Quero exige a Chipperfield que el rascacielos no se limite a un gesto icónico ni decorativo, sino que respete y dialogue con la escala, la tradición y el sentido profundo del lugar

Texto completo de la carta a Chipperfield publicada en tres entregas en ‘Málaga Hoy’, subida a la web del Instituto de Estudios Urbanos y Sociales (IEUS), que preside el economista Pedro Marín, del que Quero es miembro

05/06/25. 
Redacción. EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com. El arquitecto Damián Quero ha subido a la página web del Instituto de Estudios Urbanos y Sociales de Málaga (IEUS), que preside el economista Pedro Marín, una carta dirigida a David Chipperfield (AQUÍ), arquitecto elegido para el diseño del rascacielos del Puerto. La carta, que se publicó dividida...

...en tres entregas en el Málaga Hoy, es una crítica reflexiva y argumentada al proyecto del hotel rascacielos de 144 metros de altura que el arquitecto británico pretende construir en el Puerto de Málaga. El autor formula tres preguntas en torno al paisaje, la tradición y el sitio urbano, para invitar a Chipperfield a una reflexión profunda sobre el impacto de su obra en la ciudad.

Damián Quero es un arquitecto que participó en la redacción del primer gran Plan General de Ordenación Urbana de Málaga, en 1983, junto a los también arquitectos Salvador Moreno Peralta y Pepe Seguí. Quero ha publicado la carta en la web del Instituto de Estudios Urbanos y Sociales de Málaga (AQUÍ), del que es miembro, cuyo presidente es Pedro Marín Cots, que ha sido director del Observatorio de Medio Ambiente Urbano (OMAU) y también participó en el PGOU de 1983 en calidad de economista.


La carta se divide en tres partes. En la primera, ‘Paisaje geometría’, Quero critica el estudio de impacto paisajístico que ha permitido justificar la viabilidad del hotel basándose en un método geométrico simplista: si el edificio se ve poco desde ciertos ángulos, no hay impacto. Ridiculiza este enfoque y pide a Chipperfield una reflexión más rigurosa sobre cómo el edificio alterará la escala visual y simbólica del centro histórico, dominado hasta ahora por elementos como el monte Gibralfaro, la Alcazaba o la Catedral. Quero entiende que en entornos litorales los nuevos edificios no deben superar una tercera parte de la altura de los referentes geográficos naturales, para no desvirtuar su significado simbólico.

En la segunda parte, ‘Paisaje tradición’, Quero aboga por una arquitectura que dialogue con la historia y el entorno, no que rompa con ellos. Apoyado en pensadores como Walter Benjamin, Ignasi de Solà-Morales y Bernardo Secchi, defiende que la arquitectura debe ser narración y continuidad, no simple novedad o espectáculo visual. Además, advierte que el proyecto corre el riesgo de romper la transición civilizada entre la ciudad y el mar, una relación construida históricamente y de gran valor antropológico.

Y en la tercera parte, ‘El paisaje oculto: el sitio de la ciudad’, Quero introduce estos dos conceptos como el entramado simbólico, histórico y geográfico que da sentido a un lugar. La arquitectura, afirma, debe revelar y respetar esa memoria urbana acumulada, no interrumpirla con intervenciones vacías. Acusa al proyecto del hotel de no tener figura ni discurso, de no aportar una narrativa legible para la ciudad. Y concluye con una advertencia ética: construir sin atender al sitio ni a su historia es provocar desorientación y fealdad, es actuar con banalidad y romper el relato simbólico de la ciudad.

A continuación puede la carta completa o verla en su fuente original AQUÍ:

Tres preguntas sobre paisaje a Sir David Chipperfield
Damián Quero Castanys, arquitecto. Miembro del Instituto de Estudios Urbanos y Sociales (IEUS) de Málaga.

Este documento fue publicado en Málaga Hoy los días 20, 21 y 22 de mayo de 2025

Primera. Paisaje geometría.

Apreciado arquitecto David Chipperfield, posiblemente usted ya sabe que, para poder edificar en Málaga un hotel de 144 metros de altura cimentado en el fondo del mar, ha sido antes necesario aprobar un estudio para prever su impacto paisajístico en la frontera marítima del centro de la ciudad. El esforzado equipo ambientalista que ha realizado el estudio ha podido establecer la adecuación paisajística del rascacielos en este sitio con cierto rigor científico, o así lo entendieron las autoridades que lo han aprobado.

Consistía este modo de evaluación del impacto en suponer que un observador virtual, situado de pié a cierta distancia del rascacielos, gira sobre sí mismo barriendo su eje de visión un círculo completo. Registrando el ángulo de giro durante el que el observador percibe visualmente el edificio, y refiriéndolo a los 360° del giro completo, resulta un porcentaje ciertamente escaso, y de ello se deduce que el impacto sobre el paisaje será admisible. El método lleva a la conclusión irrefutable de que, si no se mira, el edificio no se ve. Y con este fundamento las autoridades ambiental y municipal han declarado la ausencia de impacto paisajístico significativo, aunque no han podido evitar la guasa general entre los malagueños.


