OPINIÓN. El buen ciudadano. Por Rafael Yus Ramos
Coordinador del Gabinete de Estudios de la Naturaleza de la Axarquía


21/05/15. Opinión. Rafael Yus Ramos señala en su nuevo artículo para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com los amplios matices de una acepción muy de moda: “la Smart city”. El concepto de ciudad inteligente, que el Ayuntamiento de Málaga pretende implantar en la capital de la provincia, no es exactamente lo mismo que una “ciudad sostenible”. El coordinador del GENA, el ecologista Yus Ramos, desmonta...

...punto a punto citando literalmente a los autores del proyecto de ‘smart city’ Málaga, ENDESA.

Málaga: ¿de ciudad merdellona a smart city? Sobre el creciente smartwashing de ciudades insostenibles

CUALQUIERA que empiece a navegar en el mar de la sostenibilidad urbana se encuentra, más tarde o más temprano con la expresión de smart city (ciudad inteligente). Si uno quiere saber un poco más de qué va esto, se encuentra que el término se ha globalizado, pues el Sr. Google nos da la friolera de 215 millones de entradas. No hay duda, es un término bien conocido, por lo menos para los usuarios de la red. Pero mi vecino no sabe qué es, dice que le suena... Claro, no hace mucho la capital de Málaga ingresó en el honorable club de las ciudades inteligentes europeas (y del mundo). ¿Málaga? ¿Mi Málaga merdellona ahora es inteligente? Bueno, no es tan descabellado, hay muchos merdellones que son inteligentes.

EL asunto me ha llamado la atención, no porque desconociera este dato, que en su día atribuí a patrañas de marketing típicas de los ayuntamientos, que como pequeños reinos de taifas se esfuerzan por competir con el municipio vecino a ver quién es el más guay. Pero insisto que el asunto me preocupa porque cuando todavía Málaga tiene mucho que hacer para alcanzar la sostenibilidad urbana, aparece, de pronto, un concepto que por su llamativo aire de modernidad esnobista, viene a ocultar (si no sustituir) el aún pendiente asunto de la sostenibilidad que, como muchos municipios, estaba iniciando con el famoso programa europeo de la Agenda 21 Local, o la versión andaluza de “Ciudades Sostenibles”. Por ello, voy a dedicar estas líneas a analizar críticamente esta nueva moda y en qué medida incluye o sustituye la sostenibilidad urbana.

Una expresión de, y para, friquis

LO primero que se me ocurre con este nuevo “palabro”, que cual mantra nos ofrecen determinados sectores de las Nuevas Tecnologías (TICs)para aplacar esa depresión que trajo consigo la crisis financiera, es que el término smart city, cuya traducción en español es “ciudad inteligente” es muy desafortunada, por, al menos, dos motivos:

A) Porque esa expresión se puede interpretar, con toda lógica, que las ciudades se dividen en dos categorías: las ciudades inteligentes y las ciudades zoquetes. El mismo hecho de que las ciudades inteligentes aparezcan en una red europea nos está mostrando que existe un club selecto de ciudades, al que sólo pueden pertenecer las ciudades más guay (no en el sentido de “divertidas” sino el de “faroleras”). La expresión está impregnada de ese elitismo que siempre ha caracterizado a los que se creen que son de otra casta porque la naturaleza les ha dotado de un coeficiente intelectual por encima de la media. Y la verdad, hablando de ciudades, es un penoso que se le llame ciudad inteligente a una ciudad europea y zoquete a una del Tercer Mundo ¿Es más inteligente el que tiene más dinero? Al mismo tiempo introduce un criterio de competitividad: la ciudad que no sea smart city, a la cola, tendrá menos turismo, menos inversiones, etc: de Primer mundo a Tercer mundo, sólo las ciudades inteligentes subirán al cielo, las demás arderán en el infierno, así que ¡@ espabilarse! ¿Hemos caído en la trampa de las etiquetas? Antes, con lo del programa Agenda 21 Local era el greenwashing (lavado de imagen verde), ahora será el smartwashing (lavado de imagen inteligente).


