“En 1982 el PSOE logró conectar con los deseos de los españoles, como reflejó la cantidad abrumadora de votos que obtuvieron y mantuvieron, bastante más de una década, los gobiernos presididos por Felipe González”

OPINIÓN. Charlas con Nadie

Por Manuel Camas
. Abogado

02/11/22.
Opinión. El conocido abogado Manuel Camas escribe su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre las elecciones de 1982 que ganó el PSOE de Felipe González: “transcurridas esas cuatro décadas y aunque en la medida de los tiempos que hace la Historia sea aún muy poco, sin ironías ni la mala intención que tanto se utilizó a finales de los años 90,...

...la promesa que hacía en la campaña de entonces Alfonso Guerra resultó del todo cierta para bien: <Vamos a dejar este país que no lo va a reconocer ni la madre que lo parió>”.

Por el cambio

El lema de la campaña del PSOE en octubre de 1982 me sigue pareciendo genial, <Por el cambio>; debe serlo tanto que, en 2011, el Partido Popular, con Mariano Rajoy, se presentó a las elecciones generales con el lema <Súmate al cambio>.


En El Mundo, Berta Barbet decía que es un clásico en las campañas electorales, el cambio como reclamo electoral no entiende de ideologías, <al ser una palabra tan ambigua, refleja más la idea de esperanza que cualquier doctrina política>. Hasta Podemos se sumó en 2015 con su <Marcha del Cambio>.

Desde luego el Partido Socialista Obrero Español en1982 representó la ilusión como nunca, una esperanza, <Un estado de ánimo que surge cuando se presenta como alcanzable lo que se desea>, según la Real Academia Española, y es que en 1982 el PSOE logró conectar con los deseos de los españoles, como reflejó la cantidad abrumadora de votos que obtuvieron y mantuvieron, bastante más de una década, los gobiernos presididos por Felipe González.

Estarán cansados de leer, ver y oír noticias relacionadas con el 40 aniversario de aquella victoria del PSOE del 28 de octubre de1982, con 202 escaños en el Congreso de los Diputados. Pero es verdad que transcurridas esas cuatro décadas y aunque en la medida de los tiempos que hace la Historia sea aún muy poco, sin ironías ni la mala intención que tanto se utilizó a finales de los años 90, la promesa que hacía en la campaña de entonces Alfonso Guerra resultó del todo cierta para bien: <Vamos a dejar este país que no lo va a reconocer ni la madre que lo parió>.

Si tú, mi amigo Nadie, me pides un resumen que se salga algo del relato común, te recomendaría leer dos artículos que me han llamado poderosamente la atención.

Javier Cercas, bajo el título <Contra Felipe González> (El País 28 de octubre de 2022) nos deja tres mensajes a mi juicio valiosos:


El primero extraído del último libro de Sergio del Molino, Un tal González, donde el también autor de La España vacía repasa la trayectoria del expresidente socialista para analizar en clave generacional el proceso de modernización de España durante su gobierno y así hacer un recuento de sus méritos: la creación de un sistema de salud pública para todos por vez primera en España; la universalización de la enseñanza en cualquiera de sus ámbitos; la nivelación de las infraestructuras de transporte con las del resto de Europa, que convirtió en emblema del cambio político la transformación de las carreteras bacheadas en autovías; la a menudo dolorosa modernización de la economía, que pasó de un sistema cerrado y obsoleto a uno abierto y competitivo; la descentralización del poder y el desarrollo de esa suerte de Estado federal que nosotros llamamos autonómico; el retorno a Europa que, desde hacía más de dos siglos, venían reclamando los mejores españoles…>.

El segundo, un párrafo que dedica a llamar una estupidez colosal, de la que culpa a la falta de participación política de las generaciones posteriores a la transición, <por permitir que una panda de políticos e intelectuales de tercera categoría engañara al personal con una versión fraudulenta de la historia, según la cual la Transición fue un trampantojo cuyo resultado no fue una democracia de verdad sino una prolongación del franquismo por otros medios: el llamado Régimen del 78. Una estupidez, un delirio, una trola como una casa>.

La tercera, tras los elogios, leo por primera vez una crítica profunda a la figura de Felipe González como expresidente: <esto no significa por supuesto que Felipe González no cometiera errores, algunos de ellos graves, durante su mandato y después de su mandato. Los primeros son bien conocidos; en cuanto a los segundos, menciono tres, también muy notorios: la mejorable administración de sus palabras (y sus silencios); la dificultad para aceptar sin protestas ni mala cara que sus herederos se equivoquen como se equivocó él; el nerviosismo que a veces deja entrever por el lugar que le reserva la historia… Adolfo Suárez fue el político más contundente y resolutivo del siglo XX español, pero su obra esencial —cambiar en menos de un año una dictadura de casi medio siglo por una democracia o por los fundamentos de una democracia, sin la guerra abierta o la revolución sanguinaria que tantos auguraban— parece con la perspectiva del tiempo más propia de la prestidigitación que de la política; Felipe González ha sido, en cambio, el político español más importante de la España moderna, porque ninguno de sus colegas transformó de raíz el país como él lo hizo. En todo caso, lo seguro es que ha contribuido infinitamente más a mejorar la vida de sus conciudadanos que cuantos, desde todos los confines del espectro ideológico, continúan abominando a diario de él. Esto no es una opinión: es un hecho>.

El otro artículo al que me refiero lo leo hoy, domingo 30 de octubre, y es del propio Sergio del Molino, la columna se titula Carmen Romero y la entrevista que no pudo ser, el autor se apena de la oportunidad perdida en una entrevista a Carmen Romero en el programa La noche en 24h, porque nos quedamos con las ganas de escuchar una voz tan poco pródiga en confesiones, la de quien era pareja de Felipe González en esos años. Sin embargo, entresaca algunas perlas de esa entrevista de la que me llama la atención especialmente, porque nos hace regresar a la dificultad del momento la siguiente:

<Habló Romero del vértigo de aquel 28 de octubre de 1982, y aclaró que era un vértigo de miedo a la muerte. Hubo más de 20 atentados esos días y se desarticuló un intento de golpe de Estado>.

En 1982, Nadie, tú y yo teníamos dieciocho años y comenzábamos la carrera en una casi recién estrenada Facultad de Derecho de la Universidad de Málaga, aún ubicada en la barriada de El Palo. Quiero dar las gracias a las generaciones que hicieron esa transición política, social, cultural y de toda naturaleza de España; pido disculpas por la parte de responsabilidad que tengamos en su deterioro las generaciones que las seguimos, y me gustaría retomar el compromiso con la ilusión y la esperanza.


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