Coordinador del Gabinete de Estudios de la Naturaleza de la Axarquía
25/01/11. Opinión. Tras reflejar las diferentes opciones que se han planteado en el “largo debate” sobre el Guadalmedina, Rafael Yus destaca en esta colaboración con EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com lo que debe ser una prioridad de acción en la que coinciden prácticamente todos los actores...
OPINIÓN. El buen ciudadano.
Por Rafael Yus Ramos
Coordinador del Gabinete de Estudios de la Naturaleza de la
Axarquía
25/01/11. Opinión.
Tras reflejar las diferentes opciones que se han planteado en el “largo debate”
sobre el Guadalmedina, Rafael Yus destaca en esta colaboración con EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com lo que debe ser una
prioridad de acción en la que coinciden prácticamente todos los actores que
sobre el río de Málaga han opinado: “Las actuaciones sobre el tramo urbano del Guadalmedina no son prioritarias, puesto que no
resuelven ningún problema que no tenga solución a través de otras medidas. Lo
prioritario es actuar sobre la cuenca
del río para disminuir su peligrosidad, siendo la principal la forestación de
la margen derecha, seguidamente de actuaciones sobre los sistemas de captación
(presas). Sin estas actuaciones no es pertinente, incluso sería arriesgado,
plantear ningún tipo de actuación sobre este río. Es el momento de declarar
esta forestación como de interés territorial prioritario, y mientras tanto, el
Ayuntamiento debe esforzarse en limpiar y mantener limpio el cauce, hacer
campaña para un buen comportamiento ciudadano en cuanto a residuos”, sostiene
el experto ecologista.
Guadalmedina for ever. Entre la ocultación y la exhibición del río de Málaga
EN estos días se ha retomado un largo debate, tal vez demasiado largo y con pausas de silencio también demasiado largas, sobre el futuro del río Guadalmedina a su paso por la ciudad de Málaga. La intención de actuar sobre el Guadalmedina tiene una larga historia de propósitos fallidos, como lo prueban las palabras del ingeniero militar Jorge Próspero de Verboom cuando, en el siglo XVII, presentó la primera propuesta para desviar el río Guadalmedina y afirmó: "Esta no es obra para una ciudad, sino para un rey". Y desde entonces no se ha cerrado esta permanente ilusión. En la España democrática, el primer alcalde, Pedro Aparicio, encomendó estudiar la viabilidad de la desviación del río y su embovedamiento, pero los técnicos concluyeron que no existían garantías de que pudiera resistir una gran avenida de agua y se optó por dejarlo abierto y reforzar el encauzamiento. Luego le siguió Celia Villalobos, quien encargó un estudio que confirmaba que técnicamente era posible soterrar el cauce al menos en los dos kilómetros de su recorrido, pero el proyecto no se licitó porque el PP perdió las elecciones. El último intento provino de la Cuenca Mediterránea Andaluza y la Fundación Centro de Investigaciones Estratégicas y de Desarrollo Económico y Social (CIEDES), formada por administraciones, sindicatos y otras entidades, acordaron en noviembre de 2007 solicitar al Centro de Estudios y Experimentación de Obras Públicas (CEDEX), dependiente del Gobierno central, un estudio para determinar cuál era la mejor solución hidrológica en la futura integración del río Guadalmedina en la ciudad. Este estudio es el que ha reactivado actualmente el interés de los malagueños por su río.
ME parece saludable que exista debate, que se confronten, complementen o fertilicen entre sí ideas y experiencias sobre algo tan notable como un río de ciudad. Pero que no se olvide que por allí pasa un río. Que no ocurra como en otras ciudades, pongamos por caso, Rincón de la Victoria, que creyó ingenuamente que tapando los torrentes dejarían de existir. Ingenuidad que le ha costado sufrir varias inundaciones y las que, lamentablemente, quedan por soportar.
