OPINIÓN. El buen ciudadano. Por Rafael
Yus Ramos
Coordinador del Gabinete de Estudios de la Naturaleza de la
Axarquía
25/09/12. Opinión. Rafael Yus expone en esta
colaboración con EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com la degradación
progresiva de tres parajes de la comarca malagueña de la Axarquía: el río Chillar,
el pico de la Maroma
y los acantilados de Maro. Un artículo que alerta sobre los peligros de la
masificación turística en los parques naturales,
¿Parques naturales o parques temáticos? Sobre la masificación del turismo de naturaleza
UNO de los derechos que, digámoslo con orgullo, tenemos todos los españoles, con independencia de nuestra condición o situación social, es el derecho a un medio ambiente sano. Así reza en el artículo 45 de la Constitución: “Todos tienen el derecho a disfrutar de un medio ambiente adecuado al desarrollo de la persona”. Pero este mismo artículo lleva más cosas que a menudo se olvidan, con esta forma de ser que tenemos, no sé si todos los humanos, pero al menos sí muchos españoles, de ser muy conscientes de sus derechos, pero paralelamente ignorar que también tienen obligaciones. Son las dos caras de la misma moneda. Si el medio ambiente es de todos, no es para que cada uno de esos “todos” hagamos lo que nos dé la gana con eso, sino que hagamos un uso responsable y que no perdamos de vista que ese uso no vaya en detrimento de su calidad o de su conservación, porque entonces, esa persona lo habrá disfrutado, conforme a su derecho constitucional, pero habrá impedido que otros, coetáneos o futuros, puedan hacer uso de este mismo derecho. Los españoles orgullosos de disfrutar del derecho a un medio ambiente tienen que seguir leyendo lo que dice el artículo 45 de la Constitución:
ARTÍCULO 45.1. Todos tienen el derecho a disfrutar de un medio ambiente adecuado para el desarrollo de la persona (ojo a esto que viene luego): “así como el deber de conservarlo”.
CONSERVAR un paraje natural no consiste
únicamente en no encender hogueras por el peligro de incendios, también
conlleva un comportamiento adecuado para que los valores que tiene no se
deterioren. Entre ellos, por ejemplo, evitar los chillidos, perros ladradores,
y radiocasetes, que se cargan los sonidos de la naturaleza; o frenar la
tentación de dejar desechos de comida y otros útiles en el campo, etc.
SI todas las personas tuvieran un
comportamiento cívico, no digo ejemplar, sino normal, estas cuestiones se dan
por entendida. No conozco a ningún extranjero que visite los parques naturales
españoles que tenga un comportamiento reprochable, al contrario, es elogiable
la discreción con la que circulan y disfrutan de estos espacios. No puedo decir
lo mismo de muchos españoles, especialmente cuando van en grupo, en familia, en
peñas, etc. El español cuando está en su grupo natural se desmadra, se
convierte en un tarzán dispuesto a que todos admiren sus proezas, y para que
todos le miren y admiren, da su estruendoso berrido de rigor.
SABIENDO que esto es así, afortunadamente no para todos los españoles, sino para esos que forman parte anónimamente de la masa humana informe que frecuenta los espacios naturales, la Administración ambiental se cruza de brazos. Y no solo eso, lo alienta, anima a la hordas a que frecuenten los parques naturales convirtiéndose ella misma en tour-operator del medio natural. Ellos también ignoran sus obligaciones constitucionales, porque sobre esta cuestión el famoso artículo 45 dice lo siguiente:
ARTÍCULO 45.2. Los poderes públicos velarán por la utilización racional de todos los recursos naturales, con el fin de proteger y mejorar la calidad de vida y defender y restaurar el medio ambiente. Y el mismo artículo, en su punto 3, establece claramente que, para quienes violen lo dispuesto en el apartado anterior, en los términos que la Ley fije, se establecerán sanciones penales, o en su caso administrativas, así como la obligación de reparar el daño causado.
PARA quienes puedan tener interés en
estas cosas, les presento a continuación algunos ejemplos malagueños de cómo,
tanto administración como administrados, sólo hacen uso de la primera parte del
primer apartado de los tres que componen el artículo constitucional. A
disfrutar que son dos días, y cuanto menos obligaciones mejor vivimos. Sí
señor.
