Chipperfield: “Mi empeño es trabajar en favor de la sostenibilidad, pero también me beneficio de lo insostenible. Acepto la hipocresía. Todos lo hacemos de alguna forma”
02/05/25. Redacción. EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com. David Chipperfield, arquitecto británico premiado con el Pritzker y encargado del rascacielos del Puerto de Málaga, ha ofrecido una confesión impagable en una entrevista con El Mundo (AQUÍ). “Mi empeño es trabajar en favor de la sostenibilidad, pero también me beneficio...
...de lo insostenible. Acepto la hipocresía. Todos lo hacemos de alguna forma”, reconoce sin rubor. La frase la firma el mismo arquitecto que proyecta un hotel de lujo de más de 30 plantas junto al mar, en el dique de Levante, a la entrada de la bahía malagueña.
Chipperfield vive medio año en Galicia, en una casa frente al Atlántico, en un pueblo de 600 habitantes. Desde allí impulsa su Fundación RIA, un laboratorio cívico que, dice, se centra en “la sostenibilidad de las pequeñas ciudades y el espacio natural”. Pero luego cobra por levantar hoteles y museos en Arabia Saudí o Dubái, “territorios que entran en colisión con mi idea de sostenibilidad”, admite. “Entiendo que usted me plantee cuál es la buena contribución. Yo le digo que intento hacer lo que hago con sumo cuidado, sin negar las contradicciones”.
Pero ¿cómo se aplica esta retórica del “trabajar más en lo colectivo”, de “vincularse a la experiencia colectiva que nos empuje a mejorar las cosas”, cuando tu firma aparece en un proyecto hotelero de capital extranjero que parte en dos el horizonte de una ciudad mediterránea? ¿Dónde está lo micro, lo estratégico, lo vinculado a las “necesidades de la gente” en un rascacielos que nadie en Málaga ha pedido salvo las élites políticas y portuarias que lo han pactado con promotores?
Chipperfield afirma que la arquitectura “es una escenografía para que la vida suceda, no es el tema central de la vida”. Lo que sucede en Málaga, en cambio, es otra cosa: un gran telón de hormigón que tapa la ciudad, la encarece, y la entrega aún más a un turismo especulativo. Con arquitectos así, ¿para qué necesitamos promotores?