“Dependemos de la vacunación y la lluvia fina de los fondos europeos. Entraremos en un período de retirada de la anestesia suministrada para que el daño que sufre nuestra economía no produzca un dolor insoportable”
OPINIÓN. Charlas con nadie
Por Manuel Camas. Abogado15/03/21. Opinión. El conocido abogado Manuel Camas escribe en su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre la crisis del coronavirus: “La lentitud en la llegada de las vacunas y de los procesos de vacunación en Europa, el drama económico de tantos, el tiempo perdido en educación, la dificultad de las reformas que nos exige la Unión Europea para librar los fondos...
...de recuperación -pensiones, sistema tributario-, el temor fundado de que no existan proyectos suficientes para invertir esos fondos, la preparación para un cambio casi radical en la economía tras esta crisis que dejará tantas cosas antiguas”.
Echo en falta que se hable de la realidad
En medio de la espuma que nos rodea cotidianamente, hace un par de semanas, en Hoy por Hoy de la SER, nos abofeteaban de realidad. Entrevistaban a un camarero de algún negocio de hostelería en la Plaza Mayor de Madrid, incluido en un ERTE desde hace meses.
El camarero relataba que su vida se había acomodado a los aproximadamente 2.000 euros mensuales que conseguía mientras trabajaba, que una parte importante se la llevaba la vivienda, que estaba casado, que tenía un hijo, pero que en el ERTE percibía algo menos de 1000, que con eso no podía vivir, que tampoco podía trabajar, porque estaba en el ERTE esperando fuese posible recuperar su actividad, que hacía colas para recibir alimentos y que nunca pudo imaginarse así.
Es difícil sobreponerse a esa imagen de desesperación, pero cuántos, cuántas están así.
La lentitud en la llegada de las vacunas y de los procesos de vacunación en Europa, el drama económico de tantos, el tiempo perdido en educación, la dificultad de las reformas que nos exige la Unión Europea para librar los fondos de recuperación -pensiones, sistema tributario-, el temor fundado de que no existan proyectos suficientes para invertir esos fondos, la preparación para un cambio casi radical en la economía tras esta crisis que dejará tantas cosas antiguas. Echo en falta que se hable de la realidad.
Eduardo Madina alivia esa sensación en su tribuna <Tenemos que hablar de la tristeza>, el viernes en El País. Menciona que <el impacto anímico de la pandemia ha sido tremendo, con un gran incremento de la ansiedad y el miedo a la muerte… Son numerosos los estudios que demuestran la evidencia de que en las zonas más vulnerables de la sociedad es donde más fuerte golpea la depresión. Allí donde más incertidumbre económica hay, donde más recorrido alcanzan tanto el desempleo como la pobreza, mayor es la presencia de este trastorno. Por todo ello, no deberíamos olvidarnos de las enfermedades mentales —ni de esta ni de ninguna otra— a la hora del debate sobre el modelo económico, el mercado laboral y el sistema de bienestar social>.
Encaramos un semestre muy difícil en lo económico, en lo social, y por lo que se ve, también en lo político.
Dependemos de la vacunación y la lluvia fina de los fondos europeos. Entraremos en un período de retirada de la anestesia suministrada para que el daño que sufre nuestra economía no produzca un dolor insoportable, aunque esa anestesia se va prorrogando (ertes, aplazamiento de la obligatoriedad de concursar) y, a la vez, se suministrará de otro tipo, ayudas directas, facilitar solvencia no liquidez, reestructuración de deudas y otras que tendrán que venir (se mencionan préstamos participativos).
Pero los meses van pasando y el oxígeno acumulado en la bonanza de años anteriores se acaba, a muchos empieza a faltar la respiración. En la pequeña y mediana empresa, predomina la parálisis en la toma de decisiones por la incertidumbre.
La editorial de El País de 30 de enero mencionaba <los peligrosos seis meses que se avecinan… La economía española salvó más o menos las Navidades, pero a costa de un comienzo de año complicado, con una fuerte expansión del virus. Es razonable pensar que queda por delante un semestre de grave sufrimiento económico.>
En Negocios, David Fernández escribía el pasado 28 de febrero:
<Las cuentas empresariales se tiñen de rojo.
El pasado año fue una carrera de obstáculos para las empresas de la que pocas salieron indemnes y es casi imposible salir sin rasguños cuando el mundo se cierra a cal y canto durante casi tres meses y luego la actividad funciona a medio gas (...).
El golpe de la crisis económica derivada de la covid-19 es evidente ya desde la parte alta de las cuentas de resultados, aquella que, sin artificios contables, radiografía de forma aséptica la salud corporativa. Las ventas, el oxígeno que permite caminar a las empresas, se han desplomado.
El resultado de explotación, el jugo más puro de los resultados, al descontar a las ventas los gastos corrientes (sin contar impuestos, intereses o amortizaciones). En el periodo analizado, el resultado se hundió un 55,17%>.
Esta semana ha sido una semana de aniversarios, a la celebración de los logros de la lucha de la mujer por la igualdad junto a la reivindicación de todo lo que queda por hacer para alcanzarla, han seguido los recuerdos de un año de pandemia, un año de confinamiento.
Aunque me costó creer a Ignacio Martínez cuando me comentó que tras la pandemia vendrían los <felices años veinte>, luego lo ha mencionado en alguna de sus columnas imprescindibles en los fines de semana de los Diarios del Grupo Yoli -Málaga Hoy-, creo que efectivamente habrá un efecto efervescente que disimulará no solamente el daño, sino la falta de preparación para el cambio tan profundo que se está produciendo.
Tenemos que hablar de eso.
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