“Rumba, una perra de caza como tantas, entregada en una perrera cuando ya no “le sirve” a su dueño; una pobre vida terminada en una muerte terrible. Nunca sabremos lo que pasó en sus últimas horas, pero lo que sí sabemos es que fue entregada en una perrera subvencionada con dinero público, una perrera cuya misión es recoger a los animales abandonados o entregados por sus dueños y mantenerlos en buenas condiciones hasta ser sacrificados o dados en adopción”

“Rumba podía haber tenido la suerte de ser adoptada y vivir feliz, pero no la dejaron. Murió a consecuencia del maltrato, del abandono y de la mala gestión de la perrera Don Animal
”.
“Los hechos ocurrieron en 2018 y han tenido un largo proceso hasta que el Juzgado de Instrucción número 6 ha considerado posibles delitos de maltrato, con resultado de muerte, en Rumba, una podenca de caza”

Se le practicó una necropsia “y en el informe se aprecian abundantes heridas: unas recientes y otras de tres o cuatro días de antigüedad. Heridas que pudieron ser causadas por mordiscos de peleas de perros y también por golpes con objetos contusos, es decir por personas”

OPINIÓN. Tribuna abierta. Por Carmen Manzano
Presidenta de la Sociedad Protectora de Animales y Plantas de Málaga


19/03/21. 
Opinión. Esta es una historia de maltrato animal con la caza como telón de fondo, como siempre. La presidenta de la Sociedad Protectora de Animales y Plantas de Málaga, Carmen Manzano, describe la horrible y evitable muerte de la perra de caza Rumba, como un ejemplo más de ese maldito maltrato animal que parece extenderse cada vez más por una sociedad civil que, empujada por políticos antianimalistas...

...que apoyan la caza, presionan para que se considere a los animales cosas a las que sus dueños les puedan hacer lo que quieran sin ser castigados por la ley. En este caso, el Juzgado de Instrucción número 6 ha considerado posibles delitos de maltrato, con resultado de muerte, en Rumba, una podenca. Informa EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com.

“Rumba es una perra de caza como tantas, entregada en la perrera Don Animal de Rincón, cuando ya no “le sirve” a su dueño; una pobre vida terminada en una muerte terrible. Nunca sabremos lo que pasó en sus últimas horas, pero lo que sí sabemos es que fue entregada en una perrera subvencionada con dinero público, una perrera cuya misión es recoger a los animales abandonados o entregados por sus dueños y mantenerlos en buenas condiciones hasta ser sacrificados o dados en adopción”.

“Rumba podía haber tenido la suerte de ser adoptada y vivir feliz, pero no la dejaron. Murió a consecuencia del maltrato, del abandono y de la mala gestión de la perrera Don Animal”. Se le practicó una necropsia “y en el informe se aprecian abundantes heridas: unas recientes y otras de tres o cuatro días de antigüedad. Heridas que pudieron ser causadas por mordiscos de peleas de perros y también por golpes con objetos contusos, es decir por personas”.

Rumba y la justicia

Una cosa no es justa por el hecho de ser ley.
Debe ser ley porque es justa”
Montesquieu

Los hechos ocurrieron en 2018 y han tenido un largo proceso hasta que el Juzgado de Instrucción número 6 ha considerado posibles delitos de maltrato, con resultado de muerte, en Rumba, una podenca de caza.

Rumba en Don Animal

Rumba fue llevada por su propietario a la perrera Don Animal, situada en Rincón de la Victoria, con el fin de entregarla, el día 21 de febrero del 2018. Le faltaba una pata, amputada en el 2017, debido posiblemente, a un cepo. También presentaba heridas, recientes.

Al haber sido entregada por su dueño, no había inconveniente en que fuese dada en adopción, y así se hizo, acordándose que la adoptante pasase al día siguiente a recoger a Rumba.

A las veinte horas del 22 de febrero, la adoptante fue a buscar a Rumba: se la entregaron envuelta en una toalla que solo dejaba al descubierto la cabeza. Una vez pagada la adopción, la adoptante la lleva a la clínica veterinaria del centro, y allí descubre que estaba llena de heridas sangrantes. La veterinaria le cura las heridas y no prescribe ni indica nada especial sobre curas o tratamientos.