1.- El aquapark del Río Chíllar. En el
año 1985 tuve el placer de conocer el paraje del Río Chíllar (Nerja-Frigiliana), un importante río
que nace en plena Sierra Almijara y desemboca en Nerja. Anduve varias horas y
durante el recorrido no ví a nadie más que mis dos compañeros de viaje. Fue una
experiencia inolvidable, un cúmulo de sensaciones que me condujeron a ese
sentimiento de formar parte de la naturaleza y no un elemento espectador de la
misma. He vuelto por este lugar varias veces más, y siempre ha estado desierto
de personas. En los años 1990s, un periódico de tirada nacional publicó un
atractivo reportaje sobre el río Chíllar. Ese verano, la afluencia de turistas
que entraron en el Chíllar cuadriplicó las cifras de años anteriores. El asunto
siempre me ha parecido grave porque tras esta masificación no se puede esperar
nada bueno. Para el que no conozca este paraje, hay que aclarar que carece de
acceso por tierra, tiene que hacerse andando por el río, con todas sus
consecuencias para la fauna de pequeños invertebrados acuáticos que viven en el
fondo, pegados a las rocas sumergidas, que al ser constantemente removidas por
el tránsito, acaban siendo destruidos. Para los que piensen que estos “bichos”
no tienen importancia, debo aclarar que hay muchos otros bichos, por ejemplo
aves, que tienen a estos bichos como principal alimento, con lo cual son
afectadas también. A lo mejor no se mueren, pero dejan de anidar allí, como ya
se ha demostrado en algunas especies. Por otra parte está el comportamiento de la
gente que va por allí, haciendo un ruido insoportable con su chillerío,
elemento que seguramente es la causa de que algunas aves rapaces que anidaban
allí ya no se encuentren en este lugar. Y no digamos el asunto de los vertidos
de restos de comidas, excrementos, orines, papeles higiénicos, papeles de
envolver, bolsas de plástico, botellas de plástico y de aluminio, etc., porque
a la gente le da mucho asco llevarse en una bolsa, en su mochila, la basura que
ha producido.
ES decir, que hay razones objetivas
para considerar que la afluencia de público a esta zona estaba rebasando la
capacidad de carga del paraje y éste se estaba deteriorando. Por esta razón,
como miembro de la Junta
Rectora del Parque Natural de Tejeda y Almijara, planteé en
su día la necesidad de controlar el acceso al Río Chíllar, estableciendo por
ejemplo un número máximo por día, pongamos por ejemplo 40 personas en total y
grupos de no más de 10 personas. La propuesta, como tantas otras, fue a la
papelera y con desdén, porque según su perspectiva “no es parta tanto”. Más
adelante planteé otra cuestión preocupante y es el problema humano que se
podría crear en caso de incendio en la zona, pues ese paraje es una ratonera,
la evacuación en caso de incendio es muy complicada y no es aventurado asegurar
que tendría consecuencias desastrosas para las vidas humanas allí presentes. No
sólo no se hizo caso a esto, sino que la fama del río Chíllar llegó a tal
extremo que las escuelas e institutos empezaron a organizar excursiones de
30-60 alumnos, que llegaban en autobús hasta el mismo río. En años sucesivos la
fama se fue extendiendo y ya venían de otras provincias, de forma que no era
inusual, en temporada, que hubiesen varios autobuses y decenas de turismos
aparcados en el cauce, a la altura de la antigua cantera de Cruz del Pinto.
UNA iniciativa reciente para controlar
este problema provino del Ayuntamiento de Nerja, que puso señales prohibitivas
para el aparcamiento en este lugar, dominio público hidráulico y habilitó un
aparcamiento gratuito cien metros antes de llegar al paraje. Una medida
acertada para el problema de los aparcamientos pero que nada tiene que ver con
el control de los accesos masivos. Al contrario, lo que el Ayuntamiento de
Nerja pretende hacer es explotar “de forma ordenada” este recurso turístico:
“vengan al aquapark del Chíllar, con aparcamiento gratuito”. Y mientras tanto, la Consejería de Medio
Ambiente sigue manteniendo la política de mirar a otro lado. Jamás se ha visto
un guarda o agente forestal por el río Chíllar.
HACE unos días, en septiembre del 2012,
quise enseñar este paraje a una hermana. Sabía lo que iba a encontrar, pero
quise ir para verlo con mis propios ojos y contárselo a ustedes. De entrada me
encuentro con una señal que indica “aparcamiento gratuito”, en el que veo que
entran algunas personas, pero otras siguen para abajo por un carril hormigonado
que también tiene una señal de “prohibido aparcar”. Y, ya en el río, una señal
de prohibición de circulación excepto residentes. Pues bien, nadie hacía caso a
estas señales: el carril estaba repleto de coches en los dos lados y los más
atrevidos se saltaban la prohibición de paso y se colocaban en la explanada de
la cantera del Chíllar, donde llegué a contabilizar unos 80 vehículos. Pues
bien, al regreso de la excursión, miré con curiosidad a ver si habían puesto
alguna multa. Ni una. “To el mundo é
güeno”. Ahora que termina la temporada dice el Ayuntamiento de Nerja que va a
empezar a multar. Veremos lo que dura.
