“Aunque el futuro no es únicamente un lugar desde el que se nos juzgará, en nuestra inmensa osadía, también nos atrevemos a juzgar el futuro desde el presente

OPINIÓN. Charlas con Nadie

Por Manuel Camas
. Abogado

07/03/23.
Opinión. El conocido abogado Manuel Camas escribe su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre el futuro: “Imaginar el futuro es necesario para tomar decisiones, la inteligencia humana necesita hacer previsiones de las consecuencias de sus actos para tomar decisiones (…) No obstante, nuestra capacidad de realizar previsiones futuras, cuando...

...el asunto se torna complejo a veces lleva al disparate, o simplemente se vuelve interesada para desacreditar las decisiones de personas con las que no compartimos ideas”.

Futuro

En un agradable almuerzo, alguien con muchas responsabilidades nos dijo a los cuatro comensales que compartíamos la mesa, que le preocupaba que pudieran suceder cosas en su entorno que ahora viese normales o simplemente que no le llamaran la atención y que sin embargo, analizadas en el futuro fuesen inadmisibles.


Me pareció una apreciación importante, aplicable a todos los ámbitos, pero intensamente a la política. En los siguientes días ocupó bastante espacio en mis charlas con Nadie y se fue condensando en la idea de que cuando se nos juzga se hace desde el futuro, casi siempre, además, desde un futuro más o menos lejano, no inmediato.

Se nos juzga desde el futuro, resulta evidente, pero la idea como frase expresada se clavó en mis pensamientos. Que se nos juzgue desde el futuro tiene ventajas e inconvenientes.

El futuro es más frío, no está contaminado por las emociones del momento, el paso del tiempo las templa, nos hace ver con perspectiva y nos permite mirar los hechos desde distintos ángulos, los poco importantes pierden presencia, los trascendentes permanecen. Por eso el juicio sumarísimo, inmediato, de resolución y ejecución casi instantánea, sin recursos, conlleva la injusticia, el terror y el error: En un juicio que no duró más de cuatro minutos fue condenado e inmediatamente fusilado; pero quizás no era esa persona, o los hechos eran un bulo, o había un testigo que tuvo miedo, la defensa no tuvo tiempo de prepararse…

Sin embargo, la distancia, una ventaja a priori, también tiene sus problemas, nos aleja del contexto en el que los hechos ocurren o peor aún, vemos los hechos inmersos en un contexto diferente, que distorsiona los existentes cuando lo que juzgamos sucedió, perdemos la precisión de los detalles, los recuerdos se hacen difusos e incluso nuestra mente los manipula influida por el paso del tiempo, nuevos datos, vivencias, opiniones, intereses. Así resulta fácil que cosas que vemos normales ahora puedan resultarnos inadmisibles después, aunque también a la inversa, a mi abuela le hubiera encantado ir a la playa, usado bikini o hacer topless, tenía que haber nacido ahora decía, lo mismo que consecuencia de la contaminación lumínica generada por la iluminación de las playas preguntaba: hijo, ¿ya no hay estrellas?

Cómo prepararse ante esas eventualidades, solamente siendo más cuidadosos, más exigentes con el cumplimiento de la norma, pero ni tan siquiera esta solución es infalible, porque la interpretación de las normas también ha de realizarse atendiendo a la realidad social del tiempo en que han de ser aplicadas, así lo dice nuestro estupendo Código Civil.

Un viejo y lejano amigo, criminólogo, entregado con pasión a hacer el bien, realizaba informes para las defensas ante tribunales del ámbito penal. Explicaba que se esforzaba en que quien juzgaba llegase a ver el contexto de la persona juzgada, su historia, lo que la sociedad que la enjuiciaba había hecho con ella: padre y madre drogadictos, ambos en prisión, pobreza, falta de educación, inmersos en ambientes que lo conducían desde niño al robo, al tráfico de drogas, sin valores, con dieciocho años robó una moto, un delincuente, un malvado.

Pero ese contexto, el fracaso de la sociedad respecto de las condiciones de desarrollo de esa persona, debería hacer que la propia sociedad también asuma una responsabilidad, que el castigo sea matizado por esas circunstancias, que la solución no sea solamente el castigo.

Aunque el futuro no es únicamente un lugar desde el que se nos juzgará, en nuestra inmensa osadía, también nos atrevemos a juzgar el futuro desde el presente.

Imaginar el futuro es necesario para tomar decisiones, la inteligencia humana necesita hacer previsiones de las consecuencias de sus actos para tomar decisiones. Si dejo el pan más tiempo de lo necesario en la tostadora se quemará.


No obstante, nuestra capacidad de realizar previsiones futuras, cuando el asunto se torna complejo a veces lleva al disparate, o simplemente se vuelve interesada para desacreditar las decisiones de personas con las que no compartimos ideas.

Me llama la atención la versión de la extrema derecha sobre la amable y revolucionaria idea de reconfigurar nuestras ciudades bajo el concepto de la ciudad de los quince minutos.

Básicamente no es más que intentar colocar a una distancia de quince minutos andando los servicios básicos: la educación, la cultura, el espacio verde, la posibilidad de hacer deporte, el centro de salud, el comercio… imaginar una ciudad donde andando o en bicicleta, sin la presión del tráfico de vehículos a motor podamos convivir.

Pues hay quien, en lugar de la amabilidad del concepto, lo que ve es una perversa estrategia de la guerra cultural que pretende así eliminar la libertad de movimiento de las personas, para dejarlas confinadas en sus barrios: alguno o alguna añadirá que se trata de evitar que me pueda tomar una caña donde me dé la gana.

Es otra versión de las antivacunas, de los anti-mascarillas, de los que pensaban que el COVID era un invento, de los conspiranoicos y, sobre todo, de los malintencionados.

La que se lió cuando la sociedad decidió que el derecho era del no fumador, frente a un mundo que se había construido sobre el derecho a fumar. O las barbaridades que hay que oír cuando se trata de reducir la contaminación al menos en el centro de las ciudades.

Recuerdo las críticas infinitas a la idea de peatonalizar calle Larios en Málaga. Hasta el año 2002 podía aparcarse en calle Larios, algunos lo recordamos. Cuando se inició la remodelación de la calle se ocultó que se pretendiese peatonalizar. El comercio montaba en cólera ante la idea de que la gente no pudiera acceder al centro histórico con el coche, era generalizada la idea de querer ir a cualquier sitio y poder aparcar en la puerta y, a base de dar vueltas, intentar encontrar aparcamiento.

Me hizo gracia la frase de los comerciantes del centro de Pontevedra, peatonalizado casi íntegramente, ellos dicen que los que compran no son los coches, tampoco los coches compran en los barrios. Cuando juzgamos el futuro también nos equivocamos, sin mala intención o con intenciones perversas.

<La próxima semana hablaremos del Gobierno>, así acababa el genial Col sus programas, para nunca hablar del Gobierno y dejarnos siempre con las ganas, porque realmente todos queríamos hablar de eso, válgame la parodia, la próxima semana hablaremos de la Justicia.

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