OPINIÓN. Tribuna Abierta. Por Matías Mérida Rodríguez
Profesor titular de la Universidad de Málaga

21/09/16. Opinión. “La construcción del hotel que se pretende erigir en el dique de Levante del Puerto de Málaga produciría, de llevarse finalmente a cabo, una drástica transformación del paisaje en la bahía de Málaga y en la imagen de la propia ciudad. Alteraría la percepción tanto de su fachada marítima como de las vistas del mar desde el espacio urbano, y degradaría las vistas internas existentes entre ambos lados...

...de la bahía”. Con esta contundencia arranca la Tribuna Abierta que ha remitido a EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com Matías Mérida, profesor titular de Análisis Geográfico Regional de la Universidad de Málaga, sobre el impacto paisajístico que produciría el hotel que pretenden levantar en el Puerto.

Málaga, el paisaje y el hotel del Puerto. Consideraciones sobre su impacto paisajístico

LA construcción del hotel que se pretende erigir en el dique de Levante del Puerto de Málaga produciría, de llevarse finalmente a cabo, una drástica transformación del paisaje en la bahía de Málaga y en la imagen de la propia ciudad. Alteraría la percepción tanto de su fachada marítima como de las vistas del mar desde el espacio urbano, y degradaría las vistas internas existentes entre ambos lados de la bahía.

LA identidad paisajística de Málaga se cimenta en buena medida en las relaciones visuales que se establecen entre la ciudad y el mar. La proximidad de la montaña a la línea de costa propicia la generación de amplias vistas sobre el mar desde esas atalayas y al mismo tiempo enmarca las vistas generadas desde el mar a modo de fondo escénico. La benignidad climática de la ciudad anima al paseo y potencia la contemplación de las vistas marítimas por visitantes y residentes desde numerosos espacios y recorridos. En definitiva, la identidad paisajística de Málaga se fundamente en gran parte en sus imágenes marítimas. Cualquier alteración sustancial de este importante y singular atributo paisajístico de la ciudad, componente esencial del carácter de su paisaje, y donde reside además buena parte de su atractivo turístico, debe ser valorada como un rotundo impacto sobre el paisaje.

LA contundente afectación paisajística se derivaría de la alteración de las vistas que se produciría con la construcción de este edificio, tanto de las emitidas entre la ciudad y el mar como de las perspectivas generadas desde los dos lados de la bahía (de la ensenada, siendo más estrictos). Este impacto se produciría independientemente del diseño concreto del edificio, y tendría que ver, por un lado, con el emplazamiento seleccionado, y por otro, con las colosales dimensiones (en su contexto espacial) del proyecto: un edificio de unos 135 metros de altitud situado prácticamente en el corazón de la bahía de Málaga, más exactamente en el centro de la parte de la bahía ocupada por la ciudad.

 
LA
altura planteada supondría un indiscutible factor de este destacado impacto visual, por su propia disposición vertical, perpendicular al plano de visión humano. La percepción de esta altura sería mayor porque constituiría la construcción más elevada en su contexto espacial, tanto en la ciudad como en la provincia. Su altura supondría, por poner algunos ejemplos, multiplicar por tres la altura de los edificios más elevados de la ciudad, o superar en un 50% la altura de la torre de la Catedral de Málaga. Pero, más allá de los edificios, el rascacielos igualaría y superaría la altura de los montes más cercanos a la ciudad, los de contenidos más simbólicos: sería más alto que el Monte Coronado y tan alto, literalmente, como el Monte Gibralfaro. Incluso otras instalaciones muy elevadas e impactantes, como la torre de la fábrica de cementos de la Araña, quedarían por debajo en altura. A su lado, impactos paisajísticos ya clásicos en la ciudad, como el hotel Málaga Palacio o las Torres del Limonar, palidecerían si se compararan en altura con el edificio proyectado.


