OPINIÓN. ¿Me quieren oír? Por Dardo Gómez
Periodista


31/12/13. Opinión. Dardo Gómez, periodista, retoma su colaboración con EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com este último día del año. Lo hace a cuenta del informe anual de la profesión periodística de la Asociación de la Prensa de Madrid (APM), que revela datos inquietantes, como que el 79% de los profesionales de la información afirman estar limitados por sus empresas y jefes. Gómez se hace una pregunta: “¿Cuándo dejaremos de hacer el tonto?”.

Dejemos de colaborar con quienes nos manipulan

EL 79,3% de los periodistas afirman estar limitados en su capacidad de informar por sus empresas y jefes; sin embargo, gran parte de ellos y de sus organizaciones profesionales siguen confiando en que los prevaricadores de la información se autorregulen. ¿Cuándo dejaremos de hacer el tonto?

UN año más, la Asociación de Prensa de Madrid (APM) ha cerrado el curso con su informe anual sobre el estado de la profesión, que ha venido a poner en negro sobre blanco todas las calamidades agravadas que vienen asolando la profesión desde hace ya varios años.

AGRAVADAS y no nuevas, porque estas calamidades estuvieron disimuladas en nuestra profesión desde siempre. Desde decenios se han venido cobrando salarios cada vez menos dignos y la inestabilidad laboral ha sido una constante.

NO lo quisimos ver, pero allí ha estado durante decenios el 40% de la profesión disfrazada de “colaboradores”; un eufemismo para designar a trabajadores contratados en claro fraude de ley (mientras, la distintas administraciones miraban para otro lado).

ADEMÁS, estaban las pateras de los supuestos “becarios” cubriendo un porcentaje abrumador de puestos estructurales, con la complicidad de los jefes y el silencio de muchas redacciones.

SOLO era cuestión de tiempo que se desinflara la burbuja publicitaria para que el negocio se fuera al garete: las ventas de diarios y revistas hace años que venían perdiendo lectores mes a mes, ante la mirada incapaz de los directivos de las empresas de medios.

HAY mucha culpa para repartir y compartir…

DE las pérdidas de empleos y cierre de medios que comprueba el informe de la APM se han hecho eco la mayoría de los medios y han dado para merecidos titulares. En cambio, sobre otros capítulos del informe, no menos importantes para mí, se ha publicado muy poco.

HABLO del capítulo referido a la visión de los periodistas sobre el respeto por su profesión que tienen las empresas que los emplean o de cómo estas maltratan su dignidad profesional y vulneran el Derecho a la Información de la ciudadanía.

Ni nosotros nos creemos

DE hecho, solo he encontrado dos medios (El Heraldo de Aragón y La Marea) que han destacado esta parte del informe. Quizá se me haya pasado algún otro, pero sería rotundo afirmar que ninguno de los grandes medios nacionales lo ha hecho. Resulta curioso que ni siquiera la información distribuida por la agencia Efe lo mencionara.

SEGURAMENTE porque a todos les escuece difundir que los propios periodistas digan que no confían en la información que dan los medios españoles. En concreto, el 56,4% de los informadores encuestados (1.748 de todo el Estado español) confía "a medias" en esa información y el 6,1% "en absoluto" le brindan fiabilidad.

SE ponen los pelos como escarpias; pero no les faltan razones a los colegas para opinar así. Fijémonos cómo evalúan ellos la independencia que tienen para informar de forma veraz.

EL 79,3% de los periodistas encuestados afirma haber recibido alguna presión para modificar el contenido o la orientación de alguna información. No es poca cosa, pero lo más grave es que esas presiones no han llegado del exterior de la redacción.

ESTAS presiones de censura más habituales (hasta en el 76,1% de los casos) han provenido de la propia empresa o del jefe inmediato del periodista. En cambio, a los denostados políticos sólo se les atribuye el 23,1% y a los anunciantes del medio se les achaca el 16,9% de esas presiones.

AUNQUE yo no descartaría que muchas de las presiones internas vinieran inducidas o indicadas por estos dos últimos sectores; lo que no disculpa a unos ni a otros, sino que les hace compartir a coro su infame proceder.

NO era difícil presuponer que estas presiones han crecido cinco puntos respecto de las registradas el año interior y, claro está, los analistas del informe entienden que esto “podría ser un indicador de los grados de precariedad y maleabilidad que está alcanzando el sector”.