B) Porque esta expresión puede dar a entender que una ciudad inteligente a diferencia de las ciudades zoquetes, tiene resuelto sus problemas gracias precisamente al uso de su privilegiada inteligencia. Solo hay que echar un vistazo a cualquiera de las ciudades del club de los “guay” para darse cuenta el sarcasmo que esconde estas ciudades. Muchas de ellas ingresaron en el club simplemente cambiando el alumbrado público con bombillas leds (de bajo consumo), mientras que los barrios seguían igual de desatendidos y con altas dosis de marginalidad. Visto así, más valdría ser ciudad zoquete y emplear el dinero de las leds públicas para abastecer de leds a las viviendas de las barriadas marginales. Aquí se ha perdido el norte de lo que debe ser prioritario en la gestión de una ciudad: ¿qué es más importante la ciudad o sus habitantes? Convendría repasar cuáles son las prioridades.


CLARO
que, se nos aclara, eso de “ciudades inteligentes” o smart cities no se refiere al coeficiente intelectual, sino a al uso de tecnología de información y comunicación (TIC), una extensión de tecnicismos como los de los smartphones (teléfonos inteligentes, el móvil como le llamamos todos). Cierto, todo eso viene rememorando aquello de la “inteligencia artificial”, cuna de lo que hoy conocemos como Informática. Pero no me dirán que para cualquiera que no esté “en el ajo”, la expresión no es equívoca. Por otra parte, no sé qué tiene de smart cambiar unas bombillas de incandescencia por una tipo leds, no creo que eso sea fruto de la inteligencia artificial. Por lo que sospecho que sí, que de algún modo quieren aprovechar ese doble sentido que tiene para la mayor parte de la población lo de “inteligente”, con fines propagandísticos, como elemento de distinción y marketing.

PERO luego, cuando se empieza a profundizar sobre el tema te dicen que las smart cities son ciudades que “han cambiado el consumo de recursos por información y conocimiento”. Esto es verídico, se lo escuché al prestigioso y admirado urbanista catalán Salvador Rueda en una conferencia en Bogotá. Esto cuando se dice entre científicos y cibernéticos, tiene un pase, pero allí fue una pasada que hizo crujir más de un huesecillo del oído ¿Qué pensarían los colombianos bogotanos cuando escucharon esto? Ahora en un restaurante de estas prestigiosas smart cities, se podría escuchar el siguiente diálogo:

“PARA comer hoy tenemos, a elegir entre el “18 megabits son salsa de html” y el “pdf con arrobas” ¿Pero no tienen la típica fritura malagueña de pescado? No señor, ahora estamos en una smart city y esto es un smart-restaurante, por lo que hemos cambiado la materia por información, así que sólo les podemos ofrecer información. Lo siento es política municipal. Bueno..., pues me apunto al pdf. ¿El pdf en su punto?”.

SEAMOS prudentes, este asunto requiere mucha, mucha pedagogía ¿una ciudad inteligente para analfabetos digitales? ¿o más bien para la minoría friqui (del inglés freaky = extravagante)? ¿o incluso una oportunidad de negocio para esas nuevas empresas que surgen como hongos haciendo virguerías con telefonía e internet?

AL parecer, una ciudad inteligente sólo puede hacerse con cerebritos, o mejor dicho, con tecnocerebritos. Les invito a que asistan (si les dejan) a uno de los simposios que hacen la gente de ese club, que organizan periódicamente para exhibirse mutuamente el género de su dotada inteligencia. La impresión que recibe uno es que la ciudad se convierte en inteligente cuando se combina teléfono móvil con ordenadores, todo muy friqui. Esto es auténtico en uno de esos simposios:

UN señor dando una conferencia con su powerpoint al uso y el 80% de los asistentes mirando sus móviles y chateando con sus “guasap” (whatsapp). Le preguntas al que tienes al lado que porqué no atiende a la conferencia y te dice: “no hay problema, la conferencia está en una nube” (sí ese no-lugar donde está gran parte del saber humano sin verlo ni olerlo) y luego me lo bajo con el smartphone” ¿Para qué vienes entonces? “Para conocer a la gente, charlar con ellos y obtener algunos puntos en el currículum” -me dicen. “¿Y para qué o para quién habla el conferenciante? “Para que le graben en la tele, para darle lustre al encuentro, y todo eso”. Madre mía, ¿dónde me he metido?

