“Sería necesario que apostáramos por empresas de sectores que hemos echado en falta en la fase crítica de la pandemia: el textil y el tecnológico”
OPINIÓN. Tribuna Abierta. Por Antonio Somoza Barcenilla
Periodista06/05/20. Opinión. Bajo el epígrafe Apuntes para la salida de esta crisis, EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com, va a publicar en los próximos días una serie de artículos escritos por Antonio Somoza, en los que el periodista realiza un análisis distinto y sugerente sobre la situación en la que nos encontramos en plena emergencia sanitaria y esboza algunas ideas para dar una salida alternativa, desde un punto...
...económico y social, cuando tengamos que afrontar el futuro: algunas ideas interesantes para construir esa “nueva normalidad” de la que hablan los políticos.
Los dos primeros artículos, titulados “Una gran oportunidad” y “Hay vida más allá del turismo” han sido publicados en la edición andaluza de eldiario.es los días 28 de abril, el primero y 2 de mayo, el segundo. En los siguientes, originales para EL OBSERVADOR, irá desgranando la posible aplicación de sus propuestas a la provincia de Málaga y otros aspectos de interés como las posibles vías de financiación de las propuestas que sostiene. SIGUE
Y, en Málaga... ¿qué?
Curiosamente, aunque nuestra provincia y nuestra comunidad autónoma no hayan sido de las más castigadas por la pandemia sanitaria, sí que corremos el riesgo de ser las que suframos más duramente las consecuencias económicas de la “nueva normalidad”. No todas las provincias andaluzas pagaremos de igual manera las consecuencias, pero las cosas no pintan demasiado bien para Málaga. Nuestra provincia depende demasiado de dos sectores –el turismo y la construcción- íntimamente relacionados. Mientras vivíamos en una situación de normalidad el tirón económico de ambos ha permitido mejorar notablemente las expectativas económicas de la provincia, generar muchos puestos de trabajo, no siempre de calidad, y ser un referente regional, nacional y europeo. También tuvo efectos perversos como la devastación de zonas naturales y, en los últimos años, la gentifricación. Todo para establecer un modelo económico de monocultivo. Pero parece complicado que esa situación, con sus luces y sus sombras, se vuelva a producir en la “nueva normalidad”.
Y si no se vuelve al mismo escenario, no va a ser porque yo lo diga, ni porque el Gobierno no acceda a una apertura más rápida y más amplia de bares, restaurantes, hoteles y comercios, sino por las propias características de esta pandemia. No se si alguno de los que reclaman una apertura inmediata y campañas de imagen en el extranjero son conscientes del papel que han tenido los vuelos de larga distancia en la explosión de la enfermedad. Un dato, los países con más casos detectados hasta el momento –Estados Unidos, España, Italia, Gran Bretaña, Francia, Alemania, junto con China, origen del brote- son los que concentran el mayor número de pasajeros, por turismo o negocios, a nivel mundial.
Es de esperar que, por mera responsabilidad, tras la apertura del tránsito provincial, autonómico y nacional, aún quede bastante tiempo antes de restablecer los vuelos de larga distancia o los cruceros turísticos. Eso sin contar con el miedo razonable de muchos clientes en embarcarse en vacaciones alejadas de sus domicilios. Puede que el año próximo se normalice el tráfico aéreo o marítimo, y si se logra descubrir una vacuna y un tratamiento efectivo en los próximos meses es posible que incluso venzamos el miedo. Pero me temo que la espada de Damocles de una nueva pandemia seguirá sobre nuestras cabezas durante muchos años, puede que durante todo lo que nos quede de vida a los que sobrevivamos a la actual crisis.
Sería un error terrible que no nos percatáramos de ello y siguiéramos apostando por el monocultivo del turismo masivo, que siguiéramos poniendo todos los huevos en la misma cesta. No se trata de renunciar al turismo como fuente de riqueza, pero si de rebajar su presencia en la cesta de la economía, apostando por un turismo más centrado en los clientes de proximidad y, sobre todo, diversificando las fuentes de riqueza. Pero da la sensación de que los políticos malagueños y andaluces no lo ven igual y su apuesta sigue siendo la misma. La aprobación del decretazo por la Junta de Andalucía y el acuerdo del Ayuntamiento de Nerja para dar uso turístico de lujo a los terrenos de Maro o el empeño del de Málaga en construir un rascacielos en el puerto para establecer un hotel demuestran la irresponsabilidad y falta de imaginación de nuestros políticos o, lo que sería peor, el empeño en legislar para beneficio de unos pocos, bien por que los consideran bases electorales de sus partidos, bien porque los reconocen como donantes “desinteresados” a los que es preciso compensar. Ninguna de las opciones es nada tranquilizadora.
