OPINIÓN. El buen ciudadano. Por Rafael Yus Ramos
Coordinador del Gabinete de Estudios de la Naturaleza de la Axarquía

rafael_yus.jpg21/07/10. Opinión. En España “se van sentando las bases para el inminente levantamiento de la moratoria nuclear y la entrada al club de los nucleares, en el que están muchos de nuestros socios europeos”. En este artículo de colaboración con EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com...

OPINIÓN. El buen ciudadano. Por Rafael Yus Ramos
Coordinador del Gabinete de Estudios de la Naturaleza de la Axarquía

rafael_yus.jpg21/07/10. Opinión. En España “se van sentando las bases para el inminente levantamiento de la moratoria nuclear y la entrada al club de los nucleares, en el que están muchos de nuestros socios europeos”. En este artículo de colaboración con EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com Rafael Yus documenta el “rearme científico del sector de la energía nuclear” con especial atención a los argumentos a favor y en contra de este tipo de energía y al posicionamiento que han tomado personalidades como James Lovelock, padre de la teoría Gaia.

Más energía para el crecimiento: ¿Hay que reconsiderar la energía nuclear?

EN el año 1982, el gobierno de España (entonces del PSOE) suspendió los ambiciosos programas de energía nuclear y en 1984 aprobó definitivamente lo que se conoce como moratoria nuclear. Esto significaba la suspensión temporal del desarrollo de políticas de desarrollo de nuevas centrales nucleares, un proceso que se inició en nuestro país en los años 1960 con la Ley de Energía Nuclear, empezando por la construcción de la primera planta en Zorita, a la que siguieron la de Garoña, Vandellós I, Ascó, etc., pertenecientes a las grandes compañías eléctricas de nuestro país.

ESTA decisión no fue gratuita. El PSOE quiso hacer un guiño al creciente movimiento  ecologista, que entonces empezaba a organizar campañas bajo el lema ‘¿Nucleares? No, gracias, y lo prometió en su programa electoral de 1982, posiblemente arropado por la ola de miedo que desencadenaron los primeros accidentes nucleares en Estados Unidos (ejemplo: Mile Island) y la irrupción del ecoterrorismo de ETA, que se saldó con la vida del ingeniero de la central nuclear de Lemóniz José María Ryan. Otra causa podría venir del shock que provocó la crisis del petróleo de 1973, pero aquella fecha se superó y cuando se abordó la moratoria nuclear estábamos de nuevo en la efervescencia de la cultura del petróleo. Felipe González admitió parte de estas razones y dijo que la decisión se fundó en dos razones: “la seguridad y el agobio y sobre-responsabilidad que suponía la imposibilidad de eliminar los residuos radiactivos”.

PERO fue una decisión tímida, muy propia del socialismo ‘felipista’ de entonces (y de ahora), parecida a aquello de “OTAN, de entrada no”, es decir, siempre dejando puertas abiertas para retractarse si cambia la dirección del viento. Una moratoria no es una negativa al uso de la energía nuclear, sino simplemente una detención del proceso, ya iniciado, de construcción de plantas de energía nuclear (que por ejemplo en Francia sí continuó). Y precisamente la paralización de 5 centrales que estaban entonces aprobadas y en proyecto de construcción, supuso unas pérdidas de inversiones de las compañías eléctricas del orden de 729.000 millones de pesetas. Para compensarlas el gobierno socialista tuvo que sufragarlas  mediante un impuesto del 3,54% incluido en la factura de la electricidad de todos los españoles (Disposición adicional octava de la Ley 40/1994), impuesto que sólo recientemente se ha revisado bajándose al 1,72% (Real Decreto 1556/2005) y luego al 0,33% (Real Decreto 470/2006), en principio hasta el año 2020 (ahora rebajado al 2015).

