“La misma obra que se realizó con el Turia en los sesenta del siglo pasado, sucedió con el río Guadalquivir en la ciudad de Sevilla”
OPINIÓN. Tribuna Abierta
Por Pedro Pérez Blanes
02/12/24. Opinión. EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com. Compartimos en esta Tribuna Abierta un texto de Pedro Pérez Blanes sobre la memoria del agua: “En Camas (provincia de Sevilla), toda la zona de Vega del Rey, es altamente inundable por un gran río como el Guadalquivir. Ahora no sólo hay bloques de edificios y calles urbanizadas...
...sino centros comerciales y polígonos industriales. Le llegará sin duda la memoria del agua. Y cuando suceda, ¿quién será el responsable? ¿Cuando recordaremos y reestableceremos esa memoria? ¿Por qué la geografía y la historia del entorno no se recuerdan?”.
La memoria del agua
Remota experiencia de la infancia es aquella, en los que con 9 años, muy a finales de los setenta, no recuerdo ni la fecha (pues con esas edades se está para otras cosas que para efemérides), fui testigo de inundaciones del río Guadalquivir. La misma obra que se realizó con el Turia en los sesenta del siglo pasado, sucedió con el río Guadalquivir en la ciudad de Sevilla.
El tramo de río que hoy cruza por la Torre del Oro, es una vía muerta sin corriente fluvial y agua reposada. No fluye por ese tramo agua procedente del nacimiento de la Sierra de Cazorla y la carretera del Tranco, siendo ideal para practicar remo en los dos clubs oficiales que existen, esa disciplina deportiva que algún que otra medalla olímpica ha dado al deporte español.
En el nuevo tramo, no en el que lleva a la dársena de Isla de la Cartuja, también se produjeron inundaciones terribles. Es a esos 9 o 10 años cuando rememoro la inundación completa del Barrio bajo de San Juan de Aznalfarache, Gelves o Camas, y en la zona de la antigua fábrica de arroz, la Cross (hoy arroces Brillante), y todo el centro comercial que hoy hay cerca de ambos lados de la carretera, antes era campo, y había una gran finca llamada entonces Valparaiso que tenía unas cuantas hectáreas de naranjos e incluso un original cementerio de mascotas (perros). Recuerdo ver esos naranjos cubiertos de agua hasta la misma copa. Sí, era y es zona inundable, y sin embargo, no sólo hicieron el Polideportivo municipal (la primera construcción), sino han urbanizado aquello con bloques de edificios y garajes subterráneos. Se olvidó la especulación urbanística del beneficio inmediato y la comisión, de la memoria del agua. Si la morterada de agua que cayó en el levante durante el 29 de octubre de 2024, lo hubiera hecho 250 o 300 kilómetros más al Oeste, y con fuertes lluvias añadidas en la sierra norte de Sevilla, se habría repetido aquella escena de inundación en el Guadalquivir. La memoria del agua puede durar, pocos años, décadas o incluso medio siglo, pues tenemos constancia a través de una publicación de 1795, de hechos que sucedieron en Cheste, Catarroja, etc…. Libro escrito por don Antonio Josef Cavanilles (probablemente pariente del gran maestro organista y compositor valenciano Juan de Cabanilles), libro intitulado “Observaciones sobre la Historia Natural, Geografía, Agricultura, población y frutos del Reino de Valencia”. Publicado en 1795. En una de sus páginas se puede leer:
“Siguiendo hacia el Sur desde Alaquás como á un quarto de legua se atraviesa el barranco, que empieza en las montañas de Buñol con dirección a Chiva, entra en esta Villa, y continúa por el término de Cheste, donde recibe otro considerable (barranco): engrosado con este aumento y la vertiente de aquellos montes, cruza el llano de Quart junto á la venta del Poyo, pasa después por las cercanías de Torrent, que dexa á su derecha, como igualmente Catarroja y desagüa en la Albufera de Valencia. Su profundo y ancho cauce está seco, salvo en las avenidas quando recibe tantas aguas y corre tan furiosamente, que destruye quanto encuentra. En 1775 causó muchísimas desgracias en Chiva, sorprendiendo a medianoche sus vecinos i asoló un número considerable de edificios, esparciendo por mas de dos leguas los tristes despojos y los cadáveres de los pobres que no pudieron evitar la muerte”. Es curioso observar que parece ser que el cambio climático mata desde hace siglos en los mismos lugares.
En Camas (provincia de Sevilla), toda la zona de Vega del Rey, es altamente inundable por un gran río como el Guadalquivir. Ahora no sólo hay bloques de edificios y calles urbanizadas sino centros comerciales y polígonos industriales. Le llegará sin duda la memoria del agua. Y cuando suceda, ¿quién será el responsable? ¿Cuando recordaremos y reestableceremos esa memoria? ¿Por qué la geografía y la historia del entorno no se recuerdan? La especulación y ánimo de lucro y la corrupción urbanística como medio de financiación ilegal de partidos a través de las corporaciones locales es un denominador común de nuestra madre patria. Los frutos de esos desmanes son estos desastres que ahora se imputan al cambio climático (eso de asumir responsabilidades políticas parece que no mola). La tierra no es nunca como hace un siglo, y mucho menos como hace 70 millones de años. Se pretende culpar a la acción del hombre desastres naturales que siempre han existido, cuando la naturaleza y los fenómenos meteorológicos no cambian, sino la falta de memoria sobre ellos, la ineptitud y sobre todo, la codicia. Esos últimos son los condicionantes de la mayoría de los fatales resultados.
San Juan de Aznalfarache, Gelves y Camas volverán a inundarse, y habrán grandes pérdidas, que esperemos no sean de vidas humanas. Y habrán edificaciones en estado ruinoso de las que no se hará cargo el seguro, salvo contadas demandas judiciales exitosas. No se ayudará a las víctimas, se les llenará a los políticos la boca de buenas intenciones y de cero acciones. Como siempre, los más débiles saldrán perjudicados. Y se le echará la culpa al otro, al “enemigo”. La falta de reconocimiento de los propios errores, de la asunción de culpa y responsabilidad, en definitiva de falta de madurez. Es ese acto en el que principia el aprendizaje y la sabiduría de las personas de valía, que están muy alejadas del ganado que habita en los cargos públicos responsables que deberían habilitar abundantes fondos para este tipo de eventos climáticos recurrentes y siempre repetitivos. Dotar para la construcción de viviendas sociales bien construidas (que brillan por su ausencia), o para una buena dotación de recursos en la enseñanza y sanidad públicas. Y en definitiva, para un largo etc, por el bien del común de la ciudadanía.
Pero, mientras se discuten nimiedades, marcas de partido, ideologías de postureo y sandeces varias; la memoria del agua, como la del elefante; permanece latente, sin marca, sin publicidad, esperando el descuido del pájaro bobo que torpemente se asome al insondable y eterno impulso vital de la vida, que se originó precisamente en el agua, hace ya más de 3.500 millones de años de su memoria, un suspiro en la eternidad.