OPINIÓN. El buen ciudadano. Por Rafael Yus Ramos
Coordinador del Gabinete de Estudios de la Naturaleza de la Axarquía

rafael_yus.jpg27/10/09. Opinión. En vísperas de la ‘World Travel Market’, la gran feria del turismo mundial de Londres, el colaborador de EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com, Rafael Yus describe la expresión turismo sostenible como un oxímoron, una expresión con dos términos “incompatibles” y descubre...

OPINIÓN. El buen ciudadano. Por Rafael Yus Ramos
Coordinador del Gabinete de Estudios de la Naturaleza de la Axarquía

rafael_yus.jpg27/10/09. Opinión. En vísperas de la ‘World Travel Market’, la gran feria del turismo mundial de Londres, el colaborador de EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com, Rafael Yus describe la expresión turismo sostenible como un oxímoron, una expresión con dos términos “incompatibles” y descubre el ardid de llamar turismo residencial a un fenómeno que ha sido la excusa para construir de forma desaforada en la Costa del Sol.

La falacia del turismo sostenible y la coartada del turismo residencial

HACE algunos años, la Consejería de Turismo, Comercio y Deportes de la Junta de Andalucía se apuntó al ‘carro’ del políticamente correcto eslogan de turismo sostenible, dando vía libre al Plan General de Turismo Sostenible. Para ponerlo en marcha se previó un periodo desde 2007 al 2010, que arrancó con el Decreto 279/2005 en el que se formulaba el Plan General de Turismo Sostenible de Andalucía. En el año 2006 se organizaron reuniones de Grupos de Trabajo para la Mesa del Turismo y contratos para estudios paralelos sobre temas específicos, hasta configurar el Plan General de Turismo Sostenible.

FUI invitado personalmente a participar en uno de estos Grupos de Trabajo y en mis intervenciones intenté convencer de que el turismo, tal como actualmente se concibe en casi todo el mundo, es ambientalmente insostenible, aunque socialmente pueda traer consigo riquezas más o menos inmediatas. Insistí en que la expresión turismo sostenible es, en el contexto actual, una falacia, un oxímoron, una expresión con dos términos incompatibles. Ciertamente, el turismo da prosperidad, pero, una vez más nos enfrentamos al clásico dilema en el que una sociedad tiene que decidir si seguir con el enriquecimiento inmediato a costa del holocausto futuro. Las razones son obvias y difícilmente refutables. Para empezar, con independencia de los impactos ambientales locales, el turismo genera problemas transnacionales, de carácter global o planetario. En efecto, el turismo, tal como actualmente se concibe, es una actividad que aspira a la masificación, compitiendo los destinos turísticos entre sí por acaparar las masas de turistas ávidos de nuevas sensaciones y descanso. Nada más que en desplazamientos supone un gasto energético tremendo que adicionalmente produce enorme cantidades de gases que repercuten en la química y la física de la atmósfera -según la Organización Mundial del Turismo (OMT), 1.307 millones de toneladas en el 2005, el 5 por ciento de las emisiones del mundo-, de lo que se derivan problemáticas globales tales como el cambio climático, la destrucción del ozono o la lluvia ácida. Pese a ser problemas globales, que afectan a todo el planeta, no dejan de ser problemas que nos afectan directamente.

DEJANDO a un lado los impactos globales, tenemos una larga lista de problemas ambientales de incidencia local. Muchos de estos problemas tienen que ver con la masificación, una característica del turismo malagueño, sin ir a parar más lejos. La aspiración del sector es conseguir cuantos más visitantes mejor. Los políticos y los empresarios del sector se vanaglorian con las altas cifras de visitantes de cada año y todo el sector se queja de que estas cifras bajen o incluso se estanquen.figura2 Es la lógica del capitalismo, crecer continuamente, como si los recursos fueran infinitos, como si el medio tuviera una capacidad ilimitada de soportar la actividad humana. Una primera consecuencia de este turismo se salda en la creciente artificialización del territorio; se pierde suelo rústico, tanto agrícola como forestal, para acoger las infraestructuras que permitan los desplazamientos y las residencias de toda esta población flotante, con el problema adicional de que estas infraestructuras se concentran en el litoral, que queda literalmente sellado u hormigonado en casi su totalidad. Las consecuencias de esta artificialización van más allá del impacto visual y paisajístico, que no es un problema menor, ya que, con independencia de su valor cultural, en cualquier destino turístico el paisaje es un activo básico y esencial para la valorización del mismo. Por otra parte, este sellado impermeabiliza el suelo, disminuyendo el poder de retención de agua y nutrientes del suelo, aumentando con ello los riesgos de desastres naturales, como avenidas o inundaciones, además de disminuir el nivel de los acuíferos por aumento de la escorrentía superficial.