TODO esto ocurría poco tiempo antes del terrible accidente de la central nuclear de Chernóbyl (26-4-1986), que aumentó considerablemente el miedo a este tipo de fuentes de energía. En  España, el movimiento ecologista reforzó sus argumentos en contra de la energía nuclear con nuevos y reiterados “incidentes” (accidentes), principalmente escapes radiactivos de las centrales nucleares de nuestro país, presionando por el cierre de las que más cantidad de “incidentes” iba acumulando. Pero lo cierto es que España no renunció nunca a la energía nuclear. Tampoco aquellos municipios, como Benamocarra, que ostentaba el letrero de “Municipio no nuclear”, como si este municipio, o cualquier otro, pudiera aislar en su red eléctrica ese 19,3% que corresponde a la energía procedente de centrales nucleares situadas en otros puntos de España. Algo parecido al malentendido que provoca afirmar que un tranvía eléctrico es “ecológico”, como si la energía que utiliza no viniera en un 72% de fuentes no renovables, entre las que se sitúa también la energía nuclear, sólo por el hecho de que estas fuentes están lejos de los lugares de consumo.

EL
momento actual podemos calificarlo de “revisionismo” de la posición política española respecto de la energía nuclear. Todo apunta a una tendencia a flexibilizar las posiciones, por parte de los sectores políticos más progresistas, y a una clara apuesta por la energía nuclear, por parte de los sectores más conservadores. En recientes declaraciones, Felipe González decía: “Hay que volver a replantearse la energía nuclear. No se puede decir ‘no’ a la energía  nuclear y comprarla 100 kilómetros más allá”, lo cual es demagógico pues si bien es cierto que España compra energía nuclear a Francia en cantidades ínfimas por la conexión eléctrica que existe entre ambos países, por otra parte (hacia Marruecos) exporta más, siendo el saldo siempre positivo a la exportación. Pero en cualquier caso, este tipo de declaraciones son reveladoras del cambio de rumbo que inicia el socialismo antinuclear español en el momento actual. Como veremos a continuación, varias circunstancias han tenido que ver con esta oleada revisionista, pero todas vislumbran un denominador común: la apuesta por el crecimiento económico, en el sentido más cornucopiano de la expresión y, por tanto, la renuncia a un desarrollo sostenible, por mucho que se intente demostrar que es justamente lo contrario. La lógica capitalista señala que para un horizonte de crecimiento infinito se necesita una fuente de energía supuestamente infinita y limpia. Esa fuente es la energía nuclear, llamada a sustituir la “era del petróleo” por una nueva era de crecimiento, una nueva vuelta de tuerca del capitalismo que todavía resiste como única opción posible de desarrollo económico. De este modo, a la crítica general que se viene haciendo sobre esta fuente de energía debemos unir su objetivo más pernicioso: el alimento del crecimiento capitalista.

La energía nuclear y el movimiento ecologista

LA energía nuclear nunca ha sido aceptada por las organizaciones ecologistas. Es lógico que sea así, puesto que representa una seria amenaza en muchos frentes (salud, medio ambiente, paz mundial, etc.), además de ser una fuente de energía no renovable. Por este motivo, ante el inusitado rearme de un sector que al menos en España había estado frenado, las organizaciones ecologistas crearon el 21-3-2009 la Coordinadora de Organizaciones contra la Energía Nuclear, entre cuyos frentes se encuentra la presión por el cierre de algunas centrales nucleares españolas obsoletas (Garoña, Almarz, Vandelló, Cofrentes y Ascó), oponerse al proyecto de almacén de residuos (ATC) e informar a la ciudadanía de los motivos de esta oposición.

COMO ejemplo de argumentación contra el uso de la energía nuclear, tomemos los esgrimidos por la organización Greenpeace1, que lo viene haciendo en forma de decálogo:

1

La energía nuclear es muy peligrosa

La tragedia de Chernóbil ha demostrado la capacidad de dañar y generar catástrofes de esta fuente de energía.

