A partir de una fotografía borrosa de un viejo periódico, Gely Ariza reconstruye la historia de Ahmed Chiaa, el primer joven saharaui que vino a Málaga en 1979 acompañando a los niños de ‘Vacaciones en Paz’. Y cuenta como dedicó su vida a la enseñanza, siempre en busca de candiles azules que dan la luz del futuro. Y relata al mismo tiempo la historia del pueblo saharaui, que atraviesa ahora por difíciles momentos

“La Marcha Verde, la guerra de dieciséis años posterior y el alto el fuego de 1991 han sido sucesos que modelaron la historia de vida de todos cuantos se acercaban en el 1975 a las aulas y que, sin duda, conocieron la diáspora, ser refugiado o residente en su país ocupado si no fallecieron”

OPINIÓN. Tribuna abierta. Por Ángeles Ariza Núñez
Presidenta de Federación Andaluza de Asociaciones Solidarias con el Sáhara
Miembro del grupo de investigación DETECESE, UCM


17/11/20. Opinión. La presidenta de FANDAS (Federación Andaluza de Asociaciones Solidarias con el Sáhara AQUÍ), Ángeles Ariza, escribe en esta Tribuna abierta para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com la historia de Ahmed Chiaa, el primer joven saharaui que vino a Málaga en 1979 acompañando a los niños de Vacaciones en Paz. Y en paralelo relata cómo se le robó al Sáhara su independencia...

...“España fue modificando su postura colonial y anunció la organización de un referéndum, que debería celebrarse antes de julio de 1975. En el periódico oficial del Sáhara colonial, La Realidad, se publican por esas fechas eventos oficiales que nadie relacionaría con una situación que no fuera de la pronta autodeterminación. Eso sí, el rey de Marruecos Hassan II en su discurso anual a la nación del 20 de agosto manifestó: “En octubre o noviembre a más tardar, sabremos si vamos a entrar en nuestro Sáhara por medios pacíficos o por las armas””.

En busca de candiles azules encontré la luz de Ahmed Chiaa

Cualquier momento es bueno para recordar a aquellas personas que abren caminos con su vida y que apuestan, como D. Quijote, por formas singulares de vivir. “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella, no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar: por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”.


No sé si citas como ésta se leerían en el Sáhara, en los tiempos coloniales, en los colegios como el de la Paz, en El Aaiún. Entonces, se compartían las aulas con los españoles allí residentes. Aproximadamente 30.000 españoles y una población de 75000 saharauis conformaban la provincia número 53 antes de la retirada del gobierno español, en 1975. La vida en la colonia inducía a pensar que en ese año los saharauis se harían dueños del país y que, posteriormente, se facilitarían los acuerdos como los de la pesca o los fosfatos entre el gobierno de España y el de los saharauis.

En 1970 se dictó una Resolución de Naciones Unidas, la número 2.711, aprobando la celebración en el territorio del Sáhara español de un referéndum para la independencia. Tras la Segunda Guerra Mundial, países como Libia, Túnez, Marruecos o Argelia habían sido capaces de cambiar el rumbo del África colonial. Se habían infiltrado las ideas democráticas y la Declaración Universal de los Derechos Humanos en el 1947 apostando por el derecho de los pueblos a la autogobernanza fueron claves. Durante años, los países europeos se habían visto beneficiados por la riqueza natural y de mano de obra de todo un continente. El movimiento independentista saharaui confiaba en la formación de sus jóvenes para crear una estructura política que se adueñara de su futuro como estado soberano.

España fue modificando su postura colonial y anunció la organización de un referéndum, que debería celebrarse antes de julio de 1975. En el periódico oficial del Sáhara colonial, La Realidad (AQUÍ), se publican por esas fechas eventos oficiales que nadie relacionaría con una situación que no fuera de la pronta autodeterminación. Eso sí, el rey de Marruecos Hassan II en su discurso anual a la nación del 20 de agosto manifestó: “En octubre o noviembre a más tardar, sabremos si vamos a entrar en nuestro Sáhara por medios pacíficos o por las armas”. Tenía ya conocimiento de lo que estaba ocurriendo en Madrid y que se plasmó en la firma de los llamados Acuerdos Tripartitos del 14 de noviembre de 1975 para la entrega de la colonia a Mauritania y a Marruecos y, por supuesto, obviando cualquier compromiso con la población autóctona. Fueron unos momentos trascendentes en la política española por el fin de la dictadura y algunos los aprovecharon para tomar decisiones que no eran las planificadas.

