OPINIÓN. ¿Me quieren oír? Por Dardo Gómez
Periodista
10/12/13. Opinión. El periodista Dardo Gómez retoma su colaboración con EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com para hablar de la libertad de expresión, un derecho muy convocado por los mismos que lo vacían de contenido, según el autor. “Me parece que no todos decimos lo mismo cuando decimos lo que creemos”, afirma, con contundencia, el exsecretario general de la Federación de Sindicatos de Periodistas.
De qué libertad de expresión me hablan…
UN nuevo informe, uno más, dice que, en medio de este Estado represor, la libertad de expresión permanece sana. A lo mejor alguien se lo cree, pero me parece que están hablando de otra cosa cuando dicen lo que dicen.
“LA libertad de expresión en España goza de buena salud”. Esta es la conclusión central de un informe de la Fundación Ciudadanía y Valores (FUNCIVA) que ha sido presentado este mes pasado en Madrid. El estudio se basa en datos del primer semestre del 2012, según informan, y se engloba dentro del Observatorio de la Libertad de Expresión de la propia FUNCIVA, cuya existencia, hasta ahora, desconocía. Mi culpa.
EL informe, según expone, analiza las noticias publicadas durante ese periodo en los principales medios españoles que se han hecho eco de la falta o defensa de la libertad de expresión en el mundo. Además de estudiar estadísticamente las noticias, incluye análisis sobre los distintos elementos que ayudan a comprender mejor el panorama: el tratamiento y la edición que les dan los medios de comunicación, la influencia de la política, de la religión, de la censura, del ámbito geográfico, etc.
DURANTE su presentación, se destacaron tres tipos de vulneraciones a la libertad de expresión: “agresiones a los periodistas, acoso a los medios de comunicación y abuso del ejercicio de la libertad de expresión”.
ADEMÁS, se señaló que la “libertad de expresión no juega igual cuando se trata de democracias maduras, recientes o no reales”. Desconozco cuales son las democracias que parece que no están en sazón para el ponente y en cuál de los sacos mentados entra la supuesta democracia de España.
UNO de los ponentes en esa presentación aportó que, para él, es importante distinguir entre “libertad de expresión (como derecho universal), libertad de empresa informativa, muy unida a los medios de comunicación y la más importante, a su juicio, la libertad de información, de ejercer libremente el periodismo”.
Y además, señaló algo de difícil entendimiento para mi pobre talento: “Recibir información veraz es un derecho universal del ciudadano, pero no el de informar a los demás”.
Me gustan los estudios, pero…
RECONOZCO (y supongo que seguiré reconociendo) la importancia de este tipo de estudios que pretenden aportar diagnósticos sobre el estado de las cosas y en este caso, sobre algo que siempre me ha preocupado: los derechos a la información y comunicación de la ciudadanía.
SIN embargo, a este último respecto se me ocurre que estamos siendo aplastados por una avalancha de diagnósticos que nos caen desde todos los ángulos y que, en la práctica, solo están sirviendo para ocultar lo evidente o marear la perdiz. En el cuento La carta robada de Edgar Allan Poe, el sagaz Auguste Dupin nos desvela que el mejor lugar para ocultar una carta es un número incontable de cartas.
POR otro lado, en un mundo de la comunicación en constante movimiento resulta poco fiable, para los resultados de cualquier estudio, partir de conceptos de vigencia dudosa.
SOBRE todo, cuando algunos de ellos fueron incubados en pleno nacimiento de la prensa y les ha pasado por encima, además del aluvión de más de dos siglos, una corrupción mediática que casi las ha invalidado y estamos viviendo una profunda reinterpretación de las garantías necesarias para una democracia real.
ME refiero, concretamente, al concepto de libertad de expresión y a otros dos conceptos de necesaria vinculación a ella: libertad de prensa y libertad de información.
A los tres creo que hay que pegarles un revolcón para adecuarlos a los nuevos tiempos sociales y saber si todos estamos diciendo lo mismo cuando los invocamos. Últimamente, los dueños de los medios los utilizan a su antojo. Incluso, para defender lo contrario de lo que estas libertades representan e, incluso para eludir sus responsabilidades sociales. Los vacían de contenido.
Libertad de expresión
FUE uno de los eslóganes más populares en las manifestaciones del tardo franquismo y tras la muerte del dictador; y sigue siendo un bien valioso ya que otorga a la ciudadanía la facultad de expresar y difundir sus ideas sin ser reprimido por ese motivo.
LOS periódicos y periodistas disfrutan de ella con la misma consideración que el resto de la ciudadanía -ni más ni menos-; pero mientras que los ciudadanos no deben aclarar que cuando se expresan no están informando; los medios deberían reflejar esa voluntad propia de expresarse solo en las editoriales o en las columnas firmadas, y poner cuidado en que el receptor no pueda confundirla con la información.
ESTE derecho a la libertad de expresión también se ha visto mermado en su eficacia con el devenir y crecimiento de la industria de la comunicación. Coincidamos en que expresarse solo tiene valor social si, por lo menos, una parte importante de la sociedad nos puede oír o recibir lo que expresamos.