LAS relaciones entre ríos y ciudades son historias de amor y odio, de querencias y rechazos que se hunden en las profundas raíces de nuestro pasado histórico. Los ríos no discurren por las ciudades, sino que son las ciudades las que invaden a los ríos. Este hecho, de todos conocido, a veces se olvida en estos debates. Los seres humanos siempre hemos encontrado en los ríos la fuente de ese líquido fundamental, que forma el 70% del peso de nuestro cuerpo, que es el agua. Desde tiempos primigenios hemos acudido a estas fuentes en busca de agua y alimento (pesca). Posteriormente, con el sedentarismo neolítico, buscamos estos lugares para obtener el recurso fundamental para el desarrollo de la agricultura hortícola, para extraer agua para las casas, para mover ingenios, y así sucesivamente. Para mayor comodidad, evitar largos desplazamientos, empezamos a construir nuestras casas en las vegas de los ríos, aún a pesar de ser conscientes de su peligrosidad, pues las clases más pudientes siempre procuraban lugares menos expuestos. Este hecho es histórico, y también actual, tanto en el tercer mundo como en los países desarrollados, donde también hay tercer mundo para determinadas clases sociales. La eventualidad de los fenómenos catastróficos, las inundaciones y los deslizamientos de tierras, es lo suficientemente espaciada a escala humana como para olvidar la espada de Damocles que supone vivir en una zona inundable. A pesar de ello, se construye en estas zonas, incluso hoy día, con ordenamientos urbanísticos que desestiman estas zonas como habitables.
ASÍ nació Málaga, extendiéndose desde el monte protector de Gibralfaro hacia la vega del río que más adelante los árabes llamarán Oued-al-Medin (= “río de la ciudad”). Un río que, según testimonios históricos, era navegable, hecho que de por sí lo convertía en un medio ideal de transporte de mercancías, como seguramente aprovecharon los afamados comerciantes fenicios. Posiblemente este hecho también promovería el crecimiento de almacenes y viviendas relacionadas con este canal de transporte. En definitiva, existía un río, activo desde antes de que llegaran los primeros seres humanos a este lugar. Y sigue estando ahí porque no hay otro sitio por donde desaguar las aguas pluviales de su extensa cuenca fluvial. Podemos represar sus aguas, podemos desviar su cauce, pero por alguna parte se tendrá que desaguar lo que no podemos controlar, y qué mejor sitio que su propio recorrido natural.
SENTADA esta base, la polémica actual se centra en dos opciones: embovedar el río, o restaurarlo como tal, sin olvidar que siempre hay una tercera opción que me reservo para el final: dejarlo en paz y resolver otras cosas prioritarias. Este encendido debate es subsidiario de otros problemas no resueltos de la ciudad: la falta de espacios verdes, los problemas de movilidad (especialmente en dirección N-S), la falta de una cultura cívica sobre la limpieza, el alto precio del suelo, etc. Son problemas que la ciudad tenía que haber resuelto hace tiempo, con una buena planificación, y que ahora, después de no haber hecho adecuadamente sus deberes, intenta solucionar con el golpe de timón de su río. Por este motivo, planteamos si no estamos ante un falso debate que enmascara otros que tenían que haberse planteado prioritariamente.
NO es casual que el asunto del Guadalmedina emerja en las proximidades de la celebración de elecciones municipales. Es el momento de tomar un tótem (el Guadalmedina ya lo es), y utilizarlo para remover la papeleta electoral de los votantes. El recurso es hábil porque la ciudadanía lamenta el estado actual de este río y este sentimiento puede aprovecharse para inclinar la balanza del voto. Y es inteligente porque permite desviar la atención sobre la falta de ideas y asumir responsabilidades por dejación de funciones y meteduras de pata durante pasadas legislaturas.
SE transmite así la idea simplista de antinomia ideológica típica de nuestro nefasto bipartidismo: la derecha, partidaria del desarrollismo, aboga por más infraestructuras, por lo que opta por el embovedamiento: la izquierda, partidaria de la calidad ambiental, aboga más por la recuperación del río, pero en este caso, como esta izquierda política tampoco tiene claro este asunto, plantea otra solución, también “progre”: la apertura de un concurso de ideas, consulta popular, etc. con la única y enigmática premisa de que sean soluciones “verdes” (?) y, eso sí, abierto. Una dicotomía falsa, porque ni los populares ni los socialistas son coherentes con estas dos tesis. Así, si Bendodo y De la Torre (PP) abogaban por el embovedamiento, luego se descolgó De la Torre diciendo que “está abierto” a otras opciones. En el PSOE hay más lío todavía: si María Gámez y Hernández Pezzi abogan por enigmáticas soluciones “abiertas” y “verdes”, otros compañeros de sus filas, como Pendón y el propio Consejero de Medio Ambiente, Díaz Trillo, abogan por el embovedamiento, gráficamente “la nueva calle Larios” en palabras de este último. A pesar de esta falta de coherencia ideológica, en el imaginario va quedando soldada la mencionada asociación PP-Embovedamiento versus PSOE-Soluciones “verdes”.