ESTAS dimensiones harían que esta torre planteara problemas de integración paisajística prácticamente en cualquier lugar de la ciudad donde se emplazara, pero en este caso la cuestión crucial es que se pretende ubicar en un espacio central en la ensenada de Málaga y, que ese emplazamiento, además, coincide con la parte de la bahía más próxima al centro histórico de la ciudad. Aunque topológicamente se encontraría en torno a un kilómetro del espacio construido, perceptivamente parecería mucho más próximo, produciéndose dos consecuencias: el edificio se insertaría en el Centro Histórico en las vistas emitidas desde la bahía, y en las vistas dirigidas al mar desde la ciudad y su entorno la construcción dominaría de forma avasalladora las perspectivas. Hablar de nuevo icono refiriéndose a este hecho constituye un eufemismo.

SU emplazamiento afectaría a la visibilidad desde el mar de verdaderos (estos sí) hitos paisajísticos de Málaga, como la Farola, la torre de la Catedral o el castillo de Gibralfaro, y en todo caso competiría con ellos, haciendo que disminuyera drásticamente su capacidad referencial en las perspectivas procedentes del mar. En el caso de la Farola, que el propio PGOU de la ciudad califica como “el icono más representativo de la ciudad de Málaga”, afectaría, además, a la funcionalidad de su haz de luces, que, más allá de su propia utilidad, constituye un elemento referencial y simbólico de primer orden para los malagueños. Por otro lado, la vista de la Farola desde espacios centrales de la ciudad, como el propio Palmeral del Puerto, se vería sustancialmente alterada: en lugar de constituir el fondo escénico, recortada sobre el mar o el cielo, quedaría diluida y empequeñecida por la silueta del rascacielos, que la rodearía perceptivamente.

LA construcción del hotel también perjudicaría la capacidad referencial de la torre de la Catedral. Sin duda, resulta innecesario explicar el carácter simbólico que posee para los ciudadanos malagueños su contemplación desde el exterior. Unas de las perspectivas más características de la Catedral son las obtenidas desde el mar, reflejadas en diversos grabados  históricos de Málaga, como algunos anónimos del siglo XVIII, o, en su primitiva factura, en el dibujo de Anton Van Den Wyngaerde de 1564. Su capacidad referencial, residente ahora sobre todo en su única torre, continúa plenamente vigente en la actualidad, a pesar del desarrollo urbano experimentado por Málaga, sobresaliendo tras su fachada marítima. De hecho, y hasta el momento, la torre de la Catedral continúa siendo la construcción más alta de la ciudad.

Igualmente Gibralfaro vería seriamente dañada su visibilidad desde el mar, no ya el Castillo, hecho ya de por sí suficientemente importante, sino el propio monte, quedando rota y desfigurada su perspectiva marítima por la intrusión en la panorámica de un rectángulo vertical que perceptivamente lo dividiría en dos partes. Hablar del monte Gibralfaro significa, huelga comentarlo, remitirnos al espacio fundacional de la ciudad, un enclave simbólico que al mismo tiempo supone uno de sus principales referentes ambientales, actuando a modo de respiro visual entre el continuo edificado. Y alterar su visibilidad implica impactar en la identidad paisajística de Málaga, una ciudad que se identifica por la proximidad de la montaña al mar y donde los montes más cercanos constituyen el fondo escénico inmediato.

MÁS allá de estos hitos paisajísticos, en su conjunto el Centro Histórico de la ciudad de Málaga vería afectada  su visión desde el mar, especialmente sus sectores más expuestos, los más próximos a la costa y los más elevados, en particular la colina de la Alcazaba y el monte Gibralfaro. Esta parte de la ciudad constituye desde 2012 un Bien de Interés Cultural (BIC) en la categoría o tipología de Conjunto Histórico, y sus límites actuales se extienden, en su fachada marítima, desde la avenida Manuel Agustín Heredia hacia el este, incluyendo el Hotel Miramar y las Casas de Cantó. Con anterioridad, el centro de la ciudad ya fue declarado como Conjunto Histórico-artístico en 1970, con una delimitación algo más reducida pero que ya incluía también la colina de la Alcazaba y el monte Gibralfaro.

