OPINIÓN. Tribuna Abierta
Por Salvador Moreno Peralta. Arquitecto y académico de San Telmo

07/12/17. Opinión. Los recientes homenajes a García Caparrós traen a la memoria la época convulsa en la que este recibió una bala durante la manifestación por la autonomía de Andalucía, una época en la que se empezó a ejercer la libertad en España, hace 40 años ya. El reconocido arquitecto y académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo, Salvador Moreno...

...Peralta, recuerda en una Tribuna Abierta para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com una de las primeras grandes manifestaciones de esa época, que sin pretenderlo consiguió congregar a una multitud para rendir homenaje a Picasso en Málaga en 1977. Artistas, actores, escritores, y una infinidad de personas de renombre acudieron a este evento que duró varios días, en los que la alegría y el arte eran los protagonistas. Este artículo aparece en el libro El destino de las perdices, un recopilatorio de columnas de Moreno Peralta aparecidas en prensa, esta fue publicada en diario Sur.

Picasso: el homenaje silenciado

HA tenido que ser la oportuna carta de un lector, Don Pablo Ruiz Ibáñez, publicada el pasado sábado por este periódico el que lo rescatara del olvido. Escribo de memoria, a partir de los recuerdos que me trae una foto amarillenta. Fue en el año 1977, poco antes de la legalización del Partido Comunista, cuando esta organización, que había llevado el peso de toda la lucha antifranquista, decidió hacer un homenaje multitudinario a su compañero de filas, Pablo Picasso, probablemente el primero de este tipo que se hacía en España aprovechando las fisuras, los entresijos y desconciertos de un régimen que se resistía a morir, como Rasputín. Fue una semana inolvidable, a pesar de que todas las fuerzas políticas que ya entonces eran legales o paralegales hicieran luego todo lo humanamente posible para que la olvidáramos. Dudo que alguien que no hubiera vivido  aquellos días pueda imaginar lo que eran auténticos vientos de libertad, el aspecto jubiloso, optimista y desprendido de la militancia convencida, la política en una  insólita versión de dinamizador cultural y catalizador de las vanguardias. El enorme poder de convocatoria que entonces tenía el PCE concitó en Málaga a políticos, artistas plásticos y escritores  cuya asistencia, como en el caso de Rafael Alberti, tenía una enorme significación por ser su primera visita a la ciudad tras el exilio. Recuerdo- y puede que la memoria me falle- una tan esforzada como deliciosamente imperfecta organización en grupos de trabajo dedicados al montaje de las diversas actividades. La financiación de todo aquello fue posible gracias a la complicidad de la Caja de Ahorros de Ronda y Pepe Gómez Lobato,  que nos dio un préstamo sustentado en el arriesgado aval de algunos de nosotros, entre los que estaba el arquitecto Javier Martín Malo, que siempre se dejó explotar para estas causas. Recuerdo en particular una reunión en una casa que Guillermo García Herrera y otros tenían en el Limonar donde, con la excitación de lo clandestino, Andrés Martínez Lorca, los  pintores José María Kaydeda, Manolo Garvayo, Arcadio Blasco, Eugenio Chicano y varios más- aunque no sé si llegó a estar Manolo Blasco, el primo de Picasso- todos ellos en torno al francés Georges Patrix, presidente de la Unión Mundial de Artistas Plásticos, organizaban la reproducción a escala natural de un Guernica para ser levantado frente a la casa natal del autor, en la Plaza de la Merced. Yo encargué el armazón a un amigo cerrajero, muy de derechas, que siempre pensó que estaba construyendo una mampara para un hotel, sin sospechar que era el soporte de uno de los mayores iconos antifascistas, cuyos fragmentos se pintaron en varias asociaciones de vecinos. Recuerdo el fragmento que se pintó en el corralón piloto del barrio de La Trinidad, en la calle Jaboneros. Eso justifica la presencia de numerosos trinitarios en la foto amarillenta, tomada poco después de la instalación del cuadro entre los desaparecidos plátanos de la Plaza de la Merced, que aportaban navajazos de sombra a las ya dramáticas pinceladas del maestro. La plaza tuvo ese día el aire de una kermesse impresionista, de eufórica identificación con un espíritu colectivo que era la expresión de lo mejor de nosotros, algo tan distante del fementido botellón que en ese lugar se escenifica hoy los fines de semana. Se sentía a Picasso como una pertenencia arrebatada, y el Guernica ante su casa natal, en mitad del espacio público y no sacralizado entre las paredes de un museo, tenía el significado de un monumental desagravio hecho desde las entrañas de la ciudadanía. Se trataba, no obstante, de una euforia contenida, por ser conscientes de que estábamos gozando de una libertad provocadora y, por tanto, precaria. Tanto es así que media Málaga se quedó esa noche custodiando el cuadro ante el rumor de que los Guerrilleros de Cristo Rey, ese impune grupo de pijos violentos alentados por Blas Piñar, asaltarían la plaza para destrozarlo. No lo consiguieron.