DE este modo, alcaldes y alcadables tratan de esconder su falta de ideas nuevas, de apuestas por la modernidad y por la calidad de vida de la ciudad, para ahondar en la “herida” del Guadalmedina, una metáfora malintencionada que, lo han dicho otros como Paco Puche, infunde la tergiversada idea de que hay que “cerrarla” con operaciones quirúrgicas de mayor o menor calado. Examinemos las opciones planteadas en el debate actual.
1. La opción de embovedado.
POSIBLEMENTE ésta sea la idea más fácil de vender para los sufridores malagueños, que ven diariamente la pocilga que llamamos río y que tiene problemas en la circulación. El acalde actual oculta su responsabilidad sobre estos problemas y saca de la chistera la solución mágica: embovedar el río. Una idea que conecta también con esa ingenua asociación, propia de los urbanitas, entre grandes infraestructuras y desarrollo, calidad de vida, grandiosidad, orgullo de ciudad, etc. Se resuelve así el problema de la movilidad N-S y también E-W y se logran aprovechamientos de suelo que son oro bendito.
LA idea ya estaba planteada en el ordenamiento urbano, donde, en palabras de su redactor, Damián Quero, en la actual revisión del planeamiento se puso sobre la mesa una opción de actuación, consistente en la creación de “una avenida de plazas, con las que unir las dos márgenes del río”. La idea del embovedamiento completo fue inicialmente defendido por el actual alcalde, Francisco de la Torre, que aboga por “el embovedamiento completo de la traza urbana del Guadalmedina, para su aprovechamiento como espacio de convivencia ciudadana y de zonas verdes, al tiempo que dando cabida a infraestructuras viarias y de transportes en la parte inferior”.
EN efecto, el regidor, aclara que ésta sería «una forma inteligente de utilizar ese espacio», ya que «por debajo cabe hacer de todo y por arriba podría ser un elemento de ornamentación». Aclara que el proyecto no se puede plantear únicamente como poner una tapa de muro a muro en el cauce actual, sino bajando hasta el nivel de la calle e integrándolo en la ciudad. El cauce tiene una pendiente muy fuerte que permitiría bajar el nivel del lecho. Entre el cajón de desagüe y la superficie quedaría espacio suficiente para darle un uso como aparcamiento, viales o para una hipotética línea de metro: «Hay que ver cómo se utiliza lo de arriba, pero también lo de abajo».
SIN embargo, más adelante Francisco de la Torre matizó su defensa del embovedado al señalar que el informe del Cedex, solo concluye que es posible cubrir el encauzamiento, no que sea obligatorio hacerlo. Lo que sí está claro para el alcalde de Málaga es que hay que mantener el cauce libre, es decir, no se puede plantar árboles ni llevar a cabo fórmulas de embellecimiento, porque periódicamente es invadido por el agua. A su juicio, el embovedado da unas opciones de utilidad para la ciudad que otra fórmula no permite, por lo que ve más ventajas a embovedar que a no embovedar, ya que sólo ve posibilidad de embellecer y mejorar la zona si se emboveda, pudiendo hacer jardines, plazas o esculturas.
EL Informe del CEDEX, sin embargo, es cauto en estas conclusiones. Aunque no descarta la posibilidad de embovedar el tramo final del río Guadalmedina, lo condiciona a un caudal no superior a los 600 m3/s para el que fue diseñado el actual encauzamiento (400 m3/s del río y 200 m3/s de los arroyos). Si el caudal fuera superior a esos 600 m3/s (ej. 700-800 m3/s) admiten que se producirían desbordamientos o daños materiales sobre las infraestructuras, por lo que no sería posible cubrir el encauzamiento. Para garantizar esta cifra límite, plantea tres alternativas, que pasan por: a) disminuir el caudal desde la presa del Limonero o con derivaciones a otros cauces o aumentar la capacidad con una serie de mejoras técnicas b) Cambiar las normas de explotación de la presa del Limonero para controlar el caudal que entra en el encauzamiento, de cara a disminuirlo y c) Ejecutar determinadas derivaciones a otros cauces, de manera que disminuya el caudal de entrada al actual encauzamiento, y también desarrollar una serie de mejoras técnicas y modificaciones en el propio cauce para aumentar su capacidad. Por otra parte, un informe de EGMASA añadía que el embovedamiento con las condiciones actuales es factible siempre que se garantice un mantenimiento y limpieza adecuados de la traza fluvial.
