“Es cierto, como dijo Eduardo Galeano, que la utopía es inalcanzable, pero nos sirve para caminar en la mejor dirección posible hacia una sociedad mejor para los seres humanos, para todos los seres vivos y para el propio planeta”

OPINIÓN. Tribuna Abierta. Por Antonio Somoza Barcenilla
Periodista


19/05/20. Opinión. Bajo el epígrafe Apuntes para la salida de esta crisis, EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com, se han `publicado en los pasados días una serie de artículos escritos por Antonio Somoza, en los que el periodista realiza un análisis distinto y sugerente sobre la situación en la que nos encontramos en plena emergencia sanitaria y esboza algunas ideas para...

...dar una salida alternativa, desde un punto económico y social, cuando tengamos que afrontar el futuro: algunas ideas interesantes para construir esa “nueva normalidad” de la que hablan los políticos.

Los dos primeros artículos, titulados “Una gran oportunidad” y “Hay vida más allá del turismo” han sido publicados en la edición andaluza de eldiario.es los días 28 de abril, el primero y 2 de mayo, el segundo. En los siguientes, originales para EL OBSERVADOR,  se han ido desgranando la posible aplicación de sus propuestas a la provincia de Málaga y otros aspectos de interés como las posibles vías de financiación de las propuestas que sostiene. SIGUE


Utopías, distopías y quimeras

Utopía: 1. f. Plan, proyecto, doctrina o sistema deseables que parecen de muy difícil realización.

2. f. Representación imaginativa de una sociedad futura de características favorecedoras del bien humano.
Distopía: 1. f. Representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana.
Quimera: 1. f. En la mitología clásica, monstruo imaginario que vomitaba llamas y tenía cabeza de león, vientre de cabra y cola de dragón.
2. f. Aquello que se propone a la imaginación como posible o verdadero, no siéndolo.

Esta última entrega de los apuntes para la salida de una crisis tratará de abordar las posibles salidas de la crisis desde el punto de vista político. El recuadro con el que se abre el artículo reproduce las definiciones del Diccionario de la Real Academia Española de los tres términos que dan título al capítulo y que, de alguna manera, son las bases sobre las que se asentará el modelo de futuro. Pero antes de hablar del futuro, no está de más dedicar unas líneas para analizar por qué hemos llegado a esta situación, porque la determinación de las causas de la catástrofe es fundamental a la hora de establecer las responsabilidades, quién debe pagar la factura de los destrozos y, sobre todo, cual debe ser el rumbo del futuro.

Como se explicaba en la anterior entrega de esta serie, la socialización de la culpabilidad –“hemos gastado por encima de nuestras posibilidades”- fue una falsedad que permitió que la factura de la crisis la pagara la ciudadanía con la pérdida de servicios públicos esenciales, como la Sanidad; que los verdaderos responsables de la burbuja inmobiliaria se beneficiaran del desmantelamiento de esos servicios públicos y, lo que es peor, que no se establecieran modificaciones en el rumbo de un modelo social asentado en auténticas quimeras.


Para realizar un análisis sobre las causas de la actual pandemia voy a utilizar una reflexión del antropólogo Jason Hickel quien descarta de plano la idea que tratan de propagar las clases dominantes responsabilizando a los seres humanos, en general, de la pandemia. "La idea de que esta crisis tiene que ver con los humanos en general es empíricamente falsa” -afirma Hickel-, para señalar a continuación a quienes tratan de propagar esta tesis que, a su juicio, “está siendo impulsada por una pequeña clase que se ha apropiado de nuestros bienes comunes atmosféricos y ecológicos en aras del enriquecimiento de la élite. Si no estamos señalando eso, entonces hemos perdido el rumbo." Hickel –es actualmente docente en Goldsmiths, Universidad de Londres, en la que es responsable del máster en Antropología y Política Cultural- tiene claro que "los humanos no son el problema; el responsable es un sistema económico expansivo que se organiza en torno a la apropiación, el saqueo y la desigualdad". Y por si hubiera alguna duda, especifica aún más al señalar que "la humanidad no es un virus. El capital es un virus. El capital está programado para replicarse indefinidamente. Coloniza a sus anfitriones y los obliga a producir más capital. Se comporta exactamente como un virus, y es mortal de la misma manera”.