CUALQUIER actuación en las zonas más cercanas, topológica o perceptivamente, al Centro Histórico debería tener en cuenta esta afectación visual (y este hotel, desde determinadas perspectivas, estaría perceptivamente adyacente al Conjunto Histórico). Y ello porque es de sentido común, con independencia de lo establecido en el artículo 19 de la Ley 14/2007, de Patrimonio Histórico de Andalucía, relativo a la contaminación visual o perceptiva, que aparece definida como “aquella intervención, uso o acción en el bien o su entorno de protección que degrade los valores de un bien inmueble integrante del Patrimonio Histórico y toda interferencia que impida o distorsione su contemplación.” La declaración de BIC del Centro Histórico de Málaga no recoge explícitamente un entorno de protección, pero es importante resaltar que no lo hace porque considera “suficientemente protegidos todos los sectores del parcelario urbano que mantienen relación visual o física con el sector delimitado como Bien de Interés Cultural”, circunstancia ésta (la suficiente protección) que, con independencia de otras consideraciones, cambiaría con la drástica actuación propuesta en el dique de levante. En cualquier caso, una edificación del calibre de la que está proyectada alteraría gravemente las relaciones visuales del BIC, por lo que quedaría abiertamente enfrentada al concepto recogido en el citado artículo 19, ya que la interferencia que impidiera o distorsionara su contemplación se produciría de forma clara.

LAS vistas afectadas por la construcción del hotel incluirían también las emitidas desde la ciudad hacia el mar, desde espacios e infraestructuras públicas (sería visible desde numerosos puntos de las rondas de circunvalación, recortándose sobre el mar, y sobresaliendo sobre la ciudad y los montes), o desde miradores urbanos (por ejemplo, el mirador del monte Gibralfaro); incluso alteraría, paradójicamente, las magníficas vistas al mar de la que disfrutan algunos hoteles. En general, las vistas al mar desde la ciudad y su entorno, en lugar de contar con el mar como relajante fondo escénico, quedarían seriamente alteradas por el rascacielos, además de inevitablemente focalizadas hacia él, por puro protagonismo visual y contraste morfológico.

EN todo caso, siendo importante la afectación que la construcción del hotel produciría  a las vistas de la ciudad desde el mar o sobre las dirigidas desde la ciudad al mar, hay un tercer tipo de vistas sobre las cuales la perturbación sería aún más radical: las vistas interiores de la bahía de Málaga, emitidas desde ambas márgenes de forma recíproca. Se trata de vistas mixtas, marítimas y terrestres, y ambos componentes se verían sustancialmente alterados. Por otra parte, estas perspectivas cuentan con importantes contenidos naturales, ya que, además de hacia el mar, se dirigen al marco montañoso que circunda la bahía, e incluso, más al interior, al cinturón montañoso que delimita el valle del Guadalhorce (Sierra de las Nieves) o la Hoya de Málaga (Sierra de Cártama). Son, en definitiva, vistas amplias y abiertas, que los ciudadanos disfrutamos y que, incidiendo en la dimensión económica del paisaje, consumimos, junto a los visitantes, desde los numerosos establecimientos  situados próximos al mar o en lugares elevados.  Verticalmente, las perspectivas sobre la bahía únicamente se ven parcialmente interrumpidas por las grúas de contenedores del puerto, pero sería una falacia tomarlas como referentes para construir un edificio de tan colosales dimensiones: las grúas son instalaciones provisionales (y por tanto su impacto reversible, como se ha puesto de manifiesto con la reciente retirada de algunas de ellas), no macizas, menos elevadas (incluso las de mayores dimensiones) y, además, funcionalmente vinculadas a la actividad portuaria.

LAS vistas desde la parte oriental de la bahía, desde lugares tan transitados (y por tanto con mayor incidencia visual, es decir, con más cantidad de potenciales observadores) como los paseos marítimos de El Palo, Pedregalejo y Pablo Picasso, se dirigen hacia el oeste, y tienen como fondo escénico inmediato la Sierra de Mijas, concretamente su vertiente oriental. Se trata de un marco reproducido en múltiples ocasiones en imágenes de la ciudad, además de un espacio protegido por diferentes planes territoriales. La construcción en un punto central de la bahía del hotel previsto alteraría sustancialmente la percepción de la sierra de Mijas desde el eje litoral: no se trataría de una simple intrusión, sino de una división de la continuidad visual de este elemento natural, debido a que la altura del edificio generaría una franja vertical que ocultaría su visión. Más hacia el este, las perspectivas que se abren a la bahía de Málaga desde los accesos a la ciudad quedarían igualmente dañadas por la construcción de este edificio.

