OPINIÓN. Brisas del Gurugú. Por Antonio M. Escámez
Profesor y exdelegado provincial de la Consejería de Educación

24/09/13. Opinión. Antonio M. Escámez inaugura su nueva columna en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com. Escámez es profesor de Biología y Geología y ha sido delegado provincial de la Consejería de Educación en Málaga. Su primer artículo en su sección, ‘Brisas del Gurugú’, es un alegato a que la ciudadanía comience a construir su futuro. “¿Acaso estaríamos en condiciones de despreciar la enorme riqueza que los valores ambientales y humanos aportan?”.

 ¿Crisis…? ¿Qué crisis?

EN 1975 salía a la luz un evocador LP del grupo británico Supertramp con una fotografía de portada (portada de verdad, como la de aquellos inolvidables LPs de vinilo, con imágenes de gran tamaño, que invitaban a la ceremonia de sacar el disco cuidadosamente de su funda de plástico, también limpiarlo suavemente, si procedía, y colocarlo en el tocadiscos para empezar a degustar la cara A).

PARA quien no la recuerde, en aquella portada se podía ver a un señor en bañador, con gafas de sol y cómodamente sentado en su silla de playa, bajo una sombrilla amarilla, con su cóctel, pajita y cubitos de hielo incluidos, en una mesita blanca donde descansaba doblado el periódico, con sus pies al acomodo del agradable tacto de una alfombra de rayas y cerca el radiocasete.

NO estaba en una playa paradisíaca. Ni siquiera en una playa de arena litoral y aguas limpias. Tampoco en una playa malagueña, con su arena de depósitos térreos y sus aguas oleosas de frecuentes natas flotantes. No. El personaje de la portada tomaba tranquilamente el sol en un solar baldío. Lleno de escombros quizá. Tras la tapia de un núcleo de fábricas contaminantes con sus desafiantes chimeneas vomitando todo tipo de humos impuros.

PERO sus gafas de sol y su sombrilla parecían suficientes para que su realidad fuera distinta a la verdadera realidad de su entorno.

POCO menos que como sobrevivimos hoy día en la crisis que nos embosca, sacando adelante el día a día mal que bien, sin mayores pretensiones ni planteamientos de futuro.

ADEMÁS de su icónica alegoría, aquella irónica portada del disco de Supertramp también reflejaba la preocupación de la época sobre el deterioro ambiental del planeta. Apenas tres años atrás, el 5 de junio de 1972 arrancaba en Estocolmo la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente Humano y desde entonces comenzó a discutirse en los foros internacionales de problemas tan acuciantes como la contaminación, la desertización, la sobrepoblación, la pérdida de la biodiversidad…, a los que poco a poco se fueron añadiendo otros no menos relevantes y preocupantes como la destrucción de la capa de ozono, el efecto invernadero de origen artificial y el cambio climático global. Y muy especialmente sobre preocupaciones de futuro sobre la base del desarrollo sostenible: hay que cuidar lo que se hace en el presente para permitir que las siguientes generaciones puedan también sobrevivir y disfrutar de los recursos naturales. Casi una visión con lógica doméstica sobre cómo desenvolverse en la vida, tan clarividente que no pareciera necesario ni explicarla. Pero que aún así ni se cumplió entonces ni se cumple ahora.

ASISTIMOS ahora a una sangrante crisis económica que llega a comprometer no sólo ya la calidad de vida de las personas, sino su vida misma. Sin acceso normalizado a lo que deberían ser los bienes comunes de la alimentación diaria, el alojamiento, la higiene, la salubridad y la salud. Pero tampoco a la cultura, al ocio y cada vez de forma más obstaculizada por las decisiones neoliberales que nos invaden, al imprescindible bien social de la educación. Una educación ampliamente considerada y no únicamente la instrucción para el empleo. Porque ¿dónde queda la educación humanista, la educación artística, la educación de las emociones?

A aquella crisis de los 70 se llegó tras el rápido crecimiento que favorecen las guerras (qué crueldad más paradójica es que las guerras den lugar a crecimientos, pero así ha sido en la historia hasta ahora) como fue la Segunda Guerra Mundial.

PERO la dependencia internacional del petróleo y de la voluntad de los países que lo producen, además de la crisis industrial y de producción y social y laboral cuando comienza a aflorar la dramática cara del desempleo, dieron forma a aquella crisis de los 70.

EN el panorama internacional la salida a aquella crisis tuvo los rostros del neoliberalismo de Reagan y Thatcher.