ALLÍ, uno explicaba su invento, consistente en incorporar en el móvil una aplicación que había diseñado para los turistas, para que tengan un guía virtual mientras visitan la Alcazaba de Málaga. La aplicación tiene imágenes en 3D de las murallas, reconstrucción de cómo era en distintas épocas, ambientada con música medieval...estupendo, tan estupendo que es mejor quedarse en casa, así no pasas calor o frío durante la visita y no te cuesta nada y además lo ves más bonito todo. Pero algo bueno tenía que tener: el ayuntamiento se ahorra un puesto de trabajo, el del guía. Y a esto le llaman eficiencia: más (visitantes) con menos (puestos de trabajo). Vale, pero que luego no se quejen si a estos guías en paro se les vea luego en una esquina de la catedral cantando para recoger una perras ¿De verdad una ciudad inteligente es una ciudad sostenible? No necesariamente, y si no veamos en qué consiste el proyecto estrella de la smart city de Málaga:

El Proyecto Smartcity Málaga

LOS proyectos conocidos del selecto club de ciudades inteligentes suelen centrarse en los aspectos relativos a la eficiencia ecológica, y dentro de esto, en la eficiencia energética. La ciudad, merdellona por excelencia, de Málaga, ahora coronada como ciudad inteligente, ingresó en ese club con un proyecto de ENDESA (sí, esa que le corta la luz a los que llevan cinco años parados), llamado Smartcity Málaga, consistente en una supuesta mejora en la gestión de los recursos energéticos.

EN palabras de su promotor (ENDESA), el proyecto Smartcity Malaga constituye la “mayor iniciativa europea de ciudad ecoeficiente” (no se anda con modestias). Sus objetivos son incrementar la eficiencia energética, reducir las emisiones de CO2 y aumentar el consumo de las energías renovables.


PERO mirando con detalle el proyecto, no es fiero el león como lo pintan. El área de Smarcity Málaga solo abarca una superficie de unos 4 km2 en la zona malagueña de la playa de la Misericordia y engloba a 11.000 clientes domésticos y 1.200 industriales y de servicios (¿les tocó la lotería? ¿por qué no hacerlo en La Palmilla?). Un consorcio de 11 empresas, lideradas por Endesa, está desplegando en la zona tecnologías de última generación en smart metering, comunicaciones y sistemas, automatización de la red, generación y almacenamiento distribuidos e infraestructura inteligente de carga de vehículos. La zona cuenta con unos 11MW de generación renovable que incluye cubiertas fotovoltaicas distribuidas por la ciudad, una cogeneración, aerogeneradores de eje vertical y generación integrada en luminarias (visibles en el paseo marítimo: Fig.2).

CON Smartcity Málaga, afirma el promotor, “se pretenden cumplir las directrices europeas para el sector energético que impulsan la eficiencia, el uso de energías renovables y de redes avanzadas con capacidad de almacenamiento”.

VEAMOS con detalle los principales objetivos que explicita el propio proyecto (en letra pequeña), y en algún comentario de nuestra cosecha (en letra normal):


LA lectura automatizada de los contadores. El nuevo telecontador de ENDESA permitirá acabar con los problemas de estimación gracias a una facturación transparente y a la medición en tiempo real. Mejorará el servicio al cliente, que podrá gestionar sus consumos, visualizar los datos por internet y recibir aviso en caso de desconexión de la red.