2

La energía nuclear es la más sucia

Las centrales nucleares generan residuos radiactivos cuya peligrosidad permanece durante decenas de miles de años y cuya gestión, tratamiento y/o eliminación son cuestiones aún no

resueltas.

3

La energía nuclear es la que menos empleo genera

Por unidad de energía producida. Menos que cualquier energía renovable. Según datos de Comisiones Obreras publicados en un informe de febrero de 2008.

4

La nuclear es una energía muy cara

Necesita fuertes subsidios estatales (que pagamos todos...) de forma continua para poder existir. Un ejemplo: el coste de la gestión de los residuos radiactivos en España, según los

cálculos de la Empresa Nacional de Residuos Radiactivos (ENRESA), será de más de 13.000 millones de euros sólo hasta 2070.

5

La energía nuclear no es necesaria

Los casos de Alemania y Suecia permiten comprobar que, si hay voluntad política, es posible abandonar la energía nuclear al tiempo que se reducen las emisiones de CO2 en cumplimiento con el Protocolo de Kioto.

6

La energía nuclear no es la solución al cambio climático

Nunca podrá ser una solución económicamente viable y eficiente para reducir emisiones de CO2 en la lucha contra el cambio climático. De hecho, la energía nuclear está excluida de los mecanismos financieros del Protocolo de Kioto.

7

La energía nuclear no genera independencia energética

España importa el 100% del uranio que se emplea como combustible en sus centrales nucleares, por lo que nuestra dependencia del extranjero al respecto es total.

8

La energía nuclear también se acaba

Las reservas de uranio-235 (el combustible de los reactores nucleares) servirán sólo para unas pocas décadas más.

9

La energía nuclear no tiene el respaldo social

 

Las encuestas de opinión muestran que la inmensa mayoría de los ciudadanos españoles rechazan esta forma de producir electricidad.

10

La energía nuclear es incompatible con un modelo

energético sostenible

No cumple ninguna de sus premisas: no es económicamente eficiente, ni socialmente justa, ni medioambientalmente aceptable.

 


ARGUMENTOS semejantes vienen usando otras organizaciones ecologistas, como Ecologistas en Acción, Amigos de la Tierra, etc. Por supuesto, frente a estos decálogos en contra se han sucedido otros a favor, pero con argumentos muy pobres, demagógicos e inexactos.

La diosa Gaia quiere energía nuclear

CUANDO James Lovelock ideó en 1969 su famosa Hipótesis Gaia (publicada diez años después), el movimiento ecologista y el pensamiento holístico y panteísta vieron reforzadas sus creencias de la conectividad de todos los seres vivos del planeta. Este científico definió su idea de Gaia como “una entidad compleja que implica a la biosfera, atmósfera, océanos y tierra, constituyendo en su totalidad un sistema cibernético o retroalimentado que busca un entorno físico y químico óptimo para la vida en el planeta”. Como si de un superorganismo se tratara, Gaia suponía que la Tierra controlaba sus constantes vitales (ej. temperatura, composición atmosférica, composición acuática, etc.) provocando modificaciones en los sistemas terrestres cuando en éstos se producía alguna alteración que amenazara la estabilidad del planeta, incluida la vida, su atributo más característico. En realidad Lovelock no fue el primero en pensar en estas cosas y tampoco se puede decir que la metáfora de superorganismo fuera acertada. Muchos años antes, los ecológos ya habían mostrado que el planeta era un sistema auto-organizado (un ecosistema gigantesco) y esta idea, mucho más potente y realista, es trasladable a todo tipo de sistemas. Pero lo cierto es que su pretendida hipótesis Gaia caló en sectores populares donde no llegaban los eruditos estudios ecológicos.