COMO hemos señalado anteriormente, esta opción es defendida por el todavía presidente de la Diputación de Málaga, Salvador Pendón, quien afirmó literalmente que esta opción era fundamental porque: “para compactar la ciudad debe haber una continuidad urbana; no podemos dejar por más tiempo esa cicatriz. Los embovedados en otras ciudades han obtenido resultados extraordinarios y las expectativas urbanísticas de la zona en Málaga lo requieren, pues harán falta más vías de comunicación. La ciudad está desarticulada y para hacerla más compacta necesita una espina dorsal, no el Guadalmedina. Hay superficie suficiente para varios carriles de tráfico y para el uso público, así como para la instalación de terrazas, puestos de flores o mercadillos”. Afortunadamente Pendón será pronto un cadáver político, porque estas declaraciones indican una falta de sensibilidad total hacia la calidad de vida en la ciudad, tiene una especie de horror vacui hacia los espacios urbanos abiertos y necesita llenarlos de hormigón.
ESTA idea también es defendida por el ingeniero José Alba, quien en primer lugar reniega del río porque simplemente no lo ve como un río y en cambio, conoce experiencias como la de Niza o Almería, que demuestran que es posible y deseable. De la Torre también resalta el ejemplo de Almería, donde tras 25 años de debate ciudadano, se decidió embovedar la rambla de Belén, de forma que se encajonó todo el río y toda la zona se hizo peatonal. Para lograr la seguridad hidráulica el proyecto incluyó un cajón destinado al paso del agua de forma soterrada, al tiempo que se hicieron hasta siete presas de cabecera cuya misión no era la de recoger el agua sino regular su paso, al objeto de evitar grandes volúmenes. A partir de ahí se acometió una urbanización que incluía aparcamientos y un bulevar en superficie.
A esta idea se han opuesto, lógicamente, los partidarios de la segunda opción que veremos a continuación. Así, Hernández Pezzi admite el peligro de desestimar la amenaza hidráulica, al señalar que “cualquier solución que se dé al río no puede ser rápida ni cómoda ni electoralista, sino que hay que considerar las avenidas de agua". Por otra parte, advierte que la tendencia de creación de avenidas o bulevares es que éstas acaben siendo simples carreteras con algunas macetas de adorno. Indica también que el caso del soterramiento de la rambla de Almería no es equiparable al Guadalmedina, ya que aquél es un río seco desde hace mucho tiempo. Finalmente, la conversión del río en un potente eje de tráfico rodado elevaría la temperatura media de la ciudad 2-3ºC en lugar de luchar o mitigar el cambio climático.
POR su parte, la candidata a la alcaldía, María Gámez afirma que “cerrar el río es olvidarse del agua, que es un elemento que puede ser una oportunidad para la ciudad", por lo que es partidaria de dejar una lámina de agua o un pequeño caudal. El objetivo es lograr el disfrute del ciudadano y alejado del aumento del tráfico, la seguridad de la actuación ante las riadas y recoger ideas a través de la participación ciudadana.
EL arquitecto Ortíz de Villajos indica que, a priori, con la diferencia de cota que tiene el cauce, tiene más capacidad de absorber las soluciones a los tejidos que tiene a sus dos márgenes, que con el embovedado de cabo a rabo. “Con un espacio plano (al embovedar) no vamos a resolver las cosas”.
LAS críticas de Ecologistas en Acción se centran en el derroche económico innecesario, ya que esta infraestructura costaría 800 millones de euros, lo que en tiempos de crisis su simple proposición es quimérica. Por otra parte plantea muchas dudas técnicas, pues el embovedado conlleva un riesgo de fractura, taponamientos e impredecibles consecuencias en lo que a seguridad ciudadana se refiere. Nadie asegura que el río no vuelva a su cauce tras una gran riada, inundando la zona embovedada, con lo que el desastre estaría garantizado. Por otra parte, desde un punto de vista histórico y cultural, eliminaría una de las señas de identidad de esta ciudad.
