“La tormenta perfecta mezcló un sistema sanitario de por sí saturado, con unas instalaciones geriátricas, en todo o en parte, privatizadas, que han prestado, en su mayoría, un servicio atroz, detestable, de pena y que avergüenza”

OPINIÓN. Bajo las alcantarillas
Por Manuel Fernández Valdivia. Empresario de San Pedro Alcántara

28/09/20. Opinión. El empresario Manuel Fernández Valdivia, en su habitual colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com, escribe sobre la segunda ola del coronavirus en Marbella: “Llega la llamada “segunda ola” del COVID-19 y, según la opinión de todos los expertos, no hemos aprendido nada del primer azote de la pandemia. Nos hemos pasado todo el verano atizándonos unos a otros. Ciudadanos contra...

...políticos, políticos contra ciudadanos, ciudadanos contra ciudadanos y políticos contra políticos. Así nos va”.

Marbella y la segunda ola del COVID-19

Si algo nos sobresaltó e indignó sobremanera durante la primera fase de la pandemia provocada por el SARS-CoV-2, fueron los contagios y, sobre todo, las inhumanas muertes producidas en el interior de casi todas las residencias de mayores. Padres, madres, hermanos, tíos… murieron antes de lo esperado, si acaso, con la única compañía de un celador, médico, enfermera o militar. Así es, militar. Porque, tan duro fue el golpe que no dábamos a basto con el siempre insuficiente personal sanitario que tenemos en este país. Mucho más precario, si cabe, el número, la cualificación, los sueldos y el poco apoyo que se da a los trabajadores que tenemos en gran número de residencias.

La tormenta perfecta mezcló un sistema sanitario de por sí saturado, con unas instalaciones geriátricas, en todo o en parte, privatizadas, que han prestado, en su mayoría, un servicio atroz, detestable, de pena y que avergüenza. La respuesta final fue: “nadie esperaba esto”. Y hasta podría comprar el argumento, pero ¿hemos aprendido algo de aquello?

Llega la llamada “segunda ola” del COVID-19 y, según la opinión de todos los expertos, no hemos aprendido nada del primer azote de la pandemia. Nos hemos pasado todo el verano atizándonos unos a otros. Ciudadanos contra políticos, políticos contra ciudadanos, ciudadanos contra ciudadanos y políticos contra políticos. Así nos va, quedándome con la frase del afamado y respetado bioquímico, Mariano Barbacid que, recientemente dijo: “De la primera ola del coronavirus nadie es responsable, pero la segunda no tiene justificación” (AQUÍ).

Dice Barbacid que “falta voluntad política para resolver los problemas que están agudizando el impacto de la pandemia”, a lo que yo añadiría, y social. Porque, de un tiempo a esta parte, los vecinos de cada pueblo nos hemos acostumbrado a poner toda la responsabilidad en los políticos. Así es más fácil. Echamos la culpa a los políticos, como si estuvieran apalancados en las instituciones por la gracia de Dios, cuando hemos sido nosotros, con nuestro voto, quienes colocamos ahí a estos auténticos ineptos, en el mejor de los casos. Mafiosos o mercenarios, en el peor.

Y claro, Marbella no podía ser menos. Como decía en mi anterior artículo, mientras los ancianos de la sierra malagueña, cuesta arriba, por esas empinadas calles, llevaban con orgullo y responsabilidad su mascarilla, en la Costa del Sol se repetían fiestas y conciertos donde el negacionismo era la tónica (AQUÍ). El resultado de esa orgía de placeres y dinero, queda bien reflejado en las alarmantes cifras de infectados y muertos que estamos teniendo en el Distrito Sanitario Costa del Sol.

Muchos de los que reían y bailaban, por ejemplo, en Starlite y Olivia Valere, han importado y exportado el virus, llevándolo más tarde a Madrid, Barcelona, Sevilla, Málaga… Pero también a Holanda, Suecia, Reino Unido… Y no digan que no hubo infectados en estos lugares porque “sacra populi lingua est”. Otra cosa es que el propio Ayuntamiento de Marbella y la Junta de Andalucía, miraran oportunamente hacia otro lado y, a pesar del Decreto-Ley 21/2020, de 4 de agosto, por el que se establece el régimen sancionador por el incumplimiento de las medidas de prevención y contención aplicables en Andalucía ante el COVID-19, no se haya impuesto ni una sola multa a los organizadores, gestores o propietarios de los múltiples saraos en los que se han certificado contagios. Muchos de ellos, entre el propio personal, a los que, para evitar escándalos, se ha intimidado hasta rozar lo ilegal, para que no soltaran prenda y continuar con la caja abierta.

Y de Starlite al trabajo, claro. No todos los que fueron allí eran potentados. Al lunes siguiente se incorporaron a la tienda, el restaurante, la farmacia o, la residencia. Y vuelta a empezar con la segunda ola. Porque, si no lo saben, el municipio y, concretamente la zona de San Pedro Alcántara se ha puesto a la cabeza en contagios y muertes en residencias de mayores. Solo tienen que darse una vuelta por la hemeroteca de estos días para ver cómo, por ejemplo, en la DomusVi (anteriormente SAR Quavitae) Azalea, han pasado en una semana de detectar 17 contagiados a 108 y, que sepamos, a 18 de septiembre, 5 fallecidos (AQUÍ).


Como ven, no hemos aprendido nada. ¿Estamos esperando a que vuelva el ejército y denuncie que fallecidos y vivos son mantenidos en las mismas habitaciones durante horas o días? Porque, de aquellos polvos vienen estos lodos. Incluso antes de la pandemia. Y si no, miren qué ocurre cuando se teclea “SAR Quavitae” en el buscador Google (AQUÍ), o “DomusVi” (AQUÍ). Si encuentran alguna buena noticia será la visita de alguno de esos políticos que suelen mirar hacia otro lado y lavan la imagen de quienes se están lucrando con el sufrimiento de nuestros mayores.

Se preguntarán ¿por qué a pesar de tantas sanciones, expedientes y denuncias, siguen abiertas estas residencias a manos de semejantes desalmados? Eso también me lo preguntaba hace algunos años. Ahora tengo la certeza. Alguien está sacando tajada. No puede haber otro motivo racional para tapar, como se está haciendo, todo lo que ocurre en las residencias de mayores. Porque, ¡ojo! Lo publicado es una ínfima parte de la realidad que viven estas personas. En ocasiones abandonados a su suerte por los mismos familiares, otras por la sociedad en general.

No echemos todas las culpas a los políticos y miremos nuestro interior. ¿Qué hago yo para solucionar esta triste realidad? Mañana nos tocará a nosotros pasar por ese calvario si no lo solucionamos ya.

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