Aquello de la independencia

SOBRE la independencia que tienen los periodistas para desarrollar su trabajo, la valoración resulta igualmente penosa. Sobre una escala del 1 al 10, los periodistas colocan su capacidad (o su incapacidad) de informar en libertad en el 4. También algo por debajo de la valoración de 2012.

SI tenemos en cuenta que el último informe del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) señalaba que la valoración de la confianza que la ciudadanía tenía de los periodistas y los medios había descendido hasta 6, en la misma escala, y según el informe de la APM, son los propios periodistas los que sitúan su confianza informativa en el 5,16%.

CLARO, ellos saben mejor que el resto de los habitantes españoles de qué están hablando.

METIDO en la coctelera de qué es lo que más les duele a los periodistas: el 49,6% de los encuestados coloca en primer lugar el aumento del paro y la precariedad; el 12,6% destaca la falta de independencia política o económica de los medios; y el 12,2% se abruma con los bajos salarios.

A mí se me hace que todo es lo mismo y que es imposible, por lo menos en este trabajo, querer separar lo profesional de lo laboral. Y que en el error llevamos el castigo.

Sal en la herida

EL triste panorama que nos pinta el informe se hace casi doloroso, y hasta es posible que algún profesional de la salud mental encuentre tema de estudio si se comparan esas presiones denunciadas con lo que los mismos encuestados dicen que piensan sobre los valores que deben primar en el ejercicio de su profesión.

SEGÚN el informe de la APM y confiados en la sinceridad de las respuestas, el 97,4% de los periodistas preguntados está en desacuerdo con romper la promesa de confidencialidad hecha a una fuente.

POR otro lado, el 95,4%, rechaza publicar informaciones no contrastadas y el 90,2 %, juzga negativamente que se informe sobre asuntos en los que se tiene un interés personal sin advertírselo al lector.

PERO hay más; el 86,8% está en desacuerdo con hacerse pasar por otra persona; el 76,7% está en contra de simultanear el trabajo de periodista con el de personaje de referencia en anuncios con finalidad comercial; el 76,3%, en pagar por información confidencial; el 72,2%, en usar documentos privados sin permiso; el 60,4% está en contra de usar micrófonos o cámaras ocultas.

SURGE, entonces, la pregunta de cómo podemos conciliar esta contradicción entre que creemos y lo que hacemos o nos obligan a hacer sin caer en algún trastorno de personalidad o en el profundo cinismo.

A lo peor, es que algunos ya estamos en ello.

Y qué podemos hacer...

COMPLEJO y difícil, pero claro.

LO primero, superar el “síndrome de Estocolmo” que parece afectar a una gran parte de la profesión y a sus organizaciones profesionales que se empeñan en seguir creyendo que la defensa del periodismo se puede confiar a los dueños de los medios.

RESULTA más que evidente que quienes están maltratando la profesión y censurando la libertad de información a los niveles que se denuncian no tienen ninguna capacidad ni, seguramente, intención de autorregular sus actuaciones.

ENTONCES, ¿a qué viene seguir mareando la perdiz inventando inútiles organismos de autorregulación?

ORGANISMOS que, en la práctica, solo están sirviendo para ofrecerles a los prevaricadores del Derecho a la Información un espacio para disimular su impudicia. Lo segundo, asumir que sin independencia en el interior de las redacciones nunca se alcanzarán las condiciones necesarias para cumplir con la responsabilidad de informar que nos ha confiado la sociedad.

UNA independencia que solo es alcanzable mediante la regulación legal de la profesión que, por un lado, asimile laboralmente a todos los periodistas y deje de discriminar a los falsos “colaboradores” y, por otro, imponga la existencia necesaria de “consejos profesionales” con capacidad para denunciar a través de los mismos medios a que pertenecen la vulneraciones al derecho a la información, como ya existe en otros países europeos.

PUESTO en román paladino: que dejemos de ser tontos; que miremos a la cara a los culpables del desmán, que sabemos bien quiénes son; y que nos comprometamos y obliguemos a nuestras organizaciones a tomar partido en la búsqueda de fórmulas eficaces para ponerle coto a tanto desmán.

TODO lo demás, es complicidad (consciente o inconsciente) con los torturadores de la profesión.

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