No se podría conseguir una analogía mejor para describir todos los procesos que hemos apuntado en las anteriores entregas de esta serie: la deslocalización de empresas y de la producción agrícola; la apuesta por el modelo agroprecuario extensivo a costa de la destrucción de ecosistemas naturales; la dependencia de los combustibles fósiles para el transporte y la producción de energía; la privatización de servicios esenciales como la sanidad; el enfoque de la educación para la formación de consumidores con poco sentido crítico y la orientación de la ciencia y la tecnología para el beneficio de las élites; todos estos procesos se ajustan a ese proceso de apropiación “de nuestros bienes comunes atmosféricos y ecológicos en aras del enriquecimiento de la élite” de ese sistema “económico expansivo que se organiza en torno a la apropiación, el saqueo y la desigualdad”, que denuncia Jason Hickel.


Son las quimeras sobre las que se asienta el sistema capitalista. Recordad que una quimera, según la segunda acepción del diccionario de la  RAE, es algo “que se propone a la imaginación como posible o verdadero, no siéndolo”. Quimeras son, entre otros “mantras” del sistema, pensar que es posible sostener un crecimiento infinito en un mundo finito; esperar que haya paz social en un mundo en el que se disparan las desigualdades o que la desaparición de hábitats naturales no afectará a la supervivencia de la especie humana.

Para combatir a las quimeras tenemos un arma muy potente, las utopías, normalmente desacreditadas por los sembradores de quimeras que insisten en su carácter irrealizable para desanimar a los seres humanos a retomar la senda de la utopía y alejarse de los monstruos quiméricos del capitalismo. Como recoge el diccionario de la RAE, la utopía es un “plan, proyecto, doctrina o sistema deseables que parecen de muy difícil realización” y que tiene como destino una “sociedad futura de características favorecedoras del bien humano”. Es cierto, como dijo Eduardo Galeano, que la utopía es inalcanzable, pero nos sirve para caminar en la mejor dirección posible hacia una sociedad mejor para los seres humanos, para todos los seres vivos y para el propio planeta.

Desde la noche de los tiempos, la humanidad ha avanzado desde las cavernas hasta la actualidad, movida en una ocasiones por ideas utópicas y en otras por cantos de sirenas o de otros seres fantásticos; en momentos poniendo énfasis en mecanismos de solidaridad y apoyo mutuo y en otras primando actitudes de competencia y egoísmo.


En el s. XIX se produjo un intenso debate en Europa sobre esa dicotomía, a raíz de la formulación de la teoría sobre la evolución de la Especies de Darwin. Frente a los pensadores que trataron de aplicar directamente las teorías de Darwin a la evolución humana, Kropotkin formuló una alternativa en la que, sin negar la importancia de la lucha entre las especies, pone en valor otra variable de gran importancia en los procesos evolutivos de todas las especies y, de forma especial, en el desarrollo de la especie humana. Su obra “La Ayuda Mutua, un factor de la evolución” (1) parte de una observación minuciosa de especies naturales y sociedades históricas que le llevan a la conclusión de que "en el progreso ético del hombre, el apoyo mutuo -y no la lucha mutua- ha constituido la parte determinante. En su amplia extensión, incluso en los tiempos actuales, vemos también la mejor garantía de una evolución aún más sublime de nuestra raza”.