MUCHOS años después, Lovelock quedó en el olvido, posiblemente en algún laboratorio inglés, hasta que en junio del año 2004, con 85 años de edad, apareció sorpresivamente ante los medios de comunicación (The Independent, luego traducido en El País)2 afirmando que la única solución para evitar los desastres asociados al calentamiento global es la energía nuclear.  Fue un jarro de agua fría para los adoradores de Lovelock y su Gaia. El prestigioso profesor criticaba abiertamente a los ecologistas indicándoles que “deberían haber dado prioridad al calentamiento del planeta (pues) parecen más preocupados por las amenazas a las personas que por las amenazas a la Tierra, sin darse cuenta de que formamos parte de la Tierra y dependemos por completo de su bienestar”. Además de esta flagrante inexactitud (nadie más que los ecologistas se interesan por el planeta, incluso a costa de haber sido injustamente acusados de lo contrario: de ignorar a las personas), Lovelock da la lamentable impresión de hacer demagogia barata, como la de quitar importancia a la producción de cáncer por las centrales nucleares porque “de todos modos una tercera parte de nosotros morirá de cáncer, principalmente porque respiramos un aire cargado de un carcinógeno que todo lo invade: el oxígeno” (otra inexactitud inconcebible en un científico de su talla), y así sucesivamente iba desvariando, de lo que cualquiera puede sentir vergüenza ajena.

EN realidad Lovelock anticipó sus ideas en el prólogo del libro ‘Environmentalists for Nuclear Energy’, escrito por el físico nuclear francés Bruno Comby3, presidente de la Asociación de  Ecologistas por la Energía Nuclear. Esta asociación es la parte visible de un movimiento anti-ecologista, formado principalmente profesionales del ramo, físicos nucleares y creyentes acérrimos de la ciencia, como el español Juan José Gómez Cadenas4, autor de El Ecologista Nuclear, un intencionado oxímoron en el título, con el que el autor pretendía desafiar el proverbial apego por las energías renovables por parte de los sectores ecologistas. O como el físico nuclear Manuel Lozano Leyva5 en su ‘Nucleares ¿por qué no?, todos eruditos personajes del mundo de la energía nuclear.  Pero sin duda alguna, fue Lovelock, con el “tirón” que supone su prestigio gaiano ante el movimiento ecologista, el que causó mayor impacto a nivel internacional.

 PERO las afirmaciones de Lovelock y sus seguidores también han tenido su respuesta en el ámbito científico y tecnológico. Por ejemplo, el ingeniero barcelonés Marcel Coderch6 ha sido uno de los críticos más enérgicos de las tesis de Lovelock en su artículo titulado James Lovelock y el espejismo nuclear. De Gaia a Westinghouse. En este magnífico artículo, el autor trata de desmontar los principales principios en que se basa la tesis de Lovelock que resumimos a continuación:

1.- ES posible satisfacer las necesidades energéticas actuales y futuras de nuestra civilización industrial construyendo suficientes centrales nucleares, y sin contribuir al efecto invernadero.

EN la actualidad hay en el mundo unas 450 centrales nucleares que producen el 12% de toda la electricidad que se consume en el mundo, lo cual equivale al 5% de toda la energía consumida. Por tanto, sin considerar incrementos de demanda, para producir toda la energía eléctrica que el mundo consume hoy habría que construir unas 3.600 centrales adicionales que posiblemente pudieran cubrir cerca del 40% de toda la energía que consumimos

2.- LA transición de energías fósiles a energía nuclear puede hacerse en bastante menos de 50 años.

TENIENDO en cuenta que se tarda unos 10 años en construir una central nuclear, que se tardaron más de 15 años en construir las 450 centrales actuales, y aún suponiendo que a pesar de que desde los años 70 prácticamente no se han construido nuevas centrales, todavía disponemos de la misma capacidad de construcción que en la década álgida de los 60, tardaríamos 120 años en construir las 3.600 nuevas centrales. Incluso suponiendo que duplicáramos la máxima capacidad que tuvimos, no podríamos terminar la construcción antes de 60 años. Y esto solventaría sólo el 40% de la energía que consumimos hoy. ¿Cómo se generaría el 60% restante sin contribuir al efecto invernadero? ¿Podemos sustituir el petróleo que usamos para transporte por energía eléctrica de origen nuclear? No parece un proyecto muy realista, y aún así en la transición generaríamos una cantidad de CO2 equivalente a la que producimos ahora en 10 años.