AQUELLO era una auténtica feria, o para ser
más exactos, una romería. La mayor parte de los visitantes venían en grupos
grandes de amigos y familiares, pertrechados con sus mochilas, neveras
portátiles, perros, formando una algarabía (griterío confuso de varias personas
que hablan al mismo tiempo). Algunos dando auténticos berridos: “¡Quilloooooo,
mira la Yeni que
guapa está en la cascadaaaa, trae la cámaraaaaaa!”. Había momentos que había
que ceder el paso porque algunos iban con unas inexplicables prisas (tal vez
para pillar las mejores pozas y comederos). En una ocasión un energúmeno que
tenía detrás empezó a hacer sonidos de música heavy con la boca, me volví y si
las miradas mataran el pobre estaría ya enterrado. Al llegar a la primeras
pozas (formadas por pequeñas presas hechas con piedras) me encuentro a una
pareja retozando en el agua, ella echándose champú en el cabello, y diciéndole
a un conocido que pasaba: “Esta poza es nuestra y nadie nos la va a quitar”.
Alucinante. Llegamos a los famosos Cahorros (o Cajorros), con sus bellas
paredes verticales y...una enorme pintada: “Melania”. La tal Melania, o era
ultranarcisista o tenía a un loco enamorado, porque su nombre se repetía en
todo el camino. Junto a esta llamativa pintada había muchas más, las típicas
que hacen los incívicos visitantes de nuestro patrimonio: “Aquí estuvo Raúl y
toda su pandilla, 13 de julio del 2003", y cosas así. Hay una pared, pasa
un urbanita, y claro, es una mezcla peligrosa: a pintarla, horror vacui. El
afán de estampar la huella en la
Luna llega a extremos increíbles, pues me llamó la atención
una piedra de no más de 20
centímetros, redondeada por la erosión del río, que
también tenía una larga frase pintada con pintura indeleble, y al parecer
bastante indeleble. Algunas asociaciones ecologistas han querido borrar estas
pintadas, pero sólo ha servido para que otros tengan más espacio para pintar.
POR el camino, de vez en cuando, venían
unos efluvios de orines que procedían de unos huecos entre los arbustos que
estaban a ambos lados: son los aseos del río Chíllar, están para hacer pipí y
hacer popó, porque es de natural en la especie humana que cuando ve un cagadero
o cuando se encuentra en plena naturaleza, le entren ganas ingerir y egestar. Y
claro, muy limpios que somos, allí están los papeles higiénicos estampados en
el suelo para disfrute de la vista de todo el que pase por allí. A la hora de
comer, entre las 13-14 h, se produce una lucha por los pocos espacios
sombreados que quedan a ambos lados del río, los últimos tienen que conformarse
en comer en los cagaderos con la música de fondo. Grupos amplios de familias
comiendo colectivamente con el regocijo de las viandas: “¿Quieres un poco de
esta tortilla que le ha salido muy bien a mi parienta?”, con el griterío
correspondiente, vertido de basuras, restos de comidas, unas veces en tierra,
otras en el agua. Vi a un niño que tiró su lata de refresco al río y disfrutaba
viendo como el agua la arrastraba río abajo. Mientras los padres comían y se
contaban chistes, unos chavales se entretenían en matar arañas acuáticas a
pedradas: era el instinto cazador que nace con la persona. A veces los padres
echaban una mano. Vi a un señor mirando debajo de las piedras y tuve
curiosidad: “Perdone, ¿está usted buscando algo?” y me mira y sonríe,
diciéndome: “No, nada, estaba buscando una ranita para mi niño”. Porque claro,
en el río Chíllar todavía no hay kioscos que vendan chucherías y juguetes para
los niños, así que sírvase usted mismo, a fin de cuentas es una simple rana.
Tanto el viaje de ida como en el de vuelta el tránsito de personas era
continuo, nunca había más de 10
metros entre dos grupos de personas, pues al parecer el
flujo de entrada y de salida era constante, se iba renovando porque había gente
que iba temprano y otros venían ya almorzados, como el que va a la calle
Larios. No había forma de hacer una foto al paraje sin que apareciera alguna
persona. Según mis cálculos, estimo que por allí habrían pasado unas 500
personas en todo el día. No está mal. Son 500 votantes a la dejadez de la Junta de Andalucía. Pero
para mí supondrá que jamás volveré a ese lugar, al menos en temporada veraniega…
Mañana se
publicará la segunda parte de este artículo
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