OPINIÓN. ¿Me quieren oír? Por Dardo Gómez
Periodista
30/01/14. Opinión. Dardo Gómez, periodista, retoma su colaboración un mes más con EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com y mantiene su discurso sobre el sector periodístico español. En esta ocasión, Gómez habla sobre el oligopolio, recurre a leyes ejemplares, y recuerda los dictados de informe McBride que encargó la UNESCO hace años.
Oligopolio es una palabra fea
HACE algunos decenios, los proclamados “popes” del periodismos español defendieron con ardor las ventajas que tendría para nuestra industria de la comunicación el desarrollo de medios “fuertes” o “potentes”. Así nos ha ido y nos va…
LOS estómagos agradecidos del periodismo de la transición (de aquellos polvos estos lodos) defendían a capa y espada el interés de sus patronos por sumar la mayor cantidad de medios o de redes que albergaran todas las plataformas posibles y el mayor espacio territorial en sus manos.
EL ardor con el cual defendieron esos objetivos estaba plenamente justificado para sus propios intereses, muchos de ellos llegaron a directores de sus medios para después saltar, por méritos propios y para desgracia ajena, a los consejos de dirección del grupo mediático al que pertenecían.
DESDE allí han contribuido, aunque con el ardor en sordina y las faltriqueras llenas, a este desastre de la industria periodística en el cual nos han metido.
EN los momentos en que difundían aquellas proclamas empresariales, los riesgos que la concentración de medios habrían de representar para el derecho a la información y para el desarrollo democrático de la comunicación ya eran de sobras conocidos.
PRECISAMENTE, en los “ochenta” varios de estos mercenarios se habían ocupado, desde las páginas de sus medios, de cargar contra el Informe MacBride; un trabajo encargado por la UNESCO y que bajo el título "Voces Múltiples, Un Solo Mundo" había sido elaborado por un equipo internacional de intelectuales liderado por el escocés Seán McBride, premio Nobel de la Paz.
ENTRE quienes participaron en la elaboración de ese informe se hallaban personalidades como el fundador de Le Monde, Hubert Beunce-Mery, el escritor Gabriel García Márquez; o el sociólogo Marshall McLuhan.
Los mercenarios de casa
PERO ni siquiera el prestigio reconocido de estos nombres inmutó a los editores vernáculos que pusieron a sus periodistas de confianza a asegurarle a toda la parroquia que ese informe atentaba contra la libertad de prensa y la independencia de los medios. Vaya, las mentiras de siempre; conste que ninguno de ellos se ha retractado aún.
EL Informe McBride, según algo tan anodino y adiológico como Wikipedia, analizó “los problemas de la comunicación en el mundo y las sociedades modernas, particularmente con relación a la comunicación de masas y a la prensa internacional,” (…) “habla, explícitamente, de las relaciones que se establecen entre los campos de la comunicación, las relaciones de poder y la democracia”.
ENTRE nosotros y sintetizando muchísimo, la comisión designada por la UNESCO concluyó que la información y su implicación en la cultura de los pueblos eran algo demasiado importante para la fortuna de la humanidad y que dejarla en manos de las empresas comercializadores de comunicación era un gran peligro.
‘¡ANATEMA!’ fue el clamor de los dueños de los medios, no solo en España, que lograron que el entonces presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, se pusiera al frente de la cruzada y forzara la salida de su país del organismo internacional. Resultado, la cicuta para McBride y a las llamas al documento que proponía la acción que nos hubiera salvado de personajes tan tétricos como Rupert Murdoch y otros sátrapas internacionales e hispanos de similar calaña.
LA UNESCO dio marcha atrás, acojonada por los violentos de la información, y se abrieron las compuertas al horror en la información y a la contribución/complicidad de los grandes medios con el resto de poderes fácticos que nos han llevado a como estamos.
SI me dejan, lo explico…
Por qué es mala la concentración
COMO no creo que pueda mejorarlo, voy a copiar unas reflexiones del profesor Marcial Murciano, ex decano de la Facultad de Comunicación de la UAB y que entiende un rato largo del binomio comunicación/cultura.