EN tiempos remotos bastaba con que se garantizara la libertad de ir a la plaza del mercado y poder expresarnos sin ser reprimidos. Con solo ese acto, todo el mundo se enteraba de lo que se quería expresar, pero hoy tal cosa no ocurre.
HOY, los medios son la plaza; que ya no es pública sino de los propietarios de esos medios -sean públicos o privados- y no hay forma de ejercer, de verdad, la libertad de expresión si no tenemos acceso a los medios que controlan la difusión. Con lo cual, los medios de comunicación comerciales como baremo para valorar la vigencia de la libertad de expresión puede que no sean el mejor campo de estudio.
Le pasó a Günter Grass
ES emblemático el caso del premio Nobel Günter Grass, que no consiguió que ni un solo medio de gran difusión de su país le publicara un artículo en el que expresaba su oposición a cómo se estaba haciendo la reunificación de Alemania.
ES un claro ejemplo de la pobre vigencia de la libertad de expresión de la ciudadanía; no hace falta reprimirla por la fuerza, porque ya se halla limitada en su eficacia por la ausencia de espacio en los medios para la difusión de ideas que no son afines a los intereses del poder de los medios.
DIFUNDIR copias en una plaza o disponer de un megáfono en una esquina no pasa de lo anecdótico y para nada significa que la libertad de expresión esté garantizada en nuestra sociedad. Esto ya no tiene relevancia en una sociedad moderna donde la difusión de las ideas depende del acceso a medios que permitan su difusión masiva.
EN la práctica, en España tanto la libertad de expresión como la de prensa están cercenadas; ya que los grupos sociales no tienen acceso reglado a los espacios de los medios públicos –que estarían obligados a concederlos-, mientras los privados los ignoran.
COMO si eso ya no fuera una vulneración del derecho a la información, el Estado sanciona leyes represoras que restringen las capacidades de los grupos sociales para desarrollar medios propios.
SI nos atenemos a esto que yo expongo, de buena salud, poca. Y casi en coma.
Libertad de prensa
ES el derecho de todo ciudadano a disponer de un medio de comunicación propio, a informar sin censura previa del Estado y a elegir libremente su línea editorial. En la práctica, puede asimilarse a la libertad de empresa de los empresarios de medios. No afecta directamente a los periodistas, ya que estos no participan en la elección de la línea editorial, sino que se someten a ella.
SIN embargo, esta libertad de prensa/empresa, no exime a los medios de la obligación de aportar información veraz y plural; caso contrario estarían lesionando el derecho a la información de la ciudadanía.
SIN embargo esta simbiosis con la libertad de empresa, no termina de verse clara; ya que, por lo menos en España, solo es verdad cuando se trata de empresas netamente comerciales. Es decir, las que tienen un fin claro de lucro.
LA vigente ley del audiovisual español, que responde a los intereses de las patronales del sector, ha puesto límites apretados a esa libertad de prensa/empresa cuando quienes pretenden ejercerla no respondan al estricto patrón de las empresas comerciales al uso.
ESTA ley impone, en la práctica, que los medios comunitarios, alternativos o sin ánimo de lucro no pueden desarrollarse según los criterios que defiende la economía de mercado.
TANTO las radios como las televisiones comunitarias no solo están limitadas en su cobertura, sino también en sus capacidades de inversión y, por lo mismo condenadas a ser residuales si no aspiran a lucrarse.
ADEMÁS de insólito en una economía capitalista, contradice el principio básico de la libertad de prensa: poder disponer de un medio de comunicación propio sin trabas para su existencia.
Libertad de información
ESTE es otro de los derechos de los cuales los medios y los periodistas nos hemos apropiado indebidamente; convencidos -culposa o inocentemente-, que solo se refiere a nuestra libertad para informar de lo que consideramos que debe ser informado. Así como el libre acceso a las fuentes de información.
EL error está en la idea de limitación del ámbito de esa libertad, ya que en realidad nos alcanza a todos los ciudadanos a los que nos ampara el derecho a recibir, elaborar y emitir información sin que se nos pongan trabas ni se nos penalice por hacerlo.
HOY, debemos agregar que tenemos derecho a hacerlo en cualquier plataforma y mediante cualquier herramienta de comunicación.
EN realidad, la libertad de información es la translación práctica de un derecho humano fundamental: el derecho a saber.
AUNQUE se trate de un derecho universal, también es cierto que para quienes ejercen esta práctica de manera profesional (medios y periodistas) hay una consideración especial.
NUESTRA jurisprudencia constitucional ha precisado que los periodistas no tienen privilegio alguno al respecto frente al resto de los ciudadanos; pero al ejercicio profesional de ese derecho se le otorga cierta preferencia “en virtud de la función que cumple, en aras del deber de información constitucionalmente garantizado”.
ES también jurisprudencia bien asentada interpretar el requisito de veracidad de las informaciones como un deber de diligencia profesional. Es decir, nos enfrentamos a un derecho de doble vía que da una libertad ponderada a los periodistas y los medios, pero les impone la obligación de cumplir con determinada calidad de información: debe ser veraz, plural, completa y de relevancia pública.
ME parece que no todos decimos lo mismo cuando decimos lo que creemos.
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