Alertan de que este modelo ya se aplicó en el río Chíllar: masificación inducida, degradación del entorno y posterior concesión a una empresa privada
19/06/25. Redacción. EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com. Las playas de Maro, ubicadas dentro del Paraje Natural de los Acantilados de Maro-Cerro Gordo, están comenzando a sufrir las consecuencias de una promoción turística que, para muchos vecinos de la zona, no es inocente. “Están vendiendo el paraíso para luego...
...decir que hay que salvarlo privatizándolo”, denuncia un residente de Nerja, que ve con preocupación cómo el modelo de masificación y degradación ya vivido en otros enclaves naturales comienza a repetirse aquí.
Algunos medios locales han comenzado a destacar las "aguas cristalinas" de estas playas y calas situadas entre los abruptos acantilados que separan Nerja de Almuñécar. A pie de foto, parecen un edén. En la práctica, se están convirtiendo en el nuevo objetivo del turismo descontrolado. “Esto no son playas turísticas, son un paraje natural protegido, un ecosistema único que no está preparado para recibir a miles de personas cada verano”, advierten.
El Paraje Natural Acantilados de Maro-Cerro Gordo comprende una franja de doce kilómetros paralela a la costa, donde se alternan espectaculares acantilados de hasta 75 metros con pequeñas calas de difícil acceso. Además de su belleza paisajística, la zona alberga especies vegetales y animales protegidas, algunas en peligro de extinción.
Así, tanto la flora terrestre, destacan la siempreviva malagueña o el romero blanco, como la marina, entre las que se encuentran praderas de posidonia oceánica y poblaciones de coral naranja catalogadas como vulnerables, hacen de este entorno un espacio de alto valor ecológico.
Sin embargo, como ya ocurriera con el río Chíllar, los vecinos temen que la sobreexposición mediática provoque la masificación de la zona. “Así empezó todo con el Chíllar: primero lo promocionaron como una maravilla secreta, luego vinieron las masas, se colapsó, y ahora está cerrado al público mientras deciden qué empresa privada se lleva su gestión. ¿Vamos a repetir el mismo guion?”, se preguntan con ironía.
Actualmente, el acceso al río Chíllar permanece restringido y el debate gira en torno a su futura explotación comercial, bajo la fórmula de una concesión administrativa. “Nos dicen que es para conservarlo, pero lo que buscan es convertirlo en un negocio. ¿Quién paga la campaña de promoción? ¿Quién gana con la privatización?”, denuncian.
El miedo entre la población local es que el mismo destino aguarde a Maro. Que se cree artificialmente un problema (la masificación), para después presentar como única solución una gestión privada del entorno. “Lo están preparando todo para entregárselo a alguna empresa amiga. Este es el capitalismo de amiguetes que sufrimos: primero arrasan y luego nos venden su ‘rescate’”, lamenta otro vecino.
Mientras tanto, las imágenes de estas playas “vírgenes” continúan circulando por redes sociales y portales turísticos, atrayendo a un número creciente de visitantes. Paseos en barco, calas secretas, snorkel, selfies junto a los acantilados… La postal es perfecta. La realidad, mucho menos idílica.
Desde colectivos ambientales y vecinales se insiste en la necesidad de proteger el entorno con medidas reales de conservación, y no con una falsa “puesta en valor” que solo busca su explotación. “La protección del paraje no puede depender de que sea rentable”, sostienen.