El resultado, impensable para los saharauis, estaba al margen de la legalidad internacional y de las decisiones de Naciones Unidas con un informe del momento reconociendo que la población estaba categóricamente a favor de la independencia y en contra de las reivindicaciones de Marruecos y Mauritania. Estos dos países, de la noche a la mañana, se convirtieron en ocupantes de un territorio en el que España se ha perpetuado como potencia administradora a efectos jurídicos. La evacuación de los españoles por parte del ejército español finalizó el día 19 de enero de 1976 pero el proceso de descolonización se mantiene.

Previamente, tuvo lugar ‘la Marabunta’, como llamaban los militares españoles a la  invasión por el norte de marroquíes o Marcha Verde que atravesó la frontera con el Sáhara Occidental el 6 de noviembre de 1975. Por el sur, se introdujeron mauritanos. Terror, muerte y persecución son algunas de las palabras clave que podrían reflejar el momento.


Paulatinamente fueron abandonando el Sáhara Occidental más de 40.000 saharauis. Los bombardeos, saqueos, desapariciones y represalias obligaron a los que eran más reticentes a marcharse, a continuar formando parte de un éxodo cruel. Mujeres, ancianos y niños vagaban por el desierto y los hombres se adherían al Frente Polisario respondiendo a ese primer paso de la población saharaui en situación extrema, con el protagonismo de la Radio Nacional Saharaui (AQUÍ) que se convirtió en vehículo de información para iniciar la cohesión. Ante tamaño atropello, en el desierto, en Bir Lehlu, el 27 de febrero de 1976 el Consejo Nacional Saharaui y el Frente Polisario proclamaron la República Árabe Saharaui Democrática, RASD. Como presidente fue elegido El Uali Mustafa Sayed. Mauritania se retiró del Sáhara Occidental en 1979.

La Marcha Verde, la guerra de dieciséis años posterior y el alto el fuego de 1991 han sido sucesos que modelaron la historia de vida de todos cuantos se acercaban en el 1975 a las aulas y que, sin duda, conocieron la diáspora, ser refugiado o residente en su país ocupado si no fallecieron.

Más de cuatro décadas después, en el informe de 23 de septiembre de 2020 el Secretario General de NNUU (AQUÍ) expone que “los indicadores de salud y nutrición se atienen en niveles alarmantes, el suministro de agua potable sigue estando muy por debajo de las normas internacionales, persiste la escasez crónica de vacunas y la amenaza del COVID-19 ha añadido un motivo más de vulnerabilidad (…). Aliento a la Comunidad Internacional mantenga su apoyo a las operaciones humanitarias en los campamentos de Tinduf”. Pero no se puede seguir en la cooperación sin la denuncia, el conocimiento y el recuerdo.

Tomemos un té

En todos estos años se ha ido construyendo historia a través de las aportaciones de las vidas cotidianas y hay que recordar para seguir esa construcción. En conversaciones de té virtuales, en alguna tertulia del recuerdo, sale a relucir la escuela colonial. Hay quien plantea que fue una institución adaptada a la población sedentaria ya que en las principales ciudades saharauis del interior y para aquellos que por razones del ganado, por ejemplo, llevaban una vida semi nómada no era una fórmula muy apreciada. La incorporación de las mujeres a las aulas o el acceso por parte de los saharauis a la formación profesional se valoran como logros de la época. La importancia de la escolaridad obligatoria en España aunque llegó tarde, ampliaba sobremanera las posibilidades de estudio siempre que existiese la adecuación a un colectivo numeroso compuesto por jóvenes recién llegados a las ciudades, nómadas, mujeres… No consideran que la escuela recogiese mucha información sobre la cultura propia saharaui aunque sí fomentaba conocimientos básicos que respondía al currículo centralista subestimando la autóctona. En las aulas como fuera de ellas se fomentaban estrategias cooperadoras propias que favorecían el progreso individual y de grupo. La radio, la prensa y la televisión españolas eran medios de difusión, de formación y según nuestros tertulianos de adoctrinamiento.


