El barrio del Ensache sufre una sobredosis de mentiras para tapar la colaboración del gobierno municipal en una maniobra de enriquecimiento

10/12/13. Opinión. El Soho es un proyecto encargado al Ayuntamiento con un solo fin: revalorizar el suelo de El Ensanche y forrarse cuando llegue el momento oportuno.
EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com propone otro punto de vista sobre este proyecto surgido de la complicidad municipal con empresas privadas y despachos de profesionales.

QUIEN recorre las calles del Ensanche de Málaga después de los horarios comerciales puede comprobar la verdad del barrio: está vacío y muerto. Los únicos bares abiertos hasta algo más tarde se sitúan en los límites, la Alameda de Colón o la plaza de la Marina. El teatro Alameda, en calle Córdoba, jamás ha dinamizado la zona a pesar de sus muchos años de actividad y las sucesivas transformaciones que le han permitido sobrevivir. Los comercios y bares de inmigrantes (magrebíes, americanos, rusos, ucranianos -¿cuenta entre ellos una cervecería belga?) no alcanzan a dominar lo suficiente el territorio, permanecen como islotes sin llegar a conformar un archipiélago que inyectara de una cierta identidad basada en esa misma concentración de diversidades. No hay unidad ni conciencia de pertenencia barrial en una población residente forzosamente subsidiaria del poder de las empresas que han decidido alojar allí su sede social. ¿Dónde es la fiesta? En determinados despachos, no en las calles.

DEL Ensanche se ha transmitido en los últimos años una muy calculada identificación por sus problemas antes que por ninguna otra cosa. Todos se reducen a uno: el binomio seguridad nocturna y prostitución. En una expresión tan equívoca como definitoria del personaje, decía la concejala Gemma del Corral que “Los vecinos estaban hartos de prostitutas”. Como es habitual, esto es lo que más se repite en la campaña previa a la creación de la máscara Soho, y también sirve de justificación posterior, aun se emplea. Suele tener mucha fortuna; la sola mención de “es una zona de putas” condena inmediatamente un barrio. No hay salida, es una etiqueta de maldición. Esta queja sí es de la población que tiene allí su vivienda, y ha sido acondicionada y adaptada a los propios fines de los nuevos líderes del barrio.

EN una primera aproximación, surge la duda. ¿Era necesario responder a los problemas de seguridad, ya registrados y diagnosticados hace décadas, con la creación de una realidad paralela llamada Soho? Un ejemplo. Los alrededores del Mercado de Atarazanas también fueron zona de prostitución durante muchos años. No queda ninguna y nadie hizo allí ninguna intervención para convertirlo en un "barrio cultural" o "de las artes". Es decir, que erradicar la prostitución es complicado, pero eliminarla de un punto de la ciudad, se hace en cuanto se toma la decisión de hacerlo. Normalmente, además, sin miramientos por parte de las autoridades y con la ciudadanía mirando hacia otro lado. Lo que renueva la pregunta, ¿qué pretende el Soho?

LAS retóricas de la política local no acaban de tener el nivel profesional de los modelos norteamericanos o del norte europeo. Pero funcionan. Sobre todo en una ciudad sin mucha conciencia de ser nada que no sea antisevillana, que ha venido a ser lo más socorrido para no tener que pensar qué se hace para ser Málaga, aparte de demolerla y reconstruirla cada vez peor de forma sistemática. Resultaría inverosímil en otra ciudad cuya población sepa algo más de su territorio que la de esta que se propagase la idea de que un lugar tan céntrico como el Ensanche es poco menos que Detroit o uno de esos barrios de Baltimore que la reciente narrativa televisiva ha hecho tan célebres. En otra ciudad con algo más de recorrido ideológico, cultural y artístico, y educativo en general, que Málaga, causaría indignación la propuesta de una ficcionalización de un espacio real, adosándole a golpe de mentiras una máscara que no le ajusta. ¿El Soho? ¿Dónde queda eso? No en el Ensanche, pero sí en determinados despachos.

EL principio parece sencillo, pero implica a varios sectores improductivos y perniciosos, tan diferentes que no siempre casan entre sí sus categorías legales, y se exige tanta sincronía en el desarrollo que se precisa a iguales experiencia en la técnica -haberlo hecho antes- y falta de escrúpulos -demostrada tantas veces.

