“Cuando llegan los emprendedores de parques fotovoltaicos, ofreciendo precios de alquiler que pueden representar un importante ingreso para el agricultor, se inicia un proceso de mercantilización del suelo y la metamorfosis del suelo agrícola en suelo industrial”

OPINIÓN. El buen ciudadano. Por Rafael Yus Ramos
Coordinador del Gabinete de Estudios de la Naturaleza de la Axarquía GENA

15/07/21. Opinión. El coordinador del Gabinete de Estudios de la Naturaleza de la Axarquía (GENA), Rafael Yus, analiza en una serie de artículos el fenómeno actual de las plantas fotovoltaicas, ya que aunque “las energías renovables han sido largamente reclamadas por el movimiento ecologista (…) no por ello podemos pasar por alto los impactos ambientales y sociales que puede acarrear una implantación desordenada, liberal de...

...este tipo de instalaciones industriales en el suelo rústico”. Informa EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com.

La burbuja de las plantas fotovoltaicas [4]. Los impactos ambientales

Si las energías renovables han sido largamente reclamadas por el movimiento ecologista, y ahora por fin, con mucho retraso, se está tratando de instalar para alcanzar el deseable 100% renovable en el sistema energético español, no por ello podemos pasar por alto los impactos ambientales y sociales que puede acarrear una implantación desordenada, liberal de este tipo de instalaciones industriales en el suelo rústico. A continuación vamos a ofrecer una enumeración de impactos potenciales para el caso específico de las instalaciones fotovoltaicas.

1.-Mercantilización y metamorfosis del suelo agrícola

Es el impacto más inmediato y el que, con toda seguridad se producirá en un panorama en el que, con toda justicia, los espacios naturales protegidos sean excluidos como lugares potenciales para alojar estas instalaciones (véase más adelante). Como estos espacios quedan excluidos, sólo quedarán en el suelo rústico los campos de cultivo, tanto los abandonados como los que actualmente están en uso. La agricultura es una actividad económica del sector primario, que en los países industrializados, como España, ha ido mermando en importancia y, por tanto, en rentabilidad. Las políticas comunitarias, basadas en reequilibrar las relaciones comerciales de productos agrícolas en el seno de la Unión Europea, ha propiciado un sesgo hacia determinados tipos de cultivos, en detrimento de otros, hecho por el cual antiguos cultivos básicos han ido perdiendo pujanza y han desaparecido, abandonados o bien reconvertidos en otros cultivos todavía rentables, siendo el sector del regadío (que en una comunidad, como la andaluza, está fuertemente restringida por la escasez de agua) el único que obtiene rendimientos más o menos importantes, según el tipo de cultivo. En este contexto, cuando llegan los emprendedores de parques fotovoltaicos, ofreciendo precios de alquiler que pueden representar un importante ingreso para el agricultor, se inicia un proceso de mercantilización del suelo y la metamorfosis del suelo agrícola en suelo industrial.

En efecto, para desarrollar un parque fotovoltaico, el primer paso es lograr un emplazamiento, en cuya búsqueda ya se implica un primer eslabón de la cadena mercantil: los llamados “busca-emplazamientos”, gente del lugar con conocimiento de las tierras, la situación económica de sus dueños y con capacidad persuasoria. El segundo eslabón son las propias empresas promotoras, detrás de las cuales suele haber un suculento colchón financiero asegurado por un bando y sus fondos de inversión asociados. Se inicia el regateo, con una oferta para el alquiler del suelo que ronda los 1.500 €/ha, un precio que puede incrementarse si la finca está cerca de una subestación donde evacuar la electricidad producida por la planta fotovoltaica, en cuyo caso podría alcanzarse los 1.800 €/ha. Si, tal como se asegura, los paneles fotovoltaicos usados para generar 1 MW requieren 2 ha de terreno, para una planta de 50 MW, se requeriría, al menos, 25 ha, lo que supone 37.500 € de alquiler, pudiendo llegar a 45.000 € en caso de estar cerca de una subestación.

Una tentación importante, especialmente para parcelas de secano, no subvencionadas, de escaso rendimiento, o abandonadas por sus propietarios herederos, ahora dedicados a otras actividades económicas, pero que contribuye al empobrecimiento del sector agrícola y, con ello a la pérdida del arraigo de los, ya escasos, pobladores del mundo rural, contribuyendo a la aceleración de la desertización demográfica y al vaciado de amplias zonas rurales de España.

En esta cadena no se puede ignorar a los ayuntamientos, pues estas instalaciones suponen una oportunidad para las arcas municipales. El terreno rústico en el que se instala un parque fotovoltaico pasa a tener consideración de Bien Inmueble de Características Especiales. Esto significa que un Ayuntamiento multiplica por dos los ingresos en relación al Impuesto de Bienes Inmuebles en relación al suelo rústico. A esto se le añade el impuesto de instalaciones, construcciones y obras (2% del presupuesto del proyecto) o el canon urbanístico (por la recalificación de terrenos). Los ayuntamientos, facilitan los trámites administrativos y se apresuran a justificarlo políticamente: “todo son ventajas: se crea trabajo; es una nueva fuente de ingresos para el consistorio; se refuerzan el suministro energético en la zona; y se respaldan nuevas tecnologías frente al cambio climático, etc.”.

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