UNA vez asentada esta masa turística, comienzan los problemas ambientales derivados del consumo de recursos, entre los que destacan los recursos hídricos, ya precarios para la población estable y consumidos de manera despilfarradora e ineficiente (piscinas, campos de golf, duchas diarias) precisamente en el momento del año en que por razones climatológicas tenemos déficit hídrico. Los recursos energéticos, aunque no provienen únicamente de la producción local debido a que hay una sola red, también sufren un fortísimo incremento durante esta avalancha de nuevos consumidores, poniendo a prueba los mecanismos de suministro. Esfigura3 un consumo elevado, no sólo por la tendencia al despilfarro cuando el consumo entra en la tarifa del establecimiento, sino porque la época en que suele venir esta oleada es la más calurosa, exigiendo un gasto adicional y muy importante, de aire acondicionado. Este hiperconsumo de recursos estresa los sistemas de abastecimiento, genera impactos adicionales y aumenta considerablemente la huella ecológica. Finalmente, consideremos también los impactos sobre la calidad ambiental, ya que una masa tan importante de visitantes en un periodo relativamente corto de tiempo, se salda con la producción de importantes cantidades de residuos de todo tipo, no sólo gaseosos (por los desplazamientos y consumos) sino líquidos (aguas residuales) y sólidos (basuras). La provincia de Málaga todavía no ha ultimado el proceso de modernización del tratamiento de los residuos, pues todavía hay municipios que no tienen depuradora de aguas residuales y el tratamiento de las basuras no deja de ser arcaico, pues se basa en el enterramiento en vertederos. Si ya hay problemas para controlar los residuos de la población estable, piénsese el tremendo impacto que provoca esta masiva irrupción de visitantes. El sistema, pensado para la población estable, queda rápidamente sobrepasado. La mayoría de las depuradoras no pueden soportar estos súbitos incrementos de residuos y muchas acusan averías que dejan sin depurar durante un tiempo más o menos prolongado.

PERO si estos problemas son comunes en los destinos turísticos masificados bajo una modalidad de turismo de servicios, basado en la residencia temporal en hoteles, piénsese en los efectos que puede tener el llamado turismo residencial. El concepto en sí es problemático, como veremos. La expresión turismo residencial fue propuesta por Francisco Jurdao en su libro de 1979 España en venta: compra de suelo por extranjeros y colonización de campesinos en la Costa del Sol, donde explicaba y criticaba los cambios socialesfigura4 que tenían lugar en el municipio de Mijas en la década de los años setenta a causa de la venta de suelo agrícola a empresarios urbanizadores. Tras el cambio de propiedad, el suelo era destinado a la construcción de urbanizaciones turísticas de chalets que eran adquiridos principalmente por jubilados del Norte de Europa. Posteriormente se convirtió en un cajón de sastre donde ha ido entrando todo tipo de actuaciones inmobiliarias en destinos turísticos. En un intento de aclarar el concepto, Torres (2003), propuso utilizar la expresión, más general, de turismo residenciado, definiéndolo como “aquél que protagonizan las personas, normalmente agrupadas en unidades familiares, que, en un proceso temporal determinado, se trasladan a ciertos espacios, habitualmente destinos turísticos tradicionales, vinculándose a los mismos por largos periodos de tiempo mediante relaciones inmobiliarias, en los que realizan estancias más prolongadas que los turistas tradicionales, llegando incluso a fijar en ellos su residencia habitual, en busca de vivencias y satisfacciones similares a las de los anteriores, principalmente, la calidad de vida, las oportunidades de ocio, buenas comunicaciones y un ambiente socialmente satisfactorio”.