Kropotkin nunca dudó de la influencia de la lucha por la vida en los procesos evolutivos que defendió Darwin, sólo trató de completar un cuadro que parecía incompleto. Tras la teoría de Darwin, varios seguidores suyos –como Thomas Henry Huxley- realizaron estudios teóricos sobre la aplicación de los principios darwinianos a la evolución social de la especie humana, configurando el “Darwinismo social”(2). La publicación en 1888 del "Manifiesto de la lucha por la existencia" por parte de Huxley (abuelo de Aldous Huxley, autor de “Un mundo feliz”, una de la más celebres distopias del mundo de la literatura),  llevó a Kropotkin  “a presentar en forma comprensible mis objeciones a su modo de entender la referida lucha, lo mismo entre los animales que entre los hombres”. Una tarea que se concretó en forma de artículos publicado a partir de 1890 en un hábitat hostil. El manifiesto de Huxley, tal como reconoce el propio Kropotkin, “estaba tan profundamente arraigado en este país (Gran Bretaña), que se había convertido poco menos que en dogma”. Algo fácil de entender ya que el manifiesto de Huxley, como el resto de los principios del darwinismo social, iban, y sigue yendo, como anillo al dedo, a los postulados capitalistas e imperialistas de la Inglaterra de finales del s.XIX.  En años posteriores sirvió como coartada científica (¿?) a los teóricos del nazismo y a la aplicación de prácticas eugenésicas en otros países occidentales, como las utilizadas en España por el doctor Vallejo Nágera para justificar los fusilamientos masivos de republicanos tras la Guerra Civil (3).

Hoy en día, el darwinismo social sigue en la base de las justificaciones del capitalismo y por eso es más necesario que nunca revitalizar las teorías de Kropoktin, como escudo de autodefensa de la especie y del planeta, reivindicando sus descubrimientos  sobre el papel que ha tenido la cooperación en la evolución de todas las especies. La brillante -y recientemente fallecida- bióloga Lynn Margulis, descubridora de la endosimbiosis como proceso vital en la evolución, lo tenía claro: “la vida es una unión simbiótica y cooperativa que permite triunfar a los que se asocian”.


El ejemplo del nazismo nos debe de servir de alerta para estar pendientes para evitar que, de la lucha entre la utopía y las quimeras, salga triunfando finalmente una distopía. Podría ser al estilo clásico, basada en la fuerza y en la represión de los seres humanos como pudieron ser el nazismo, el estalinismo, el maoísmo o el franquismo o puede adquirir matices más sutiles, más tecnocráticos, como la que parece estar tejiéndose en estos mismos momentos en Nueva York, según alerta Naomi Klein en un esclarecedor y preocupante artículo titulado “Distopía de alta tecnología: la receta que se gesta en Nueva York para el post-coronavirus” (4).

¿Qué podemos hacer?

Podemos hacer todo o no hacer nada. Convertirnos en protagonistas de nuestras vidas o esperar sentados a que las cosas cambien por si solas o por decisiones que tomen los políticos. También podemos –como comentan los niños de la viñeta de El Roto- pedir “Otro país” a los Reyes Magos o a los titulares de la Monarquía en la seguridad de que nada cambiará.


Estos apuntes que hoy se cierran sólo han sido un intento de exponer una serie de medidas concretas, bastante lógicas y sensatas para iniciar un camino distinto al que nos ha traído al borde del abismo, en la certeza de que si, una vez pasada la etapa crítica de la pandemia, volvemos a las mismas prácticas, acabaremos en el mismo lugar o más allá…y más allá del borde del abismo solo queda el fondo del precipicio. Hay una frase, “Locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes”, que describe perfectamente la situación. La cita se atribuye frecuentemente a Einstein, pero no existen pruebas de que sea suya. Una posible fuente es la escritora Rita Mae Brown, en su novela Sudden Death [Muerte súbita] de 1983, pero puede que ya existiese antes. No sería raro, porque es de pura lógica. Da lo mismo, quien fuera su autor. “La verdad es la verdad la diga Agamenón o su porquero”, que diría Antonio Machado en boca de Juan de Mairena.

No necesitamos el visto bueno de ninguna autoridad para constatar lo evidente. Desde que estos apuntes comenzaron a circular por capítulos, ha habido muchos amigos que han mostrado su apoyo a las medidas que aquí se plantean y que han hecho votos por que alguien hiciera caso a las propuestas. “Ojalá te escuchen”, puede ser una frase que represente estos deseos, al tiempo que, en otros casos, la expresión de ese deseo iba acompañada de un falta de esperanza de que nada vaya a cambiar. Es difícil asegurar que se vaya a avanzar mucho por este nuevo camino, pero lo que es seguro es que nada cambiará si lo único que hacemos es esperar que los políticos o las élites escuchen el mensaje y hagan lo que deseamos si sólo formulamos el deseo. Es como esperar que los Reyes nos traigan un nuevo país. Esa tarea nos corresponde a la ciudadanía si somos capaces de ver lo evidente y de forzar los cambios necesarios para que los políticos se muevan en la dirección lógica y razonable.


