“No siempre han existido las vacaciones. En España la Segunda República aprobó en 1931 una norma, la Ley del Contrato del Trabajo, que contemplaba un permiso anual retribuido de siete días para todos los asalariados”
OPINIÓN. Charlas con nadie
Por Manuel Camas. Abogado
07/09/21. Opinión. El conocido abogado Manuel Camas escribe en su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre las vacaciones: “Lo cierto es que, si se tiene la posibilidad de descansar en agosto, se produce un proceso de vuelta a lo cotidiano que incluye hablar con amigos, compañeros y casi desconocidos, de cómo han sido esas vacaciones. Desde luego los recuerdos...
...de las vacaciones de la juventud, casi interminables, no son el caso. Aquellas, a veces, acababan cuando ya se llegaba a un maravilloso aburrimiento”.
Volver, volver, volver
Difícilmente puede escaparse de las convenciones sociales que impone la cortesía a la vuelta del verano: Cómo han ido las vacaciones, habéis descansado, dónde habéis estado.
No siempre han existido las vacaciones. En España la Segunda República aprobó en 1931 una norma, la Ley del Contrato del Trabajo, que contemplaba un permiso anual retribuido de siete días para todos los asalariados.
El antecedente hay que buscarlo a principios del siglo XX, en virtud de una ley de 1918, los empleados públicos, los militares y los maestros consiguieron permisos para ausentarse del trabajo, en concreto, 15 días de vacaciones para todos los funcionarios (¿Cuál es el origen de las vacaciones de verano pagadas a los trabajadores? Confilegal. Adelaida del Campo).
En Francia no se logra hasta 1936, en Gran Bretaña en 1938. Eran tiempos en los que el concepto fin de semana no existía, el único día de descanso era el domingo.
Hoy tenemos 22 días hábiles de vacaciones, salvo el limbo de los autónomos. Es muy similar en toda Europa, aunque no en Estados Unidos en el que la Ley federal, la Ley de Normas de Trabajo Justo (FLSA, por sus siglas en inglés) no obliga a las empresas a pagar las vacaciones de sus empleados y deja el tema al albur de acuerdos individuales entre el trabajador y la empresa, lo que provoca que más de la mitad de los empleados, un 52% de acuerdo con los datos del informe Project:Time Off, entre 2017 y 2018 no se tomaron sus días de vacaciones por razones diversas, desde miedo a perder el empleo a falta de planificación.
Lo cierto es que, si se tiene la posibilidad de descansar en agosto, se produce un proceso de vuelta a lo cotidiano que incluye hablar con amigos, compañeros y casi desconocidos, de cómo han sido esas vacaciones.
Desde luego los recuerdos de las vacaciones de la juventud, casi interminables, no son el caso. Aquellas, a veces, acababan cuando ya se llegaba a un maravilloso aburrimiento que de alguna forma inmortaliza la canción de Mecano:
Perdido en mi habitación
sin saber qué hacer
se me pasa el tiempo
Perdido en mi habitación
entre un montón
de discos revueltos
Perdido en mi habitación
con todo al revés
se pasan las horas
sin saber qué hacer
La incorporación al mundo laboral ciega para siempre ese tipo de vacaciones y aun así es cierto que pone una distancia entre el descanso y el trabajo que requiere romperse al regreso, aunque inevitablemente se hace casi instantáneamente, salvo las cortesías de las que hablábamos.
Otra pista de cómo fueron las vacaciones son las lecturas. En una época en la que la prensa se descarga de mucho contenido, los libros, en el formato que sea, recobran espacio.
En mi caso comencé con A sangre y fuego, de Manuel Chaves Nogales, doce relatos sobre nuestra Guerra Civil que, por mi parte, horrorizado una vez más, espero sea punto final de las lecturas sobre esa época. Que siguiese a la anterior con la lectura de Patria, de Fernando Aramburu, tampoco ayudaba a elevar la confianza en el ser humano.
Suelo intentar compaginar la lectura de novela con la de otro tipo de obras. En este verano ocupó ese espacio El Estado emprendedor. (Mitos del sector público frente al privado) de Mariana Mazzucato, que tiene el mérito de haberle dado cuerpo a una forma de ver el futuro que se extiende por el Mundo.
Qué sería IPhone sin la pantalla táctil, internet o el sistema GPS, todas ellas tecnologías creadas en el sector público, son algunos de los abundantes ejemplos que van llevando a la autora a sus concusiones.
Abordar los retos sociales actuales, por ejemplo aquellos relacionados con el cambio climático, requiere una visión, una misión y, sobre todo, confianza en el papel del Estado en la economía. Tal como argumentó de forma elocuente Keynes en el Fin del laissez faire, “lo importante para el gobierno no es hacer cosas que ya están haciendo los individuos, y hacerlas un poco mejor o un poco peor, sino hacer aquellas cosas que en la actualidad no se hacen en absoluto”. Sin embargo, se requiere que el sector público tenga visión y confianza, ambas cada vez más ausentes en el momento actual. ¿Por qué?
Una visión del Estado basada en grandes proyectos, tractores de innovación y desarrollo, como en su día fue para Estados Unidos poner un hombre en la Luna y hoy puede ser la lucha contra el cambio climático, las energías verdes, el agua. La obra de Mazzucato, sus tesis, te reconcilian con el optimismo y con el futuro, te alejan de los horrores de la guerra y del terrorismo.
También el primer volumen de las Memorias de Barack Obama, Una tierra prometida.
Barack Obama nos da sus claves personales de porqué es importante la política, nos reconcilia con ella.
En ese momento me dije -y me gusta seguir haciéndolo- que dejé la vida de trabador comunitario porque me pareció que el trabajo que hacía era demasiado lento, demasiado limitado, incapaz de satisfacer las necesidades de las personas a las que aspiraba a servir. Un centro local de formación profesional no podía contrarrestar los miles de empleos en la siderurgia que se perdían cuando cerraba una planta. Un programa de actividades extraescolares no podía compensar el déficit crónico de financiación de las escuelas, o el hecho de que a los chavales los criasen sus abuelos porque ambos progenitores estaban en la cárcel. Daba la impresión de que, en cada caso, chocábamos una y otra vez contra alguien -un político, un burócrata, un remoto director general- que podía mejorar las cosas, pero no lo hacía. Y cuando le arrancábamos alguna concesión, casi siempre era demasiado poco, demasiado tarde. Lo que necesitábamos era ser capaces de elaborar presupuestos y marcar las líneas políticas, `pero ese poder residía lejos de allí.
Todo lo contrario de la ostentación del poder político por el poder mismo, todo el esfuerzo destinado en llegar y mantenerse, un poder que por ello no está al servicio de las personas más que formalmente, el que tantas veces percibimos a nuestro alrededor.
Seguro que la vuelta de las vacaciones está cargada de buenas intenciones, la mayoría empezaremos quizás, por la dieta y el ejercicio.
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