2. La opción de la restauración
FRENTE a la opción de la “ocultación”, se abren otras opciones que pasan por la “exhibición”, del río de la ciudad. Son posturas que mantienen el orgullo de poseer un río y de reconocerlo como seña de identidad de la ciudad. La candidata María Gámez no ha desarrollado su adhesión a esta opción, pero se manifiesta en contra del embovedamiento y aboga por soluciones “abiertas y verdes”, manifestando su deseo de que sean producto de la participación de los ciudadanos. Su compañero de equipo, el arquitecto Hernández Pezzi, ha sido un poco más explícito al señalar que hay muchas opciones posibles distintas del embovedamiento total del río, todas ellas "creativas imaginativas, cultas, modernas y ambientalmente saludables", tales como "puentes plaza, bajar el fondo del cauce, laminar las avenidas si se reduce el caudal arriba, hacer un paseo de ribera con láminas de agua, una instalación de luces nocturnas o instalaciones hoteleras y de turismo que sean desmontables en épocas de máximas avenidas". Apuesta por "un gran espacio público de conexión de márgenes" y por "una solución compartida", poniendo como ejemplo la experiencia de Monterrey (México), donde el cauce del río ha sido reutilizado, en forma de canales y actuaciones para diversos usos ciudadanos sin recurrir a cubrirlo en todo su trazado.
EL geógrafo Ruiz Sinoga es partidario de dotar a este espacio de un marcado carácter social y de ocio, y al tiempo garantizar el uso por parte del río ante eventos extremos de 'su cauce', sin incremento de su vulnerabilidad actual, podría ser la creación de un parque fluvial, en el estricto sentido del término, esto es, parque en tanto que sin los actuales paredones que suponen el encauzamiento se recuperaría la conexión entre ambas márgenes, y fluvial porque mediante un sistema de bombeo y a muy bajo régimen de caudal podría circular el agua desde la presa hasta la desembocadura, con las pertinentes actuaciones hidráulicas, mejorando sensiblemente la calidad ambiental. Este planteamiento tendría además la virtud de ser respetuoso con las exigencias de la Directiva Marco del Agua de la Unión Europea.
EL mencionado geógrafo coincide con el arquitecto Salvador Moreno y el ingeniero Alba en la oportunidad de crear un canal artificial de agua que a modo de eje recuerde que allí hay un río, señalándose el caso del río Catarina de Monterrey (México) como experiencia emulable. En este caso, el desnivel de 12 m desde el pantano hasta la desembocadura se salvaría con canales a distintos niveles, como en Estrasburgo. Se añade la necesidad de dotar al cauce con distintos tratamientos según los barrios, compensando las carencias infraestructurales, culturales y deportivas de cada caso. La solución técnica adoptada en la ciudad mexicana de Monterrey para adecentar y aprovechar el espacio del río consistía en dar forma a un parque fluvial con senderos y jardines, con zonas de asiento, espacios abiertos y áreas turísticas. El paisaje del cauce lo integra en este momento 22 fuentes, taludes con jardines, áreas culturales y un lago con capacidad para 12.000 metros cúbicos de agua. A todo ello se ha sumado la creación de una avenida de 2,5 kilómetros de longitud junto a un canal cien por cien navegable, de 1,2 metros de profundidad y capacidad para 44.000 metros cúbicos de agua.
PARA Ecologistas en Acción, estas medidas de restauración pecan de artificialidad, se basan en una concepción urbana de una entidad natural como un río. Según sus principios, cualquier planteamiento tiene que pasar por la recuperación de los ecosistemas fluviales. En efecto, frente a las soluciones basadas en el cemento y el hormigón, para esta asociación prima la recuperación del río Guadalmedina para la ciudad de Málaga, devolverlo a su caudal natural y reforestar su cauce, con el objetivo de lograr un entorno saludable y conseguir espacio recreativo para los habitantes y visitantes de la ciudad. Esto generaría un aumento del valor paisajístico y de uso del río en su paso por la ciudad, algo de lo que carece hoy en día. En definitiva, proponen crear un Parque Fluvial en el tramo urbano del Guadalmedina, lo cual exige compatibilizar el uso ciudadano del cauce con la evacuación de aguas para prevenir avenidas. Se trata de recuperar el cauce con arbolado apropiado y vegetación de ribera que permita su uso como espacio verde recreativo y de uso ciudadano, sin que suponga una obstrucción al desalojo de agua en momentos puntuales. La creación del parque incluiría espacios y plataformas peatonales que sirvan para la realización de actividades lúdicas, deportivas, circuitos para pasear y correr, y carril bici. Además, una mejora de la accesibilidad al cauce mediante rampas, escaleras y/o pendientes que eliminen el obstáculo que suponen los muros actuales, siempre respetando la capacidad de desagüe. De esta forma se facilitaría su uso así como su desalojo en casos de emergencia, además de generar una mayor seguridad frente a casos de delincuencia. Sin olvidar una mejora general de la movilidad y de las conexiones entre ambos márgenes a través de puentes peatonales.