A los pocos días Málaga era un hervidero de actos picassianos. Por la mañana Rafael Alberti, José Luis Cano, Gabriel Celaya y Carlos Álvarez- el poeta- recalaban en una exposición de pintura en el Colegio de Doctores y Licenciados, dirigido  por una animosa y guapísima Charo Peral. Por la noche estaba programado un recital flamenco en el Polideportivo Carranque a cargo de Terremoto, Pansequito, Manuela Carrasco, José Menese y otros, organizado por el entrañable Boro Marina, al que estaba anunciada la asistencia de Paloma Picasso. ¡Horror! A media hora del recital se cayó en la cuenta de que faltaba el tablao. Hubo que ir a buscar uno en la academia de baile de la gran Rosa Mari Coll, transportado en piezas sobre una pequeña furgoneta. Fue un éxito, como también lo fue la irrupción de Paloma, a la que sus modistos vistieron con un traje aflamencado, estilo sangre y arena, que la hacía fácilmente identificable. Volvimos a ver a Paloma al día siguiente, en una exposición de grabados de su abuelo que se hizo... en el actual museo, entonces de Bellas artes. Alberti, por su parte, estuvo enorme en el hotel Los Naranjos: requerida su firma en un libro de registro, el poeta garrapateó una enorme paloma de esas suyas ante la mirada atónita del recepcionista, que lo que en realidad le estaba pidiendo era más bien el DNI. Entremedio de todo esto, el irrepetible Daniel Morales y su esposa Maribel, que ya alojaban al no menos irrepetible Tomás García despojado de la gloriosa piel de Juan Gómez, ponían casa, mesa y mantel para lo que hiciera falta. ¡Qué gente la de la agrupación comunista del Palo! Y siento no poder mencionar a todos, por falta de espacio y de memoria.

PERO el colofón de todo fue el multitudinario recital poético en el mismo Polideportivo: un público enfervorizado vibró con un desbordante Alberti, un entrañable Celaya contemplado en arrobo por su báculo, Amparitxu Gascón, que nos contagiaron sus lágrimas, Carlos Alvarez -como un hispano Evtuchenko- Juvenal Soto, el actor de la Comedie Française, Denis Manuel, que leyó un poema de Louis Aragon, al que yo me encargué de destrozar en la traducción. Se respiraba ya la democracia y todos estos actos estaban envueltos en la incontenible exaltación de las vísperas. Unos se sentían arropados por el vector de la historia y disfrutaron a cara descubierta; otros no lo veían tan claro y merodeaban recelosos a las puertas del festejo; otros, simplemente se desengancharon de todo esto: fueron los que mejor se situaron cuando llegó la democracia y los que se encargaron de que aquella semana no hubiera existido. Contrasto hoy la foto amarillenta en la que el pueblo de Málaga se arremolina en torno a la reproducción del Guernica en la Plaza de la Merced  con cualquiera de las que este periódico publicó sobre el sarao de la Aduana el día de la inauguración del museo. El duendecillo demagógico que siempre trepana la conciencia de los derrotistas me lleva a preguntarme cuál de estas fotos le hubiera gustado más a Picasso.

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