A esto me refería con las supuestas ventajas de la aplicación de las nuevas tecnologías, puesto que lo que hace este sistema de lectura a distancia, por muy friqui que sea, es cargarse un montón de puestos de trabajo: los de los empleados que hacía lecturas directas sobre los contadores. ¿A quién beneficia esto? a ENDESA por supuesto. La sostenibilidad no debe saldarse con costes sociales sino, al contrario, solucionarlos. De todos modos es abusivo meter esta tecnología en el paquete de las smart-cities porque de hecho lo está haciendo esta empresa en toda España y con esa finalidad de eficiencia laboral a la que me refería: ahorrarse gastos de mano de obra.

CAMBIAR los hábitos de los consumidores, proporcionándoles datos online de su consumo, tarifas y efecto en el medioambiente.

ESTO es frecuente en las friquicities. Como los que se apuntan a esta feria son unos friqui adictos al móvil, a las TICs (Tecnologías de Información y Comunicación), piensan que toda la población les sigue la pista. No saben que hay una brecha generacional que coincide con una brecha informática, que ni por asomo entienden ni le gustan entender todas estas friquigansadas. Y por otro lado, ¿nadie les ha dicho que los cambios de comportamiento en el consumo no se consiguen simplemente con información del propio consumo? Necesitarían un curso acelerado de lo que es la educación ambiental y cuáles son sus limitaciones.

INVESTIGACIÓN en tecnologías V2G (vehicle to grid): desarrollo de un sistema de descarga de las baterías del vehículo eléctrico a la red, y posterior análisis de la viabilidad técnica y económica de la solución.

OTRA gansada. A lo mejor estos tecnofriquies no saben que hoy por hoy no hay vehículos eléctricos ni en ésta ni en ninguna ciudad y no creo que porque haya un par de ellos de prueba y después de mucho rebajar su precio para promoción, merezca este objetivo, al menos por ahora. Una ciudad sostenible se tiene que plantear, en primer lugar, un desplazamiento en transportes colectivos, no en transportes individuales por muy limpios que sean, el problema es el espacio y la sinestralidad, que no desaparecen así. Pero es que además, mientras se siga incentivando por la puerta trasera el uso de automóviles convencionales con combustibles fósiles, a precios todavía más baratos, no sé a santo de qué viene este brindis al sol.

COMUNICACIONES PLC entre centros de transformación.

CUANDO me traduzcan esto de PLC, lo comentaré, por lo pronto tirón de orejas por usar acrónimos en un texto supuestamente dirigido a divulgar los parabienes de este proyecto. Recordemos que la transparencia (que se nubla con los tecnicismos), como atributo de una buena gobernanza, es una característica de la sostenibilidad.

EFICIENCIA energética en edificios públicos y privados. Posible gestión energética de Hospitales.

VALE, muy bien, aunque quien factura sigue siendo el inventor del proyecto, es decir, ENDESA, negocio redondo. Cuando sea una empresa pública aplaudiré más fuerte.

GESTIÓN eficiente del alumbrado público, muy importante para que los Ayuntamientos puedan conseguir bajar el consumo. Instalación de sensores de niveles de ruido, contaminación ambiental, cámaras de vigilancia, servicios de comunicaciones, sensores de presencia, etc.

SON medidas que ya tienen instaladas muchos ayuntamientos y tienen que ver más con la eficiencia en gestión que con la eficiencia del metabolismo urbano. De todos modos, lo interesante es saber qué va a hacer el Ayuntamiento con los datos de estos sensores, porque por lo que hasta ahora se ha visto no parece que sirva para algo. Seguramente, con tal de no ser impopular (y perder con ello votos) normalmente se hace la vista gorda. O si no, díganme qué hace con el ruido y la contaminación ambiental.

GESTIÓN de baterías e instalación de almacenamiento en los generadores.

ME remito a lo anterior. Es como si se estuvieran poniendo gasolineras en la época en la que todavía los coches andaban tirados con caballos.

AUTOMATIZACIÓN de las maniobras por la instalación de telemandos en la red MT y BT. Se conseguirá reducir el tiempo de desconexión ante una avería y del número de reclamaciones, así como optimizar el uso de la red.