HAY que empezar por un grupo de gente con intereses no declarados pero claramente identificables. Luego se va sumando. Los problemas del Ensanche combinan despoblamiento de residentes, precios incosteables durante mucho tiempo y caída súbita, degradación ambiental causada por el abandono institucional deliberado, acaparamiento de propiedades y de suelo en unas pocas manos, que concentran, por tanto cada vez más poder (¿es casual esa coincidencia en el tiempo de la aparición y posterior desaparición simultánea de asustaviejas en el barrio?) y, efectivamente, permitir durante un tiempo prudencial un descenso de la seguridad y un crecimiento de la prostitución que sea bien visible y que se encarga alguien de visibilizar mucho más de lo necesario o justificado.

TODO esto tiene su relato específico. Es un modelo estándar. Ocurre así en todo el orbe capitalista desde hace casi dos siglos. Ya lo introducen Dickens o Marx en sus obras. Y también se estudia en los libros que circulan en las carreras de arquitectura, geografía, historia o urbanismo (¿dónde están, cuando hacen falta, quienes dan clase en ellas o el alumnado que llega a obtener su título?). Ocurre siempre igual y acaba siempre del mismo modo. Pero en este caso se ha innovado con una mentira que en Málaga resulta novedosa: el Soho.

ESTE es un proyecto encargado al Ayuntamiento con un solo fin: revalorizar el suelo y forrarse cuando llegue el momento oportuno. Pero mientras la tradición de la especulación simple consiste en acaparar suelo e inmuebles, revenderlos en un círculo cerrado durante el tiempo acordado (así pasó en los años ochenta, gracias a la maldita Ley Boyer) y finalmente colocarlo a la mayor plusvalía posible, en este caso se ha enfocado de otro modo. Puesto que resulta complicado, debido a la falta de liquidez y de crédito en la actual coyuntura económica, se ha puesto en marcha otra estrategia, mucho más fina, y que tiene la virtud de abrir el campo a otros oportunistas que no harán dinero del negocio final, sino del proceso de camuflaje.

EL Ayuntamiento va a adecentarle la cara al Ensanche con más de un millón y medio de euros del programa POCTEFEX. Es el primer punto realmente penoso de este movimiento. Este proyecto europeo se define así: “El Programa de Cooperación Transfronteriza España – Fronteras Exteriores tiene como objetivo articular los recursos del Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER) en un instrumento transitorio con el formato de un Programa Operativo de Cooperación Transfronteriza específico, en el marco del Objetivo 3 del FEDER, para el desarrollo de proyectos de cooperación transfronteriza entre España y Marruecos”.

ES, en resumen, un plan de desarrollo enfocado a acentuar la presencia europea en el otro lado del Estrecho, donde la expansión de otras influencias puede resultar peligrosa para este lado. Quizás no tanto como otras, si se mira dos veces, o si se tiene perspectiva histórica y se reconoce en los especuladores actuales del Ensanche la genealogía de quienes destruyeron el litoral Málaga adosándole a golpe de mentiras la máscara de la Costa del Sol. Si se piensa en quiénes construyeron la Alhambra y en quiénes levantaron la fachada de hormigón en primera línea de playa, resulta fácil decidir quién pertenece al linaje de Al Qaeda.

CUANDO se coge ese dinero del Poctefex destinado a la cooperación internacional, cuyo objetivo es invertir en un lugar con claros déficits en muchos aspectos y se gasta en una operación de especulación urbanística en otro lado, este, se deja bien alta y bien visible la marca España, y, sobre todo, la marca Málaga.

EL Soho es el macguffin de esta estrategia. Y el caso MAUS sirve a este fin, su objetivo principal no es el del lucro indecente del tránsito, por más que algunos lo obtengan. La gente, gracias a los medios cómplices, anda distraída con las noticias sobre el escenario de vacuidades del Soho. Mientras, se peatonaliza alguna calle de alto interés inmobiliario, se reforman secciones del barrio, se reordena el tráfico rodado, se interviene en los espacios comunes, se ponen jardineras, se cambia el alumbrado, etc. Se hace todo con dinero público a mayor gloria del beneficio privado a partir del suelo. Así aparecen los beneficiarios de tránsito, un agente cultural cualquiera con su empresa, sacando dinero de las paredes, u otras figuras, relanzadas a un currillo en escenario de azotea. La mediocridad es familiar en Málaga; su tamaño, algo más grande.

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