EN cualquier caso, hay coincidencia en admitir que la principal característica del turismo residencial es su vinculación con un inmueble en propiedad o alquiler de este tipo de turistas, figura5del que suelen hacer un uso frecuente y durante un periodo prolongado de tiempo, pudiéndose distinguir varias tipologías. Así, para Torres (2003) la más corriente es la adquisición de una vivienda, que a su vez puede tener como objetivo un uso esporádico (turismo de segunda residencia) o permanente (turismo residencial en sentido estricto), pero también se incluiría la residencia vinculada al alquiler, y una tercera modalidad sería el sistema de multipropiedad o de tiempo compartido. En cualquier caso, lo característico de esta supuesta modalidad de turismo es su fuerte vinculación con el sector inmobiliario, de tal suerte que el crecimiento de uno depende del otro. Hablar de turismo residencial es hablar de construcción con mayúsculas.

¿ES realmente turismo eso que se llama turismo residencial? Sobre este asunto hay un debate académico en el que en ocasiones se vislumbra la influencia de determinados intereses vinculados a poderosas asociaciones de constructores. Para empezar, la misma OMT considera turistas solamente a las personas que se trasladan a otro lugar, fuera de su residencia habitual, por menos de un año. Sin embargo, buena parte de ese complejo fenómeno que se conoce como turismo residencial se caracteriza porque el hipotético turista traslada su residencia a un destino turístico, por lo que, a partir de ese momento, no entraría dentro de universo turístico que defiende este organismo internacional, sería más bien un residente. Sin embargo, la Consejería de Turismo de la Junta de Andalucía, en su monografía Turismo residencial en Andalucía (2001) considera que el turismo residencial cumple todos los aspectos de la definición de la OMT, afirmando que “desde el punto de vista de la demanda resulta evidente que el turista residencial reúne todos los requisitos contenidos en la definición de turismo”. De este modo da la razón al sector de la construcción, al que siempre le ha interesado que la actividad inmobiliaria sea considerada como una modalidad ‘evolucionada’ respecto del clásico turismo hotelero e incluso más óptima que el vacacional. Así, el presidente de la Asociación de Promotores y Constructores de Málaga (Prados, 2004), indica que dado que el turismo comprende las actividades que realizan las personas durante sus viajes y estancias en lugares distintos al de su entorno habitual, por un periodo de tiempo consecutivo inferior a un año, con fines de ocio, negocios u otros motivos, el colectivo de los turistas residenciales cumplen esta condición por lo que pueden ser considerados como ‘turistas’, puesto que son visitantes que permanecen un número mayor de pernoctaciones que otra clase de turistas, por ejemplo el vacacional, utilizando un medio de alojamiento propio, o alquilado.

SE observa aquí el ardid de los defensores del carácter turístico de la mera residencia, al meter en la definición un aspecto, no contemplado originalmente, como es el de alojamiento propio y eluden el hecho de que muchos de los nuevos residentes se quedan más de un año, la mayoría de forma permanente, por lo que dejan de ser turistas y pasanfigura6 a ser inmigrantes. De hecho, fue Requejo (2005) el que utilizó por vez primera la denominación de inmigrantes climáticos a estos supuestos ‘turistas’. En otro lugar (Requejo, 2008), para quien el único turismo que interesa a un país por su valor social es el turismo empresarial o de servicios,  critica el empeño del sector de la construcción de meter en un mismo saco a turistas y a residentes. Para este autor, los residentes o inmigrantes climáticos “son personas que trasladan su lugar de residencia habitual, más de seis meses cada año, a otro lugar guiados por un conjunto diverso de motivaciones, dónde pesa de forma decisiva el clima del lugar de destino”. Dado que el impacto ambiental y la problemática territorial de la actividad inmobiliaria como oferta para la demanda por parte de inmigrantes climáticos es considerable y merece una atención especial del Estado, el autor afirma que no es conveniente que esta actividad se asocie al turismo convencional o turismo de servicios, de muchísimo menor impacto y mayores beneficios sociales.

