OPINIÓN. ¿Me quieren oír? Por Dardo Gómez
Periodista


15/10/14. Opinión. El periodista Dardo Gómez dedica su artículo mensual en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com a analizar el comportamiento de administración y medios de comunicación ante la crisis por el virus del ébola. Gómez es claro y contundente: “Una lamentable comparecencia de la tartamudeante Ministra de Sanidad sumada a la supuesta rueda de prensa del presidente Don Tancredo, expresando su satisfacción por lo bien que se estaban haciendo las cosas, fueron suficientes para confirmar que no había información responsable sobre lo que estaba pasando”.

Y las hienas llegaron a Becerreá…

DESPOJADOS de toda ética una jauría de medios indecentes e informadores confundidos ofenden la dignidad del periodismo; mientras los más lúcidos no se atreven a denunciar la patraña española de la autorregulación.

LA reciente infección de una auxiliar de enfermería por el virus del ébola seguramente entrará en los anales de cómo la incompetencia y fatuidad de la administración española puede provocar una supuesta crisis sanitaria y desencadenar una alarma social.

UNA lamentable comparecencia de la tartamudeante Ministra de Sanidad sumada a la supuesta rueda de prensa del presidente Don Tancredo, expresando su satisfacción por lo bien que se estaban haciendo las cosas, fueron suficientes para confirmar que no había información responsable sobre lo que estaba pasando.

SE abría así, la oportunidad única para que los medios españoles desenfundaran sus mejores espadas y todos sus recursos para suplir la desinformación generada por el Gobierno y para llevar a la ciudadanía la tranquilidad social que la torpe administración no sabía transmitir. Vanas esperanzas; los mejores se empeñaron en poner el acento en la torpeza de los funcionarios del partido del Gobierno o en entrevistar a miembros de la oposición. Por supuesto, tampoco faltaron los empeñados en ocultar los ridículos gubernativos y distraer al personal de lo que preocupaba.

SIN embargo la mayoría no siguió ninguno de esos derroteros y respondieron a lo que su miserable protocolo les dictaba y proclamaron: ¡Comienza el espectáculo!

ASÍ, desde el 6 de octubre pasado hemos asistido a un despliegue de mediocridad informativa y a la vulneración de las más elementales normas de la ética profesional por la mayoría de los medios de comunicación españoles.

SI lo primero debe ser preservar el anonimato de la víctima, aquí nos cebamos en airear todo lo referente a ella, hasta robándole sus fotos familiares para aportar la cuota de falsa humanidad a la noticia.

Llegan las hienas

EN beneficio de la misma falsedad se cayó en manada sobre el pueblo natal de la enferma y se acosó a su madre, una octogenaria que perpleja no atinaba a responder a la jauría de informadores que deberían saber que allí no hallarían ninguna información. Quizá es que tampoco les interesa, y sin quizá.

LA otra preocupación fue el material gráfico, ese que dicen que “vale más que mil palabras”; por ejemplo, la imagen del perro de la víctima en un balcón o la obtención, a través de la ventana, de la imagen de la paciente en su cuarto del hospital.

PARA obtener esos ridículos informativos los colegas se han pasado vigilias enteras frente al hospital, a la casa de la familia y a las de sus familiares. Vaya desperdicio de oficio…

UNA penuria penosa que jamás se hubiera producido si al frente de esas redacciones hubiera profesionales responsables que dejaran de reclamar un material que solo sirve para disimular la falta de información y la incapacidad para saber dónde buscarla.

HARTOS de este asedio y de la inmoralidad de sus resultados ha sido la dirección del Hospital Universitario La Paz-Carlos III quien en un comunicado ha lamentado "profundamente la publicación en diversos medios de comunicación de fotografías de la paciente Teresa Romero en la habitación de aislamiento en donde se encuentra para recibir tratamiento médico especializado".

EN ese comunicado se apela a la "responsabilidad de los medios de comunicación para que estas situaciones no vuelvan a producirse y respeten la intimidad de la paciente y del resto de personas ingresadas para observación". Además, la dirección da una pequeña lección de ética y dice "somos conscientes de la necesidad de alcanzar un equilibrio entre dos importantes derechos constitucionales: el derecho a comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión y el derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen".

