“Nuestros medios deberían evitar la vertiente de la crueldad. El horror desatado en Oriente Medio exige abandonar las trincheras ideológicas; dejar de manosear la información y no faltar el respecto a la ciudadanía y a todos los danmificados de la guerra”
OPINIÓN. ¿Me quieren oír? Por Dardo Gómez
Periodista
17/10/23. Opinión. El conocido periodista Dardo Gómez reflexiona en su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre el conflicto entre Israel y Palestina: “La única realidad a día de hoy es que se enfrentan dos facciones igualmente crueles que dicen interpretar los derechos de israelíes y palestinos, pero que con su reparto de odios y largos rencores respectivos solo representan a las armas en...
...que ellos mismos se han convertido”.
El derecho a la legítima defensa no lo permite todo
El pasado 7 de octubre se abrió otro episodio, pero no nuevo, en el desatino que comenzó en 1945 y que conocemos como el conflicto palestino/israelí, una historia de siete decenios escritos con letras de sangre sobre líneas de crueldad. Un conflicto que por la maldita enfermedad de los nacionalismos que hemos normalizado nos lleva a confundir, como tantas otras veces, los intereses de los Estados y las ideologías de sus dirigentes con las necesidades de los pueblos que los sufren.
No es que haya olvidado cómo comenzó este tormento hace casi ochenta años, pero remover en la historia para hallar la causa de estos dolores no sirve para aliviarlos ni para encontrar solución que no sea la que puede surgir de la reflexión humanista y el amor por los seres sufrientes. Que es la respuesta menos común.
La única realidad a día de hoy es que se enfrentan dos facciones igualmente crueles que dicen interpretar los derechos de israelíes y palestinos, pero que con su reparto de odios y largos rencores respectivos solo representan a las armas en que ellos mismos se han convertido. Como ya estamos acostumbrados a la manipulación no puede sorprendernos que se manipule con la pobre humanidad atrapada entre las garras del sionismo del ejército israelí y la radicalidad de Hamas.
Ante esta penosa situación todos los medios de comunicación podrían y deberían asumir una actitud responsable y contribuir en lo que pudieren (y pueden bastante) a una paz que alivie la tensión, evite el dolor y los muertos o que, por lo menos, expliquen la verdad que se oculta en todas las guerras. Se que la verdad, en muchos casos, es inasible e imposible de acercarse a ella desde la ignorancia; deberíamos impedir deslizarnos por esta última vertiente -que es la que está imperando en muchos medios- y dejar de faltar el respecto a la ciudadanía y a los damnificados directos de la guerra.
He tenido la desgracia buscada de aproximarme al programa “TardeAR” que dirige una experiodista que, en esta ocasión y con total impudicia decidió dos días después del ataque de Hamas entrar en este tema con un editorial mezclado de connotaciones religiosas y un corifeo de desinformados que solo podían manifestar sus sentimientos bien o mal paridos.
Es sabido que la mala interpretación de la libertad de expresión lleva a suponer que cada cual puede decir lo que le venga en ganas, pero esto es sólo permisible en una sobremesa de cuñados o en una barra de bar, nunca en un canal de televisión ni otro medio de comunicación. Éstos tienen la obligación de respetar la información de la ciudadanía y no creo que la opinión indocumentado de esos tertulianos contribuya a mejorarla sino a manosearla con la total desverguenza y la falta de ética de la supuesta periodista que los ha convocado a su programa. A los que defienden esto diciendo que se trata de un programa de entretenimiento, les preguntó qué hace la guerra en un programa de éste tipo.
Alguien dijo que la guerra es algo tan serio que no debe dejarse en manos de los militares; yo agregaría que también debería ser alejada de quienes presumen de periodistas pero no recurren a especialistas para paliar su ignorancia y la ajena en cada una de las materias que van a tratar. Y saben que deben hacerlo, si tienen algún respeto por su trabajo y por sus informados.
El mantra de la legítima defensa como justificación
Fruto de la misma tendencia al trabajo fácil y a la retroalimentación entre los medios surgen los mantras informativos. Frases o palabros que lanza algún político interesado en hacerlo y que los medios se ocupan de repetir.