De usted, señor Chipperfield, se espera en Málaga que enfoque la cuestión paisajística de su proyecto con argumentos de mayor solidez científica, una vez que avance más allá de la imagen que nos mostró en su primera visita, más centrada en la jardinería del entorno que en el edificio que nos trae. Conocemos de usted su excelente tratamiento teórico y proyectual de la relación de la arquitectura con su sitio, de modo que le invito a entrar en razonamientos más elaborados.

Aquí no reclamamos una caligrafía detallada del espacio libre, ni estamos ante una iniciativa de ornamentación del morro portuario. Nos preocupa la arquitectura y la forma de la ciudad, su fachada como representación simbólica de toda la ciudad.

Un lugar extenso y abierto se experimenta como urbano si se percibe conectado visualmente con otros elementos de la ciudad. La estructura que vincula el lugar a la ciudad es el entramado de relaciones visuales que se organizan entre edificios y elementos geográficos, naturales o construidos. De modo que la modificación del paisaje que provocará la irrupción de una nueva construcción no es solo -ni principalmente- una cuestión de geometría. Es necesario prever cómo el sitio modificado será percibido por las gentes, cuáles serán sus nuevas relaciones visuales con la ciudad y cómo será alterada la escala del conjunto. La escala del sitio se percibe por referencia a las dimensiones de los elementos que lo configuran: aquí son ahora el monte y castillo de Gibralfaro, con una elevación de 132 metros sobre el nivel del mar, la Alcazaba, la Catedral y la fachada del centro histórico en la Cortina del Muelle. Bajo su dirección y con su consejo se va a levantar en este sitio de la ciudad un hotel de 144 metros de altura, superando la del monte Gibralfaro. De modo que el hotel irrumpe aquí como nueva referencia comparativa -consciente o inconsciente- de dimensiones.

Hace años desarrollé con los arquitectos Rosa Barba y Ricard Pie estudios y trabajos para la ordenación de territorios litorales. Nuestro método consistía en regular la altura máxima de las nuevas construcciones de modo que su irrupción no alterase la escala de percepción de la escena geográfica. En paisajes litorales estos estudios y experiencias nos permitieron establecer que la altura de las nuevas construcciones no debe ser mayor de una tercera parte de la altura de los elementos geográficos conformadores de la escena. Traspasada por un edificio la proporción de un tercio de la altitud orográfica, su irrupción en la escena la ridiculiza como objeto de juguete, como maqueta: las formaciones orográficas y las construcciones monumentales que configuran el sitio perderán la dignidad de su potencia geográfica en la competencia con la desmesura de un vulgar hotel.

Sin duda usted ha estudiado cuál debe ser en este sitio la altura adecuada para su edificio, y nos podrá explicar cómo el hotel de 144 metros de altura que nos propone, introducido en la escena urbana dominada por el monte Gibralfaro de 132 metros de altitud, modificará la escala del sitio fundacional de la ciudad. Le pedimos que nos tranquilice en nuestro temor a la sensación ridícula “de juguete”, como de un “belén”, que transmitirán en adelante las formas de Gibralfaro, de la Alcazaba y la Catedral que hoy percibimos como soberbias.

Segunda. Paisaje tradición.

En el pensamiento actual de las ciudades, las transformaciones deben expresar simultáneamente el cambio y la continuidad, dicho de otro modo, lo que ha de permanecer constante en lo cambiante, la figura del tiempo expresada en las formas construidas. El tiempo de la arquitectura y de la ciudad no es abstracción ni mera duración como el tiempo horario. Es tiempo con significado, tiempo como acumulación de experiencias, tradición en la acepción, entre otros, de Walter Benjamin en sus reflexiones sobre arquitectura y ciudad.

El arquitecto Ignasi de Solà-Morales lo explicaba magistralmente cuando proponía para la arquitectura la síntesis de formas nuevas y tradición. Lo nuevo requiere para ser inteligible algún modo de continuidad de la forma: la forma nueva necesita referencias a lo socialmente codificado y asimilado. La contemplación de una forma edificada o de una obra de arte encierra siempre una decodificación consciente o inconsciente.

Y el arquitecto Bernardo Secchi dijo que con la historia solo se pueden establecer roturas aparentes. Ruptura y continuidad se debaten en todo proyecto de arquitectura para ser asumidas en un proyecto general. En este lugar de Málaga queremos la juiciosa discreción que reclamaba Ignasi de Solà-Morales para expresar en las formas construidas la complicidad de lo nuevo con la tradición.


En palabras de Adorno, la forma da cuenta de lo civilizado.

Una mirada urbanística a los lugares públicos no puede estar limitada a las características geométricas del espacio; es también necesariamente de condición antropológica. Y eso no porque la ordenación de las funciones y los usos propios de estos lugares reclamen el concurso excepcional de otras disciplinas, sino porque el significado y la percepción de sus formas -su figura- son inseparables de los ritos y los mitos de cada sociedad.

