OPINIÓN. El buen ciudadano. Por Rafael Yus Ramos
Coordinador del Gabinete de Estudios de la Naturaleza de la Axarquía
 

rafael_yus.jpg25/10/11. Opinión. “¿Es tan difícil imaginar una actividad económica que no sea la construcción? ¿O el problema es que no hay ninguna otra tan simple, rápida y rentable para el que la promueve? Tenemos que blindarnos contra la tentación de recaer en las torpezas del pasado, poniendo todo...

OPINIÓN. El buen ciudadano. Por Rafael Yus Ramos
Coordinador del Gabinete de Estudios de la Naturaleza de la Axarquía

rafael_yus.jpg

25/10/11. Opinión. “¿Es tan difícil imaginar una actividad económica que no sea la construcción? ¿O el problema es que no hay ninguna otra tan simple, rápida y rentable para el que la promueve? Tenemos que blindarnos contra la tentación de recaer en las torpezas del pasado, poniendo todo tipo de reparos para su reactivación”. Un artículo de Rafael Yus Ramos para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com.

Se busca nuevo residente gay y eslavo para resucitar la construcción

ESTE anuncio puede aparecer en cualquier momento en los diarios europeos. ¿Cómo hemos llegado a esto? Durante la gloriosa burbuja inmobiliaria que tanta “prosperidad” ha logrado para nuestro país, porque al parecer no sabemos hacer otra cosa que pegar ladrillos, y esto lo hacemos especulativamente muy bien, nuestro paisaje urbano y rural se ha llenado de casas, viviendas unifamiliares, adosadas, en bloques. Desde hace pocos años, la caída del sistema financiero internacional, que incluye a España, ha desinflado esta burbuja especulativa, por falta de lo que es la gasolina del sector, hasta extremos peligrosos para la supervivencia del bienestar social. Todo esto es, telegráficamente hablando, el resumen de los últimos tres años.

Nuestra crisis particular: el ladrillo

LO que se ha venido llamando “crisis del ladrillo”, término especialmente adecuado para lugares como la provincia de Málaga, no es más que la versión española del pinchazo de la burbuja especulativa. En nuestro país, y más concretamente en Málaga, la construcción llegó a desplazar cualquier otro oficio o empresa que no estuviera directamente vinculada con el sector, de modo que tras el reventón de la burbuja se produjo una cascada de apagones de toda esa constelación de empresas, pequeñas y medianas que vivían de las sobras del gran pastel que se estaban merendando unos cuantos constructores y promotores espabilados. Sectores tan relevantes como la agricultura desaparecieron rápidamente de la faz de la mayoría de nuestras comarcas, porque la construcción tenía algo que lo convertía en un cáncer sin remedio: producía dinero, y en cantidades relativamente grandes, en muy poco tiempo. Al abrigo de operaciones de este tipo (“pelotazos” como se les llama popularmente), ¿quién va a ser tan tonto de apostar por otros sectores alternativos, que aunque puedan permitir una vida digna nunca será la del “nuevo rico” que aparecían en los pueblos por el simple hecho de tener una parcelita de tierra heredada de sus padres? Y, claro está, como resulta que la tierra de Málaga está fuertemente compartimentada en pequeñas parcelas (minifundios), tenemos un alto porcentaje de la sociedad malagueña que es propietaria de, al menos, un pedacito del solar provincial. Este dato es relevante, porque una parte importante del electorado malagueño es parcelista o bien familiar cercano del mismo, heredero potencial, etc., y es conocedor de la potencialidad especulativa que tiene esta propiedad frente a cualquier otra tentativa de explotación del suelo. Por otra parte, el sistema democrático se rige por la regla de la mayoría, aunque también por la regla de la influencia de poderes fácticos. Estos ingredientes, parcelistas y poderes fácticos (ligados a la construcción) han convertido a los ayuntamientos en agencias de promoción de viviendas urbanas y rurales. Porque no hay político (alcalde, concejales) que resista media legislatura (ya no digo la reelección) si se pone serio frente a las ansias desarrollistas, expansionistas y especuladoras de los parcelistas votantes.

