“La ciencia y la tecnología, son dos pilares fundamentales para el desarrollo equilibrado de la sociedad, sobre todo si la investigación se enfoca a aspectos de interés común y no para el enriquecimiento de las élites”

OPINIÓN. Tribuna Abierta. Por Antonio Somoza Barcenilla
Periodista


08/05/20. Opinión. Bajo el epígrafe Apuntes para la salida de esta crisis, EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com, va a publicar en los próximos días una serie de artículos escritos por Antonio Somoza, en los que el periodista realiza un análisis distinto y sugerente sobre la situación en la que nos encontramos en plena emergencia sanitaria y esboza algunas ideas para dar una salida alternativa, desde un punto...

...económico y social, cuando tengamos que afrontar el futuro: algunas ideas interesantes para construir esa “nueva normalidad” de la que hablan los políticos.

Los dos primeros artículos, titulados “Una gran oportunidad” y “Hay vida más allá del turismo” han sido publicados en la edición andaluza de eldiario.es los días 28 de abril, el primero y 2 de mayo, el segundo. En los siguientes, originales para EL OBSERVADOR, irá desgranando la posible aplicación de sus propuestas a la provincia de Málaga y otros aspectos de interés como las posibles vías de financiación de las propuestas que sostiene. SIGUE


¿Qué inventen ellos?

Para revitalizar nuestra provincia y el conjunto de Andalucía y España y, sobre todo, para evitar que la próxima pandemia nos lleve de nuevo al borde del abismo se pueden y se deben adoptar medidas urgentes, unas, como las expuestas en las anteriores entregas de esta serie podrían implementarse de manera inmediata y tendrían efectos muy rápidos para mejorar el desolador paisaje que nos encontraremos cuando finalice la fase crítica de la pandemia. Pero hay otras medidas que también se pueden poner en marcha de manera muy rápida, aunque los frutos de su siembra no los podemos disfrutar de manera inmediata. Sin embargo son imprescindibles para mejorar los resultados del resto de sectores y, al mismo tiempo, son ineludibles si queremos superar de una vez por todas la lapidaria frase ¡Qué inventen ellos!, una auténtica boutade de Miguel de Unamuno que, por desgracia, se ha convertido en una losa para el desarrollo científico, tecnológico y social de España.


La ciencia y la tecnología, son dos pilares fundamentales para el desarrollo equilibrado de la sociedad, sobre todo si la investigación se enfoca a aspectos de interés común y no para el enriquecimiento de las élites. En principio, ambas –la ciencia y la tecnología- son positivas, como expresión de la capacidad humana de imaginación y creación, de formulación de soluciones para superar los retos y los problemas que nos encontramos en la vida; pero la experiencia nos indica que la aplicación de los descubrimientos científicos y tecnológicos no siempre se ha utilizado para favorecer el desarrollo humano. Es más, en muchas ocasiones, los resultados del trabajo científico se han utilizado para aumentar las desigualdades, para esquilmar el planeta e, incluso, para la aniquilación de seres humanos.

Forges: Los datos utilizados por Forges en esta viñeta corresponden a 2005. Los que hacen referencia a España, después de los recortes en el ámbito social, es posible que tengan una mayor desproporción que la que denunciaba Forges en aquel año. Determinar el gasto de I+D en Defensa es muy complicada de ajustar porque al gasto directo que se dedica al Ministerio del  ramo hay que añadir parte de los gastos imputados a otros ministerios pero que se dedican a proyectos relacionados con la defensa. Publicado en el diario El País

Por este motivo, es urgente hacer una apuesta por la ciencia y la técnica, pero no menos urgente es definir los objetivos que se pretende alcanzar y asegurarnos de que se establecen mecanismos para “socializar los descubrimientos”. Si los avances en ciencia y tecnología se realizan gracias a fondos públicos; lo lógico, lo justo, sería que los logros que se obtuvieran beneficiaran a toda la sociedad y no sólo a las élites. Por ejemplo, los procesos de informatización, automatización y robótica liberan a los seres humanos de trabajos pesados, rutinarios y poco creativos y motivadores, pero es difícil hablar de liberación cuando la implantación de esos procesos dispara los beneficios de quienes se han apropiado de la tecnología, mientras que quienes antes realizaban esas tareas se ven condenados al paro, la pobreza y la exclusión social.

Es un problema que se repite desde la primera industrialización cuando la maquinaria agrícola echó de los campos a muchos de los braceros y jornaleros que antes recogían las cosechas a mano. Entre finales del s. XIX y principios del XX ese excedente de mano de obra agraria sirvió de fuerza de trabajo para poner en marcha el incipiente sector industrial que se asentó en entornos urbanos. Hoy en día, las nuevas tecnologías amenazan con generar, están generando de hecho, un fenómeno similar en el ámbito industrial y de servicios, con la particularidad de que no se atisba ningún nicho de nuevos empleos que pueda absorber el paro generado por la aplicación egoísta de los avances científicos y tecnológicos. No se trata de volver a realizar las tareas más pesadas de manera manual, sino de alcanzar un gran pacto social que impida esta injusta acumulación de riqueza, en unos casos, y de miseria, en otros.