EN primer lugar, otro cero en transparencia ¿Todo el mundo sabe lo que es “red MT y BT”? ¿Todos tenemos que tener título en ingeniería informática? Además, se supone que a la propia ENDESA le interesa más que a los propios usuarios que se asegure “acortar el tiempo de desconexión”: a partir de un tiempo determinado de desconexión es ENDESA la que tiene que indemnizar a los usuarios.

INSTALACIÓN, gestión y control de productores de energías alternativas (fotovoltaica, minieólica, trigeneración, biogas, célula de hidrógeno, CHP) Se podran crear patrones de consumo que permitirán mejorar la planificacion y el uso de las energías alternativas.

ES bueno que se introduzcan energías renovables y limpias pero, ¿reducen por ello la energía que producen las plantas de energía térmica que hay por ejemplo en Carboneras, o lo que hacen es vender energía nueva incorporada y sobrante a Marruecos? De nuevo esto es negocio redondo para ENDESA, y no lo sería tanto si se generalizaran las renovables. Este miniproyecto de 4 km2 no justifica que la ciudad entera se llame smart city.

LA red inteligente posibilitara la gestión de los excedentes de producción de determinados productores.

¿CUÁLES con esos productores? Esos determinados productores no pueden ser más que los que tienen contratada un enganche en la red de su sistema de renovables. Esto ya se hacía hace decenios, no es una innovación.

UN importante objetivo: la reducción emisiones de CO2.

SE refiere que al reducir el consumo energético convencional (que se hace en plantas que queman combustible y por tanto producen CO2) se reducen estas emisiones.  Estupendo, eso siempre lo vamos a aplaudir, pero por favor, que sea algo más significativo que una mínima parte de todo el CO2 que produce el tráfico rodado, la cementera de La Araña y la planta de Carboneras. Decir pomposamente eso de reducción de emisiones de CO2 esconde la verdad: que es una minirreducción.

CONSEGUIR reducir la forma de la curva de carga, lo que significa que bajamos la punta de consumo, consiguiendo aplanar la curva de demanda de energía.

OTRO cero en transparencia ¿a qué viene esa manía de utilizar expresiones técnicas como “curva de carga”? Esto no contribuye a que la ciudadanía valore estas friquerías ¿no se podría decir simplemente que se ahorraría energía y con ello los gastos?

DESDE que arrancó en 2009, el proyecto está demostrando el potencial de las smart cities y la importancia de la unión de tecnologías para hacer posible proyectos a gran escala.

DE momento vamos a dejarlo en “diminuta escala”

LOS principales avances se han recogido en un Libro Blanco, publicado al cumplirse cinco años del proyecto: un ahorro de más del 25% en el consumo eléctrico de la zona gracias a la implantación de sistemas de eficiencia energética para clientes industriales y residenciales y una disminución del 20% en las emisiones de CO2, lo que supone más de 4.500 toneladas de emisiones anuales evitadas.

ESTUPENDO,
el experimento ha confirmado lo que era previsible, y sin muchos gastos para el promotor (ENDESA), gracias a la pequeña escala en que se ha diseñado. Esa pequeña inversión, que puede justificarse además como política social de empresa (eso que ahora se llama Responsabilidad Social Corporativa) le ha valido el santo grial de la consideración de smart-city, ingresando así en el club de la Red Europea de Ciudades Inteligentes, nada menos. Con ello esa Málaga merdellona que todos conocemos, ha conseguido ser mirada de otro modo gracias a este smartwashing, lavado de imagen mezcla de domótica y eficiencia. Aunque sea abusivo decir que el experimento sea de la “ciudad”. De hecho,  ¿para cuándo se aplicará este pequeño experimento a toda la ciudad? Para entonces ya podríamos hablar de smart-city y no de smart-barrio (de la Misericordia), y aun así hay mucho que recorrer para empezar a discurrir por el sendero de la sostenibilidad, como razonamos brevemente más abajo.