ESTE debate se reprodujo en los mencionados Grupos de Trabajo encargados de elaborar el Plan General de Turismo Sostenible. El sector de la construcción pugnó por ensalzar las excelencias del mal llamado turismo residencial, pero la sensatez se impuso y finalmente el mencionado documento no reconoció el turismo residencial como una modalidad de turismo, y menos aún como una actividad sostenible desde el punto de vista ambiental. Pero al tratarse de un documento de consenso no pudo evitar introducir modalidades de turismo que actualmente están asociados a la actividad inmobiliaria, tales como el turismo del golf, el de salud, el interior, etc. De hecho, el plan concluye diciendo que “es necesario implementar políticas que impulsen un crecimiento ordenado y sostenible”, lo que no deja de ser un sin sentido, ya que el desarrollo sostenible nunca puede ser aparejado a un ‘crecimiento’, por muy ordenado que sea, especialmente en destinos turísticos maduros, donde el crecimiento se saldará con la destrucción de la calidad de los mismos y por tanto su depauperación como destinos turísticos. En los destinos turísticos maduros lo que debe imperar es el mantenimiento de tales destinos, aumentando su competitividad a través de la mejora de la calidad.

LAS críticas a la emergencia y dominio del sector residencial provienen del mismo sector turístico. Así, según el Instituto de Estudios Turísticos (Exceltur, 2005) en España el gasto turístico diario por persona de aquellos que se alojan en hoteles asciende a 87,1 euros, mientras que en la tipología residencial es de 33,7 euros al día; el volumen económico generado por la afluencia de turistas también varía según la tipología alojativa, en la costa mediterránea y las islas la media en el 2003 es de 2.559 euros por cada plaza, mientras que en la oferta reglada es 9.589 euros en las viviendas es de 1.341 euros, lo que supone una relación de siete a una. En Andalucía esta equivalencia es de ocho a una. El impacto económico de los efectos multiplicadores del turismo hacia otros sectores económicos también resulta esclarecedor, siendo el alojamiento reglado 2,6 veces superior al residencial. En el empleo no hay duda, de los 549.260 puestos de trabajo directos que generaba el turismo en 2003, el 70 por ciento estaban ligados a la oferta reglada y sólo el 30 por ciento a los residenciales; en este caso hay datos más detallados, sin tener en cuenta la etapa de construcción, 10.000 metros cuadrados de edificabilidad genera 249 puestos de trabajo por cada alojamiento reglado frente a los 44 en la vivienda turística.

EN esta línea, cuando se trata de abordar la mejora de la calidad de los destinos turísticos maduros, se empieza a considerar la conveniencia de alejarse de la dinámica inmobiliaria. Así, el Informe de Sostenibilidad Ambiental del Plan de Recualificación Turística de la Costa del Sol (Plan Qualifica) asegura que mantener el actual modelo de turismo residencial en la zona conllevaría la "maximización de los riesgos naturales", como inundaciones, desprendimientos o  deslizamientos, "como consecuencia de la actividad humana sin la prevención de los posibles efectos de estas actuaciones". El documento señala que, sin la aplicación del Plan Qualifica, la Costa del Sol "estaría abocada a una pérdida de excelencia turística", convirtiéndose "en una región de escaso atractivo ya no sólo para los turistas, sino para todos sus moradores". En este sentido, contempla que el "viejo modelo de desarrollo turístico basado en la intensiva e indiscriminada explotación de todos los recursos no sólo está agotado, sino que comienza a tener efectos negativos", mientras que resalta que "el desarrollo de algunas actuaciones urbanísticas realizadas al margen de la legalidad ha generado incertidumbre en la ciudadanía y en un amplio sector empresarial y financiero". Por tanto, hace hincapié en que el plan "debe aprovechar una oportunidad histórica para transformar el modelo imperante, para innovar y convertir esta transformación en un referente a escala mundial de los procesos de recualificación turística".

