fomente el “sálvese quien pueda” y el egoísmo entre ellos; algo que muchos directivos de los llamados departamentos de “recursos humanos” tratarán de conseguir.
En la imprescindible nueva normativa sobre el trabajo en casa se debe introducir la obligación de la empresa de facilitar con periodicidad fijada un espacio de encuentro presencial -en horario laboral- de todos los trabajadores con sus representantes sindicales para debatir y aportar sus experiencias y necesidades laborales.
En España hay que hacer carne de esto y hay que poner mucha atención en la educación del trabajador sobre esta nueva fórmula laboral; en un primer momento, trabajar en o desde el domicilio suele ser visto bajo errados conceptos de liberación o auto organización del trabajo. Esta falsa sensación puede y suele convertirse en una total dependencia laboral que, además de no ser rentable para la economía, puede ser letal para la lucha por la conciliación entre trabajo y familia.
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