3.- HAY suficiente combustible nuclear en la Tierra como para que pueda amortizarse esta transición (digamos que para varios siglos), y su extracción puede realizarse sin generar CO2

AÚN en el supuesto de que lográramos construir todas estas centrales nucleares, ¿de dónde saldría el uranio para alimentarlas? Según David Goodstein, en el mejor de los casos, las reservas conocidas de uranio se estiman en unos 25 años de consumo actual. Es posible que sean mayores, pero si multiplicáramos por 15 el número de centrales nucleares y quisiéramos asegurarnos combustible para por lo menos los 50-70 años de vida útil de una central, tendríamos que conseguir multiplicar por 30 las reservas actuales, Algo que tampoco parece fácil, por mucho que se hable de reciclar las viejas cabezas nucleares sin que haya datos de lo que esto supondría.

HAY quienes proponen pasar a reactores de plutonio lo cual aseguraría combustible prácticamente ilimitado (véase discusión de este argumento contra los MOX más adelante), ya que en los reactores actuales se genera este elemento como residuo. Pero el plutonio es extremadamente tóxico, requiere sodio líquido para la refrigeración de estos reactores y los fast-breeder sólo existen en régimen experimental e incrementan notablemente todos los problemas de seguridad. Ni siquiera puede considerarse una tecnología actual que pueda desplegarse en los próximos años.

4.- LA construcción y operación de una central nuclear proporciona un saldo positivo de energía a lo largo de su ciclo de construcción, operación, desmantelamiento y tratamiento de residuos

EL desarrollo de cualquier fuente energética consume a su vez energía. Dejando a un lado casos muy especiales, como el de las pilas eléctricas convencionales, una fuente de energía que consuma más energía en su desarrollo que la que luego genera es inservible. Lo que de verdad importa es pues la Energía Neta que proporciona una fuente energética. El petróleo, por ejemplo, ha sido una fuente muy eficiente en este sentido porque hasta hace poco se gastaba sólo un barril de petróleo para extraer otros 40 barriles más.

EN el caso de una central nuclear, hay que considerar toda la energía consumida en su construcción, en el minado y procesado de uranio, en su desmantelamiento y en la gestión de todos sus residuos. Aún cuando no hay estudios serios sobre esta cuestión, es muy probable que la Energía Neta producida no sea demasiado importante, sobre todo si se contabilizan los costes de gestión de unos residuos que mantienen su peligrosidad durante miles de años

5.- ES posible construir estas centrales con niveles de seguridad que eviten accidentes graves, y resolviendo el problema de los residuos de tal forma que el mundo siga siendo habitable en el futuro.

A menos que estén de acuerdo con Lovelock en utilizar los residuos nucleares como elemento de disuasión para mantener determinadas zonas de la Tierra libres de presencia humana, los defensores de la alternativa nuclear deberán proponer también la forma y el lugar dónde ubicar la gran cantidad de residuos que se generarían caso de que prosperara su propuesta. Asimismo, deberán contabilizar los costes necesarios para asegurar un nivel de seguridad socialmente aceptable, tanto durante el período operativo como en el desmantelamiento y almacenamiento de residuos, e incluir estos costes en los correspondientes análisis de coste-beneficio de sus propuestas.

ARGUMENTOS parecidos vienen desplegando organizaciones ecologistas como Ecologistas en Acción7 en su artículo ¿Puede la energía nuclear ser solución para el cambio climático?’, el ensayo de Greenpeace8 titulado: Una energía sin futuro. Desmontando las mentiras de la industria nuclear’. También son destacables los 40 hechos y argumentos de Los Verdes9 del Parlamento Europeo, en contra de esta falacia, en su artículo: ‘La energía nuclear no salvará nuestro clima: 40 hechos y argumentos’ etc.