Si la productividad y las ganancias se disparan es preciso buscar mecanismos de compensación para que las personas desplazadas de sus puestos de trabajo y de sus salarios dispongan de unos ingresos suficientes para vivir con dignidad y, en su caso, para realizar actividades informales y/o creativas. Es un asunto de justicia social, pero también es un mecanismo lógico, incluso desde una perspectiva egoísta de los acaparadores de riqueza. Si se multiplican las desigualdades, si cada vez hay más personas con ingresos mínimos de subsistencia ¿quién va a poder comprar los productos desarrollados con la tecnología? ¿Quién se va a poder permitir hacer uso de servicios, como el turismo, cada vez más caro e inasequible para la mayoría de la población? Hay fórmulas, factibles y justas que podrían dar respuesta a este problema, pero lo analizaremos en un capítulo posterior de estos apuntes.

En nuestra provincia, de lograrse ese gran pacto para la socialización de la tecnología, hay mimbres para dar respuesta a los retos que se abren en distintos campos económicos y de desarrollo humano. La Universidad, el PTA, el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), el Instituto de Investigación Biomédica de Málaga (IBIMA), el Centro de Investigaciones Médico Sanitarias (CIMES) o el Instituto Español de Oceanografía (IEO), entre otros centros de investigación, tienen en nuestra provincia equipos humanos cualificados que, con líneas de trabajo pensadas para el desarrollo comunitario, pueden aportar valor añadido a muchas actividades necesarias para huir del monocultivo turístico e, incluso, para reconducir la explotación turística por caminos más sostenibles.

Se ha demostrado en el ámbito de la Medicina en plena pandemia, en unas condiciones de estrés muy fuerte con el diseño y fabricación del respirador “Andalucía Respira” gracias a la colaboración del  Grupo de Investigación de Robótica Médica de la Universidad de Málaga y el Ibima o con la  puesta en servicio de 80 equipos, procedentes de sus facultades y centros, para realizar análisis de PCR.

El Roto: Para que la ciencia y le tecnología sirvieran para el desarrollo humano sería preciso romper con el paradigma que denuncia El Roto. Una máxima nunca reconocida pero de aplicación cotidiana.Publicado en el diario El País

Pero las posibilidades de aportación de la ciencia y la tecnología no se restringen al campo sanitario. En nuestra provincia, principalmente en el ámbito universitario, pero no sólo en él, hay equipos humanos preparados para aportar conocimientos y soluciones prácticas en campos tan diversos y tan necesarios para diversificar nuestra cesta económica como la informática, las telecomunicaciones, la mecánica, la energía solar, el diseño industrial, la descontaminación, la ecología, la arquitectura, el urbanismo, el turismo e incluso la agricultura, con el apoyo del Instituto de Hortofruticultura Subtropical y Mediterránea La Mayora.

No digo que sea una tarea fácil. Primero sería necesario un cambio radical en la tendencia política para superar los continuos recortes y transformarlos en una apuesta clara para destinar importantes recursos financieros para la investigación. Un cambio poco atractivo para los políticos porque la investigación no suele dar resultados inmediatos y además es un hábitat menos favorable para las “mordidas” que la construcción o el turismo. Y si se logra ese cambio de tendencia habría que modificar la dinámica de los grupos de investigación –acostumbrados a trabajar por encargo sin plantearse los efectos colaterales de su trabajo- e incluso sofocar muchos egos de científicos que se sienten más próximos a los dioses que a los humanos que les alimentan con sus impuestos. Es difícil, pero no imposible. No será posible hacer un cambio de envergadura de la noche a la mañana, pero si que es posible, necesario y urgente, comenzar a transitar por ese camino que nos conduce hacia a la socialización de la ciencia y la tecnología y hacia líneas de investigación respetuosas con las necesidades de la humanidad y alejadas de planteamientos belicistas o que conlleven una mayor esquilmación del planeta.

Al referirme a los campos en los que el conocimiento científico podría aportar un mayor valor añadido he cerrado la relación con una referencia a la Agricultura, un sector crítico que debería reforzarse y dotarle de un nuevo enfoque para asegurar el suministro de alimento a la población en el caso de que llegara una nueva pandemia o de que no logremos encontrar rápidamente medicación específica o una vacuna para enfrentarnos al actual Covid-19, un escenario que a día de hoy, no debería ser descartado. Pero este apartado, el de la producción de alimentos, será el tema central de la próxima entrega de estos apuntes para la salida de una crisis.

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