“Una ideología vacía cuyas falsedades alimentan el odio hacia invasores inexistentes y sienten miedo ante quienes aspiran a ser felices sin perjudican los derechos de nadie. Vox se revuelve, impotente, ante los nuevos paradigmas que desdeñan la crueldad”

A vosotras, mujeres de España, me dirijo, para daros un mensaje de esperanza: el cambio empezará en Andalucía', prometió la señora Olona para, acto seguido, arremeter contra todas las políticas y avances producidos en los últimos decenios en España en materia de Igualdad”

OPINIÓN.
¿Me quieren oír?
Por Dardo Gómez
. Periodista


20/05/22. Opinión. El conocido periodista Dardo Gómez reflexiona en su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre la posible llegada de Vox y su líder en Andalucía, Macarena Olona, al gobierno de la Junta: “Rubricó, por si alguien albergara duda de sus objetivos, que si su formación llega al ejecutivo andaluz derogará “la primera ley de autodeterminación de género aprobada en Andalucía y todas...

...las leyes sectarias andaluzas”. Tomen nota y no digan que no se les ha avisado...”.

Vox, el partido que odia a las y los feministas, entre otr@s...

La diputada de Vox Macarena Olona se ha despedido el pasado 11 de mayo de su escaño en el Congreso de los Diputados con la intención de ocuparse de preparar su desembarco en el parlamento andaluz, si es que los pactos -que los carga el diablo- no le deparan un destino aún más espectable.


Lo singular es que ha dedicado los minutos de su adiós para cargar contra la bestia negra de la ultraderecha europea, de la que ella es intérprete fiel. Ese peligro feroz para Vox es el movimiento feminista organizado y las reivindicaciones de las mujeres y hombres libres en este punto del siglo.

“A vosotras, mujeres de España, me dirijo, para daros un mensaje de esperanza: el cambio empezará en Andalucía”, prometió la señora Olona para, acto seguido, arremeter contra todas las políticas y avances producidos en los últimos decenios en España en materia de Igualdad y por supuesto apeló a una constante en la trayectoria de su partido negar la existencia de la violencia machista. Con lo cual ya tenéis claro que para esta candidata el cambio significa retroceso. Que nadie, luego, diga que no lo sabía...


Con la mayor impudicia entró en honduras en las cuales no se atreven a bucear muchos especialistas y dictó desde la tribuna del Congreso que “ser mujer es nacer con sexo femenino y nada tiene que ver con el tamaño de los pechos” y espetó a la ministra de la cartera de Igualdad que “solo sirve al movimiento transgénero, aunque eso suponga el borrado de las mujeres”, cargando contra los riesgos que se derivan del colectivo LGTBI+, que es otra de las obsesiones de los ultras.

Rubricó, por si alguien albergara duda de sus objetivos, que si su formación llega al ejecutivo andaluz derogará “la primera ley de autodeterminación de género aprobada en Andalucía y todas las leyes sectarias andaluzas”. Tomen nota y no digan que no se les ha avisado...

Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2020 se inscribieron como víctimas de violencia de género y violencia doméstica 37.819 personas. De éstas, 34.446 fueron mujeres y 3.373 hombres; para elaborar estos datos se ha entendido por violencia de  género todo acto de violencia física o psicológica (incluidas las agresiones a la libertad sexual, las amenazas, las coacciones o la privación arbitraria de libertad) que se ejerza contra una mujer por un hombre que sea o haya sido su cónyuge o esté o haya estado ligado a ella por una relación similar de afectividad aún sin convivencia.

Son datos escalofriantes que hacen evidente la existencia de una enfermedad social que está exigiendo atención soluciones; se hace difícil de entender el bloquea mental de quienes niegan una situación como esta. Por suerte, todos los grupos parlamentarios españoles, salvo la banda ultra, ha suscrito la renovación del Pacto de Estado contra la Violencia de Género.


El porqué de esta defensa de la crueldad

Toda la ultraderecha europea y la de más allá de los océanos tiene como objetivo rector la eliminación de las leyes de protección de los derechos de las mujeres y hostigar el movimiento feminista, repudiarlo como ideología e impulsar la regresión de las libertades de los colectivos que aspiran a vivir en libertad su opción sexual y/o de género.

Hay que preguntarse el porqué estas reivindicaciones que han sido reconocidas legítimas por todos los organismos internacionales y consagradas como derechos inalienables de las personas. Sin embargo, despiertan las mayores reacciones viscerales en la ultraderecha.

Es que el feminismo profundo y elevado va  mucho más allá que la defensa de los derechos de las mujeres -que también es imprescindible- y avanza hacia la modificación de las raíces de nuestra sociedad.

Expresiones vulgares como “la vida por la patria” o la exaltación de gestas donde se han sacrificado seres humanos en aras de intereses mezquinos tanto en sus intenciones como en sus formulaciones, vislumbran que las respuestas profundas a sus disparates históricos están en el feminismo.


Mentiras históricas como la conquista de México o los supuestos siglos de invasión árabe o la falsa reconquista de un Al-Ándalus que nunca pudo pertenecer a una España inexistente por entonces, son el ejemplo de una ideología vacía que se inventa a si misma y cuyas falsedades solo la consumen quienes, por razones enfermizas, necesitan alimentar su odio hacia algún invasor inexistente o sufren ante reivindicaciones legítimas que en nada vulneran sus derechos.

Es difícil entender, desde el contraste de datos, como se pueden negar realidades demostradas por la ciencia desde hace decenios u objetar la necesaria obligación del respeto a los principios de la Convención de los Derechos Humanos. No hay razones lógicas para el afán de Vox y sus compañeros de ruta en denigrar a las mujeres que han optado por una lucha reivindicativa que aspira a terminar con una postergación social histórica, indiscutible y común en todas las latitudes. Sólo Vox la rechaza a base de mentira diaria.

Sarah Babiker, responsable de información internacional del digital “El Salto”, decía recientemente: “La extrema derecha nos pone a las mujeres y a los feminismos como antagonistas. Creo que es un enemigo suculento para la extrema derecha porque justamente los feminismos señalan esas estructuras que la ultraderecha pretende invisibilizar, naturalizando la desigualdad y blindando los privilegios. Quieren que parezca que las cosas son así porque es inevitable”.


Una marea de humanidad incontenible

Desespera a los ultramontanos comprobar como la presencia de las mujeres en cargos directivos españoles e internacionales ya es imparable y que el movimiento femenino  no vea techo a su presencia social con los consecuentes cambios profundos en la sociedad; cambios que demuestran que ni las costumbres ni los mitos tradicionales son inmutables. Se pueden cambiar y lo están haciendo.

La progresión del feminismo es imposible de detener, más allá de las reivindicaciones de las mujeres esas reivindicaciones llevan a un cambio mundial de las convivencias. Sus trascendencias pueden escapar, en estos momentos, a la visión diaria de las propias feministas por las urgencias de sus objetivos y porque el feminismo se retroalimenta en sus reivindicaciones a una velocidad que abre grietas incluso entre sus militantes.

Muchos de ellos, hombres o mujeres o trans, pierden el paso ante esa velocidad, ya que no perciben que se hallan ante una revolución que no solo abarca la propiedad de las cosas sino que recompone la sociedad desde un prisma que nunca se ha tenido en cuenta desde los partidos políticos tradicionales: el amor entre los seres humanos.

El feminismo en profundidad y a un plazo aún no apreciable significará la defenestración de la crueldad como valor social y la empatía en la interpretación de las relaciones sociales.

No sé, ni percibo, que la ultraderecha sea consciente de esta trascendencia; sin embargo, sí sienten que su mundo alienado se está desmoronando, ven como a diario todos los mitos construidos por el machismo a lo largo de siglos se están desmoronando. Cuando se hace exaltación de una supuesta “conquista de México” -sucedida hace más de cinco siglos- bastan minutos para que la sociedad casi en pleno, sobre todo los más jóvenes, se espante ante esos hechos de lesa humanidad y no tarden en preguntarse cómo se puede llegar a dar glorias a tanta crueldad.


Por primera vez en siglos la gente europea habla sin tapujos de sus sentimientos, los padres ya no se ruborizan ante la pareja femenina de su hija, ni dejan de amar con sus amigos de su hijo trans y los matrimonios mixtos ya no espantan a nadie. Toda esta realidad cotidiana que es la mera expresión de la humanidad les está mostrando que su mundo absurdo de sacrificios, guerras y cárceles se está acabando y que ya no estamos dispuestos a acatar las fórmulas sociales irracionales que nos obligaron a vivir siglos de pecados y castigos.

Esto los está desesperando, los enrabieta y hace más peligroso que puedan llegar a alguna parcela de poder desde la cual puedan ejercer su rencor hacia la democracia y la igualdad.

No estamos ante una dominación del hombre por parte de las mujeres como ellos quieren convencer. El feminismo de este siglo ampara también a los congéneres varones y lucha por la superación de las diferencias de clases a través de la igualdad y lo mismo aspira con respecto a las etnias y reclama el trato justo y humano de la infancia y de la vejez y abraza a todos los seres humanos sin distinción de sus tendencias personales y aparta el sexismo de las manifestaciones de afecto.

Como expresa la activista de los derechos humanos Francia Márquez: El feminismo es para las mujeres y para los hombres. Necesitamos nuevos modelos de masculinidad feminista, de familia y de crianza feminista, de belleza y de sexualidad feminista. Necesitamos un feminismo renovado que explique con palabras sencillas que pretendemos superar el sexismo y colocar el apoyo mutuo en el centro. Eso es el feminismo.

La ultraderecha siente por éste feminismo del siglo XXI mucho más miedo que por cualquiera de las “hordas rojas” del pasado, porque sabe que éste feminismo que ha puesto en el centro de su ideología la compasión y el amor no tiene vuelta atrás y puede terminar con la cultura de la crueldad que nos ha alimentado durante milenios.


Esa crueldad que, por ejemplo les hace defender como hace la candidata Macarena Olana una supuesta “familia natural”; una familia tan natural que no entiende otra forma de pareja que la unión hombre/mujer (en definición del DNI);  una naturalidad excluyente de cualquier otra necesidad de las personas o de cualquier forma de amor que no sea la bendecida por una cultura que supone que lo ancestral es lo que tiene que ser.

Además, este feminismo amplio -ya hablo por conveniencia propia- nos permitirá a los hombres vivir nuestra masculinidad de manera individual, tal como la sentimos cada uno de nosotros, sin obligaciones, sin penalizaciones y sin necesidad de dar examen de lo que somos ni admitir la capacidad de nadie para exigirnos pruebas de que somos muy “machos”; aunque para eso haya que renunciar a ser hombres...

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