PARA esta asociación, la única manera de conservar el río en la ciudad es devolverle el caudal natural, es decir, no retener agua en la presa del Limonero (o muy poca) teniendo abiertos los desagües de fondo y dejando circular la que lleve en cada periodo por su cauce. Con esta medida se devolvería al río su dignidad, se cumpliría con la ley, que es de obligado cumplimiento, y se mejoraría notablemente la seguridad de la ciudad ante avenidas extraordinarias, que el cambio climático anuncia más abundantes. Conservar el río significa también devolverle su lecho natural y sus riberas mediterráneas significa mejorar la calidad de las aguas que por él circulan. Por ello la restauración en la ciudad significaría controlar vertidos y devolver a los márgenes la vegetación de ribera, en toda su longitud.
SIN embargo, admiten la necesidad de un plan de reforestación con especies apropiadas del cauce alto y del tramo medio hasta la presa, y protección de los márgenes para reducir los riesgos de inundación, lo que, al tratarse de una medida previa, los sitúa en nuestra “tercera vía” que veremos a continuación.
EN una línea similar abunda el concejal Pedro Moreno Brenes, de IU, partidario de la creación de un parque fluvial en el cauce, con arbolado apropiado y vegetación de ribera que permita su uso como espacio verde recreativo y de uso ciudadano. Se trata de devolver el cauce urbano del río Guadalmedina a su estado original y se realice una intervención urgente en la zona, limpiando y acondicionando los tramos alto y medio hasta la presa para ponerlos en valor y para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos que habitan los barrios afectados. Requiere medidas dirigidas a la mejora, regeneración de la cubierta vegetal y restauración hidrológica-forestal de las zonas adyacentes a esta parte del río, sus montes y sus arroyos, y reclama al equipo de gobierno municipal que impulse la coordinación con las instituciones competentes en lo referente a sus competencias en materia de limpieza y recuperación de los cauces naturales y arroyos públicos. En definitiva, aboga por recuperar el río Guadalmedina para devolverlo a su estado natural, logrando un entorno saludable, mejorar la calidad de vida y que sirva de espacio recreativo para los habitantes y visitantes.
COMO era de esperar, estas propuestas también han tenido las críticas de los partidarios del embovedamiento. Así, el alcalde de Málaga, Francisco de La Torre, señala que el embovedamiento da unas opciones de utilidad para la ciudad que otra fórmula (las propuestas abiertas y verdes) no permite, afirmando que ve más ventajas a embovedar que a no embovedar porque sólo ve la posibilidad de embellecer y mejorar la zona si se emboveda, pudiendo hacer jardines, plazas o esculturas. Considera que ganar espacio para la ciudad y mantener el cauce es incompatible porque periódicamente éste pide ser ocupado por el agua. Por otra parte critica las propuestas de creación de un canal porque no es viable, ya que “un canal en una superficie que está inclinada, donde el agua se va; el agua tiene la mala costumbre de irse hacia abajo por la gravedad". Por otra parte, la solución propuesta de mantener el cauce con agua de manera permanente crearía un “canal-foso” que se mantendría como una barrera de separación y no de unión entre ambas orillas de la ciudad. El presidente de la Diputación también se une a estas críticas añadiendo que en una ciudad con varios kilómetros de litoral no tiene sentido más espacios abiertos.
LA propuesta de adecuación al estilo de la ciudad mexicana de Monterrey también ha sido criticada por el artista nerjeño Rogelio López (que estuvo en esta ciudad) a EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com. Comenta que el río Santa Catarina tiene una larga historia de desastres, la última el desbordamiento provocado por el huracán Alex a su paso por la ciudad. La riada que originó se llevó por delante las instalaciones del llamado Parque Lineal del Río Santa Catarina, una macrooperación urbanizadora que, amparado en la necesidad de ‘adecentarlo’ para el Forum de las Culturas que la ciudad acogiera en 2007, recuperó el lecho del río para la ciudad mediante la construcción de un carril bici, una pista de karts y varias canchas de baloncesto, de fútbol y de béisbol, y hasta un Tee de Golf (45 km de césped en una ciudad con crónicos problemas de abastecimiento de agua) además de tres espacios para la celebración de eventos públicos y, la obsesión del urbanismo neoliberal, 12.000 plazas de aparcamiento. Sin olvidar, cómo no, su embellecimiento con una Ruta Escultórica del Acero y el Cemento, integrada por ocho descomunales esculturas instaladas a lo largo de siete kilómetros. Todo esto se lo llevó la riada este verano. Como lo había hecho en su momento en 1611, 1909, 1967 y un huracán en 1988. La traslación de estas declaraciones al caso del Guadalmedina, en cuyo espejo se miraba, nos recuerda que este río también tiene su larga estela de eventos catastróficos y que no deberíamos cometer la ingenuidad de menospreciar la peligrosidad de este río.
