OPINIÓN. La Provincia del Paraíso
Por el Colectivo Eloy Herrera Pino

21/02/14. Opinión. “El otro día Andrés García Maldonado, presidente de la Asociación de la Prensa de Málaga, junto a los arquitectos Diego Estrada, Francisco Hernández y Fernando García y un ingeniero cuyo nombre no se sabe, presentaron la asociación ‘Málaga por su Catedral’, que pretende reformar el edificio y acabar con la segunda torre de una vez por todas”. Dado que hay pocos problemas tan graves en la ciudad, el Colectivo Eloy Herrera Pino escoge este tema para proponer una nueva reflexión en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com.

García Maldonado y unos amigos montan el club ‘Málaga por su Catedral’ para conseguir en estos tiempos de bonanza los escasos seis millones que vale construir la segunda torre del templo

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Málaga hay al menos dos problemas urgentes que solucionar. Mientras nos ponemos de acuerdo sobre el segundo, podemos meterle mano al primero, el que preocupa a todo el mundo, el que de verdad urge como solo puede urgir el vientre en la urgencia de la gastroenteritis aguda: hay que acabar de una vez por todas la segunda torre de la Catedral. Solo un sabio del calibre de Andrés García Maldonado podría haber sido tan clarividente como para señalar el camino y solo un líder nato como él puede juntar a su alrededor a las mejores cabezas para solucionarlo, un grupo fuertemente cohesionado de arquitectos y al menos un ingeniero que nada tienen que ver con Calatrava, para que nos entendamos. Ni con Foster, ni con Venturi, ni con Kolhaas, y esto no tiene que ser necesariamente malo. Sí es una pena que no tengan nada que ver con Zaha Hadid. Y esta afirmación no es gratuita; fíjense en la fotografía del Estadio Al-Wakrah de Qatar que ilustra este artículo, y comprenderán lo mucho que ganarían la Catedral y la ciudad si se encargara la arquitecta iraní de su restauración


NO hace falta hacer ningún llamamiento. Esta revista ni siquiera se ha preocupado de ir a hacer fotos a la puerta de la asociación ‘Málaga por su Catedral’, donde hay una cola formada por millones de personas, los que viven en la provincia y otros varios venidos de fuera, con el óbolo en la mano. Después de la emotiva presentación que esta organización sin ánimo de lucro hizo de los motivos que la animan, ¿quién no querría apuntarse a este movimiento destinado a llegar más allá de nuestras fronteras, llamado como está a sustituir a los Cascos Azules, el Ejército de Salvación y la Guardia Suiza?

ES más, a nadie, absolutamente a nadie se le ha ocurrido siquiera poner en duda el extensivo uso que este grupo, solo por el momento de cinco o seis personas, hace del nombre de Málaga. Lo normal es que hubiese salido alguien de esos que se llaman de izquierdas diciendo “¿Pero quiénes se creen que son esta panda de gaznápiros seniles para atribuirse la representación de toda la ciudad, para apropiarse una representación que nadie les ha autorizado en modo alguno?” Y mira que lo han puesto a huevo.

UNO de los líderes de esta entidad, Fernando García, se preguntó, en voz alta, en público, mirando de frente a la cámara: "¿Por qué se ha terminado la catedral de todas las ciudades y no la de Málaga?". Esta revista sugiere una pausa en la lectura. Un tiempo para reflexionar. ¿Tiene respuesta alguna lectora o lector? No. Y esto es grave, porque nunca hay causas menores, sino voluntades menores de enfrentarse a ellas.

EL mismo líder manifestó su altura de miras, evocando a Amistades Peligrosas en el momento más oportuno: “Basta de tonterías, el dinero de la torre no fue a la lucha por la independencia americana, fue para obra pública en España". (“Dinero” y “de la Torre” son dos expresiones cuya coincidencia en la misma frase hay que cuidar, por prudencia más que nada).



EFECTIVAMENTE, basta ya de tanta tontería, metamos mano, se habrán dicho los desinteresados arquitectos que forman parte de esta asociación. Pero antes, vayamos a los hechos. Es una incógnita que no se acabara la catedral de Málaga, o quizás no. Lo que sí sabemos es de dónde provenían los fondos para construir templos, iglesias y conventos en las tierras que la corona iba cediendo gustosamente al imperio vaticano. Se basaba en un impuesto llamado diezmo, que consistía en pasar una décima parte de lo ganado a la iglesia romana. De ahí viene la expresión diezmar.

EL corolario de la situación: en medio de la inmensa crisis económica que España vivió entre los siglos XVI, XVII y parte del siguiente, brillaba con luz propia el esplendor de una iglesia que recibía un dineral, mientras el resto de la población no hubiese reconocido el dibujo de un cacho de pan. ¿Que dónde se manifestaba ese esplendor? En toda la península brotaron como setas en otoño fastuosos edificios barrocos cubiertos de pan de oro, con su ídolo masculino clavado en la cruz y sus fetiches femeninos siempre llorando a moco tendido, pero rodeados de oro, plata, orfebrerías, oropeles y piedras preciosas. Lo que a lo mejor puede ayudar a entender ese poema de Quevedo que empieza diciendo “Miré los muros de la patria mía,/si un tiempo fuertes ya desmoronados”, y acaba muy expresivamente en “Y no hallé cosa en que poner los ojos / que no fuese recuerdo de la muerte”.

HAY que volver al presente y evitar malos recuerdos. Porque esos tiempos de crisis económica en los que el pueblo español pasaba verdadera penuria, donde no había futuro, donde los ricos vivían a todo plan y la secta romana mangoneaba sin límites, eso es algo que pasó hace siglos. Ahora estamos en otro tiempo. De hecho, los jóvenes de ahora ya han entendido en sus propias carnes lo que quería decir la frase histórica del punk, “no hay futuro”. Un perfecto augurio que advertía ya en 1977 de que en el futuro no habría futuro, que es lo que pasa en este presente de superación de todas las contradicciones en un mundo en el que se ha suprimido el trabajo y se cultiva el dolcefarnientismo universal.

POR tanto, nada más urgente que gastarse seis millones de euros en construir la segunda torre de la catedral, o sea restituir el pasado en el lugar que corresponde, que es ahora. Además no hay que olvidar que los arquitectos, el ingeniero y los periodistas que forman parte de la plataforma “Málaga por su Catedral” van a trabajar gratis, que no están en esto por la pasta, sino por su amor a la ciudad.

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