Coordinador del Gabinete de Estudios de la Naturaleza de la Axarquía

OPINIÓN. El buen ciudadano. Por Rafael Yus
Ramos
Coordinador
del Gabinete de Estudios de la
Naturaleza de la
Axarquía
23/09/10. Opinión. “Me voy a atrever a declarar, a costa de ser políticamente
incorrecto, o incluso tachado de insolidario o reaccionario, que no apoyo esta huelga” apunta el colaborador
de EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com en este
artículo que desgrana los motivos de esta postura: falta de ideales, falta de
alternativas, falta de cuestionamiento de la economía sumergida… “Hubiera apoyado ésta y todas las huelgas que fueran
necesarias para presionar a los partidos e instituciones para que cambien el
sistema económico, no de forma drástica, sino con los tiempos y pasos que
precise, no en una dirección de crecimiento, de búsqueda de nuevas burbujas,
sino al contrario, de decrecimiento, disminuyendo el ritmo de consumo de recursos
y de deterioro del medio ambiente, hasta alcanzar la capacidad de carga real de
un planeta ya enfermizo”, añade el coordinador de Gabinete de Estudios de la Naturaleza de la Axarquía.
¿Huelga
general para volver a la burbuja? No, gracias
COINCIDE el
momento de presentar esta columna en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com con la organización de una Huelga General para el próximo
día 29 del presente mes de septiembre. El país está a la deriva, con un
porcentaje de parados tan inaceptable como las medidas (reforma laboral) para
reducirlo, un déficit público elevado que se pretende bajar con medidas tan
impopulares como la reducción y congelación de salarios a los funcionarios y
pensionistas, etc. El panorama es desolador y hasta una huelga general puede
parecer un conflicto social ínfimo frente a la envergadura de la situación. Comprendo
y respeto, pues, que se haya convocado una huelga general, es una herramienta
de presión que legítimamente disponen los trabajadores y no seré yo el que
cuestione el sindicalismo y la necesidad de este tipo de estructuras. Sin
embargo, en este espacio me voy a atrever a declarar, a costa de ser
políticamente incorrecto, o incluso tachado de insolidario o reaccionario, que no apoyo esta huelga. Y las razones,
si el lector no quiere leer más, se pueden resumir en el título de este
artículo.
1.- Porque a diferencia de lo que cree mucha gente, sobre todo los ultraliberales, no es cierto que haya pasado el tiempo de las ideologías. Las motivaciones de una persona no se rigen únicamente por el estómago, sino también por las ideas o, de una forma más general, los ideales. Curiosamente, algunos articulistas liberales también niegan el apoyo a la huelga porque, según ellos, esta huelga está politizada, porque esta huelga es “ideológica”, de la extrema izquierda que quiere saquear a los ricos, etc.
DISIENTO totalmente de estas afirmaciones. A esta huelga le faltan
ideales. Un ideal de sociedad, un ideal de sistema político y un ideal de
sistema económico. Hay huelga porque hay crisis económica y por ello no
alcanzamos el bienestar del que hemos disfrutado hasta ahora. No importan las
causas de esa crisis y si ese bienestar ha sido un espejismo que estaba
destinado a romperse en mil pedazos. Y sin embargo, lo importante no es el
bienestar que podamos disfrutar en una temporada más o menos larga, sino el
bienestar durable y esto exige un cambio en nuestras concepciones de lo que
debe ser nuestra sociedad y nuestra economía. Pero en esta huelga nada de esto
se cuestiona, es como si no hubieran ideas de reemplazo. Sólo está claro que
queremos salir de la crisis y alcanzar el nivel de bienestar que teníamos hasta
hace poco (como mínimo).
2.- Porque este país sólo se moviliza cuando se desinflan las
burbujas económicas. Si examinamos la historia reciente de España, las huelgas
generales que se han convocado se produjeron tras vertiginosos procesos de
desinflación de la burbuja económica que les precedieron. Una burbuja económica
es una metáfora de un proceso de crecimiento (gráficamente, una burbuja se va
haciendo cada vez más grande). Pero esto sólo soporta el tiempo en que se
mantienen ciertas condiciones o factores que tienen la condición de ser
fluctuantes, por lo que tras esa etapa de crecimiento de la burbuja, se produce
el estallido de la misma y sobreviene la crisis.
LA cuestión es que después de las huelgas que siguieron a
estos estallidos, y no gracias a políticas determinadas, sino más bien a los
aparentes beneficios de la economía globalizada y abierta de nuestro país, la
economía parecía recuperarse, y a inflarse otra burbuja nueva. El discurso político
quiere atribuirse estas mejoras económicas cuando lo más que han hecho las
instituciones políticas es “facilitar” las condiciones para que otros inflen la
burbuja y obviamente saquen un buen rendimiento de ello, al tiempo que mantuvieran
contenta a una población que adquiere así la ilusión de que la huelga general
ha sido el detonante de la recuperación económica.