¿Es lo mismo ciudad “inteligente” que ciudad “sostenible”?

PUESTO
que ya sabemos lo que es, o lo que pretende ser, una “ciudad inteligente” (esa tecnificación de la gestión de determinados servicios municipales), convendría recordar que la “sostenibilidad” es un concepto mucho más ambicioso, aunque ciertamente hoy día se utiliza el adjetivo de “sostenible” con toda ligereza y reduccionismo, para referirse únicamente a algunas medidas ambientales, y en cualquier caso, para “sostener” un sistema sin cambiarlo, salvo en algunas pinceladas.

LA
sostenibilidad pone énfasis en el carácter finito, es decir limitado, de los ecosistemas para soportar la extracción de los recursos que necesitamos y procesar nuestros residuos. En contra de los que creen que al “crecimiento” económico no se le debe poner límites, la sostenibilidad indica que este crecimiento, que requiere recursos y produce residuos, no puede sobrepasar ciertos límites, no sólo porque pondría en riesgo nuestro bienestar (y aún más los de países del tercer mundo) sino de generaciones venideras, que se pueden encontrar con la despensa totalmente vacía. Pero para desarrollar mejor este concepto, se enfatiza en que la sostenibilidad  se alcanza cuando se integran sus tres componentes básicos: no sólo el ambiental (donde entra la eficiencia en el consumo de recursos y el control de los residuos), sino también el social (que tiene que ver con la gobernanza, participación ciudadana, bienestar social) y el económico (que abarca medidas de eficiencia financiera, de ahorro, de inversión, etc. que hacen posible el desarrollo de las medidas ambientales y sociales).

TODO
esto nos indica que la sostenibilidad urbana es un reto mucho más amplio que esto de las “ciudades inteligentes”. Ciertamente, sería un desacierto mayúsculo no aprovecharse de las nuevas tecnologías de la información y comunicación para hacer una gestión más eficiente de la sostenibilidad urbana. La mayoría de los proyectos de smart cities son asumibles en un programa de ciudad sostenible, pero obviamente sólo cubren una parte de las exigencias de la sostenibilidad. Por ejemplo, el comentado proyecto de ENDESA en Málaga sólo cubre un aspecto parcial de la eficiencia (en este caso la energética, dejando a un lado muchos otros recursos necesarios para el metabolismo urbano, como agua, materiales, alimentos, etc.) y por supuesto a un nivel “micro”, como una especie de experimento, asumible económicamente por la empresa, y así lograr una certificación de smart-city sin demasiado estipendio. Pero quedan muchos otros aspectos por resolver en esa meta de Málaga sostenible: tanto en aspecto ambiental (ej. el control de los residuos: todavía se sigue enterrando la basura, no se utilizan las aguas residuales, etc.), como el aspecto social (ej. todavía no existe un sistema de participación ciudadana, no se tiene en cuenta la perspectiva de género, se siguen promoviendo barriadas monofuncionales (dormitorios) segregando a la población por niveles adquisitivos, distanciándola de las zonas de servicios, etc.) y el aspecto económico (ej. medidas para incentivar el alquiler de la vivienda, microcréditos para cooperativas de autoconstrucción, pagar con ahorros en contaminación y recursos, consumo responsable, etc.).

EN
conclusión, no pretendemos rechazar la innovación que se aportan desde los proyectos de smart-cities, pero queremos hacer ver que existe el peligro real de olvidarse de lo que es la sostenibilidad en un sentido integral, y quedarse en pequeños experimentos tecnológicos de alcance social mínimo, frecuentemente promovidos por empresas que tienen intereses comerciales en la ciudad (algunas, concesionarias de servicios municipales de agua, luz, basuras, etc.), y que aprovechan esta oportunidad para darse un lavado de imagen (eso de la smartwashing que comentaba) e incluir medidas “revolucionarias” que en realidad deberían haber incorporado en su quehacer cotidiano y para toda la ciudad. Seamos exigentes en nuestros derechos urbanos.

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