Frente a este empeño por insistir en los mismos errores, hay caminos alternativos. Caminos por los que no sólo transitamos cuatro locos ecologistas o comunistas bolivarianos ya que hay al menos 10 países europeos -entre los que se encuentran España y, aunque parezca increíble, Holanda- que reclaman a Bruselas “una salida verde de la crisis”, porque en realidad sólo una salida verde, que supere muchos de los paradigmas económicos actuales nos puede dar una oportunidad de tener un desarrollo más humano y que, además, nos permita estar mejor preparados para afrontar la próxima pandemia que, queramos o no, llegará. Es muy posible que si finalmente hay fondos europeos para la reconstrucción se vinculen, precisamente, con el impulso de sectores que superen la dependencia de los combustibles fósiles y nos permitan responder mejor en la próxima crisis.
Viñeta de El Roto publicada en El País el pasado 5 de mayo
Oferta hotelera tenemos suficiente, demasiada en las circunstancias actuales, y es de temer que esa descompensación deje un importante volumen de paro. Para absorber a esos trabajadores sería necesario que apostáramos por empresas de sectores que hemos echado en falta en la fase crítica de la pandemia: el textil y el tecnológico.
En el primero, Málaga tuvo tradición hasta hace no muchos años con centros como Intelhorce o Mayoral en los que se ocupaban miles de malagueños. La avaricia, uno de los pilares del capitalismo, unida a las posibilidades de multiplicar los beneficios de unos pocos que brindó la globalización y la complicidad de los políticos facilitó la deslocalización de nuestras empresas hacia China y otros países del sudeste asiático. Los beneficios empresariales se dispararon, pero ese incremento apenas benefició a los países de origen de esas empresas. Sus titulares no tuvieron problemas para radicar sus sedes en paraísos fiscales para evitar pagar impuestos. Muchos de esos empresarios se proclaman como patriotas; pero su patriotismo se reduce al tamaño de la pulsera con banderita que lucen en sus muñecas. Del sostenimiento de los servicios sociales (sanidad, educación, transportes…) a través de los impuestos, mejor no hablamos; a fin de cuentas, ellos -los “patriotas de opereta”- tienen las carteras llenas y se pueden pagar lo que necesiten: educación, sanidad y dos huevos duros. En este sentido, los planteamientos de VOX son muy claros, escandalosamente claros, a pesar de que muchos ciudadanos con pocos recursos no parecen enterarse y siguen con alegría unas banderas que les llegan al corazón, pero les excluyen de unos servicios esenciales para la supervivencia.
En lugar de aumentar la apuesta turística, sería razonable poner los esfuerzos en recuperar el otrora potente sector textil que, podría emplear a buena parte del exceso de mano de obra de la hostelería y que, llegado el momento, nos podría surtir, con pequeños ajustes en las líneas de producción, de equipos de protección individual (mascarillas, batas, guantes, pantallas protectoras), sin tener que depender de mercados saturados ubicados en el otro extremo del mundo. Lo único que se perdería por el camino es una parte mínima de los escandalosos beneficios empresariales que, por otra parte, tampoco benefician demasiado a la comunidad porque tributan en los clásicos paraísos fiscales o en los modernos oasis fiscales, tipo Holanda.
En el ámbito tecnológico, la apuesta por la producción local también es prioritaria. Málaga no ha tenido nunca un sector de manufacturas tecnológicas tan potente como el textil, aunque si ha sido sede de fabricas de algunas multinacionales europeas. Tenemos, sin embargo, a nuestro favor la presencia de una universidad con una amplia oferta de estudios y muchas líneas de investigación en este campo y un Parque Tecnológico con mucha capacidad de creación de empresas. La respuesta combinada de ambos agentes (UMA y PTA) puede dar en poco tiempo unos resultados espectaculares. Para ello, de entrada, sería necesario que las administraciones públicas unieran ambos espacios con la ampliación de la actual línea de Metro. Una actuación que se antoja fácil y que todos los partidos reclaman cuando están en la oposición, pero que olvidan en cuanto llegan al gobierno. Pero ese tema, el de las alternativas al transporte, lo dejaremos para el siguiente capítulo de estos apuntes para la salida de una crisis.
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-05/05/20 Apuntes para la salida de esta crisis II. ¿Hay vida más allá del turismo?
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