3.- Porque ni tan siquiera cinco millones de parados ha generado
la conflictividad social que merece la situación en la que nos encontramos. En
este contexto, una huelga general es apenas al más que una jornada festiva.
Durante todos los años que llevamos de crisis, la sociedad española apenas ha
generado conflicto alguno. Y debemos preguntarnos cuál puede ser la razón de
ello. No creo que haya sido por civismo, responsabilidad o sumisión a los
hechos. Más bien, todo parece indicarlo, al funcionamiento de la economía
sumergida, que ya venía funcionando antes de la crisis y que ahora, como una
especie de piloto automático, ha seguido brindando salida a las necesidades
sociales del día a día. Todos hemos sido testigos de abarrotamiento de los
supermercados, las cestas llenas hasta arriba, de familias teóricamente
humildes, con más de un miembro en paro. O de la construcción de chalés en el
campo en plena crisis. Aunque también los hay que tienen que rebuscar alimentos
caducados en los contenedores, pero esto ha estado ahí incluso en lo más alto
de la burbuja.
NO sé el éxito que tendrá la huelga general, pero por los
sondeos advierto que si en junio había un 50% de personas que no secundaría la
huelga, ahora, unos días antes del acontecimiento, la cifra aumenta al 55%.
Puede que haya cierto nivel de desprestigio de las instituciones sindicales,
pero también puede ser que la población se haya ido “acoplando” a la nueva
realidad de los hechos. Y sospecho que en este acoplamiento tiene mucho que ver
nuestra inseparable economía sumergida. Nada más nefasto para nuestro futuro,
porque no es necesario explicar aquí el enorme perjuicio que supone la economía
sumergida para el mantenimiento del estado del bienestar. La huelga no
cuestiona nada de esto, parece aceptarlo como algo consustancial con nuestra
cultura.
4.- Porque faltan ideas alternativas a las que ya viene
desarrollando el gobierno de España. La huelga pretende restaurar un sistema
económico que sólo puede funcionar con medidas como las que ha puesto en marcha
este gobierno, que serían las mismas que las que aplicaría cualquier otro
partido político, especialmente los más liberales. Nuestro país tiene un
sistema económico capitalista en el contexto de una economía globalizada en el
ámbito europeo y a nivel mundial. Este sistema lo comparten los principales
partidos españoles, tanto de derecha como de izquierda (rehúso a añadir
siglas), y la sociedad está contenta con ello porque siguen siendo partidos
mayoritarios, hasta el punto de instaurar el nefasto bipartidismo. Por eso no está claro, como afirman algunos,
que esta huelga sea “política”, para desgastar al gobierno. Puede que haya este
tipo de intereses políticos, aunque tampoco están muy definidos: no hay un
mensaje claro en contra del gobierno, sino más bien en contra de una situación,
aunque la derecha seguramente sí podrá sajar tajada para sus aspiraciones de
poder.
CIERTAMENTE, pese a abrazar el mismo sistema económico capitalista
globalizado, hay algunas diferencias entre el partido de la llamada “izquierda”
respecto de la llamada “derecha”, principalmente en el nivel de intervención
del Estado en los asuntos económicos privados, lo que se llama “mercado”, que,
según sus defensores, debe autorregularse. Ahora bien, si el partido de
izquierda afronta la crisis con medidas perfectamente lógicas en este esquema
capitalista, ya nos podemos imaginar que el partido de derecha añadiría medidas
tan o más impopulares aún. Porque las reglas del juego capitalista son las
mismas para todos, solo que unos adoran mas que otros al becerro de oro del
“mercado”.
ESTA huelga debería haber sido una oportunidad para presentar
ideas, alternativas para generar un sistema económico menos oscilante, más
estable. Y sin embargo, estas ideas y alternativas han estado ausentes. Como
excepción, algunos sindicalistas han hablado de que paguen los que generaron la
crisis (es decir, los bancos). Otros sindicalistas han señalado que en vez de
recortar los sueldos a los funcionarios y congelar las pensiones, se debería
aumentar los impuestos a los que más tienen, los ricos. Pero estas propuestas,
en el actual sistema económico, son cuestionables. Por ejemplo, si los ricos se
ven acosados por los impuestos, se producirá una fuga de capital y dejarán de
invertir en empresas que son las que generan riqueza y empleo. Si los bancos se
ven acosados por el Estado, dejarán de buscar negocios en los préstamos, que
han sido hasta ahora la gasolina que ha puesto en marcha el motor que infló la
burbuja inmobiliaria. Todo lo que se haga en el marco de este sistema económico
está condenado a seguir las reglas del juego del capitalismo neoliberal, con
todas sus consecuencias. Si queremos que esto cambie, tenemos que cambiar el
sistema político y también nuestras actitudes sobre lo que es “calidad de
vida”. Pero nada de esto se plantea en esta huelga. El sistema no se cuestiona,
se cuestiona que aún no haya empezado a inflarse una nueva burbuja.