PERO este problema no es único en la provincia de Málaga. Tal como se reflejó en las aportaciones de expertos de todo el mundo en el II Congreso Internacional de Turismo Residencial, celebrado en Alicante el 10 de septiembre de este año, el turismo residencial es calificado de lacra ambiental y económica. Uno de los investigadores, Tomás Mazón, señaló que es un “discurso perverso el tratar de confundir el desarrollo turístico con el desarrollo inmobiliario", de lo que "ahora se están pagando las consecuencias: en la provincia de Alicante hay pueblos que casi no tienen hoteles, y sólo dispone de un total de 900 camas de hotel frente a 200.000 de apartamentos que despliega el turismo residencial. Hoy este modelo residencial está presentado su cara más dura en cuanto a crisis". Según este experto del Instituto Universitario de Investigaciones Turísticas "el turismo residencial genera muchos ingresos y puestos de trabajo, pero no da ningún puesto de trabajo a los alumnos que salen con el título de Turismo bajo el brazo. La ocupación de viviendas de este tipo sólo se da uno o dos meses al año, con lo que poco dinero genera. Además, este tipo de viviendas, al estar todas ocupadas en verano, la gente come y duerme en casa. Sólo se benefician las grandes superficies, pero no el sector turístico. El negocio lo han hecho el sector inmobiliario y ahora todos van al paro".

TODOS los investigadores coinciden en aceptar que el turismo residencial suele tener unas consecuencias muy graves que son la masificación, el impacto ambiental y la pérdida de imagen turística. Mazón describe a este modelo como de falsamente turístico, que viene a sustituir las tres eses, sun, sea and sand por las tres pes, playas, paseo y pipas. Este modelo de turismo residencial se está reproduciendo en los pueblos del interior del Levante español, que pudiendo optar por fórmulas más acertadas, como turismo rural o turismo activo, optan por chalets, por lo que en un tiempo tendrán los mismos problemas que en los de la costa. Los paralelismos con la provincia de Málaga no pueden ser más manifiestos.

ESTE artículo comenzaba afirmando que el turismo, tal como se concibe actualmente, no puede ser sostenible. Sin embargo, tenemos que matizar que esta cualidad obedece a su asociación con el perverso turismo residencial, causante de la mayor parte de los estragos ambientales y sociales que erróneamente se asocian al turismo considerado globalmente. figura8Aunque el turismo residencial no genera tantos problemas ambientales globales derivados de los desplazamientos masivos, ya que es una modalidad estable por su propio carácter residencial, genera otros problemas específicos que tienen que ver con el fenómeno de la inmigración, que crea una población estable con escaso uso de los servicios y por tanto con rendimientos económicos pequeños a medio y largo plazo (tan sólo a corto plazo y de forma muy asimétrica entre inversores-especuladores y trabajadores directa o indirectamente asociados a la primera fase del proceso). Por otra parte, esta población estable crea desequilibrios ambientales y sociales, ya que aumentan el consumo y la carga de residuos en entornos con escasa capacidad de carga o muy frágiles; sobrecargan los servicios sanitarios; crean guetos, no se mezclan con la población, no dan riquezas a los pueblos pues ni siquiera utilizan los servicios de los pueblos, prefiriendo grandes superficies, crean conflictos sociales de convivencia pues a menudo cierran los pasos tradicionales, y lo que es peor: crean una competencia desleal al turismo convencional o de servicios, ya que le ofrece una estancia con gastos prácticamente ínfimos.

CONCLUYENDO, si tenemos que aceptar el turismo como actividad económica, consideramos que la única forma de turismo que puede controlarse ambientalmente y que tiene interés social por las riquezas y empleos que genera a medio y largo plazo, es el turismo convencional, empresarial o de servicios. En este grupo son los hoteles los que deberían ser privilegiados en los destinos turísticos. No obstante, podría aceptarse cierto grado de actividad residencial en los pueblos del interior, siempre y cuando ésta se verifique en los núcleos urbanos y no de forma dispersa y el suelo rústico.

