“Por más que en los últimos años me muevo de un sitio a otro, aunque sea un tópico, me reafirmo en que es cierto que viajar cura muchas cosas, también hace valorar muchas otras. No encuentro más que pequeñísimos matices, insignificantes, entre los que vivimos en un lugar u otro

OPINIÓN. Charlas con nadie

Por Manuel Camas
. Abogado

01/06/21.
Opinión. El conocido abogado Manuel Camas escribe en su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre como exageramos las pequeñas diferencias: “Lo que sí descubro es que de los matices solemos hacer categorías y que, al categorizar insignificantes diferencias, producto siempre de las condiciones geográficas o de la situación económica de...

...unos u otros, creamos la ficción de que somos muy distintos, diferencias que acaban sirviendo de justificación a tópicos y en algunos casos a lamentables actitudes y mensajes”.

Personajes

Escucho con relativa frecuencia un álbum de Joaquín Sabina, Física y Química, porque me gusta, pero también porque está en el cargador de Cds del coche.


Que mi coche tenga aún reproductor de Cds (lo de compact disc o disco compacto es que no hay ya quien lo diga) da una idea de los años que tiene el vehículo, pero me da pena dejarlo, porque en su día era un muy buen coche, porque toda esa mole de motor, chapas, asientos, gomas, cables, baterías, no sé si se reutilizarán o reciclarán con eficacia, aunque me pesa que su eficiencia energética y su comportamiento respecto de la contaminación sean a estas alturas muy malos. Me cuesta cambiarlo también porque cojo cariño a las cosas cotidianas, a los recuerdos que se graban en ellas, como si fueran vinilos dado que hablamos de música y coches, y me da pena desprenderme.

En el álbum de Sabina al que me refería hay una canción, <El pirata cojo> que me hace pensar:

Pero si me dan a elegir/ Entre todas las vidas yo escojo/ La del pirata cojo/ Con pata de palo/ Con parche en el ojo/ Con cara de malo/ El viejo truhan, capitán/ De un barco que tuviera/ Por bandera/ Un par de tibias y una calavera.

La canción juega con la imaginación, así se recoge en la letra, vivir otras vidas, probarse otros nombres, colarse en el traje y la piel de quien nunca seremos, aunque la que elige se parezca a Peter Pan y sea un viaje a la infancia, mejor no imaginar fuera de ese contexto lo que debía ser, o es, la piratería.

A partir de ahí hace una maravillosa y simpática relación de ejemplos, colocando personajes en lugares, enumeración que encierra toda una declaración de ideas y principios.

Es bueno y divertido Sabina, sus letras, su música, los arreglos, su voz, Otro andaluz (Úbeda), que nace como artista de la libertad descubierta en la transición, como tantas otras cosas.


El juego de imaginación que la canción propone creo que cada uno lo hacemos de una u otra forma. En mi caso suelo pensar cómo sería vivir en los lugares que visito. Me gusta simplemente sentarme en una terraza de un café y mirar, ver pasar a la gente e imaginar cómo es la vida en ese lugar. Casi siempre concluyo que podría vivir también allí, por más que me guste mi tierra, pero lo cierto es que con acomodo económico, a todo puedo encontrarle su encanto.

Tengo dos maravillosos amigos, amiga y amigo, para ser exactos e inclusivos, porque hay que serlo, sin caer en el esperpento, con cuidado, pero debemos utilizar el lenguaje para poner de manifiesto desigualdades para que dejen de pasar inadvertidas; ella es catalana, él vasco; aunque cada uno vive en su tierra, el trabajo nos permite cenar juntos, al menos un día casi todos los meses, normalmente en Madrid.

En nuestras extensas tertulias, sin temas intratables, con acuerdos y disensiones permanentes, el otro día les decía lo que solamente puede calificarse como obviedad, y así me lo hicieron ver de inmediato con toda razón, pero con gran significado para mí.

Por más que en los últimos años me muevo de un sitio a otro, aunque sea un tópico, me reafirmo en que es cierto que viajar cura muchas cosas, también hace valorar muchas otras. No encuentro más que pequeñísimos matices, insignificantes, entre los que vivimos en un lugar u otro.

Lo que sí descubro es que de los matices solemos hacer categorías y que, al categorizar insignificantes diferencias, producto siempre de las condiciones geográficas o de la situación económica de unos u otros, creamos la ficción de que somos muy distintos, diferencias que acaban sirviendo de justificación a tópicos y en algunos casos a lamentables actitudes y mensajes.

Lo gracioso del asunto, casi todo tiene un lado gracioso, es que puede aplicarse a muy diferentes escalas: global, por supuesto, regional europea, o dentro de España. Si llevamos la ecuación (ahora sería el algoritmo) al extremo, podemos llegar al ridículo: también categorizamos diferencias enormes dentro de nuestras propias comunidades, Sevilla-Málaga, dentro de nuestras ciudades, que se lo pregunten a los que ya somos de El Palo, aunque dentro de El Palo a su vez matizaremos Echeverría, de las playas o de las Cuatro Esquinas, porque si cruzas El Totalán, entras en Pedregalejo, ni te cuento.

Lo cierto es que en todos los lugares encuentro gente en su afán, con sus inquietudes, miedos, problemas, ilusiones y felicidades. Con sus formas de pensar e imaginar soluciones, algunos tienen una para cada cosa, otros no encuentran ninguna a nada.

Nuestra tertulia a veces se me antoja de aquella introducción de algunos chistes: había una vez un inglés, un francés y un español… o en este caso una catalana, un vasco y un andaluz…en Madrid.

En ese juego de imaginación, tan frecuente en mí, ensoñar como sería estar en otros lugares, recuerdo que una vez comenté que me encantaría ser de tal sitio; unos entendieron que era incomprensible viviendo donde vivo, otros lo interpretaron como desapego a mi tierra, incluso menosprecio, pero sencillamente era cercanía entrañable a todas las tierras, podría haberlo dicho de cualquier lugar, aunque insisto, con conciencia, dentro de las condiciones muy acomodadas en las que vivo, porque obviamente, también cualquier lugar puede ser el infierno.

Legionario en Melilla, pintor en Montparnasse, costalero en Sevilla, negro en Nueva Orleans, taxista en Nueva York, gitanito en Jerez, nos sacude Sabina en su letra.

Suspenso en religión/ Confesor de la reina/ Banderillero en Cádiz/Tabernero en Dublín/ Comunista en las Vegas/ Ahogado en el Titanic/ Flautista en Hamelin.

De viaje, en seguida, a vivir otras vidas, dice el artista, así quizás nos entendamos mejor.

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