5.-Porque
la única huelga (y no de un día, sino del tiempo que haga falta) que yo
secundaría sería una huelga que se replanteara radicalmente nuestro sistema
económico, donde está el origen de todos nuestras penurias. Es posible que a la
mayoría de la población no le preocupe esta cuestión, sino la de manifestar su
descontento y exigir que se recomponga nuestra economía y alcancemos cotas
razonables de desarrollo. La cuestión, sin embargo, no es tan sencilla, porque,
para empezar, ¿qué entendemos por desarrollo? Para muchos significa seguir
creciendo, o como mínimo seguir como estábamos (durante la burbuja). No hay que
buscar muchos argumentos para afirmar que este modelo de desarrollo es
literalmente insostenible. “Es
pan para hoy y hambre para mañana”, un antiguo dicho español que podría resumir
muy bien la cultura del cortoplacismo y la cultura del pelotazo que es la
máxima aspiración de muchos españoles. Un dicho popular que viene a mostrarnos
la distancia que hay entre el discurso políticamente correcto de la
“sostenibilidad” y la realidad económica del día a día. Porque para que nuestro
desarrollo sea sostenible tenemos que pensar en evitar ese posible “hambre para
mañana” y repensar con racionalidad la cantidad de “pan para hoy”.
LA sostenibilidad exige perspectivas amplias tanto en el espacio (la realidad mundial, no sólo la de los países ricos) como en el tiempo (el futuro, no sólo el día a día). No voy a secundar una huelga que no plantee luchar por algo tan básico en el siglo XXI como es la sostenibilidad. La sostenibilidad no puede plantearse sin estos dos ejes, por lo que una huelga, cuya función es presionar para solucionar la situación actual, no sirve para esta función. Nadie está dispuesto a hacer una huelga por el bienestar de generaciones venideras, ni por la hambruna que están padeciendo los países en vías de desarrollo. La huelga es local y actual y, por tanto, es insolidaria, sin la cualidad que debe impregnar el discurso de la sostenibilidad.
TODOS los políticos han aprendido (aunque no siempre entendido) la expresión “desarrollo sostenible”, pero nadie actúa en consecuencia. Cuando sobrevino la crisis (que en realidad se estuvo anunciando años atrás), algunos partidos de izquierda, algunos comentaristas e ilustres economistas, advirtieron rápidamente cuál era el cáncer de la economía española: el monopolio de la actividad inmobiliaria (exclusivo en lugares como la Costa del Sol, por ejemplo). Todos estuvieron de acuerdo en que habría que impulsar una economía más diversificada, con mayor valor añadido que la construcción. El propio Gobierno de España, influido por esta ola de reflexión y mea culpa, empezó a bosquejar lo que finalmente se llamó Ley de Economía Sostenible. Una ley que es como un disparo fallido, hace ruido y no sale la bala. En cierta ocasión la simbolicé como “un colcha hecha de retales”. Porque esa ley era eso, una serie de medidas destinadas a diversos ámbitos de la economía sin ningún denominador común, algunas incluso fuera de lugar como la famosa normativa sobre los derechos de autor en internet, pero no fui capaz de ver nada que tuviera que ver con la sostenibilidad.
DE hecho, la misma expresión de “economía sostenible” es un sin-sentido pues ¿qué quiere decir esto? Dicho de esta manera sería como un sistema económico que se pueda mantener en el tiempo, es decir que sea “duradero”. Esto tiene poco que ver con el desarrollo sostenible. Una economía no es algo que pueda ser o no sostenible, es simplemente una rama del saber para abordar asuntos económicos. Como tal no puede ser duradera, debe servir para solucionar asuntos económicos y si no es así, cambiarla. Por lo tanto, no sólo no tiene nada que ver con el desarrollo sostenible sino que la economía duradera no debería plantearse nunca para ningún sistema económico, no digamos el desarrollo sostenible.
¿HA servido de algo esta ley? Seguramente me podrán aportar muchas obras que han dado empleo con dinero del Estado, pero para este viaje no hacía falta este tipo de alforjas. Se le podría haber llamado “fondos tal”. En Vélez-Málaga, por ejemplo, una de la obras que se han hecho a partir de esta Ley es una rotonda a la entrada de la ciudad, que reza como “adecentamiento de la entrada de la ciudad”, una obra por cierto de muy mal gusto y que destruye el precioso fondo escénico y paisajístico de la entrada de la ciudad, con la Fortaleza y el pico Maroma al fondo.
