OPINIÓN. LOL. Por Alberto R. Aguiar
Periodista
20/01/17. Opinión. El periodista Alberto R. Aguiar dedica este nuevo artículo de opinión en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com a Málaga Ahora, sus comienzos y su realidad actual. Hace especial hincapié en su situación política tan complicada: las bases se levantan contra los representantes públicos y denuncian una “deriva totalitaria”. Aguiar recuerda uno de sus encontronazos con esos “funcionarios y burócratas...
...que reparten carnés de revolucionario” que llegaron a definir a esta revista como “la puta derecha de Málaga”.
El día de la marmota en Málaga Ahora: se le caen las máscaras a los funcionarios y burócratas que reparten carnés de revolucionario
MÁLAGA Ahora lleva meses explotando y no parece que la estabilidad se vuelva a instalar en su seno. Comenzó a mediados del año pasado con la abrupta marcha del concejal Juan José Espinosa que abrió un severo traumatismo en la organización que se presentó a las elecciones municipales de 2015 con promulgados de la “nueva izquierda” e ilusiones de transparencia y horizontalidad. A día de hoy todo eso ha resultado caer en saco roto. La nueva izquierda y la vieja política han acabado siendo caras de la misma moneda y la sensación de desamparo entre los muchos electores de corte progresista de la ciudad es patente.
HAN pasado casi dos décadas desde que el PP llegase a la Casona del Parque y desde entonces se ha instalado un día de la marmota en la que todo ha cambiado pero la esencia es la misma. Tras varias mayorías absolutas, el alcalde Francisco de la Torre vio hace dos años que su poder se veía reducido y su legislatura se preveía entonces mucho más maniatada y quizá corta de lo que pudieron ser las anteriores. Por supuesto, el equipo de bomberos de Ciudadanos, con Juan Cassá al frente, logró evitar el mal mayor, que era un cambio de aires en una ciudad que se apuntala en base a ocurrencias y postureo, un neologismo fruto de internet que define muy bien la política local: parecer, solo parecer. Ni ser, ni hacer.
LA organización de izquierdas que nació al albor de activistas de La Casa Invisible han mostrado ya su verdadera cara, como ocurrió con el propio centro okupado. Hoy el inmueble de calle Nosquera padece ese mismo sufrimiento del día de la marmota al que lo ha empujado el PP. El edificio sigue deteriorado, los activistas con más presencia y voz han convocado varios mochos para recoger dinero y repararlo, y a día de hoy no se sabe qué sucede con ese dinero ni para qué se destina. La programación de La Invisible sigue dándose con toda normalidad, y supone por supuesto un soplo de aire fresco para una ciudad en la que la cultura sigue estando en mano de unos pocos con actitudes chulescas y propias de organizaciones napolitanas.
PERO eso no justifica nada. Ni en su acción cultural, ni en su acción política, ni en su acción activista. Antes eran muchos los vecinos de Málaga que veían en una serie de personas de La Invisible a ‘compañeros’ con los que seguir caminando. Hoy cada vez son más los ciudadanos que apartan la cara cuando ven las formas y los tonos que emplean auténticos matones, muchos ahora metidos a política y otros cobrando de formaciones o de cargos públicos.
HAN conseguido lo que han querido: hacer de su activismo un medio de vida, una oportunidad laboral. Un revolucionario burócrata. Fruto de estas disensiones entre los ‘activistas’ del ‘disco duro’ de La Invisible y las bases militantes es el conflicto continuo que se da tanto en el centro social como ahora en Málaga Ahora, sobre lo que viene informando esta revista desde hace meses y con especial intensidad esta semana.
CUANDO este medio comenzó a escribir y a denunciar las formas con las que activistas de La Invisible pilotaron todo el proceso de Málaga Ahora, cómo decidieron destruir una posible coalición con Izquierda Unida (que habría hecho posible una eventual salida del PP del poder municipal), o cómo se dieron instrucciones internas para desvirtuar unas primarias de candidatos, muchos simpatizantes de esta formación de nuevo cuño retiraron la palabra a los trabajadores de este medio. No se entendía que una revista de tendencia progresista atacase con tal virulencia la que en apariencia parecía una ingenua y utópica forma de hacer política desde abajo hacia arriba.
MESES después, los que definen a EL OBSERVADOR como “la puta derecha” de Málaga están disgregados, y la máxima de “nos quieren separados, nos tendrán en común”, suena a humor satírico que muy poquitos entenderán dentro de esos organismos. Toda información contrastada de la que se siga haciendo eco este medio se seguirá viendo como un ataque por parte de estas personas. Como todo su entorno; ahora algunos están en Podemos, otros en Málaga Ahora, otros sencillamente han abandonado hastiados este mundo tan complejo y difícil que es la política. Pero al menos ya se caen las caretas y este medio de “la puta derecha” seguirá denunciando a aquellos que ven apropiado formas como escupir y gritar a periodistas por la calle, bombardear con tuits maleducados a ‘disidentes’, o simplemente repartir carnés de revolucionario. Porque la puta derecha es aquella que se esconde y que dice preocuparse por los ciudadanos negándoles el derecho a tener voz y voto so pretexto de la “unanimidad”.
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