En estas reflexiones sobre aquel té entre amigos estaba cuando el investigador incansable Ignacio Trillo me envió la imagen de un recorte de periódico que parecía muy antiguo. Era de 1979. Me conmovió reconocer la imagen de un joven saharaui, Ahmed Chiaa, entre niños saharauis y políticos españoles de la época. Su nombre correcto es Ahmed Esleiman Chiaa, hijo de Mana Brahim Sidi Mohamed. No tengo más remedio que volver a los amigos de la tertulia del té, esta vez no para entrar en un debate, que tanto nos gusta, sino para reconocer al joven saharaui del periódico de hace más de cuarenta años. Así, con la colaboración de Abidin Bucharaya, Mohamed Ali Ali Salem, Baba el Hadj, Mohamed Ali Brahim,  Bachir Lehdad y Fatma Salka Buna Ndaye conozco que ante todo fue una buena persona que nació el 29 de mayo de 1956. Residió en Villa Cisneros (Dajla) y en Tantán. En el 1975 vivía con su numerosa familia en la ciudad de El Aaiún. A principios de ese año estaba realizando un curso de profesor de árabe supervisado por el Ministerio de Educación y Ciencia de España. Se sentía satisfecho por los aprobados en sus exámenes y por haber conseguido ser nombrado profesor con destino en Tifariti, zona semidesértica situada en la provincia de Saguia El Hamra (Río Rojo). En esa zona, con anterioridad, se produjeron enfrentamientos por parte de los independentistas del Frente Polisario y el ejército español. Compartió con amigos que lo recuerdan la satisfacción de ese primer trabajo. Esta ocupación para él era de gran consideración además de ser lo que siempre quiso. Ahmed Chiaa se encontraba ya en Tifariti incorporado desde hacía unos días en su escuela. Esta población estaba situada alrededor de un puesto militar, con pista de aterrizaje y un pequeño barrio de viviendas en bóveda que llevaba el nombre de la empresa constructora, Colominas, como el barrio del mismo nombre en el Aaiún. En sus alrededores se asientan desde antiguo por temporadas las jaimas de los nómadas dedicados al pastoreo de cabras y camellos. Es allí, donde se le comunica la noticia más terrible y que trastocará de pleno no ya su vida personal y su incipiente carrera profesional sino la de todo su pueblo y que no es otra que la invasión y los acuerdos de Madrid.

España empieza a retirar a todas sus fuerzas y Tifariti, por su ubicación, queda como tierra administrada por el Frente Polisario. Saharauis que huían iniciaron el desplazamiento recorriendo Metlani, Amgala, Ahararid, o Mheritz y comenzaban a llegar en masa a la zona de Tifariti extenuados y con un bloqueo físico y psicológico por el éxodo. De inmediato, Mohamed Chiaa comenzó a colaborar en la organización de la enseñanza de los pequeños recién llegados. El esfuerzo de esos días en el campamento de acogida se vio brutalmente paralizado ante el ataque de la aviación marroquí provocando el éxodo definitivo hacia Argelia, a la zona próxima de Tinduf. Una buena parte de los que allí se encontraban estaban fuera del campamento en el momento del bombardeo dispuestos al inicio de una asamblea. Gracias a lo cual muchos se salvaron.

Ya en los campamentos de Tinduf, las mujeres iban organizando los servicios prioritarios y se recepcionaban a los que conseguían llegar hasta allí. Chiaa se dedica a organizar junto a varios compañeros desde esos momentos la propuesta de un sistema educativo singular: “Combato en el frente cultural, contra el analfabetismo, para preparar a las generaciones de jóvenes  que, en vez de un fusil, tendrán que arrimar el hombro en la paz para levantar su país.” Así lo recoge el periodista Alfonso Montecelos en el Sol de España el 6 de septiembre de 1979. En los campamentos de refugiados, Chiaa ejerció desde un primer momento en las escuelas de El Aaiun y de Dajla para continuar como profesor de árabe y posteriormente jefe de estudios del 9 de Junio, internado para la formación de jóvenes saharauis cuyos padres mayoritariamente se encontraban en esos momentos en el frente de batalla. Trasladaba su empeño por la escuela con libre acceso para todos los niños y niñas saharauis sabiendo que los docentes, a pesar de la situación de trincheras, no podían limitarse a abrir la puerta y a atender sino que había que reconocer la necesidad de la formación y por qué no, de la educación de calidad.


