“Si existe un lugar en el mundo en que una persona se sienta segura, es en su casa. Pero hay personas que ni allí están seguras: es lo que se llama violencia doméstica”
OPINIÓN. Tribuna abierta. Por Carmen Manzano
Presidenta de la Sociedad Protectora de Animales y Plantas de Málaga
25/11/22. Opinión. La presidenta de la Sociedad Protectora de Animales y Plantas de Málaga, Carmen Manzano, escribe en su nueva Tribuna abierta para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com” sobre la relación entre el maltrato animal y la violencia de género, en el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer...
Sola
Si existe un lugar en el mundo en que una persona se sienta segura, es en su casa. Pero hay personas que ni allí están seguras: es lo que se llama violencia doméstica.
Violencia que se ejerce en el plano más íntimo, el de la convivencia, desde actos violentos, con fuerza física, hasta el acoso o la intimidación. Realmente, distinguir entre violencia de género o doméstica no es fácil, porque tienen similitudes muy parecidas en cuanto a sus tres niveles: físico, emocional y psíquico. Según la OMS el 35% de las mujeres del mundo, han sufrido algún tipo de esta violencia intrafamiliar.
Violencia que en muchos casos, está relacionada con el maltrato animal. Es posible que esta afirmación suscite sorpresa o incluso desagrado, porque tendemos a entender que el dolor infligido a un ser humano no es comparable con el infligido a un animal, o tal vez porque lo consideremos como algo que afecta negativamente a esa persona, sin contar con el dolor del animal.
Lo que es innegable es que, según los expertos, aquéllos que abusan o maltratan a los animales son hasta cinco veces más propensos a cometer violencia contra las personas. Hasta tal punto, que el FBI en el 2015, ha empezado a reconocer el maltrato animal como un delito contra la sociedad.
Pero vayamos más allá, busquemos el nexo de unión de todas las hembras de las especies. Ser madres. Y por nuestros hijos, las madres hacemos lo imposible. Somos vulnerables, muy vulnerables. Y fuertes, muy fuertes.
Por eso, hoy quiero rendir homenaje, como hembra y como madre a Sola, contándoos su historia:
Era una tarde como tantas otras en el Refugio, una tarde de primavera, que alargaba los días; recibimos una llamada de una mujer que, llorando, nos decía que había unos niños apedreando a un animal en uno de esos barrios marginales que, desgraciadamente, existen en Málaga. Fuimos a toda pastilla, aparcamos y mientras corría, veía un bulto contra el que cuatro o cinco niños, bajo la atenta mirada de sus padres, apedreaban; mientras corría y les gritaba a los niños, me preguntaba por qué no huía ese animal. Pronto tuve la respuesta: con su cuerpo, ya agonizante, protegía a sus cachorros. La cogí en brazos, era una podenca rubia y flaca, que apenas podía respirar, sentí su última respiración mientras le decía “tranquila, hermana, tus niños están a salvo”. Espero que Sola, así la llamé, pudiese oírme y se fuese tranquila, sabiendo que nadie iba a hacerles daño a sus hijos y que tendrían una vida de amor que ella sólo tuvo en sus últimos segundos.
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