DESDE el litoral oeste, el impacto sería igualmente considerable. La alineación montañosa que, dependiendo de las zonas, circunda o conforma la ciudad por su parte oriental, y que con su tapiz arbóreo y su urbanización extensiva genera una de las panorámicas urbanas de mayor calidad, quedaría interrumpida visualmente en las perspectivas emitidas desde el litoral occidental de la ciudad y desde los accesos a Málaga por el oeste, incluyendo hitos paisajísticos tan potentes como el monte San Antón.

ESTAS perspectivas pueden ser susceptibles de acogerse a la protección que vienen estableciendo las sucesivas leyes del suelo de ámbito estatal, desde 1976 hasta la actualidad, de igual forma que las ya comentadas perspectivas dirigidas al Centro Histórico. En concreto, la ley del suelo de 2015 señala esta protección en su artículo 20.2, como criterio básico de utilización del suelo: Las instalaciones, construcciones y edificaciones habrán de adaptarse, en lo básico, al ambiente en que estuvieran situadas,  y a tal efecto, en los lugares de paisaje abierto y natural, sea rural o marítimo, o en las perspectivas que ofrezcan los conjuntos urbanos de características histórico-artísticas, típicos o tradicionales, y en las inmediaciones de las carreteras y caminos de trayecto pintoresco, no se permitirá que la situación, masa, altura de los edificios, muros y cierres, o la instalación de otros elementos, limite el campo visual para contemplar las bellezas naturales, rompa la armonía del paisaje o desfigure la perspectiva propia del mismo. En este sentido, la construcción del hotel supondría una alteración de un paisaje abierto, con un importante componente natural (el mar y las sierras y montes circundantes) y, más allá de la posibilidad de estar amparadas por este artículo, minimizar los daños sobre estas perspectivas supone proteger un valioso atributo paisajístico.

EL paisaje constituye un factor relevante para el bienestar y la calidad de vida de la población, al mismo tiempo que un importante recurso económico y un destacado componente de identidad de las sociedades, como recoge el Convenio Europeo del Paisaje (CEP), ratificado por España y en vigor desde 2008. Este mismo documento pone el acento especialmente en la importancia de cuidar, además de los paisajes excepcionales, los paisajes cotidianos, los más utilizados por la población. En este sentido, la construcción de este edificio, de carácter privado, dañaría valiosas perspectivas sobre el mar y afectaría la contemplación conjunta de la bahía y de su marco montañoso. Perderíamos perspectivas, paisaje, calidad de vida.

CAMBIARÍA la imagen de la ciudad. En definitiva, la construcción del edificio supondría un impacto paisajístico irreversible, impulsado por una actividad económica coyuntural y potencialmente reversible, la hotelera. El hotel puede desaparecer si empresarialmente no es rentable (la torre Pelli de Sevilla es un buen ejemplo en este sentido, con su escasa ocupación actual), pero el edificio, siendo realistas, perduraría en ese lugar casi permanentemente, negando la posibilidad de disfrutar plenamente de las vistas conjuntas de la bahía a generaciones de malagueños.

EN cualquier caso, e incluso más allá de estas argumentaciones, una actuación tan drástica necesitaría, al menos, un debate público, sosegado, reflexivo  y participativo, antes de tomar cualquier decisión administrativa trascendente, ya que está en juego parte del patrimonio paisajístico de la ciudad, perteneciente a todos los malagueños, frente al legítimo interés privado. Málaga cuenta con 2.500 años de historia, no es una ciudad surgida recientemente de las arenas del desierto. Merece que la tratemos cuidadosamente.

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