En medio del conflicto bélico abierto, entre trincheras, heridos, falta de alimento y de tiendas para guarecerse, se estableció la obligación de la atención educativa para los menores estuvieran o no acompañados, así como para la población adulta prácticamente analfabeta. “Con sus alumnos tenía la habilidad de un duende bueno, bondadoso, exigente y resolutivo pero siempre con el ingrediente personal de Ahmed: la humanidad” nos cuenta su compañero Bachir Lehdad. Parece que pelear por el derecho a la educación y quedarnos ahí es como no sobrepasar la puerta de la jaima. Fueron tiempos de experiencias docentes arriesgadas por su alto esfuerzo personal y con resultados exitosos palpables.

Las Experiencias del compromiso de una Sociedad educativa

Hemos conocido como Experiencias del Compromiso, las brigadas de maestros que por turnos recorrían a la tarde, una vez finalizada la jornada laboral, las jaimas de las familias asignadas para saber quiénes podían cenar, repasar, tenían familiares a su cargo o les sobraba motivación. Pensar en este contexto de los campamentos de refugiados saharauis como sociedad educativa es una evidencia. Chiaa buscaba enriquecer la pedagogía ante la pobreza de la situación y para ello, solo cabía formación rigurosa de los docentes. Con una creación teatral o sencillas composiciones musicales se abordaba la enseñanza en un entorno de aprendizaje más que desfavorable. Estas actividades desde la creatividad enriquecían la autoestima de los que representaban y de los que atendían. Los niveles positivos de alfabetización en los primeros años empezaron a asombrar y como método el de la constancia y el reconocer que la inmediatez no solucionaba el aprendizaje, al menos, de la lectura y escritura. Consistía sin desaliento funcionar de forma coordinada a lo largo del tiempo todos los que acometieran la tarea.

El 2 de septiembre de 1979 viajó a España poniendo las bases del programa de acogida de menores saharauis en familias Vacaciones en Paz que continúa hasta hoy.  Acompañó a un contingente formado por cien niños saharauis junto a cuatro grandes compañeros como Mohamed Sidahmed Mohamed Lamin, Mataal-la Mohamed Lahsen, Brahim Salem Buseif, Abba Moyan y Bachir Leddad. 71 niños y 29 niñas de edades comprendidas entre seis y catorce años formaron parte de un viaje organizado por el PCE de la mano de Marcos Ana. Llegaron de madrugada a Madrid en un vuelo chárter desde Argel, después de un largo viaje hasta llegar a la capital argelina, para pasar treinta y cinco días de vacaciones. Ahmed Bujari estaba esperándoles como representante en España del Frente Polisario y por ello, acudió a Barajas para manifestar que “sobre las espaldas de estos niños se levantará el futuro del Sahara y son un símbolo que representa los deseos de entendimiento y de buena voluntad entre nuestros pueblos”. “Se trata de una iniciativa del pueblo español” decía Carrillo, secretario general del PCE y parlamentario español, tal y como recoge El País, el 2 de septiembre de 1979. Los niños, a su llegada, permanecieron alojados en una ciudad escolar de la carretera de Colmenar en Madrid. Allí, se distribuyeron en tres grupos según los destinos: Arenys de Mar, en Cataluña con Abba Moyan y Bachir Lehdad; a Piles, en Valencia, con Mataal-la Mohamed Lehsan y Brahim Salem Buseif; a Mijas, en Málaga, Mohamed Sidahmed y el propio Ahmed Chiaa.