LOS ecologistas tenemos una ideología. Aspiramos a un mundo en
el que haya paz entre las personas y entre las personas y el medio ambiente.
Venimos denunciando, desde hace decenios, que el sistema económico capitalista
(desarrollista), que impera en el mundo, ha esquilmado los recursos naturales y
ha provocado un deterioro irreversible de la calidad ambiental en el mundo.
Hace tiempo que la actividad humana, especialmente la de los países
desarrollados, como el nuestro, ha sobrepasado la capacidad de carga del
planeta, la huella ecológica (superficie
del planeta necesaria para aportar recursos y metabolizar residuos de la
humanidad) de los países desarrollados
es el triple de la máxima posible, de modo que si todos los países del mundo
tuvieran el mismo nivel de consumo y destrucción ambiental que los países
desarrollados, necesitaríamos tres a cuatro planetas. Los países desarrollados
podemos hacer una huelga para recuperar el nivel de consumo que alcanzamos en
temporada de burbuja, pero debemos ser conscientes de que ese consumo se
alcanza a costa de recursos que, en muchos casos, ni tan siquiera están en
nuestro país, sino en otros países, generalmente en vías de desarrollo, porque
estos países no los pueden usar para su propio desarrollo. Hacer una huelga
para conseguir alcanzar este nivel de despilfarro de recursos y de inercia
contaminadora es, como mínimo, un sin-sentido para un ecologista.
LOS ecologistas defendemos un modelo de desarrollo que sea sostenible, lo cual nos conduce a un
sistema económico que racionalice el consumo de recursos y frene la
contaminación, se preocupe por la situación de otros países y por las
generaciones venideras. No creo que estas cosas estén en el tintero de quienes
organizan esta huelga. Pero incluso el desarrollo sostenible es una idea que se
queda corta. Posiblemente tengamos que plantearnos algo más drástico, dada la
gravedad de la situación: el decrecimiento.
Los países desarrollados hemos alcanzando tal nivel de crecimiento que sería un
suicidio colectivo seguir adelante con esta dinámica. Ahora, más que nunca, es
el momento de demandar un modelo económico anticapitalista, inspirado en la
noción de decrecimiento, de ir para atrás, de buscar un nivel óptimo de
crecimiento que pueda permitir la vida equilibrada en el planeta y la de
futuras generaciones.
EL decrecimiento
debe implicar una importante reducción en los niveles de producción y consumo
que tanto caracteriza al capitalismo y tanto ansía la población que se
manifiesta el día 29. Requiere un cambio fundamental en nuestra escala de
valores en la que prime más el ser que el tener, la solidaridad o cooperación
sobre la competitividad y el individualismo. Y si para ello tenemos recuperar
la sobriedad de las sociedades pre-consumistas,
tener menos sueldo y compartir puestos de trabajo, lo haremos con la
ganancia de más tiempo de ocio, más oportunidades de relación entre las personas,
una sociedad más cohesionada y más madura para afrontar los retos sociales y
ambientales, y más solidaria con las generaciones actuales y futuras.
ESTAMOS perdiendo la oportunidad de utilizar el revulsivo de la crisis económica para plantear seriamente un cambio drástico de rumbo, con el sacrificio de todos, el sacrificio de nuestras ideas cornucopianas de progreso, de bienestar, etc. asociadas al hiperconsumo. Volver a tiempos en los que este nivel de consumo era mucho más bajo, con la ventaja de que ahora podemos atender también a la pobreza, para que todos podamos tener un digno lugar en este planeta, sin por ello destruirlo para generaciones venideras.
EN conclusión, respeto el derecho a la huelga y manifestación de todos los conciudadanos españoles que el día 29 la secundarán, pero no veo razonable que secunden esta huelga personas u organizaciones, como los ecologistas, que teóricamente se rigen por unos ideales. Ciertamente, ecologistas como Ecologistas en Acción, secundan la huelga del día 29, intentando diferenciar su discurso, dejando claro que están en contra del desarrollismo. Pero al final ese discurso será silenciado con la vorágine del sindicalismo, pasando a ser unos auténticos convidados de piedra. Entiendo y comparto que un trabajador en paro, que está pasando penurias busque en esta huelga una forma de presionar a las instituciones para que se arregle la situación. Pero los que luchamos por una ideología tenemos que anteponer las ideas a las necesidades perentorias del presente. Hubiera apoyado ésta y todas las huelgas que fueran necesarias para presionar a los partidos e instituciones para que cambien el sistema económico, no de forma drástica, sino con los tiempos y pasos que precise, no en una dirección de crecimiento, de búsqueda de nuevas burbujas, sino al contrario, de decrecimiento, disminuyendo el ritmo de consumo de recursos y de deterioro del medio ambiente, hasta alcanzar la capacidad de carga real de un planeta ya enfermizo.
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