EN este contexto, la propuestas de turismo sostenible deben dirigirse al mantenimiento del turismo de servicios, pero con una orientación diferente, que busque minimizar los impactos  que lleva implícito: disminuir el consumo de recursos naturales o hacerlo más eficiente, utilizar formas de energía alternativas y renovables, minimizar la transformación del suelo, usar materiales reciclables, etc. Además debe minimizar o atenuar el impacto de las aguas residuales y los residuos sólidos. Finalmente debe apostar por un urbanismo más concentrado o compacto, evitando la dispersión de las viviendas y el excesivo consumo de suelo, sin por ello renunciar a la calidad ambiental urbana. Desde el punto de vista social, el turismo sostenible debe respetar la cultura local y a su vez ésta convertirse en un recurso turístico más; debe evitar crear desequilibrios en los tejidos socioeconómicos locales, mantener la actividad económica y social tradicional de los pueblos, y a ser posible participar de ellas.

CON estas premisas, nos sorprende que todavía se siga calificando de sostenible proyectos municipales como la construcción de un campo de fútbol, el arreglo de un polideportivo, la construcción de un parque, etc. Los ayuntamientos aceptan, como políticamente correcto, el eslogan del turismo sostenible, pero en la práctica se apuntan a estos proyectos para obtener ayudas económicas para financiar obras que a veces no tienen nada que ver con una inversión hacia la sostenibilidad, al contrario, una vez lograda la ayuda siguen con sus prácticas insostenibles. Éste sería el caso que ha trascendido recientemente, sobre la construcción de una carretera paisajística en una vía pecuaria, proyecto aprobado por la Junta de Andalucía, a propuesta de la Delegación Provincial de Turismo y la Mancomunidad de Municipios de la Costa del Sol Oriental-Axarquía, dentro del programa de Iniciativa de Turismo Sostenible. Un figura10proyecto que supone hormigonar un carril de paso tradicional de los trabajadores del campo y ahora una vía de intrusión para multitud de viviendas residenciales construidas de forma ilegal, o fraudulentamente como casas de aperos, en pequeñas parcelas a ambos lados de esta nueva carretera. Un proyecto que dice llamarse sostenible únicamente por las vistas paisajísticas que se puedan ver en los pocos huecos que dejen las viviendas, porque lo único que va a conseguir es afianzar ese urbanismo diseminado, insostenible consumidor de energía, suelo, agua y paisaje, incrementando el valor del suelo y alentando la especulación, o alentando -todo se verá- la construcción de campings, restaurantes, etc. en una zona de alta fragilidad paisajística. Y todo esto en una vía pecuaria, saltándose a la torera la Ley de Vías Pecuarias ¿Esto es turismo sostenible o más bien un intento de relanzar la construcción en el campo, tal como persigue la Mancomunidad de Municipios de la Costa del Sol Oriental con todos los alcaldes de la Axarquía a la cabeza? Y sin embargo, hubiera sido fácil convertir este proyecto en un proyecto de turismo sostenible con tan sólo aplicar los criterios de las vías verdes, lo que en la Axarquía reivindicamos genéricamente como caminos verdes, caminos no hormigonados para senderistas, ciclistas, caballistas, etc., compatible con la Ley de Vías Pecuarias. Pero desgraciadamente no es así, se sigue incentivando el uso del automóvil, ya no sólo en la ciudad, sino también en el campo. Y a esto el vocal de Turismo y Playas de la Mancomunidad de la Axarquía le llama: “un paso fundamental para el impulso y la modernización del destino Axarquía-Costa del Sol” (sic).

Torres Bernier, E. (2003), “El turismo residenciado y sus efectos en los destinos turísticos”. Estudios Turísticos nº 155-156: 45-70.
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Requejo, J.(2008), “¿Por qué lo llaman turismo cuando quieren decir promoción inmobiliaria?” (en: Troitiño et al.: Destinos turísticos: viejos problemas ¿nuevas soluciones?. Ed. Universidad Castilla-La Mancha.