De modo que la recreación de un lugar no es solo cuestión de geometría, es, sobre todo, narración. Narrar la transformación del sitio es un ejercicio de sintaxis, no la acuarela de sorpresas pintorescas que sigue siendo tan frecuente en el paisajismo y la jardinería. Como lo ha explicado desde la topología Ricardo Saiegh, la sintaxis -la estructura- de un espacio urbano la forman las relaciones visuales, las conexiones y desconexiones de sus construcciones con lo que permanece, los anudamientos y trenzados de lo nuevo con la ciudad.

En sus proyectos y en sus teorizaciones usted, arquitecto Chipperfield, ha asumido la continuidad de lo actual con la tradición, y el jurado del premio Pritzker lo destacó así. Usted sabe que necesitamos la tradición y la historia para la vida y para la acción, para que nos rediman de los espacios sin huellas, de los proyectos que ocultan los vestigios. También en Málaga.

La continuidad del espacio que nos interesa es la que se establece con la historia y con el sitio de la ciudad; es la continuidad del léxico y de la sintaxis, que permite la narración del proceso de transformaciones, de adecuación pausada de cada lugar a las exigencias cambiantes de la misma ciudad.

En esta ciudad esperamos de su intervención que no destruya la figura de su fundación entre el monte, el río y el mar, y que conserve la forma de la transición civilizada de la ciudad al mar. Lévi-Strauss nos enseñó el potente valor antropológico que tiene la identificación y delimitación correcta de los medios terrestre y marino, y la transición entre ellos. Y Chillida dijo “en una línea el mundo se une; con una línea el mundo se divide”. Así, dividiendo y a la vez uniendo, la historia ha construido nuestra relación con el mar. Resístase, apreciado colega, a que el capricho de sus clientes le obligue a destruirla.

Tercera. El paisaje oculto: el sitio de la ciudad.

La narración de la ciudad no es ajena al desafío mutuo entre las formas naturales y los ritos urbanos, entre la fatalidad y las aspiraciones humanas, entre el orden simbólico y la transgresión. Por eso admiramos las ciudades que, a pesar de los cataclismos urbanísticos padecidos, han sabido resistir y conservar en sus formas la explicación del sitio donde se fundaron, y provocan la sensación directa de la geografía que las aloja: Málaga como ejemplo, donde, a pesar de sus épocas de oscuridad, permanecen los elementos arquetípicos de su geografía y se reconocen las marcas del tiempo atrapadas en sus formas. Por eso esta ciudad hace fácil e intuitiva la orientación en ella, y al recorrerla se distinguen con claridad sus épocas y se perciben sus transformaciones; son éstas las cualidades -orientación en el espacio y en el tiempo- que suscitan y excitan el goce estético de las ciudades.

Los conceptos apropiados para describir las estructuras significantes de cada ciudad los he nombrado en mis trabajos como el sitio de la ciudad o el paisaje oculto. El sitio, noción relacionada con los mitos de fundación de la ciudad, es el resultado del proceso urbano de acumulación continua de lugares, de materiales diversos y con frecuencia contrapuestos. El sitio es la figura de los tiempos atrapados en la materia desde la fundación de la ciudad: la metáfora de su historización. El proyecto de arquitectura debe desvelar su significado, su paisaje oculto, y conservarlo. Así como en los hombres el fallo de la memoria causa el delirio, la ruptura de la continuidad en la narración de la ciudad provoca el disloque del sitio, que las gentes percibirán como barbarie, como desorientación, como fealdad.

Todo proyecto, en el sentido cultural de la palabra, nace de un impulso ético. En su práctica de la arquitectura ha concebido y construido usted, señor Chipperfield, proyectos sin destruir el sitio, y ha incluido en él sus obras como nuevos episodios que refuerzan la narración y reconstruyen la simbolización. Por eso ha sido usted reconocido y premiado. El edificio que ahora usted se propone construir aquí parece no tener figura, como si deliberadamente hubiese querido hacerlo evanescente, pasar desapercibido, como eludiendo el disloque que va a crear su presencia.

Esperábamos que su arquitectura fuese figura del tiempo actual, no adivinábamos cómo, pero ¿es quizá que, en su opinión, el tiempo que ahora vivimos no tiene figuración posible en la arquitectura, que los procesos económicos y administrativos que forman ahora las ciudades no pueden tener presencia inteligible en el lenguaje de la arquitectura? Así lo pensaba Habermas a final del siglo pasado. Si ésta fuese también su idea de la arquitectura y su visión del mundo estaríamos muy interesados en dialogar con usted sobre ello, y quizá coincidiésemos. Pero entonces, ¿porqué irrumpir aquí con un nuevo episodio urbano recurriendo al pintoresquismo banal, qué trivialidad, qué símbolo de la vacuidad nos va a exhibir?

Decía Lacan sobre la rememoración: “Que el sujeto reviva, rememore en el sentido intuitivo de la palabra, los acontecimientos formadores de su experiencia, no es en sí tan importante. Lo que cuenta es lo que reconstruye con ellos”. Le pido para Málaga, señor Chipperfield, juiciosa discreción si se propone usted reconstruir acontecimientos que formaron nuestra ciudad y nuestra experiencia de ella. Aunque, hablando entre profesionales, le sugiero que renuncie a hacerlo.