“Hay otras decisiones que requieren análisis, estudio, asumir riesgos, aplicar prudencia, tener valentía, incluso osadía; en el proceso de tomarlas nos angustiamos, asumimos miedos, nos enfrentamos con optimismo o pesimismo”
OPINIÓN. Charlas con Nadie
Por Manuel Camas. Abogado22/11/22. Opinión. El conocido abogado Manuel Camas escribe su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre las decisiones: “En la toma de decisiones sobre acciones futuras el miedo es un factor determinante. Aunque la mayoría de las decisiones casi siempre las automatizamos, se vuelven inconscientes, nos pasan desapercibidas, constantemente estamos tomándolas...
...en nuestra actividad normal, afectando al futuro, aciertos y desaciertos”.
Decisiones
Mi abuela paterna, una mujer sencilla, intuitiva, con poca formación, pero despierta, viva, inteligente como demostraba constantemente con sus ocurrencias llenas de buen humor, ya muy mayor, un día me dijo: Manolito hijo, me da miedo del miedo.
Esa frase se me quedó grabada, no recuerdo a qué concretamente se refería cuando me lo dijo, ni recuerdo mi reacción ni cómo siguió la conversación, solo recuerdo la sentencia: Me da miedo del miedo.
En la toma de decisiones sobre acciones futuras el miedo es un factor determinante. Aunque la mayoría de las decisiones casi siempre las automatizamos, se vuelven inconscientes, nos pasan desapercibidas, constantemente estamos tomándolas en nuestra actividad normal, afectando al futuro, aciertos y desaciertos.
Me levanto, me aseo, me visto, voy andando, en transporte público, en bicicleta, no quiero coger el coche, intento no contaminar, cierro antes la ducha, mejor no gastar agua, uso pastilla de jabón, evito al menos un envase, saludos, trabajo sobre un asunto o elijo ese otro, concierto una reunión, cuándo será mejor, acabo el documento o lo vuelvo a leer y corregir, almuerzo en casa, nuevamente cómo me desplazo, como más o menos cantidad una u otra cosa, decisiones sobre el peso, la salud, regreso ya, media hora más, descanso, leo, hago una lección de inglés o un sudoku, llamo por teléfono a esa persona, intento concertar una cita, voy o no al médico, organizo o no un viaje, una reunión con amigos, vuelvo a descansar, televisión, leer…
Todo está lleno de pequeñas decisiones sobre el futuro, normalmente simples, aunque las casualidades pueden hacer que tengan consecuencias: fui por la hiper ronda y me pilló un atasco, podía haber ido por la circunvalación, tiré por aquella calle, que no frecuento y me encontré casualmente con ese amigo que conocía del colegio, nos tomamos un café y resultó que su empresa ahora la asesoramos, fue una suerte para los dos.
Algunas decisiones anodinas, pero repetidas con frecuencia tienen importantes consecuencias, no es lo mismo fumar un cigarrillo una vez en la vida que fumar, o ir andando al trabajo casi siempre que hacerlo casi nunca, tendrá a medio plazo consecuencias para la salud. Elegir una prensa u otra, no tener la precaución de contrastar o de recibir variedad de fuentes de información, también.
Sin embargo, hay otras decisiones que requieren análisis, estudio, asumir riesgos, aplicar prudencia, tener valentía, incluso osadía; en el proceso de tomarlas nos angustiamos, asumimos miedos, nos enfrentamos con optimismo o pesimismo.
Generalmente todo ese proceso se produce porque cuando tomamos ese tipo de decisiones creemos que tendrán un peso importante en nuestro futuro; qué carrera estudio, compro o no una casa, alquilo, la relación de pareja, los hijos, los negocios, el puesto de trabajo, etc.
Las decisiones empresariales, las de gobierno, siguen las mismas pautas de análisis, se intenta reducir las incertidumbres del futuro, se da rangos de probabilidad a lo que puede ocurrir, pero no es seguro, subirán los tipos, habrá inflación, subirán los salarios, disminuirá el consumo de nuestro producto, se demandará más este o aquel servicio profesional, me dejará obsoleto la tecnología.
El futuro a veces previsible, pero siempre incierto: una pandemia, una guerra.
Un día dedicaré el artículo a presentarles a Nadie como merece, el otro día me protestaba que charlo con él en público y realmente ni tan siquiera lo he presentado, pero ahora me recuerda que en una de nuestras charlas tratamos las diferencias entre la angustia, definida como temor opresivo sin causa precisa, y el miedo, que se produce ante un riesgo o daño real, aunque lo imaginado puede ser a esos efectos también real.
Comentamos entonces cómo el ser humano prefiere enfrentarse a algo concreto, aunque le dé miedo, a padecer la angustia de sentir temores indefinidos, que realmente no identifica, que no puede en consecuencia enfrentarlos.
Ya concluimos que la predisposición, la necesidad del ser humano para cambiar angustia por miedo, su necesidad de identificar el mal concreto que puede dañarle, lo hace muy manipulable; las religiones, los populismos, con unas u otras intenciones, identifican nuestras angustias y las concretan en miedo, para ofrecernos a su vez una solución simple para enfrentarnos a ese temor.
Miremos las líneas gruesas, vivimos una etapa de intensísimos cambios, porque no sólo se trata de un cambio de Era, sino que se produce a una velocidad inusitada, como nunca en la Historia de la Humanidad. La angustia la genera el desconocer la profundidad de esos cambios, cómo nos afectarán, su propia naturaleza, cómo inciden en la economía, en lo que hemos conocido como trabajo, la cultura, el ocio, las relaciones sociales, la salud, el clima, nos restan seguridades, las cosas dejan de ser como siempre han sido.
La nueva Era, un período histórico que se caracterizará por una gran innovación en las formas de vida y de cultura, en la que a toda velocidad nos introducimos, añade una angustia subyacente a nuestras angustias cotidianas, cuidado con los chamanes que las simplifiquen y las traduzcan en miedos concretos, simples, si algo es evidente es que las cosas son complejas y con el avance de nuestra sociedad, cada vez más complejas, huyamos de las simplezas.
Y es que, como decía mi abuela Ana, es para tener miedo del miedo, individual o colectivamente, el miedo puede llevar a justificar decisiones estúpidas y a veces atrocidades, porque el miedo puede paralizar, pero otras muchas veces degenera en pánico y nos puede llevar a atacar lo que creemos es la causa de nuestro temor o nos hace huir y caer por el precipicio.
Por eso Nadie, es por lo que quiero luchar contra el miedo, una cualidad de los seres vivos que los alerta y que los lleva a tener cuidado, pero que unido a la inmensa capacidad de imaginación del ser humano y a su necesidad de no estar angustiados, puede hacer mucho daño.
Me da miedo del miedo, no quiero verlo a mi alrededor, asustados, temerosos de unos males muchas veces imaginarios, otros exagerados, no quiero vivir asustado yo mismo de infortunios que en su inmensa mayoría nunca sucederán.
Me da miedo del miedo y me repugnan los que lo utilizan para manipularnos, mejor la claridad de la ciencia, en sus certezas, pero también en la transparencia de sus dudas, incluso en los límites de lo que no sabe.
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