Con la guerra de Ucrania y renovado con la actual se repite a diario el supuesto derecho a la legítima defensa; que en este caso puede ser invocada por ambas fuerzas; salvo que alguno de vosotros quiera entrar en la majadería del “quién empezó primero”. Aunque todo el mundo tiene derecho a defenderse también es cierto que en esa defensa no todo está permitido. Incluso en la reacción ante una agresión personal en un atraco u otra situación los jueces tienen en cuenta la proporcionalidad de la respuesta si ésta se manifiesta por encima del riesgo para nuestra integridad que suponía el ataque. Hay muchísimos casos en los que la desproporcionada reacción convirtió al ofendido en ofensor.
Si es así para cualquier tribunal penal local, se me ocurre que ningún o ninguna periodista ignora que, incluso en las guerras, hay líneas rojas a la violencia y todas ellas se encuentran perfectamente trazadas por los Convenios de Ginebra y sus Protocolos adicionales.
La primera firma de estos convenios es de 1949 y han sido progresivamente ampliados y ratificados por todos los Estados y son aplicables universalmente; también Israel (Ratificaciones: 1949/1951/1968 y 1978) y Palestina (Adhesión: 1983) se hallan entre los firmantes. Estos convenios “son la piedra angular del derecho internacional humanitario, es decir el conjunto de normas jurídicas que regulan las formas en que se pueden librar los conflictos armados y que intentan limitar los efectos de éstos. Protegen especialmente a las personas que no participan en las hostilidades (civiles, personal sanitario, miembros de organizaciones humanitarias) y a los que ya no pueden seguir participando en las hostilidades (heridos, enfermos, náufragos, prisioneros de guerra). Los Convenios y sus Protocolos establecen que se debe tomar medidas para prevenir o poner fin a cualquier infracción de dichos instrumentos. Contienen normas estrictas en relación con las llamadas "infracciones graves". Se debe buscar, enjuiciar o extraditar a los autores de infracciones graves, sea cual sea su nacionalidad. (https://www.icrc.org/es/document/los-convenios-de-ginebra-de-1949-y-sus-protocolos-adicionales)
Los convenios de antes de 1949 se referían sólo a los combatientes; la Segunda Guerra Mundial hizo evidentes las consecuencias desastrosas que tuvo la ausencia de un convenio que protegiera a los civiles en tiempo de guerra. Además, especifican el trato que debe darse a las personas protegidas y distinguen entre la situación de los extranjeros en el territorio de una de las partes en conflicto y la de los civiles en territorios ocupados. Define las obligaciones del ocupante respecto de la población civil y contiene disposiciones precisas acerca de la ayuda humanitaria que tiene derecho a recibir la población civil de esos territorios y contiene un régimen específico sobre el trato de los internados civiles.
Establecen que se debe tratar con humanidad a todas las personas que no participen en las hostilidades o que caigan en poder del adversario, sin distinción alguna de índole desfavorable y prohíbe específicamente los atentados contra la vida, las mutilaciones, la toma de rehenes, la tortura, los tratos humillantes, crueles y degradantes, y dispone que deben ofrecerse todas las garantías judiciales.
Asimismo la imposición de “castigos colectivos” -aunque se sigan practicando- se ha considerado crimen de guerra por la Comisión sobre la Responsabilidad establecida tras la I Guerra Mundial y esa decisión fue ratificada en 1997 por el Tribunal Militar de Roma, por el Tribunal Penal Internacional para Ruanda y por el Tribunal Especial para Sierra Leona.
Por otro lado el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia declaró que el internamiento o la residencia forzosa -con arreglo al artículo 78º del IV Convenio de Ginebra- era una medida que, en ningún caso, podía ser colectiva. El Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas declaró que los Estados Partes no podían “en ningún caso” invocar un estado de emergencia “como justificación de actos que violan el derecho humanitario o normas imperativas de derecho internacional, por ejemplo [...] la imposición de castigos colectivos”.
La vida de los que sufren no aparece en los medios
Sin embargo nuestros medios no informan de la existencia de estos derechos y de que los Estados se hallan comprometidos a no vulnerarlos; las y los periodistas y medios que por ignorancia o negligencia no ponen estos conocimientos al alcance de sus lectores, oyentes o televidentes propician discusiones vanas y permiten sostener lugares comunes como el de la legítima defensa propiciando los discursos de odio y la inmoralidad de los fanáticos amparados en las trincheras ideológicas o religiosas.
Entre el ejército israelí de Netanyahu y las ansias de venganza de Hamas se hallan encerrados y torturados miles de jóvenes israelíes que prefieren ir a la carcel antes que ir a cazar palestinos en sus tierras. Shahar Perets objetora de conciencia de 19 años, ha pasado 61 días en la cárcel. "No quiero formar parte de la opresión del pueblo palestino", y explica que cuando conoció a un grupo de jóvenes palestinos durante un campamento de verano, "entendí mejor su sufrimiento al escuchar sus historias personales". "Por eso, decidí no alistarme en el Ejército", ya ha estado en prisión cuatro veces.
La organización Breaking the Silence (https://www.breakingthesilence.org.il/) recoge los testimonios de más de 1.300 soldados que tras su servicio militar, exponen la verdad de sus acciones para explicar su lucha contra la ocupación de los territorios palestinos. Mesarvot - Refuser Solidarity Network (https://www.refuser.org/refuser-updates) es otra organización que da apoyo a los que deciden no contribuir a la ocupación de Palestina. Durante más de 50 años, jóvenes como Shahar Perets han dicho no a la ocupación.
Habría que remarcar que estos jóvenes nacieron en el Estado de Israel, no conocen otro hogar más que este y no se sienten invasores porque no lo son.
Algo muy similar se puede decir de los sufridos habitantes de la Franja de Gaza, que viven secuestrados por el Movimiento de Resistencia Islámica (Hamás), que se hizo con el poder de ese territorio primero en unas elecciones y luego tras el conflicto armado en el que expulsaron a Al Fatah -quien gobierna en la vecina Cisjordania- y con el cual, desde entonces, compaginan períodos de violencia con intentos de reconciliación. Mientras tanto, los palestinos de Gaza no han vuelto a votar en elecciones legislativas desde 2006, encadenando ya casi 20 años bajo la férrea dictadura de Hamás que tiene como programa y único objetivo imposible expulsar a los israelitas.
Así los palestinos que solo quieren vivir en paz y progresar en sus aspiraciones y actividades han sido condenados a una vida de violencia, de miseria y de represión de todas sus libertades por un poder que nunca se ha preocupado por mejorar las condiciones de vida de la población ni ofrecer una alternativa alguna a la corrupción y la ineficiencia que caracteriza este régimen islámico de terror.
En momentos en que esto escribo las fuerzas de Netanjahu están a las puertas de una ofensiva -que presiento terrible- para vengar (no cabe otra palabra) la barbarie que Hamas cometió hace una semana, y lo hará amparándose en su derecho a defenderse.
Ante esta inminencia de horror todas las organizaciones de Derechos Humanos en Israel -entre las que se hallan Amnesty, DDH Israel, Medicos por DDH, etc- en un comunicado señalan: “la mayoría de nosotros somos equipos conjuntos de israelíes y palestinos, de modo que algunos de nosotros tenemos familiares y colegas en Gaza, que ahora viven bajo un ataque continuo. Niños, mujeres y ancianos son atacados indiscriminadamente y no hay a dónde huir. (...) especialmente ahora, debemos mantener una posición moral y humana y no caer en la desesperación y en sentimientos de venganza. La fe en el espíritu humano, en el bien que en él existe, es más necesaria que nunca. Una cosa ya está clara para nosotros: no renunciaremos a la humanidad y a la fe en el hombre, incluso en estos días en los que es más difícil que nunca”.
La salida a esta situación se siente muy difícil de conseguir pero no cabe contribuir a hacerla imposible; quienes no saben o no pueden apagar el fuego, por favor... que aparten el bidón de gasolina.
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