Los MOX ¿panacea o basura?

UNA de las salidas que ha venido buscando el sector nuclear para afianzar su costosa tecnología ha consistido en idear un sistema para recuperar los propios residuos de las centrales nucleares y al mismo tiempo prolongar la vida útil de los recursos naturales, unos de  los argumentos más traídos y llevados en contra de esta fuente de energía. Estos residuos son conocidos bajo el acrónimo de MOX (de Mixed Oxide), que son una mezcla de uranio empobrecido y de plutonio reprocesado. De hecho, todo combustible nuclear que contenga plutonio es un combustible MOX; sólo varía el porcentaje de plutonio en el combustible: en los reactores regeneradores rápidos (FBR) llega a ser de hasta el 35% y en los reactores de agua ligera (LWR) alcanza hasta el 48%. En realidad la fabricación de combustible MOX no es algo nuevo, pues ya comenzó a hacerse en los años 1960. Algunos países (por ejemplo, Bélgica y Francia) abrieron sus propias plantas de fabricación de este combustible. El objetivo fundamental no sería una cadena nuclear con desechos, sino un ciclo cerrado de combustible de energía permanente y aumentar así los recursos nucleares. Existen en todo el mundo, unos 23 reactores LWR que utilizan combustible MOX localizados en Bélgica, Francia, Alemania, India y Suiza. La mayoría de ellos son reactores de agua presurizada (PWR).

PUES bien, el sector nuclear encuentra varios argumentos a favor de los MOX, que Pam et al10. han desmontado con los siguientes argumentos:

1.-
FAVORECE la no proliferación, al reducir la cantidad de plutonio separado y al hacer más difícil el escamoteo del plutonio.

EL uso del MOX no disminuirá el peligro de la proliferación nuclear, como se dice con frecuencia, sino que al contrario, lo aumentará, debido a: el reprocesamiento continuo; el inevitable aumento del transporte del plutonio separado; la utilización de plutonio se generalizará; los países que van acumulando plutonio serán un mal ejemplo; vigilar y controlar los materiales nucleares será cada vez más difícil debido a las cantidades de material implicadas y a las inevitables limitaciones financieras.

2.-
AHORRA uranio, al reutilizar el plutonio y el uranio empobrecido.

EN la práctica, el plutonio sólo se puede reutilizar una vez, debido a su degradación: se hace menos fisible y  aparecen más isótopos de plutonio no fisible. Debido a la presencia del plutonio, la producción de MOX es más peligrosa que la de uranio. Los pequeños accidentes, que ocurren a cada momento, tendrán consecuencias mucho más serias que en la actualidad, debido a la generalización del uso del plutonio.

3.- ELIMINA
el coste de almacenamiento de grandes cantidades de plutonio y ahorra hasta un 10% del coste directo del ciclo del combustible.

DADO que el combustible MOX gastado no se va a reprocesar, el uso de este combustible en vez de uranio, hace que, a medida que pasa el tiempo, el uranio reprocesado y gastado se va reemplazando gradualmente por combustible MOX gastado en los pocos países en los que se utiliza. Esto tendrá consecuencias para las instalaciones de almacenamiento, pues el combustible MOX gastado también contiene una cantidad mucho mayor de isótopos transuránidos. De este modo, después de 10 años, la generación de calor del combustible MOX gastado es dos veces mayor que la del combustible gastado de uranio. A los 100 años, es incluso tres veces mayor. Dada la alta vida media de estos isótopos transuránidos (ej. Pu242 :380.000 años y del Neptunio-237: 2,14 millones de años), el almacenamiento del MOX gastado es mucho más complicado que el del combustible normal gastado. En vez de una solución parcial al problema de los desechos de alto nivel (de radiactividad), el MOX crea problemas incluso mayores: a) Necesita una refrigeración mayor y más duradera. b) Tiene que almacenarse durante mucho más tiempo c) Es más peligrosa y d) Los costes son, por consiguiente, mayores.

