“Sentimental invoca lo tierno, lo amoroso, también a los sentimientos exagerados, somos seres sentimentales y por eso más allá de la razón”
OPINIÓN. Charlas con Nadie
Por Manuel Camas. Abogado
21/02/23. Opinión. El conocido abogado Manuel Camas escribe su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre los sentimientos: “Afincados en unas ideas, los sentimientos nos aferran a ellas, algunas veces por encima de la lógica, eso hace que resulte difícil encontrar a críticos de derechas con la derecha o de izquierda con la izquierda, porque al final no se puede con los sentimientos...
...y, por eso es difícil, si no imposible, convencer, porque al que pretendes que cambie de opinión realmente le estas pidiendo que abandone sus sentimientos”.
Sentimental
Hablaba con Nadie acerca de los sentimientos, creo que la conversación nació del fútbol, pero pasó por la política, los nacionalismos, lo personal, los hijos.
Los seres humanos sentimos. Acabo de acariciar a Tobi, nuestro perro, el perro de mis hijos, que también es mi responsabilidad, y le he preguntado si siente el cariño que le tenemos; obviamente sí que lo siente, aunque probablemente solo lo deduzca por gestos, cuidados, buen trato, que casi nunca entenderá en toda su extensión. Sentirá, porque siente, sabe que tiene sed, calor, bienestar, alegría, dolor, tristeza, miedo, pero no creo que sepa cuáles pueden ser los míos hacia él cuando van más allá, cuando son complejos.
No son los sentidos exclusivos de los seres humanos, por eso es sencillo confundir el sentir, experimentar sensaciones producidas por causas externas o internas dice el Diccionario, con los sentimientos.
Sentir tiene un significado muy amplio, de alguna forma apegado a lo sensorial más o menos directamente: siento pasos, por oír, siento fresco o sed, siento alegría o miedo, siento la muerte de un amigo; también juzgamos u opinamos diciendo lo que sentimos, expresando ideas, son los ejemplos del Diccionario de la Real Academia sobre el verbo.
Aunque sentimiento se define como el efecto de sentir, creo que aquí mejor hablamos de estados afectivos del ánimo, la otra acepción de la palabra, de ahí resulta sumamente sencillo pasar a lo sentimental.
Sentimental invoca lo tierno, lo amoroso, también a los sentimientos exagerados, somos seres sentimentales y por eso más allá de la razón.
Si somos o, mejor dicho, nos hacemos de un equipo deportivo, sufrimos y nos alegramos de lo que haga, ayer y antes de ayer significativamente el Unicaja, venciendo al Barcelona y al Madrid, y hoy, esta tarde de domingo, aun mas sentimentales nos volveremos con la victoria o la derrota, que aún no sé qué pasará.
Esos sentimientos, ese sentimentalismo permanece, lo haga bien o mal el equipo, por eso los que somos del Barça, salvo cuando juega con el Málaga, sentimos el ridículo de su gestión con los árbitros, pero no dejamos de emocionarnos cuando salen los jugadores al campo y no hay manera de dejar de disfrutar o sufrir con su juego. Al final, por más razones que nos expresen, seguimos vinculados a los colores, porque albergan sentimientos.
Pasar del fútbol a la política es difícil, no quiero parecer banal, pero afincados en unas ideas, los sentimientos nos aferran a ellas, algunas veces por encima de la lógica, eso hace que resulte difícil encontrar a críticos de derechas con la derecha o de izquierda con la izquierda, porque al final no se puede con los sentimientos y, por eso es difícil, si no imposible, convencer, porque al que pretendes que cambie de opinión realmente le estas pidiendo que abandone sus sentimientos.
Si de nacionalismo hablamos más difícil aún, porque viendo sus calles, sus paisajes, su cielo o su clima, saboreando sus guisos u oyendo su música, reverdecerá por encima de cualquier razón su ternura y su amor por su tierra que reivindicará, sea cual sea, como la mejor sobre el planeta.
Porque cuando de querer hablamos, ya nos lo dice la letra de los fandangos de Rozalén y Rodrigo Cuevas:
Te quiero porque te quiero
Te quiero porque te quiero
Y en mi querer nadie manda
Te quiero porque me sale
De los reaños del alma
Te quiero porque te quiero
No sé si los sentimientos pueden controlarse o voluntariamente extinguirse, no lo creo, como también dice la letra de la canción:
Despedida, y no partida,
que el amor nunca se parte.
Despedida, y no partida.
Normalmente nos alineamos de acuerdo con nuestra escala de valores y tomamos posición aplicándola, valoramos la honestidad, el esfuerzo, el trabajo, la solidaridad o la prudencia, cada cual pone en un porcentaje diferente esos valores y acaba siendo conservador o progresista, solidario o prudente, prudente hasta la insolidaridad o solidario hasta hacer daño, que extremistas siempre hay. Pero así, de forma gruesa, nos colocamos ante la vida, ordenamos nuestras ideas, generamos sensaciones y nos conformamos o incomodamos, a veces sin encontrar argumentos que oponer ante alguien más ilustrado, pero siempre incómodos, porque pretenden sacarnos de nuestros valores.
Entre buscando sobre estas cosas encuentro un artículo de la psicóloga deportiva Patricia Ramírez, que recientemente ha pasado por el Málaga, que mantiene que somos responsables de lo que sentimos y que podemos modificar nuestro estilo cognitivo si entrenamos otra forma de pensar. Nos ofrece consejos: olvidemos ser superpositivos, el mundo no es color de rosa, pero tampoco un lugar negro y hostil; confiar, delegar, el exceso de control genera ansiedad; escribir, ayuda a organizar y ordenar el pensamiento; dejar de rumiar, pensar en sumar; no racionalizar todo, la vida tiene un grado de incertidumbre, hay que convivir con el riesgo; dejar de decirnos qué injusta es la vida con nosotros o dejar de anticipar, sistemáticamente de forma negativa, lo que puede ocurrir: seguro que el examen será difícil.
Quizás me parece de los mejores consejos de la psicóloga el de reírse de nuestros propios pensamientos, retar a nuestros miedos, evitar que la charla con Nadie sea absurda, incluso nos propone que cambiemos el tema de conversación con nosotros mismos.
Pero al final, no me olvido de que te quiero porque te quiero, en definitiva, para quererte no necesito razones.
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