ESTE desolador panorama tiene una difícil vuelta atrás. El mercado de la vivienda ha caído hasta extremos impensables. A pesar de ello, políticos y empresarios se afanan por resucitar el “muerto del ladrillo”. La Mancomunidad de Municipios de la Costa Oriental-Axarquía, destacó pronto en este afán socorrista. Crearon una plataforma mixta de políticos y sectores de la construcción para presionar a la Junta de Andalucía para que levantara todas las prohibiciones que hay en leyes sectoriales (LOUA, POT de la Axarquía, POT de Andlucía, etc.) para poder construir libremente en el campo, que es la especialidad de la Axarquía. En la misma sintonía,
casa_aperos3.jpg los PGOU que se van avanzando en los municipios malagueños, aparece un claro intento de crear un “efecto llamada” a inversores para resucitar el mencionado muerto del ladrillo: se crean pastillas de suelo urbanizable alejados de los núcleos urbanos, se proponen crecimientos desmesurados de los cascos urbanos, nuevos campos de golf, puertos deportivos, etc. La misma Junta de Andalucía, que en el discurso político entonó el mea culpa por no controlar la pésima e insostenible actividad económica, excesivamente centrada en la construcción, llegó a comprometerse en emprender una nueva economía no vinculada a la construcción. Pero a renglón seguido, en el mismo año de inicio de la crisis, publicó la Ley 1/2008, de corte liberalizador de “corsés” de la iniciativa privada, con numerosas medidas para facilitar la reactivación del sector de la construcción, llegando a la estridente situación, en el derivado Decreto 309/2010, de permitir la construcción de viviendas dentro de los parques naturales, donde ahora es más fácil hacerlas que fuera de estos lugares. Todo vale con tal de que se resucite al muerto de la construcción y volvamos a inflar la burbuja. No importa que no haya demanda, ya la habrá, se piensa.

El sol, la playa y el ladrillo como productos turísticos

LA provincia de Málaga es considerada un baluarte del turismo, razón por la cual la marca Costa del Sol es beneficiaria de todo tipo de atenciones, desde la potenciación del sector con dinero público, a través del Plan Qualifica, a la inversión de millones de euros (y un fuerte impacto ambiental) para construcción de accesos, como el de la autopista de Las Pedrizas, de inminente inauguración. Pero es preciso que se sepa que el turismo de Málaga, como actividad empresarial, es un turismo pasivo, puesto que es relativamente pobre en iniciativas que creen auténtico “productos turísticos”, es decir algo inmaterial que se vende a un visitante para disfrute de una estancia temporal y al mismo tiempo deje dividendos. ¿A qué se debe entonces la estampa de turismo en Málaga? A la existencia de unos recursos naturales (mar, arena, sol, clima) que como tales han estado ahí desde el origen de este territorio, hace millones de años. Nosotros ponemos un aeropuerto, un ferrocarril y, sobre todo, muchas, muchas carreteras. Y ahí acaba todo: unos cuantos retoques: quitanatas, reemplazo de arenas, limpieza (salvaje) de playas, y poco más. Las playas están aquí, y al lado ponemos la máquina registradora de ingresos.

JUNTO a estos recursos pasivos, tenemos otra cosa que caracteriza al sacralizado turismo malagueño: el mal llamado “turismo residencial”. Como ya se argumentó en otro artículo de esta misma columna, el turismo residencial es un nombre perversamente creado por el sector de la construcción para hacer creer a la población, y a los políticos, que es bueno y legítimo construir más casas que habitantes de un lugar porque pueden ser vendidas a gente que no es de ese lugar. Dicho de otro modo, que el turismo crece proporcionalmente al número de viviendas.

SIN embargo, el turismo residencial no es más que una de las muchas caras o las muchas pieles con que se adorna la actividad de la especulación del suelo en general y la construcción en particular. Conocemos muchas pieles más: los campos de golf en lugares deficitarios de agua, los puertos deportivos en costas sometidas a erosión marina, los aeropuertos sin aviones en suelos paupérrimos que con ello se revalorizan, etc.

EL turismo de Málaga es pasivo y residencial, con lo que Málaga no puede ser de ninguna manera una panacea del turismo, por mucha gente que venga aquí, porque parece que si viene mucha gente es señal de que hay turismo. Veo turismo en los hoteles, en los museos, en las visitas guiadas, en los restaurantes, etc., pero esta auténtica actividad turística es muy pobre cuantitativamente respecto del llamado turismo residencial. El (falso) turismo residencial se lleva las grandes cifras, los grandes beneficios a costa de recursos públicos como el paisaje y el suelo, y el auténtico turismo se tiene que contentar con las migajas, la actividad de rebote que pueda lograrse en la población turística flotante y temporal. Y a la larga, este (falso) turismo residencial es el que se cargará la gallina de los huevos de oro de esta provincia y con ello el auténtico turismo, el que diversifica las ganancias de la actividad en amplias capas de la población y no las concentra en unos pocos pares de manos muy avispadas para los negocios.