EN conclusión, en contra de lo que prometía esta panacea, los MOX: 1.- No reducen las cantidades acumuladas de plutonio. La reducción es bastante más pequeña que el aumento que se genera por el uso del combustible de uranio. 2.- No ahorran grandes cantidades de uranio: en el año 2000, el ahorro supone apenas un 5%. 3.- o ahorran costes de almacenamiento; al contrario, debido a la gran cantidad de actínidos, producen más radiación y calor que le combustible de uranio y son más difíciles de manejar. 4.-Son caros: si se incluyen los costes de reprocesamiento llegan a ser hasta once veces más caros que el combustible de uranio.

POR otra parte están los problemas de seguridad. La utilización de MOX tiene tres consecuencias específicas para el comportamiento de reactor: a) Las pérdidas del quemado provocan el debilitamiento de las barras de combustible.; b) Se libera mucho más gas de fisión durante el proceso c) La vasija del reactor se puede hacer quebradiza, como consecuencia de los mayores daños por radiación, debido a la mayor energía del espectro de neutrones.

EN conclusión, los MOX no son más que una vuelta de tornillo para el lobby nuclear. Son el resultado de la búsqueda de una excelencia energética en la que el 100% de la energía llegaría a ser de origen nuclear. Pero está claro que las bases son fácilmente desmontables, revelando la demagogia irresponsable de sus impulsores.

El asunto central: ¿más energía para seguir creciendo?

ES significativo que durante años el debate de la energía nuclear haya sido prácticamente inexistente. Lovelock y sus nuevos seguidores físico-nucleares, se guardaron de publicar estas ideas durante años, apareciendo justamente en el momento más oportuno: cuando los países  estaban tratando de ponerse de acuerdo en reducir las tasas de contaminación atmosférica por CO2, provocadas principalmente por el creciente consumo de combustibles fósiles. En estas discusiones, uno de los callejones sin salida es el fantasma de un supuesto decrecimiento asociado a la reducción del consumo de CO2. Limitar las emisiones al nivel que existía en 1990, suponía para muchos un gigantesco paso atrás, renunciar a la mítica noción de “crecimiento”, meta principal del capitalismo y sin la cual el capitalismo como tal, es, sencillamente, imposible. Gráficamente, el capitalismo se autodefine como crecimiento continuo. Esto ha sido posible en los dos últimos siglos gracias a la revolución energética que supuso la disposición de una fuente de energía barata como el petróleo. Ahora que el petróleo se condenado por propiciar el calentamiento global, y que según estimaciones entramos en un periodo de declive (post-peak), aparece casualmente Lovelock anunciando el remedio único. No ha sido, pues, un hecho casual.

ESTA salida de tono estaba respaldada por el lobby nuclear que, no sería un desatino sospechar, buscó en este viejo y mítico profesor, el sello de calidad y la figura mediática óptima para lo que se presentaba como “única posibilidad de alimentar al motor del crecimiento, sin por ello contribuir a un mayor calentamiento global”. La cuestión es bien clara: la guerra al consumo de combustibles fósiles por la comunidad internacional preocupada por el calentamiento global, reforzará al sector nuclear, que aparece hipócritamente inmaculado como el único que puede garantizar las tasas de consumos de energía actuales e incluso las previstas para un horizonte de crecimiento indefinido...sin los gases de efecto invernadero.

