“Nadie no es un amigo o una amiga, soy yo mismo, complementándome, es un elemento esencial en la propia dialéctica que uso para construir mis ideas, para contrastarlas, debatirlas, buscar la síntesis, aclararme, desbloquearme”
OPINIÓN. Charlas con Nadie
Por Manuel Camas. Abogado20/12/22. Opinión. El conocido abogado Manuel Camas escribe su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre ‘Nadie’: “En esencia es bondadoso, aunque a veces se disfraza de diablillo con el objetivo de darme una visión diferente de la que normalmente nos planteamos, en esas circunstancias es justamente cuando acabamos siempre de acuerdo, no sabemos ser malos,...
...así que mejor ni intentarlo, porque para actuar de malo hay que serlo y pocas personas tienen esas facultades tan negativas”.
Con Nadie
Prometí hablar de Nadie, más o menos ochocientas palabras por delante para hablar de él.
Ahora que tengo que hacerlo no resulta fácil, enfrentado al papel, al teclado y la pantalla del ordenador, me doy cuenta de que no sé muy bien quién es, y sin embargo creo que mantengo una conversación constante con Nadie desde que tengo uso de razón.
Creo que he tenido conciencia de la existencia de Nadie desde mi niñez, pero no sé con precisión cuándo empecé mi relación con él, ni ese primer momento.
Nadie no es un amigo o una amiga, soy yo mismo, complementándome, es un elemento esencial en la propia dialéctica que uso para construir mis ideas, para contrastarlas, debatirlas, buscar la síntesis, aclararme, desbloquearme.
Nadie, que me disculpe Nadie, no tiene rostro, no tiene voz, no es joven ni mayor, pero existe.
En esencia es bondadoso, aunque a veces se disfraza de diablillo con el objetivo de darme una visión diferente de la que normalmente nos planteamos, en esas circunstancias es justamente cuando acabamos siempre de acuerdo, no sabemos ser malos, así que mejor ni intentarlo, porque para actuar de malo hay que serlo y pocas personas tienen esas facultades tan negativas. No obstante, a veces nos equivocamos.
He usado el plural indebidamente, Nadie opina, da opciones, es muy imaginativo, pero nunca decide absolutamente sobre nada, las decisiones siempre y en todo caso me las deja a mí.
Supongo que todo el mundo tiene a alguien como Nadie a su lado, pero algunos creo que lo disfrazan de Dios. En el colegio me decían que hablase con Dios, que le pidiese, que Él me ayudaría, aunque sus caminos sean inescrutables y siempre desde la advertencia de que no sabría cómo me ayudaba, porque lo que yo esperaba quizás no fuera bueno para mí.
Nadie no es Dios, al contrario, es absolutamente mortal, con Nadie dialogo, a Dios por más vueltas que le pudiese dar en mi niñez sólo cabía rogarle y finalmente, cualquier ayuda era ajena a la razón, todo se debía a una suerte de componente milagroso. Creo en la razón.
Nadie es mortal porque Nadie, como más arriba decía, soy yo.
Al leerme ahora esa frase, Nadie soy yo, pensé si en psicología o psiquiatría este diálogo interno, con uno mismo, desdoblándose para permitir la dialéctica, puede ser bueno o malo. No tengo ni idea.
Sin ninguna pretensión de encontrar explicaciones científicas, como no podría ser de otra manera, pero sí satisfacer mi simple curiosidad, escribo en la casilla de buscar en Google: <dialogar con uno mismo>. En 0,44 segundos salen aproximadamente 9.070.000 resultados.
El primer resultado es un artículo de la psicóloga Valeria Sabater, de 6 de abril de 2022, en una revista digital denominada La mente es maravillosa.
<Hablar con uno mismo nos permite “centrarnos en el momento presente con las emociones presentes” para tomar conciencia de ellas, entenderlas, gestionarlas. El diálogo interno es también una poderosa fuente de motivación, la más sincera, la más confiable y la que nunca debe fallarnos>.
Las siguientes respuestas a mi búsqueda me devuelven a su vez dos preguntas, ¿es bueno o malo?, ¿hablar con uno mismo es síntoma de trastorno mental?
No llegan a preocuparme esos titulares, desde luego, pero por si acaso ni las abrí; la siguiente es algo más positiva: El poder terapéutico de hablar con uno mismo, o cómo mejorar la comunicación contigo mismo.
En otra página, El psicólogo de cabecera, incluso detallan los muchos beneficios de hacerlo, pero nos advierte: es bueno hablar con uno mismo para felicitarse, para motivarse, para desahogarse, para analizar pensamientos y emociones, para practicar lo que se va a decir antes de hacerlo, para favorecer la memorización, para reducir la ansiedad, para mejorar la atención y la concentración.
Para no confiarnos y venirnos arriba el siguiente resultado es <Cómo hablar con uno mismo sin estar loco>.
De todas formas, debo decir que Nadie y yo solo dialogamos en silencio, nunca nadie nos ha escuchado hablar, somos en eso de lo más discretos, salvada eso sí la completa indiscreción que estas líneas suponen, espero que me lo perdone Nadie.
Pero junto a Nadie, mi diálogo a veces tiene otros interlocutores, aunque no sé si es Nadie o yo mismo, el que los trae.
Estas líneas, a mi manera intimistas, surgen porque mi padre está ingresado en el hospital, con COVID y mucha edad, y porque una parte de mis diálogos, desde que tengo uso de razón son con él, y no me gusta que esté enfermo y no me gusta que esté sólo en la unidad de infecciosos, aunque entiendo que debe ser limitadamente así.
Me encontré hablando con él esta tarde, como tantísimas veces a lo largo de mi vida y esta vez fue él quien me trajo a Nadie a la conversación y tengo ganas de decirle que lo quiero, lo que gracias a una enfermera ejemplar he podido hacer desde el teléfono de ella, que ha tenido la amabilidad de llamarnos para que lo viésemos y hablásemos con él, él y nosotros, mi madre, mis hermanos, nueras y yernos, nietos y nietas, su hermano, así nos sentimos mejor al saberlo bien y animado.
Ánimo, papá, expulsa o reabsorbe o lo que quiera que haya que hacer con la mucosidad que se coló en tus pulmones, vencida ya la fiebre, vente a casa por Navidad.
Un beso enorme papá.
Puede ver aquí anteriores artículos de Manuel Camas