3.--La tercera vía: “dejarlo en paz”.
DESDE mi punto de vista, ninguna de estas opciones es satisfactoria en el estado actual de las cosas, pese a que no ocultamos nuestra adhesión hacia las tesis ecologistas expuestas. La cuestión es que estamos todavía en la prehistoria de las actuaciones sobre este río para hacer castillos en el aire. El río Guadalmedina sigue siendo un río violento, torrencial y por muchas presas que se le ponga río arriba, seguirá revistiendo una extrema peligrosidad. Cualquiera de las soluciones que se han presentado, tanto las que pretenden ocultar el río como las que quieren exhibirlo con orgullo, admiten la necesidad de algunas actuaciones aguas arriba y por ello proponen medidas, algunas de las cuales, como las desviaciones de cauces, no aconsejables porque trasladan los problemas a otras áreas que ya soportan la peligrosidad de otros ríos.
POR este motivo sostenemos que las actuaciones sobre el tramo urbano del Guadalmedina no son prioritarias, puesto que no resuelven ningún problema que no tenga solución a través de otras medidas. Lo prioritario, aún a pesar del tiempo que hace que se viene defendiendo desde diversas instancias, es actuar sobre la cuenca del río para disminuir su peligrosidad, siendo la principal la forestación de la margen derecha, seguidamente de actuaciones sobre los sistemas de captación (presas). Sin estas actuaciones no es pertinente, incluso sería arriesgado, plantear ningún tipo de actuación sobre este río. Es el momento de declarar esta forestación como de interés territorial prioritario, y mientras tanto, el Ayuntamiento debe esforzarse en limpiar y mantener limpio el cauce, hacer campaña para un buen comportamiento ciudadano en cuanto a residuos.
AUNQUE por otros motivos distintos, el presidente del Colegio de Arquitectos, Antonio Vargas, también considera que hay otras prioridades en la ciudad y para reactivar la maltrecha economía malagueña. Considera que no es momento de embarcarse en el embovedamiento del río Guadalmedina, al menos, no con una fecha y plan de obra a medio plazo. No es algo que se pueda hacer a corto plazo, pero sí podemos empezar a pensar el proyecto y buscar el consenso de las tres instituciones, porque si no es imposible de realizar. Ahora los esfuerzos concretos de las administraciones se deben volcar en la rehabilitación del Centro o de las barriadas, que generaría más empleo en el sector de la construcción. No obstante, considera que esa perspectiva a largo plazo que tiene el embovedamiento del Guadalmedina debe ser utilizada para «reflexionar, con la hipótesis de integrar el río bajando la rasante al nivel de la calle». Admite que “el primer debate debe centrarse en qué solución se le da al problema hidráulico de las riadas por el Guadalmedina. Así, apuntó que para integrar bien el cauce en la ciudad «hay que disminuir la sección del lecho del cauce y eso obliga a que se baje la capacidad de embalse del Limonero. Ahora, habrá que ver si interesa perder volumen de agua almacenada o se opta por desviar el cauce, que es más caro y hay que estudiar técnicamente». Por otra parte está la cuestión de los problemas técnicos de las presas y en particular el problema de la colmatación del Pantano del Agujero, que remite a la erosión y desertización por deforestación de la cuenca.