INCAUTOS, no sabéis con quienes os la estáis jugando.

“LASCIATEogni speranza”, habéis entrado en el averno de los medios españoles y en nada os acusarán de vulnerar la libertad de prensa y el derecho a la información. Son así de hipócritas…

Un poco de luz

SIN embargo, hay que saludar que entre tanta mediocridad algunos profesionales; por lo menos los que integran la Junta de Gobierno del Colexio Profesional de Xornalistas de Galicia (CPXG), manifiesten su preocupación por el tratamiento informativo de este caso.

SOSLAYANDO, incluso, el tratamiento “como espectáculo de lo que es una crisis de salud pública, o del uso de una persona como peón en una lucha política” y poniendo el acento en “la grave intromisión en la intimidad de una enferma”.

Y no me resisto a transcribir textualmente la clase de ética y profesionalidad que aporta el CPXG: “La primera agresión es desvelar su identidad. No conocerla, lo que supondría que los medios quedaran inermes y sujetos a la información (sic) de las autoridades sanitarias y sin capacidad de investigar, sino desvelarla.

QUE los nombres de las víctimas no deben ser revelados es un principio que no por repetidamente infringido deja de estar vigente. Y en este caso, en el que sus apellidos, ni su cara, no añaden información ninguna.

LA segunda es la difusión sin trabas de sus fotos personales y familiares. Puede ser discutible hasta que punto unas imágenes subidas a una red social son privadas, pero lo cierto es que la inmensa mayoría de los usuarios, desconocedores de las enredadas y cambiantes modalidades de permisos de visión y compartición que tienen redes como Facebook, si las ponen ahí es para que las vean sus amigos, no para que pasen a formar parte de un archivo de libre disposición de los medios. Sobre todo algunas fotos hechas en la más estricta intimidad, que cualquier persona evitaría no ya difundir, sino siquiera mostrarlas a alguien poco conocido.”

NO se puede decir más claro.

Y entrando en el fondo

SERÍA falso decir que solo estos periodistas gallegos se han preocupado por esta nueva salvajada de los medios españoles; algunos otros -aunque no muchos- han analizado el infame trato informativo dado a este caso en algunos magazines radiales.

SIN embargo, todos han caído, resbalado o recaído en la supuesta y única responsabilidad de los periodistas involucrados en esa supuesta tarea informativa, pero casi ninguno se ha atrevido a hablar de los verdaderos responsables últimos de la infamia: los directores de los medios y/o los responsables designados por ellos para estos encargos.

ALGO parecido a lo que ha hecho al consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, Javier Rodríguez, al inculpar a la auxiliar de enfermería por haberse contagiado.

ALGUNOS han tratado de entrar en harina, aunque solo con la punta de los dedos, y han señalado que eran claros los fallos de ética y que no se habían respetados las pautas deontológicas; incluso, no ha faltado el más informado que resaltó que no se había cumplido con la necesaria autorregulación.

Y es que a uno le coge la risa floja cuando se oyen estas inocentadas…

HABRÍA que preguntarse dónde y cuándo algún medio de comunicación en España se ha comprometido de verdad con el cumplimiento de unas normas a las que no están obligados por ningún control.

SOLO hay pantomimas de autorregulación como las firmadas por las televisiones privadas y el paripé que hacen algunos medios de prensa que se apuntan a firmar protocoles y colgarse pegatinas de responsabilidad en las solapas junto a los presuntos “autorreguladores”.

POR eso, debo mencionar una vez más al colegio de los periodistas gallegos; al que no le tiembla el pulso al señalar en su comunicado que “el CPXG señala una vez más la inutilidad de la autorregulación como método de vigilancia de la deontología periodística. El único reparo parece ser esperar a que algún medio tire la primera piedra para los demás tener la excusa de proceder a la lapidación”.

EL que quiera ver que vea; el que quiera oír que oiga…

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