“LA comunicación de masas tiene varias características, entre ellas, un fenómeno nuevo conocido como industria cultural. Éste consiste en que bienes culturales inmateriales como símbolos y conocimiento son producidos y consumidos de la misma manera en la que funciona un objeto de consumo en la economía de mercado capitalista. Las industrias culturales son entonces empresas capitalistas como cualquier otra que persiguen la rentabilidad con la creación unos productos culturales y también con la fidelidad de las audiencias (que finalmente también ofrecen como un producto más a las empresas de publicidad)”.
Y el propio Murciano en el artículo que estoy señalando recupera al informe odiado por Reagan: “Éstas eran las preocupaciones que se presentaron en el informe de McBride y a las cuales se les quería dar una solución. McBride considera el derecho a la comunicación “no sólo desde el aspecto pasivo de recibir la información sino también todas las libertades que tienen los individuos y las sociedades de acceder y participar en los flujos de información en ambos sentidos”. Y esto, en la forma cómo se están manejando las empresas de medios, no se está garantizando; no se está permitiendo”.
No hay casualidad
LA tendencia a la concentración de medios no es una moda, una singularidad económica o una contingencia corregible por imaginables buenas prácticas; la concentración está en la esencia misma de las llamadas “leyes del mercado” y es una consecuencia directa de los sistemas de producción aplicados a la información con mero criterio economicista.
LA generación de información o de productos informativos culturales no incrementa sus costes si estos se difunden a través de múltiples canales, incluso atravesando las fronteras nacionales; por el contrario, se hacen más rentables.
SI se aumentan las audiencias mediante la multidifusión y las multiplataformas, esto significa aumentar las posibilidades de captación de anunciantes y de aumento de las ganancias, sin necesidad de invertir más en la programación. Esa es la razón por la cual la tendencia a la concentración es parte de la propia naturaleza de los medios. Para que ese negocio sea cada vez más rentable es necesario la producción de una programación cada vez más acultural y uniforme; es decir, dejar de lado las particularidades de los pueblos o de las etnias e ir a un mensaje mono social, sin matices e ideológicamente plano.
Socios para la concentración
LOS programas aculturales son rentables desde el momento en que podemos difundirlos de forma cada vez más masiva; lo que exige socios fuertes para la inversión en redes potentes que permitan la colonización de los medios de otros pueblos. Los grandes grupos españoles hasta no hace mucho lo estaban haciendo con todos los países latinoamericanos.
DE forma paralela, esta capacidad de emitir mensajes a millones de habitantes hace tentadora la inversión de grandes capitales ajenos al mundo de la información, pero con los pies asentados en la comunicación y en otras inversiones estratégicas como las finanzas, la energía o la obra pública.
TODOS estos, además y no por casualidad, tienen mucho interés en difuminar sus campañas de colonización de las economías emergentes disfrazándolos de inversiones para el desarrollo.
NADA mejor para ello que estar metido en el accionariado de esos medios, pero disfrazados tras la máscara de cabeceras independientes, y disponer de ellos para sus intereses. De allí el celo constante en mantener ocultos los accionariados; no conviene que se sepa quiénes son “de verdad” los dueños de esos grupos mediáticos.
RECIENTEMENTE, Bonifacio Cañibano publicaba en el digital Publico.es algunas de las conexiones del Grupo Prisa con determinados gobiernos sudamericanos y explicaba por qué “ha apoyado a gobiernos reaccionarios (Fox y Calderón en México, Alán García en Perú…) e incluso a gobiernos que promovían la violencia y el paramilitarismo (Uribe en Colombia…). Y sin despeinarse ha ensalzado gobiernos de izquierdas, como el de Lula en Brasil y vituperado a los de Chávez o Evo Morales que preconizaban políticas similares”. (1)
El odio a Evo Morales
CABIÑANO aporta, entre otros detalles: “Dicen en Bolivia que todo empezó cuando Evo Morales dijo que “Santillana fomentaba la educación colonialista” y, a continuación, eliminó el sustancioso monopolio que la editorial detentaba sobre los libros de texto en los colegios de primaria y secundaria de Bolivia. Monopolio que le había concedido el gobierno del ex coronel Hugo Banzer en su segundo mandato. La caída de Santillana en Bolivia arrastró al resto de las empresas del Holding que terminó vendiéndolas. Prisa estaba construyendo un imperio mediático en Bolivia. Lo que el Financial Times calificó de “el regreso del conquistador”.