EL turista es un “visitante”, y como tal no es un “residente”. Su estancia es temporal y por ello el mejor marco para su residencia es el hotel, el camping, etc. Cuando un extranjero viene aquí y compra una casa para residir gran parte del año, deja de ser turista y se convierte en un residente más. No moviliza la economía, se limita a “vivir”. Frecuentemente sin tan siquiera usar los servicios del pueblo donde reside, prefiriendo las grandes superficies, especialmente las especializadas para productos centroeuropeos. Así no se moviliza el turismo. Se moviliza el ladrillo y, de paso, también a otros sectores, pero de forma muy temporal. Cuando se termina la construcción, se termina la fiesta ¿Qué se hace luego? Solo hay una salida, porque además solo hemos aprendido a hacer una cosa: seguir construyendo ¿Hasta cuándo? ¿Cuál es el límite? No lo puede haber, porque si lo hay, se desploma el mercado y con ello toda la sociedad del ladrillo. Es un sector claramente insostenible, porque tiene que crecer indefinidamente y por definición, tanto los materiales como el suelo son finitos. Ello explica la reticencia de los constructores por las leyes reguladoras: están en contra de la LOUA, del POT de Andalucía, de los POT comarcales, de los mismos PGOU que también están obligados a limitarse, etc.

PERO es que el turismo residencial tampoco es un “producto turístico”, entendido como “paquete de componentes tangibles e intangibles, basado en una actividad en un destino, percibido por los visitantes como una experiencia disponible a cambio de un precio” (Middleton, 1994). Pero otros autores precisan más: “no es un bien material, sino que suele consistir en la prestación de servicios, a excepción quizá del recuerdo o “souvenir”, que es el único bien que podríamos catalogar de turístico” (Vogeler y Hernández, 2002). Todas las definiciones de “producto turístico” insisten en seis características:

a) Es una oferta de servicios generalmente inmateriales
b) Está ligado a un territorio que tiene un atractivo
c) Está en un destino que es accesible
d) Tiene que cubrir las expectativas y necesidades de los turistas
e) Tiene que proporcionar una experiencia al turista
f) Tiene un precio
g) Es temporal: empieza y termina antes de realizar el viaje.

EL pretendido turismo residencial, se inicia con la venta de un bien material (la vivienda), sin ningún otro servicio, que fija al comprador en un territorio de manera permanente, quedando fuera del circuito de la economía del turismo. Es un consumidor de recursos naturales (sol, playa, clima), de elementos pasivos que no pueden ser gestionados por ninguna empresa, si bien ha sido el gancho para la transacción económica de la empresa constructora.

OTRA consideración habría que hacer: el (falso) turismo residencial no cumple muchos de los requisitos de la Carta de Turismo Sostenible (Lanzarote, 1995). Por ejemplo los puntos:

2. El turismo tendría que contribuir al desarrollo sostenible, integrándose en el entorno natural, cultural y humano, debiendo respetar los frágiles equilibrios que caracterizan a muchos destinos turísticos, en particular las pequeñas islas y áreas ambientalmente sensibles.
7. Para participar en el desarrollo sostenible, el turismo debe asentarse sobre la diversidad de oportunidades ofrecidas por la economía local, garantizando su plena integración y contribuyendo positivamente al desarrollo económico local


CUALQUIERA que se dé una vuelta por el litoral se dará cuenta de que, ni de lejos, el turismo residencial respeta el frágil equilibrio del litoral como destino turístico. Y como se ha señalado, su oferta de oportunidades a la economía local son migajas temporales de grandes operaciones especulativas cuyos dividendos jamás se reparten en la población.

EN conclusión, el turismo residencial realmente consiste solo en construir y vender casas a gente que venga de fuera, no es un producto turístico y por tanto no es merecedor de la consideración de “actividad turística”. Que se llame a las cosas por su nombre y nos dejemos de eufemismos: la expresión de turismo residencial, por engañosa, debería ser desterrada de nuestro vocabulario y dejarla con auténtico nombre: promoción inmobiliaria. Y punto.

