“Un macrofestival consume bastantes recursos. Además de recursos humanos, se necesitan grandes cantidades de agua, energía y otros insumos que, por otra parte, generan residuos sólidos (basura), líquidos (aguas residuales) y gaseosos y sonoros (emisiones a la atmósfera)”
OPINIÓN. El buen ciudadano. Por Rafael Yus Ramos
Coordinador del Gabinete de Estudios de la Naturaleza de la Axarquía
17/10/22. Opinión. El coordinador del Gabinete de Estudios de la Naturaleza de la Axarquía (GENA), Rafael Yus, escribe en su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre los macrofestivales de música: “Los responsables políticos deberían sopesar estos problemas, porque que se puede dar el caso de que se cumpla el dicho de “la avaricia rompe el saco”. No contentos con la hipermasificación de...
...los destinos turísticos y su consiguiente problemática endógena, los macrofestivales podrían ser la “gota que rebosa el vaso” en destinos masificados”.
Turismo de macrofestivales: catarsis colectiva con impacto ambiental (y 3). Las consecuencias ambientales
En los capítulos anteriores hemos reflexionado sobre el origen de afición por los macroconciertos o festivales y sobre el impacto económico que tienen, único aval que esgrimen tanto organizadores como administraciones para aprobarlos e incluso potenciarlos. Pero estos festivales también tienen sus sombras, y no hablamos aquí del agujero negro de subvenciones que explicamos anteriormente, sino del impacto ambiental, que no solo afecta a la biodiversidad y a nuestros ecosistemas, sino que también afectan a la salud humana. Dedicamos este último capítulo a desarrollar este aspecto, muy poco difundido, sobre los festivales de música.
Un macrofestival consume bastantes recursos. Además de recursos humanos, se necesitan grandes cantidades de agua, energía y otros insumos que, por otra parte, generan residuos sólidos (basura), líquidos (aguas residuales) y gaseosos y sonoros (emisiones a la atmósfera). Para un festival se requiere realizar adecuaciones a los recintos, ya que estos normalmente son espacios abiertos y se utilizan para todo tipo de eventos. Cuanto más grandes sean los festivales y más duren, más insumos requerirán, por lo que el impacto ambiental que generen será mayor. No es lo mismo un festival de un día a uno de cuatro días. Los impactos ambientales que tiene un festival a lo largo de su preparación, ejecución y desmantelamiento son varios.
Los macrofestivales son, en general, insostenibles desde el punto de vista ambiental, y lo curioso es que es innecesario, porque la actitud de los visitantes, generaciones jóvenes cada vez más concienciadas en cuestiones ambientales, estarían dispuestos a contribuir para que estos eventos sean más sostenibles. Una encuesta del grupo americano Ball, el mayor fabricante de latas y tapas de aluminio para bebidas, indicaba que el 57,9% de los españoles estaría dispuesto a pagar más por la entrada de un festival si éste fuera 100% sostenible y el 50,8% participaría como voluntario en la recogida de residuos. Un festival sostenible pasaría por tener recogida selectiva de residuos para su reciclaje (69,3%), ofrecer envases totalmente reciclables (63,7%), hacer un uso responsable del agua (58%) o usar energías renovables (55,3%). Cuando acuden a un festival, seis de cada diez españoles se preocupan por reciclar los envases de las bebidas. Pero, además de ser partidarios de la recogida selectiva de residuos para reciclar (69,3%), apuestan por que los festivales ofrezcan envases reciclables (63,7%). Asimismo, el 58% habla de la utilización responsable del agua en estos eventos; el 53,8% del uso de las energías renovables; el 55,3% quiere que se fomente el consumo sostenible en los puestos de comida del recinto; y el 49,9%, que se facilite el desplazamiento verde (coche compartido, vehículo eléctrico y transporte público). En resumen, los organizadores de festivales pueden contar con el apoyo de más de la mitad de los asistentes para hacer sus festivales menos agresivos para el medio ambiente. Para el resto de los asistentes es cuestión de hacer que tomen conciencia y cooperen en las medidas adoptadas por los organizadores para hacer más sostenibles el festival.
Principales impactos ambientales de los festivales
La generación de residuos, la contaminación producida por los visitantes que se traslada a los eventos en vehículos particulares y el uso de agua y energía son los principales problemas ambientales a los que las empresas organizadoras deben hacer frente.
1.-Consumo de energía. Los festivales son un agujero negro de energía. Para lograr sus objetivos, los grupos usaban plantas generadoras de energía independientes para aspectos tales como el sonido, las luces, los videos, los camerinos, las neveras, y normalmente disponen de plantas de reserva, por si alguna falla. Ciertamente el número de plantas generadoras ha ido reduciéndose por una tecnología más eficiente, pero estas plantas generan un promedio de 1.000 kilovatios y se usan antes, durante y después del concierto. Antes hay que hacer pruebas de sonido, pruebas de luces y durante, se ha de iluminar el espacio en el que están las personas trabajando y disfrutando del concierto, y todo lo que ello lleva consigo. En un estadio esas plantas pueden trabajar unas 32 horas seguidas. Cada planta generadora consume 46 litros de combustible por hora. Eso quiere decir que si operan 16 plantas, durante 32 horas, se gastan 30.720 litros de combustible en un concierto.
2.-Contaminación acústica. El problema ambiental más notable de los macrofestivales de música es la contaminación acústica, que empieza incluso en el momento del montaje, pues adecuar el recinto requiere maquinaria para armar los escenarios, juegos, áreas de comida y colocar los baños portátiles., todo lo cual genera ruido (contaminación acústica). Pero es durante las representaciones de cada grupo cuando el ruido alcanza las máximas cotas, hasta el punto de llegar a ser molesto e insalubre. Tras esta pesadilla vienen los ruidos del desmontaje y reacondicionamiento del recinto. Pocos festivales se libran de la queja de los vecinos por el ruido generado durante la celebración del evento. Y no sólo las personas cercanas se ven afectadas por ello, sino también la fauna de los alrededores, incrementándose esto último por los desplazamientos masivos de gente en un corto periodo de tiempo. Es preciso tener en cuenta que en un concierto al aire libre se producen sonidos de 115 a 120 decibelios, justo en el llamado “umbral de dolor” para nuestros oídos. No se debe olvidar que el máximo ruido que se puede escuchar 8 horas seguidas es de 85 dB, y que la Organización Mundial de la Salud recomienda no exponer los oídos a más de 50 dB, pues considera que a partir de este nivel el ruido puede ser perjudicial. La música en vivo cerca de zonas residenciales es sencillamente ilegal y puede ser motivo de denuncias judiciales. Por ejemplo, tanto el Iboga como el Mediterránea se celebraban en el tramo de la playa de La Goleta de Tavernes, pero las protestas vecinales de años anteriores acabaron en los juzgados. Los residentes denunciaron y un juez les dio la razón, estableciendo la jurisprudencia de que no se pueden organizar eventos en la zona que superen los 30 dB, un nivel de ruido considerado bajo-medio, similar al que puede haber en un día tranquilo de campo, o en un área residencial tranquila, en cualquier caso, muy inferior al que produce, por ejemplo, el tráfico de una ciudad. En un intento de mitigar este impacto, muchos festivales reparten tapones gratuitos para proteger los oídos de sus asistentes contra la contaminación acústica, pero no piensan en que los más afectados no son los asistentes, sino los vecinos y la fauna de los alrededores. Los efectos sanitarios del ruido en las personas no son despreciables.
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