“Las bases de datos de legislación y jurisprudencia no existían, saber moverse por los índices de las colecciones era una habilidad profesional muy importante para la abogacía”
OPINIÓN. Charlas con nadie
Por Manuel Camas Jimena. Abogado03/03/21. Opinión. El prestigioso abogado Manuel Camas Jimena escribe en su colaboración de hoy para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre los cambios asociados a la tecnología durante los últimos años: “Han pasado treinta años, la reflexión me sirve para ser capaz de apreciar que los cambios no siguen una progresión aritmética, no sé si es geométrica o...
...exponencial, pero desde luego la aceleración del cambio asociado a la tecnología aumenta conforme se produce y un avance trae detrás, inmediatamente, muchos avances”.
Todo esto era campo
Dicen que un signo inequívoco de hacerse mayor, considerablemente mayor, es que, cuando por ejemplo se va en el coche, se comenta con frecuencia: todo esto era campo.
La verdad que el comentario es extensivo a casi cualquier avance, no solamente urbanístico.
Un número de teléfono hace treinta años representaba un lugar, no a una persona, se llamaba a casa de fulanito, el teléfono lo cogía el padre, la madre, la hermana, el hermano o la abuela; no había móviles, que es algo personal y que a veces requiere aclarar dónde se está: -se corta voy en el metro. Mucho menos smartphones, que solucionan abruptamente cualquier conversación que contenga una duda sobre qué tiempo hará mañana, cuándo nació un personaje, dónde está exactamente un lugar, cuánto se tarda en coche en llegar a, o si hay billete de tren para mañana. Esos aparatos han cambiado la forma de desenvolverse las tertulias.
En las palabras que dirigía a los abogados que cumplían veinticinco años de profesión, hoy serían treinta y algo, solía comentar que cuando empezábamos a ejercer allá por mediados de los años ochenta, en los despachos de abogados no había por supuesto ordenadores, a lo más máquinas de escribir electrónicas, de las que podían borrar alguna palabra; tampoco había fotocopiadoras, se iba a unos comercios llamados multicopistas, las copias de los escritos propios se hacían con papel carbón y papel cebolla.
Como ya comentaba, desde luego no había teléfonos móviles, bueno, si alguien tenía un móvil era llevando un maletín con la batería, carísimos y con escasísima cobertura.
Hacia 1988 se popularizó el fax, <un teléfono al que se le metía un papel que salía por el otro teléfono>, eso sí, en aquellos tiempos, con papel térmico, que se borraba pasados unos meses. Cuando aparecieron las impresoras eran de aguja, con su característico ruido, que era sonido de oficinas, más tarde llegaron las impresoras láser, silenciosas y con otra calidad.
Las bases de datos de legislación y jurisprudencia no existían, saber moverse por los índices de las colecciones era una habilidad profesional muy importante para la abogacía.
Seguíamos en los casetes y los vinilos, aún no había discos cd, ni mucho menos youtube, spotifify, etc.
Han pasado treinta años, la reflexión me sirve para ser capaz de apreciar que los cambios no siguen una progresión aritmética, no sé si es geométrica o exponencial, pero desde luego la aceleración del cambio asociado a la tecnología aumenta conforme se produce y un avance trae detrás, inmediatamente, muchos avances. Unos son trascendentes, otros accesorios, pero todos ellos van cambiando nuestra vida y nuestra sociedad muy profundamente, y solamente estamos empezando.
Nuevamente traigo a estas líneas a Joaquín Estefanía, recojo su habitual columna en El País (26 de febrero): Una vida más difícil. Subtitula afirmando: <El inicio de la vida adulta de toda una generación está siendo una crisis multicausal continua.>
He enviado por email el articulo a mis hijos directamente atañidos por él (se me ha olvidado comentar que, en 1987, cuando me colegié como abogado, tampoco había email, ni burofax tan siquiera).
Dice Estefanía que, <El problema más importante no es el de los violentos jóvenes; ese sólo es el más urgente de resolver. El problema más importante es el del resto de los jóvenes, muy mayoritarios, que no mantienen expectativas materiales y emocionales.>
Reconozco que al leerlo me removió.
Añade que <Vivimos desde 2008, con picos de sierra, una recesión con pocos precedentes, que afecta sobre todo a las generaciones más jóvenes cuyas condiciones laborales y capacidad económica ya quedaron muy marcadas en 2008 y que se han profundizado con el coronavirus. El mayor desafío que afrontan las democracias maduras es el de restaurar el contrato social entre generaciones. (…) la crisis dejará una sociedad menos igualitaria económicamente; una parte importante de los jóvenes considera que su vida nunca volverá a ser como antes; al revés de hasta ahora, la pandemia va a dejar una generación de jóvenes peor preparada que las anteriores; y tendrá un impacto mayor en la capacidad de encontrar un puesto de trabajo, de acceder a una vivienda y, en definitiva, en la calidad de su vida.>
Mencionando a Pedro Sánchez en una intervención en el Congreso, el artículo hace la descripción más gráfica:
<los jóvenes que nacieron en el mágico año de 1992 (los juegos olímpicos de Barcelona, la Exposición Universal de Sevilla, cuando en Europa se hablaba de los españoles como “los alemanes del sur”) apenas tenían 15 años cuando comenzó la Gran Recesión y cumplirán los 30 en medio de la pandemia de la covid-19. Es decir, el inicio de la vida adulta de esa generación es una crisis continua, y no precisamente una crisis menor.>
Coincido plenamente en que este es nuestro gran problema, nuestros jóvenes, ya no tan jóvenes, en una sociedad cada vez menos igualitaria económicamente, con una clase media, cuanto menos, deteriorada.
La dificultad para corregir esta situación es muy grande, en un entorno de cambios trepidantes por un avance tecnológico que hace difícil ver incluso el futuro más próximo, y que está modificando la economía decisivamente y las relaciones sociales, los equilibrios de poder; pero estas son las grandes cuestiones, los jóvenes, la igualdad, el cambio, los equilibrios; me queda la sensación de que los mensajes y las estrategias son demasiado cortoplacistas, demasiado miopes, tremendamente antiguas.
Y sin embargo esos jóvenes son especiales, como cada joven generación lo ha sido a lo largo de los siglos, con ellos, entre todos, tenemos que encontrar un camino justo y pacífico para cambiar.
Otro día sigo con lo de todo esto era campo.
Puede ver aquí anteriores artículos de Manuel Camas Jimena