Otros eufemismos recientes
EN esta dinámica de resucitación del muerto de la construcción, algunos sectores empresariales, a menudo de la mano de instituciones políticas locales y provinciales, están ofreciendo sus propias medicinas para la crisis del ladrillo y qué duda cabe que todo ello cae como agua de mayo para la sedienta provincia líder de la construcción. Voy a referirme a dos casos recientemente divulgados: el turismo gay y el turismo eslavo.

a) El turismo gay

COINCIDIENDO en fecha con esa desfachatez de pintar a un pueblo blanco de color turquesa
moclinejocomo “pueblo de los pitufos” (que al parecer ahora pretenden mantener por el atractivo turístico), aparece la noticia de la promoción del primer “pueblo gay”, pintado de rosa, en Moclinejo. La idea de explotar el segmento gay no es nueva, pues ya se conoce en Estados Unidos y se gestó también en Málaga (El Candado). Pero la noticia se disparó con Moclinejo, aunque rápidamente se le ha sumado Frigiliana, aparte de otros proyectos en Totalán y en Periana, bajo la oferta de “residencia de mayores gay”. El asunto se ha extendido como la pólvora y no me extrañaría nada que toda la comarca de la Axarquía acordara en autopromocionarse como “comarca gay”.

Residencia en El Candado
Municipio: Málaga

67 apartamentos y servicios adicionales como un área de rehabilitación, spa, sauna, piscina, lavandería, disco-bar y hasta una granja.

Residencia de mayores
Municipio: Totalán

67 apartamentos de 42 metros cuadrados dotado de salón con cocina integrada, habitación, cuarto de baño y terraza. zona de aparcamientos con 100 plazas, dos patios interiores y cerca de 35.000 metros cuadrados de jardines privados

Urbanización
Municipio: Moclinejo

600 casas (50 ya están comprometidas) pintadas de rosa dirigidas al colectivo gay (duplicando así el número de viviendas del municipio), un parque oficial de ‘cruising’ donde poder mantener encuentros sexuales

Residencia de mayores
Municipio: Periana

75 viviendas unifamiliares, 35 lofts, un hotel y zonas comunes como un anfiteatro, gimnasio, huertos y discotecas. Con vistas al embalse de La Viñuela.



EL asunto no dejaría de ser una mera anécdota como la de los pitufos, de un promotor ávido por reactivar el sector que mejor conoce, si no fuera por las implicaciones morales que comporta este tipo de iniciativas. De entrada hay que destacar la perversa expresión del pretendido producto. Es una oferta que se dirige a un sector de la población. En principio podría considerarse normal, también se hacen ofertas específicas para congresos, para escolares, para cruceristas, para novios, etc. Es decir, en sí no es malo que se acote un segmento de la población con unas características específicas y se le haga una oferta turística. El problema que aparece es cuando se vincula esta oferta a un sector diferenciado únicamente por su orientación sexual. En este caso el problema no es conceptual sino moral ¿Hasta qué punto es admisible fraccionar el turismo por razones de raza, sexo, religión, etc. en un contexto en el que sabemos que ya de por sí hay una tendencia xenófoba por marginarse entre sí? ¿No fomenta esta oferta una segregación de la población de sectores que ya tienen problemas de integración en condiciones normales? En el mismo paquete que esta oferta segregadora podríamos imaginar otra oferta del tipo “turismo gitano”, “turismo negro”, etc. Estoy seguro de que mucha gente rechazaría algo así, pero si no fuera el caso, creo que este tipo de planteamientos vulnera los procesos y políticas de integración que todo estado democrático debe asumir.

EN este sentido, creo que tienen toda la razón las personas y colectivos que se han pronunciado en contra, especialmente la federación de LGBT Colegas de Andalucía, que ha rechazado pública y tajantemente estos planteamientos por considerar que tales iniciativas  solo crean guetos, tras los cuales se fomenta la homofobia latente en la sociedad. No es moralmente aceptable hacer negocio de la marginación, pretendiendo adornarlo como un supuesto “bien social”, puesto que lo que consigue es justamente lo contrario: la marginación. Algo innecesario en un país como el nuestro que, pese a que todavía tiene mucho que recorrer, ha dado pasos de gigante en la tolerancia de orientación homosexual, excluyendo la relevancia de esta consideración en cualquier esfera social, incluida las residencias de mayores, por supuesto.

PERO, volviendo al asunto central de este artículo. La cuestión tiene una gravedad añadida: la de pervertir el concepto de turismo y camuflar con eufemismos el objeto principal de la oferta, que no es otro que reactivar el negocio de la construcción. Para apoyarlo socialmente, el creador de las ideas de este proyecto ha asegurado que gracias a la construcción de estas viviendas se van a crear 60 puestos de trabajo que ascenderán hasta más de 1.500 a medida que se vaya ejecutando el proyecto en su totalidad. Una canción que hemos oído cientos de veces y que por tanto no puede ocultar la realidad de los hechos: que en el mejor de los casos (que se apruebe este disparatado proyecto), lo único que se conseguirá son unos puestos de trabajo efímeros y que el promotor se embolsará casi todos los beneficios de la operación, como en cualquier otra promoción urbanística, ni más, ni menos.

b) El turismo eslavo

ESTA otra iniciativa, proveniente de la Asociación de Constructores y Promotores (ACP) de Málaga, no deja de ser llamativa, cuando no escandalosa. Según se ha publicado, la aceptación de la Diputación Provincial de Málaga de la creación de un Convenio de Colaboración entre ambas entidades, para impulsar un nuevo producto turístico bajo la marca Vive en la Costa del Sol, planteado para promover e impulsar la venta de las 25.000 viviendas nuevas desocupadas (stock que quedó sin compradores al pincharse la burbuja inmobiliaria) que hay en la provincia.

EN este convenio, la Diputación organizaría y subvencionaría una acción comercial de las viviendas que aportara la ACP, provenientes del stock de las empresas asociadas que estén interesadas. La primera fase de la acción comercial se realizará en Bulgaria, Polonia y Rusia. La Diputación de Málaga se comprometería a realizar presentaciones del producto inmobiliario incluido en el Convenio, a nivel institucional, en los países en los que se realice la acción. Se pretende vender residencias malagueñas a compradores (que pueden ser especuladores locales) de países emergentes, todo ello sufragado con dinero público que hábil y oportunamente pone la Diputación a disposición. Además, la Diputación se comprometería a adjuntar, para cada vivienda que se incluya en el programa, un certificado de seguridad jurídica, en una clara intervención pública en un negocio privado de no poca plusvalía para el bolsillo de los promotores.

LO más interesante es cómo se justifica este gasto público, que raya la prevaricación. En palabras del actual presidente de la Diputación Provincial, Elías Bendodo, es “un proyecto que no se trata de más turismo residencial, sino de convencer a ciudadanos, esencialmente de Europa, de que trasladen su residencia permanente a Málaga, atraídos por los reclamos de buen clima y gran oferta cultural y de ocio”. Es una declaración desafortunada porque pretende hacernos creer que traer a eslavos a que residan en Málaga no es turismo residencial. Pues si esto no es el clásico turismo residencial, que venga Dios y lo vea. La operación, con independencia de los tintes prevaricadores que tiene, es un nuevo y gigantesco esfuerzo por reactivar el negocio de la construcción, pero ¡ojo! en este caso, admiten ya que no es una promoción turística, y a la vista está que este “pelotazo”, salvavidas para los promotores y constructores que les pilló in fraganti el desplome, no va a revertir, aunque sea temporalmente, ni en puestos de trabajo ni en riqueza para los pueblos. Simplemente va a ingresar en los bolsillos, ya de por sí abultados por anteriores faenas, de los promotores y constructores de Málaga.

EN conclusión, a pesar de que todas las autocríticas señalan al sector de la construcción como la actividad económica más lesiva para la sostenibilidad del estado del bienestar en nuestro país, los listillos del sector, los que han conocido tiempos de lujo asiático, de pelotazos urbanísticos con plusvalías imposibles de obtener con cualquier otra actividad, están haciendo cursillos de socorrismo para resucitar al infartado sector de la construcción. Para ello, no hay nada como retomar el suculento pastel del “turismo residencial”, como si de una promoción turística se tratara y buscar nuevos clientes aún a costa de fomentar la segregación de la población o la renovación del proceso, ya avanzado, de destrucción del paisaje y la calidad ambiental de nuestra provincia. Por lo que estas sesudas mentes nos van señalando, todo parece indicar que el perfil de mayor potencial de negocio, la tabla de salvación de esta provincia, es el de “varón de etnia eslava y orientación sexual gay”. Ante esta situación me pregunto: ¿es tan difícil imaginar otro tipo de actividad económica que no sea la construcción? ¿O tal vez el problema es que no haya ninguna otra que sea tan simple, rápida y rentable para el que la promueve? Si fuera así, tendríamos que blindarnos urgentemente contra esta tentación de recaer en las demostradas torpezas del pasado reciente, poniendo todo tipo de reparos para su reactivación en los términos en que venía produciendo.

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