Ricardo Mella lo dejó escrito hace más de un siglo, el día de Navidad de 1909, en un artículo muy cortito, pero muy esclarecedor publicado en el periódico Solidaridad Obrera de Gijón y titulado “Vota, pero escucha” (5). En él, Mella, tras asistir a un mitin (no especifica de que partido) hace una reflexión demoledora para los que confían su suerte al mero depósito de un voto cuando te convocan a las urnas. «Vota, si, vota; pero escucha. Tu primer deber es salir de aquí y seguidamente actuar por cuenta propia. Ve y en cada barrio abre una escuela laica, funda un periódico, una biblioteca; organiza un centro de cultura, un sindicato, un círculo obrero, una cooperación, algo de lo mucho que te queda por hacer. Y verás, cuando esto hayas hecho, como los concejales, los diputados y los ministros, aunque no sean tus representantes, los representantes de tus ideas, siguen esta corriente de acción (…). Mientras que ahora, como te cruzas de brazos y duermes sobre los laureles del voto-providencia, concejales, diputados y ministros, por muy radicales y socialistas que sean, continuarán la rutina de los discursos vacíos, de las leyes necias y de la administración cominera”.

No se trata de votar o no votar si no de no confiar todo nuestro futuro a un voto. Gane, quien gane, sobre todo si ganan los que consideramos más próximos a nuestras ideas, es preciso actuar, proponer, presionar para evitar que se duerman en los laureles con el suave arrullo de quienes tienen recursos para contratar a todo un coro de sirenas… ¿o eran quimeras?. Han pasado más de cien años, pero las cosas han cambiado poco. Aún hoy hay “muchas cosas por hacer” para que las cosas cambien, algunas ya las señalaba Ricardo Mella en su relación y otras se han añadido por la mera evolución de la sociedad. Unas cuantas ideas, a modo de ejemplo, de cosas cotidianas que podemos hacer:
- Comprar productos elaborados por trabajadores con derechos laborales y boicotear los fabricados por medio de la explotación humana
- Formar cooperativas de producción y consumo para eliminar intermediarios parásitos de la agricultura
- Suscribir manifiestos como el de los científicos holandeses exigiendo un modelo de desarrollo respetuoso con el Medio Ambiente
- Formar grupos de trabajo para combatir las noticias falsas de las redes
- Promover la Cultura libre y de proximidad y alejarnos de la cultura de masas dirigida
- Oponernos a quienes tratan de controlar la educación de la ciudadanía desde postulados reaccionarios oponiéndonos a la implantación del pin parental
- Defender la sanidad pública, desde las redes sociales, desde la calle, desde el cariño con los profesionales
- Exigir unas residencias para mayores más accesibles, humanas y dotadas con medios sanitarios
- Buscar salidas justas y humanas para los trabajadores migrantes que han evitado con su trabajo el desabastecimiento
- Parar los pelotazos urbanísticos y la extensión del monocultivo del turismo de masas
- Desplazarnos en bicicleta o en transporte colectivo
- Contratar nuestro suministro energético con compañías que usen fuentes renovables y sostenibles
- Comprometernos con la igualdad de la mujer y con el respeto de las personas, independientemente de su opción sexual.

Si entre todos hacemos todo esto y mucho más (cada cual en la medida de sus posibilidades y de su creatividad) es posible que los políticos nos escuchen y, como decía Mella, sigan nuestra corriente de acción. Y no tendremos que esperar que los Reyes nos traigan un país nuevo… es más puede que hasta los mismos reyes desaparezcan puesto que habremos dejado de creer en ellos y en su utilidad.

(1) http://www.fondation-besnard.org/IMG/pdf/kropotkin-apoyo-mutuo.pdf
(2) https://es.wikipedia.org/wiki/Darwinismo_social
(3) https://es.wikipedia.org/wiki/Antonio_Vallejo-Nájera
(4) https://www.lavaca.org/portada/la-distopia-de-alta-tecnologia-post-coronavirus/
(5) https://es.wikisource.org/wiki/Vota,_pero_escucha

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