La adoptante se la lleva a su casa, le procura todas las comodidades de calor y cama y decide llevarla al día siguiente a su veterinario; no tuvo ocasión de hacerlo, porque al levantarse a las siete de la mañana Rumba estaba muerta.

Decide practicarle la necropsia y en el informe se aprecian abundantes heridas: unas recientes y otras de tres o cuatro días de antigüedad. Heridas que pudieron ser causadas por mordiscos de peleas de perros y también por golpes con objetos contusos, es decir por personas.

Estas heridas, no tratadas, pudieron provocar que las heridas evolucionaran, liberando las toxinas que provocaron la muerte de Rumba por fallo cardíaco.

A lo largo del procedimiento, hemos podido saber que al ser entregada Rumba, ni se la puso en perrera individual ni se trataron sus heridas y que tanto el propietario como el dueño de la perrera eran conocidos.

Nos hemos personado como acusación, entendiendo que ha podido haber, tanto por parte del propietario como del dueño de la perrera, un caso de maltrato animal, tipificado en los artículos 337.1 y 337.3 del Código Penal.

El juez instructor acuerda por tanto la apertura de juicio oral, entendiendo que se puede haber incurrido en esos delitos. Sin embargo, el Ministerio Fiscal, nos deja solos como acusación, pidiendo la libre absolución de los acusados y la imposición de costas procesales a la Sociedad Protectora de Animales y Plantas de Málaga.


Rumba en casa de su adoptante

Hasta aquí, los hechos objetivos.

Rumba, una perra de caza como tantas, entregada en una perrera cuando ya no “le sirve” a su dueño; una pobre vida terminada en una muerte terrible. Nunca sabremos lo que pasó en sus últimas horas, pero lo que sí sabemos es que fue entregada en una perrera subvencionada con dinero público, una perrera cuya misión es recoger a los animales abandonados o entregados por sus dueños y mantenerlos en buenas condiciones hasta ser sacrificados o dados en adopción. Rumba podía haber tenido la suerte de ser adoptada y vivir feliz, pero no la dejaron. Murió a consecuencia del maltrato, del abandono y de la mala gestión de la perrera de Don Animal.

Y la Sociedad Protectora de Animales y Plantas de Málaga, en cuyos estatutos se recoge como obligación la defensa y protección de los animales, se persona en nombre de Rumba, que ni tiene voz ni posibilidades de defenderse, en nombre de tantos y tantos animales maltratados o abandonados, dejados al albur en las perreras, porque es fácil y barato abandonar animales y el Ministerio Fiscal (Fiscalía de Medio Ambiente) no solo pide la libre absolución, sino que también pide las costas procesales a una asociación sin ánimo de lucro y declarada de utilidad pública. Sin comentarios.

Y al hilo de las modificaciones del anteproyecto de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, que pretende eliminar la acción popular en las “personas jurídicas públicas” es decir asociaciones, partidos políticos y sindicatos, nos encontramos en el absurdo de que no podemos defender a los animales maltratados, toda vez que no podemos ejercer la acusación popular, a no ser que los animales sean capaces de contactar con un abogado que los represente. O sea, la voz de los sin voz debe ser apagada, los sin voz no pueden hablar, y los que hablábamos por ellos, la ley nos quiere mudos.

Y además, el anteproyecto contempla que el juez sea un “mero árbitro” y el fiscal instruya.

En el caso de Rumba, y con este “panorama” sus maltratadores, presuntos o no, se irían de rositas. Rumba, una podenca de tantas, usada para cazar, toda su vida en un zulo de cazadores, malnutrida, una vida muda, mudo dolor en su pata cortada por un cepo, mudo dolor en sus heridas, tiene la voz que le ofrece la Protectora de Animales de Málaga, tiene nuestra memoria viva de su muerte, de su promesa de vida nueva rota, y pase lo que pase, seguiremos luchando por tantas Rumbas.

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