DEL mismo modo, el geógrafo Damián Ruiz Sinoga también admite la prioridad de las actuaciones en la cuenca del río, antes de acometer proyectos en la parte urbana del mismo. En efecto, dicho autor señala que quizá el tema no sea resolver «la ruptura urbana», la «cicatriz», o el río que «divide» mediante propuestas basadas en el cemento o asfalto, y bastante poco sostenibles, sino en recuperar un ecosistema fluvial, degradado por el hombre, y convertir ese espacio en centro de referencia en vez de frontera. Pero admite que: “para eso habrán de resolverse las cuestiones hidráulicas e hidrológicas”. Pero para cualquier actuación desde el punto de vista hidráulico en el cauce de un río, y justo en el tramo final, es preciso tener en cuenta todo el sistema hidrológico que hay aguas arriba, de las características fisiográficas de la cuenca vertiente, así como de la pluviometría de la zona de afección. Es decir, un ecosistema fluvial, en el que dadas sus características pluviométricas -esporádicas, intensas y de corta duración- tiene un comportamiento hidrológico de respuesta inmediata a las precipitaciones que superan la capacidad de retención por parte de la vegetación y los suelos. En nuestro caso, y dado que está regulada gran parte de la cuenca por la presa de El Limonero, habría que incluir las aportaciones que suponen los posibles desagües de la misma. El origen del problema es hidrológico, la consecuencia es hidráulica y la percepción y el valor añadido son sociales y urbanísticos, y difícilmente pueden abordarse estos últimos sin previamente resolver los dos primeros. Todo ello, considerando que debe cumplirse, porque es preceptivo, la normativa derivada de la Directiva Marco del Agua, puesto que el cauce y las aguas subterráneas no son elementos ajenos al sistema hidrológico.
COINCIDIMOS con Ruiz Sinoga, en la necesidad de la realización de actuaciones hidrológicas que conduzcan a que el agua que llegue a la presa de El Limonero mejore sus características actuales en tiempo y forma, es decir, que tras un intenso evento pluviométrico en la cuenca circule más lenta, menos agresiva, con menor energía, en definitiva, con menor potencial erosivo, y más limpia, o sea, con menos aportes sólidos, que no son sino el resultado de la progresiva degradación de los suelos y la aparición de procesos de desertificación. La única receta válida para esto es la restauración hidrológico-forestal. Ésta no es una idea nueva, ni mucho menos. La forestación de la margen izquierda, lo que actualmente es el extenso pinar del Parque Natural de los Montes de Málaga, se hizo en la primera mitad del siglo XX, en un ambicioso plan que contemplaba también la margen derecha, que finalmente no se acometió. Más recientemente, el profesor Ruiz Sinoga redactó el Plan de Defensa de Málaga contra las Inundaciones, en el que se proponía reforestar 50.000 hectáreas, o lo que es lo mismo diez veces la superficie de los Montes de Málaga, creando así el denominado cinturón verde, y que, a pesar de que la Junta presentó a bombo y platillo hace una década, sigue perdido en el amplio baúl de los olvidos del Gobierno andaluz en Málaga. Resulta inaudito que la mayor repoblación forestal acometida en esta provincia date de los tiempos de la República y los primeros años del franquismo. Ahí siguen Los Montes de Málaga y desde entonces no se ha hecho nada parecido.
LOS mismos actores que han participado en este debate admiten la prioridad de estas actuaciones. El arquitecto Hernández Pezzi admite que antes de pensar en lo que se hará en el trazado urbano, hay que actuar en la cabecera para reducir el caudal que llevará el lecho en caso de riada, para rebajar el peligro de que se produzcan inundaciones y daños en la ciudad.
EL ecologista y librero Paco Puche critica la falta de humildad de los tecnólogos cuando abundan en infraestructuras colosales para solucionar problemas desmesurados. En su opinión, la técnica sólo resuelve algunas cosas; otras están por encima de los deseos y capacidades humanas, de forma que la mejor manera de restauración es dejar que sea el río actúe con toda su naturalidad. De forma que si queremos controlarlo tenemos que tener la humildad de devolverle su entera naturalidad, que pasa por devolverle la esponja vegetal de su cuenca, la que primigeniamente, antes de la deforestación realizada por el hombre, controlaba las avenidas del río. Por ello, junto a Saturnino Moreno, Paco Puche afirma que “recuperar el río en la ciudad significa actuar en la cuenca reforestando con urgencia y apropiadamente lo pendiente. Con la reforestación se evitaría la colmatación de las presas y aumentaría la seguridad de los ciudadanos.
EN conclusión, no nos parece mal que existan debates, se expongan y discutan ideas sobre el futuro del río Guadalmedina a su paso por la ciudad de Málaga. Tampoco veo mal que se instrumentalice políticamente, porque de los políticos también requerimos sus ideas sobre algo que nos afecta a todos y al final ellos tomarán las decisiones. Tal vez lo criticable sería la polarización extrema, la cerrazón y la falta de apertura para convencernos unos a otros. Pero insisto, independientemente de esto, ahora no toca hablar de la parte urbana del Guadalmedina, sino de apostar, TODOS por la forestación de la margen derecha de este río, hacer realidad el famoso cinturón verde de Málaga. Que la contienda electoral no nos ciegue sobre lo que es prioritario para Málaga.
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