EN España, afortunadamente, la salida –más lenta pero más apasionante- de aquella crisis estuvo jalonada por la transición y todo cuanto supuso la enorme bocanada de aire oxigenado y fresco que trajo al democracia a nuestro país y la apuesta decidida por la construcción del estado de bienestar, todo un logro político y social en España.

PERO finalizando esta primera década del siglo XXI parece tan actual aquella portada de Supertramp que asusta.

NO creo mucho en las profecías. Mejor, no creo nada. Pero resulta curioso recordar que una de las canciones de aquel disco, “Another Man's Woman”, resultó ser durante muchos años la sintonía del informativo decano de la televisión española: Informe Semanal. Casi un augurio para siempre tener presente la crisis y sus consecuencias y con la que actualmente convivimos plenamente.

POCO hemos aprendido. Ante la crudeza de los datos económicos, de las cifras de desempleo, ante los impagos y los dramas humanos que están tras ellos, de desahucios, de mal vivir, de colas interminables regurgitando la dignidad a duras penas para tragar algo que comer cada día,….

ANTE toda esa sórdida certeza da la impresión de que la esperanza colectiva está en más de lo mismo: la reactivación del ladrillo (no quiero pensar en nuevos Algarrobicos, pero sí en cómo podría haber sido otra Costa del Sol posible, sobre todo cuando se llega a Málaga desde litorales cercanos como los de Almería o Huelva), el aumento de la venta de coches (más contaminación en su producción, más contaminación en su rodamiento, más contaminación en su eliminación) y de cosas materiales en general (más de lo mismo), la creación de empresas (da igual que fracasen, lo importante es crearlas y luego ya se verá), la eufemística apuesta por las energías renovables (no sólo no se facilita decididamente su uso a nivel de usuario, sino que poco menos que se penaliza),.…y todo ello desde la base de un argumento falaz: eliminar puestos de trabajo como forma de ajustar las plantillas a unos supuestos números ideales para la viabilidad y para favorecer el crecimiento.

¿Y qué hay de la crisis ambiental entonces? Si hay necesidad económica que apremie, mejor no dedicarse mucho a ella.

PERO si importante es el Producto Interior Bruto, no menos el Índice de Bienestar de la Economía Sostenible como describiera el profesor Costanza, que permitiría contabilizar como activos el capital natural, social y del conocimiento.

¿ACASO estaríamos en condiciones de despreciar la enorme riqueza que los valores ambientales y humanos aportan?

¿SE tiene constancia en términos de economía global de cuánto supone la aportación de ecosistemas sostenibles, del aprovechamiento eficiente de los recursos naturales y su distribución socialmente equitativa en una forma justa?

RESTANDO las acciones de cuidado y remediación ambiental  y los perjuicios y mermas en los recursos naturales, el PIB siempre quedaría por debajo. En cualquier país. En España también.

ES por lo que en este contexto de crisis actual puede que no sea muy acertado el descuido de los valores ambientales. Y se están descuidando, cuando no obviando.

Y las personas….

¿QUÉ sucede entonces con las miles de personas sin empleo actual que serán en no muchos años ancianos que no tendrán derecho a pensión porque no habrán trabajado el tiempo suficiente? ¡Qué digo! Porque apenas habrán tenido la oportunidad de trabajar. Cohortes de personas mayores deambulando por las calles sin nada que les permita mantenerse porque el sostenimiento familiar –que viene a duras penas aguantando- es muy probable que esté a esas alturas ampliamente agotado.

TOCA plegar la sombrilla, limpiarse los pies de tierra sucia, quitarse las gafas de sol y afrontar colectiva y solidariamente el horizonte del futuro. Pero el futuro no existe. Hay que construirlo. Y eso se hace en el presente. Construir futuro significa contemplar los valores ambientales sostenibles a largo plazo antes que la mera producción a corto. Construir futuro es redistribuir equitativamente riqueza y recursos. Los sueldos en este país no tienen ni pies ni cabeza, no hay criterio objetivo de quien debe cobrar más y por qué. El enorme parque de viviendas deshabitadas es un clamoroso contraste frente a la multitud de personas sin cobijo. El despilfarro, la corrupción o la simple ineficiencia pública son agravios a desterrar incompatibles con el hoy.

Y mientras ahí seguimos como en la portada de Supertramp, bajo una sombrilla en una escombrera, sobre la que sobrevuelan las medidas neoliberales, que acechan de nuevo.

VIENEN pintadas de azul y quieren venir para quedarse.

SI alguna de ellas te pregunta, no es improbable que lo haga como al estilo “marciano” (de Groucho): "Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros".