“Se han relajado todas las precauciones y empieza a ser incómodo el mantenerlas para los que lo intentamos mínimamente, cuesta librarse de pensar que los demás te ven miedoso o afectado para siempre por el COVID, incluso insolidario”

OPINIÓN. Charlas con Nadie

Por Manuel Camas
. Abogado

12/07/22.
Opinión. El conocido abogado Manuel Camas escribe su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre las mascarillas: “La tacha de insolidario, al que o la que lleva una mascarilla en reuniones, en espacios cerrados, a veces con muchas personas, o entre multitudes vociferantes, es verdaderamente estúpida. La insolidaridad es rebajar las medidas precautorias...

...olvidándose que una errónea percepción de fortaleza o inmortalidad no es la que corresponde en ningún caso a padres, madres, abuelos, abuelas, vecinos, amigas, etc”.

Póntelo. Pónselo

Lo que está ocurriendo es justamente lo contario del <Póntelo. Pónselo>, que tanto bien hizo, incluso a la España retrógrada escandalizada por la imagen que le venía a la cabeza. Esa campaña estuvo precedida un año antes por un anuncio de dibujos animados sobre el SIDA, así Si DA, así NO DA, donde los muñequitos practicaban sexo, hetero y homosexual, con y sin preservativo: No da, sí da.


Tenemos ganas de recuperar nuestra vida, la normal, la anterior a la pandemia y se nota en todo, pese a que subyacen, para siempre, muchos de los efectos que la experiencia de esta enfermedad contagiosa ha dejado entre nosotros. Se han relajado todas las precauciones y empieza a ser incómodo el mantenerlas para los que lo intentamos mínimamente, cuesta librarse de pensar que los demás te ven miedoso o afectado para siempre por el COVID, incluso insolidario.

La tacha de insolidario, al que o la que lleva una mascarilla en reuniones, en espacios cerrados, a veces con muchas personas, o entre multitudes vociferantes, es verdaderamente estúpida. La insolidaridad es rebajar las medidas precautorias olvidándose que una errónea percepción de fortaleza o inmortalidad no es la que corresponde en ningún caso a padres, madres, abuelos, abuelas, vecinos, amigas, etc.

Sin embargo, se nos mira o miramos a quien lleva mascarilla, pues si yo me la he quitado, quítatela tú, si nos contagiamos nos contagiamos todos y, en la euforia de la copa, en la exaltación de la amistad, acabamos sintiendo la necesidad de efectivamente desenmascararnos.


Veo en YouTube uno de los anuncios de aquella época del PÓNTELO, PÓNSELO que me vuelve a conmover. En el gimnasio de un colegio una clase de adolescentes realiza ejercicios, mientras un profesor enchaquetado, parece el director del centro, pasea por el vestuario y ve, sobre una toalla, un sobre transparente con un preservativo, lo coge, entretanto la clase a un toque de silbato se había sentado alrededor del profesor que dirigía el entrenamiento. Entra el director, habla un instante con el profesor y, con voz firme y gesto autoritario enseña el sobrecito levantándolo y pregunta: de quién es esto. Son muy elocuentes las miradas de los adolescentes, temerosos de la autoridad que se ejerce, de la amenaza de un castigo, especialmente la de un chico y una chica que se miran, alguno sonríe de manera nerviosa y disimulada. Con voz temblorosa un alumno, a la vez que se pone en pie, dice: es mío; inmediatamente un segundo alumno hace lo mismo y después una chica, la que cruzó la mirada temerosa, igualmente anuncia que el preservativo es suyo, tras ella la clase entera se pone de pie.

El anuncio concluye con un texto escrito:

<El preservativo es el medio más eficaz para la prevención de embarazos no deseados y enfermedades de transmisión sexual. Póntelo. Pónselo>.

En el Confidencial se hicieron eco en 2019 de esta campaña de finales de los años ochenta con motivo de cumplir treinta años de su emisión. Uno de los creadores del anuncio contaba las dificultades y críticas que despertó, fue la Ministra Matilde Fernández la que logró que saliese adelante, pese a que el debate llegó hasta el Consejo de Ministros:

<La pieza estaba dirigida a adolescentes y como indica el publicista, “estábamos todavía finales de los ochenta. Era bastante heavy, porque para el hombre aún era un viacrucis ir a la farmacia a por condones. Y mucho más para una mujer. Y luego estaba la cuestión del ‘pónselo’. Había mucha gente que decía, ¿que mi hija va a tener relaciones con un desconocido? ¿Y que lleva ella el condón en el bolso?”... La emisión no dejó indiferente a nadie. Hubo críticas desde numerosos sectores. Y la población no dejaba de comentar aquello del póntelo, pónselo que incluso apareció en sketch humorísticos. “Se armó la Dios es Cristo. Desde la madre que se quejaba hasta la Iglesia. Se rompían las vallas publicitarias del metro. Tuvimos amenazas de todo tipo y aunque ahora nos riamos, nosotros las pasamos canutas. Parecía que nos iban a excomulgar a todos”, señala Moreno, quien, no obstante, insiste en que “aquella campaña si algo hizo fue sobre todo liberalizar mucho a la mujer>.

Sonrío a Nadie, reconociéndome en el pudor que en aquella época me daba ir a la farmacia a por preservativos, ahora las propias farmacias te venden, con publicidad, ya no preservativos, sino el Satisfyer.

En una fiesta este pasado sábado, una amiga enfermera, se resistió a entrar en la sala donde se proyectaban los recuerdos fotográficos de nuestro querido amigo, cumpleañero de sesenta, buena persona, trabajador social incansable y de alegría contagiosa. Nos quedamos fuera comentando el riesgo inevitable de este tipo de reuniones, conciertos y en general de la guardia bajada ante una enfermedad que nuevamente genera tantos ingresos hospitalarios y fallecimientos.

A ella le duele la actitud social, expresaba con sentimiento la impotencia que la presión hospitalaria, que nuevamente crece, les genera a los sanitarios, el cansancio, el padre fallecido por el dichoso COVID, el miedo a contagiar a su vez, tantos, tantas, que han padecido la enfermedad por cuidarnos.


La charla con mi amiga enfermera inevitablemente conmovía.

He pasado una semana de viaje por temas profesionales, participando en actos públicos en Málaga, Sevilla, Badajoz, Barcelona, la semana anterior en Madrid, en todas partes las precauciones casi han desaparecido, solo en los trenes, taxis y aviones, te conminan a usar la mascarilla, el resto del espacio público, esté o no ventilado, tenga el aforo que tenga, incluido los ascensores, se ha liberado de la precaución. Afortunadamente las vacunas han reducido la incidencia, pero lo cierto es que los hospitales vuelven a tener demasiados ingresos, y con ellos se tienen que posponer los tratamientos y diagnósticos de otros pacientes que ven pasar el tiempo sin operación o faltos de la asistencia necesaria.

Ahora estamos ante la crónica de una crisis económica anunciada, todos los factores lo indican y, si aún con esas nos equivocásemos, le hemos añadido el factor que no suele fallar, con tanta insistencia en todo caso será una profecía autocumplida. Simultáneamente hemos decidido que nos merecemos un verano en condiciones y que ya, en septiembre, vendrá lo que venga. Está bien, lo necesitamos, es cierto, pero, aunque tiene mucho menos morbo, pese a que estamos hasta las narices y necesitados abrazarnos: PÓNTELA, PÓNSELA, cuando sea prudente hacerlo.

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