NO es casual, tampoco el creciente debate nuclear que se activó a partir de aquella oportuna intervención de Lovelock y sus seguidores. El gobierno de España (en este momento del PSOE) empieza a mirar la energía nuclear con otros ojos que aquellos atemorizados de los años 80. Se escuchan intervenciones que indican un posicionamiento “abierto”, jornadas y encuentros de expertos (en los que lógicamente no faltan los pronucleares) y se va hilvanando una propuesta pragmática como la del físico nuclear Alonso Santos (web del Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino):

“Desde el punto de vista económico, la energía nuclear requiere inversiones notables que incrementan el riesgo financiero, sin embargo ofrece los menores costes de generación. Los estudios económicos advierten que cada país debe analizar sus características específicas y decidir la combinación óptima de las fuentes de generación de energía eléctrica, sin descartar a priori ninguna de ellas”.

SE van sentando así las bases para el inminente levantamiento de la moratoria nuclear española y la entrada al club de los nucleares, en el que están muchos de nuestros socios europeos. Lo único que nos detiene en estos momentos es nuestra desastrosa economía, pues no olvidemos que las centrales nucleares son para los países ricos.

LA coartada y el chantaje místico de Lovelock y el rearme científico del sector de la energía nuclear tiene mucho que ver con la búsqueda de lo que Coderch llama “la piedra filosofal del problema energético”. Todos somos conscientes del peligro que representan las crecientes emisiones de CO2 para el equilibrio termodinámico del planeta, y de la necesidad de pasar a otros modelos energéticos sostenibles. Hay aquí muchos intereses corporativos, desde el sector del petróleo hasta el sector nuclear. Pero seguir manteniendo este único horizonte, en el contexto de la finitud de cualquier recurso no renovable y las amenazas del calentamiento global y la salud de los ecosistemas, es una grave irresponsabilidad de la que los ciudadanos debemos cuidarnos no sólo por nosotros, sino para generaciones venideras. Sin duda hace falta una alternativa energética que sea sostenible, pero no una alternativa para mantener el mito del crecimiento indefinido que alienta el capitalismo, sino una fuente de energía renovable y que al mismo tiempo se ajuste a un nuevo modo de vida que no descanse en el despilfarro de los recursos naturales y el deterioro de la calidad ambiental. Este mundo no es una entelequia, es algo posible. Lo esbozaremos en un próximo capítulo, también sobre energía.

(1) Greenpeace (2009), “Diez razones para ser antinuclear”.

URL: http://www.greenpeace.es/yosoyantinuclear/decalogo.php

(2) Lovelock, J. “La energía nuclear es la única solución ecológica”. El País, 20-6-2004. p.17-18

(3) Comby, B. Environmentalists for nuclear energy. Editions INR, Paris

(4) Gómez Cadenas, J.J. (2009), El ecologista nuclear: alternativas al cambio climático. Espasa Calpe, Madrid

(5) Lozano Leyva, M.(2009) Nucleares, ¿Por qué no?. Debate, Barcelona

Castejón, F. (2006) “La energía nuclear, otra vez en el candelero”. Viento Sur, 89: 97-104

(6) Coderch, M. (2004), “James Lovelock y el espejismo nuclear: De Gaia a Westinghouse”. Crisis Energética, nº 22-6-2004.

URL: http://www.crisisenergetica.org/staticpages/index.php?page=2004062291631543

(7) Ecologistas en Acción (2008) “¿Puede la energía nuclear ser solución para el cambio climático?”.

URL: http://www.ecologistasenaccion.org/spip.php?article814&artsuite=12#outil_10

(8) Greenpeace (2008). Una energía sin futuro. Desmontando las mentiras de la industria nuclear. Area de Energía y Cambio Climático de Greenpeace España, Madrid.

(9) The Greens (2009) La energía nuclear no salvará nuestro clima: 40 hechos y argumentos. European Free Alliance. In the European Parllament.

URL: http://www.greens-efa.org/cms/topics/dokbin/1981/181215.pdf

(10) Pam. L., Boer, J. y Bannink, D. (1997) Los peligros y riesgos del uso de MOX (Mixed Oxide Fuel). Dirk Bannink (Ed.) (traducción de R.mJiménez y P.mPrieto)

URL: http://www.antenna.nl/wise/469-470/index.html

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