El grupo de Málaga llegó el día 4 de septiembre por la invitación del PCE, al albergue El Chaparral y pudieron conocer en esos días parajes como las cuevas de Nerja y las playas. Visitaron Cártama donde se realizó en el cine un acto y una cena en la Barbacoa Rio Grande. Se desplazaron en burros taxi y fueron al zoo de Fuengirola. Visitaron Algeciras, conocieron la refinería de San Roque y la atracción el Safari andaluz subvencionados por el Ayto. de Algeciras. Los menores acompañados de menores argentinos y chilenos recorrieron provincias de Andalucía antes de retornar a Madrid. En el albergue de Mijas, como despedida, realizaron una de las funciones teatrales que tanto gustaban a Ahmed Chiaa. Políticos se dieron cita aquel día como Ignacio Trillo por el PCE, según se recoge en los medios locales, quien aprovechó el acto para “expresar la satisfacción por tener en Málaga a los hijos de los luchadores por la libertad del Sáhara”. Asistieron también el Vicepresidente de la Diputación, Vázquez Sell, así como Leopoldo del Prado, Primer Teniente de Alcalde del Ayuntamiento de Málaga. Tomás García, diputado español por Málaga, reiterando los deseos de paz y libertad del pueblo saharaui. Les acompañaron la Federación de Asociaciones de Vecinos de Málaga y las Comunidades Cristianas Populares de la ciudad se solidarizaron con el proyecto y publicaron un comunicado. Chiaa agradeció y reconoció, pudiendo hacerlo en árabe, español o francés, a la perfección, en nombre de los padres y madres de los niños y niñas y de todos los saharauis que estaban sufriendo la ocupación y el refugio, la labor realizada y solicitó un cambio en la atención política a su pueblo. El diario Sol de España del 8 y del 21 de septiembre de 1979 se hizo eco de la presencia saharaui en Málaga. Cien niños hijos de combatientes saharauis, de vacaciones en España fue el titular de El País, en la edición impresa del domingo 02 de septiembre de 1979 (AQUÍ).

Ahmed Chiaa o la Pedagogía de la luz saharaui

En una amplia entrevista en la prensa malagueña, se describe a Ahmed Chiaa como un maestro que sabe cambiar las lecciones de árabe por las declaraciones políticas y militares. “Defenderemos nuestras riquezas tanto de la tierra como del mar. El que quiera pescar allí, tendrá que llegar a un acuerdo con nosotros” había manifestado un Chiaa exultante por la experiencia en Málaga. Cualquier compromiso de formación en los campamentos de refugiados saharauis toma un sentido diferente al de cualquier otro contexto en paz. La luz es el conocimiento. Nuestros pequeños deben aprender conociendo y cómo no,  visitar contextos en paz.

Con los años fue requerido para muy diferentes cargos además de por  su profesión docente, por el Ministerio de Justicia y posteriormente por el Ministerio de Cultura de la RASD siempre como defensor de los valores culturales propios como elemento fundamental para la unidad y la resistencia. “Le traigo a la memoria preparando con su bonita letra de experto calígrafo los libros de texto de árabe del programa”, recuerda Mohamed Ali Ali Salem. Un antiguo alumno, según nos cuenta su amigo Baba el Hadj, le agradeció públicamente el sacrificio y trabajo por haberle formado a él y a sus compañeros. Ahmed le respondió: “No hay de qué. El deber es compartido. Tú cumpliste con tu derecho a la educación y yo solo cumplí con mi deber como profesor”.


Revolucionario sin tacha, alegre, jovial, generoso, cariñoso, autor de un poemario titulado Candiles azules, intelectual, con gran sentido del humor, que podía atender cualquier velada con unos toques de guitarra o escribir unos versos para ser cantados por un amigo, lector empedernido, jugador de ajedrez, espléndido dibujante por dominar la bella caligrafía árabe, trabajador comprometido en cargos públicos de gestión y responsabilidad o seguidor de la gran cantante egipcia Umm Kalzum. Estas son las pinceladas que nos dejan sus amigos además de la emoción de haber conocido a un combatiente de la paz y la lealtad. Falleció el 29 de mayo de 2018 en Jerez de la Frontera (Cádiz) y fue repatriado a los campamentos de refugiados saharauis.

Mientras Marruecos torpedea el proceso para la consulta desde hace décadas, con el beneplácito de sus aliados en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas con su  protocolo de actuación inerte, continuamos y confiamos sirva la estela dejada por Ahmed Chiaa, por los saharauis que conversan en el té, por los que se mantienen en sus concentraciones y por aquellos políticos que denunciaron con sus palabras y su presencia, la promesa rota de la autodeterminación saharaui.

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