ERA accionista de ATB -la primera televisión del país andino- del periódico el Nuevo Día de Santa Cruz – estandarte de la rebelión de las regiones de la Media Luna contra el gobierno del MAS- y del rotativo La Razón de La Paz -principal azote de Morales-. El rechazo de los pueblos indígenas a la expansión de Prisa lo interpretó El País como “explosiones telúricas de un magma indigenista, etnopopulista y nacionalista, más o menos hostil al capital extranjero”.
EL autor se refiere al Grupo Prisa, pero conglomerados como Planeta o Unidad Editorial -por citar solo españoles- no actúan de manera distinta; es el instinto comercial…
Fuera de España quién dice que no
A pesar de todos los antecedentes respecto de estas formas de monopolizar la información y cercenar las culturas, el último Gobierno del PSOE y el PP cómplice que hoy gobierna en España, sancionaron en marzo del 2010 la Ley General de la Comunicación Audiovisual, que hoy nos rige y que con una interpretación común torticera de las recomendaciones europeas garantizaron la concentración de medios audiovisuales en España.
SIN embargo no es así en otras latitudes, donde la disposición a la concentración ha sido entendida en todos sus riesgos. Esos países han dictado normas para que estas concentraciones no se produzcan y, así, evitar esa homogenización de la información y del conocimiento, que llevaría a una visión única de la sociedad.
UNA monovisión que mina los fundamentos de la democracia al impedir la difusión de las distintas opciones ideológicas, e impide la participación de todas las personas en la construcción de las ideas y el conocimiento, y la diversidad política y cultural de la información ofrecida y recibida.
ASÍ, países como Ecuador, Argentina, Bolivia o Uruguay han tomado la decisión de democratizar la utilización del espacio mediático con medidas tan comprensibles para cualquiera como la división del espacio audiovisual en tres franjas, casi del mismo tamaño, adjudicadas a los medios públicos, privados comerciales y privados comunitarios, respectivamente.
EN Ecuador, por ejemplo, se dispone el límite, para una misma persona (natural o jurídica), de una sola frecuencia en AM, una en FM y una de televisión, en todo el territorio. Asimismo, prevén la obligación de cubrir el 40 % de la programación en los medios audiovisuales con contenidos nacionales y el 10% de producción nacional independiente.
Leyes ejemplares
EN la Argentina, el proyecto que dio lugar a la actual Ley de Medios señala con meridiana claridad: “Si unos pocos controlan la información no es posible la democracia. Deben adoptarse políticas efectivas para evitar la concentración de la propiedad de los medios de comunicación.
LA propiedad y control de los servicios de radiodifusión deben estar sujetos a normas antimonopólicas por cuanto los monopolios y oligopolios conspiran contra la democracia, al restringir la pluralidad y diversidad que asegura el pleno ejercicio del derecho a la cultura y a la información de los ciudadanos”.
RECONOCIDOS expertos en temas de comunicación como los catedráticos Ramón Zallo y Francisco Sierra, entre otros, han ponderado como ejemplar la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, aprobada a fines del año pasado en Uruguay, y la propia Reporteros Sin Fronteras enfatizaba que “ofrece garantías importantes en lo que se refiere a la desconcentración del espacio de difusión y a una distribución más equitativa de las frecuencias, sin que se pretenda controlar los contenidos o ejercer presiones en la línea.
LAS normas adoptadas en estos países contra los monopolios u oligopolios en la propiedad y control de los servicios de comunicación ponen de verdad la información al servicio de la democracia y contemplan estos derechos desde las perspectivas que imponen los nuevos desarrollos, que deben estar al servicio de la ciudadanía.
No crean que es por casualidad o falta de información que todos los grandes medios españoles dicen que estas normas atentan contra la libertad de prensa y otras majaderías; simplemente, es corrupción informativa.
(1) CABIÑANO, Bonifacio: El juego de Prisa (publicado en Público). AQUÍ
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