“‘El infinito en un junco’ concluye: <Sin los libros, las mejores cosas de nuestro mundo se habrían esfumado en el olvido>”
OPINIÓN. Charlas con Nadie
Por Manuel Camas. Abogado
02/05/23. Opinión. El conocido abogado Manuel Camas escribe su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre los libros: “Esa costumbre de dejar, en un lugar público el libro leído, para que otra persona pueda a su vez leerlo, es anglosajona. El bookcrossing al parecer surgió en Estados Unidos en 2001. El objetivo fundamental era compartir libros que ya se habían leído previamente”...
Libros
La directora de nuestro despacho ha lanzado una iniciativa dentro de la oficina a la que ha denominado bookcrossing. Se decidió por usar la expresión inglesa, traducida significa cruce de libros.
Mi amigo Nadie, de inmediato, comienza la discusión sobre por qué no usamos solamente palabras en castellano. El debate me parece simpático, a la vez que opuesto a la realidad, nuestra lengua se llena de anglicismo, útiles muchas veces al contener conceptos que requieren expresiones completas en castellano, otras solamente provocadas por quienes quieren presumir de una formación determinada, pero lo cierto es que las palabras inglesas copan el vocabulario del mundo de la tecnología, la ciencia, el derecho internacional y de los negocios, entre muchísimos otros, nos guste más o menos, es la lengua franca de estos momentos, no sé si la tecnología también alterará la necesidad actual de saber inglés.
Escribiendo esto me veo muy boomer que, si no sabe bien lo que es probablemente sea porque no es lo suficientemente joven. Para los que lo usan identifica a los que pertenecemos a la generación del baby boom, según donde se consulte, los nacidos entre los años 50 y 70. Todo sabemos qué es el baby boom, pero no está en el Diccionario de la Real Academia, aunque el traductor de Google la da por aceptada en castellano, igual que boomer, animo a traducirla.
Más incómodo que los anglicismos me resultan los acrónimos, pero de eso está lleno también el castellano, me hace gracia cuando también traducimos acrónimos OTAN – NATO, ONU – UN, ESG – ASG, y la lista sería interminable.
Lo cierto es que esa costumbre de dejar, en un lugar público el libro leído, para que otra persona pueda a su vez leerlo, es anglosajona. El bookcrossing al parecer surgió en Estados Unidos en 2001. El objetivo fundamental era compartir libros que ya se habían leído previamente. Para ello se creó una página web en la que hacer un seguimiento a cada ejemplar, de tal manera que se pudiera observar su rastro e interconectar a sus lectores. Algún hotel en la Costa del Sol conozco que ha llenado una sala-biblioteca con los libros dejados por sus clientes, británicos en su mayoría.
El artículo 3 de la Constitución establece:
<El castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla. Las demás lenguas españolas serán también oficiales en las respectivas Comunidades Autónomas de acuerdo con sus Estatutos.>
Cuanto más consulto la Constitución más admiro su mesura y su equilibrio. La Constitución no huyó de lo complejo, no intentó simplificar las cosas, adulterándolas, engañándonos o pretendiendo uniformarnos, sino que abordó la complejidad y buscó las soluciones desde el reconocimiento a la diversidad de nuestro país.
De esa forma son lenguas españolas, igualmente oficiales, porque así lo establecen sus estatutos de autonomía, el catalán en Cataluña e Islas Baleares, el valenciano en la Comunidad Valenciana, el euskera en País Vasco y también en zonas de Navarra, el gallego en Galicia; con menos nivel de cooficialidad también gozan de protección el aranés, en Arán (Cataluña), el aragonés y el catalán aragonés, el bable en el Principado de Asturias, el gallego también en zonas del Bierzo (León) y Sanabria (Zamora), el silbo gomero en la Isla de la Gomera.
A menudo bromeo cuando me hacen alguna referencia a mi acento y forma de expresarme inequívocamente andaluza, digo entonces que la nuestra es la evolución más avanzada del castellano, la más adaptada a la brevedad que exigen los tiempos, un castellano <hablao> más breve que es igualmente <entendío>. Aunque a veces me asalta la negra idea de que tuvimos que comernos hasta las letras cuando de igualdad, solidaridad, estado social y democrático, ni se hablaba.
Encuentro en internet, curioseando sobre esto, que el 30 de septiembre de 1979 (José Aguilar, El País) escribía un artículo que titulaba <El futuro del idioma está al sur de Despeñaperros>, haciéndose eco de los debates de un seminario sobre el habla andaluza, organizado por una Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía casi recién estrenada.
<El habla andaluza sería, así, la avanzadilla de una tendencia natural del idioma español hacia la sencillez, el principio de una evolución que el francés ya experimentó hace siglos, que hoy es ya mayoritaria entre los hispanohablantes y que terminará imponiéndose por la ley del mínimo esfuerzo (es más fácil, desde luego, pronunciar lah-vacah -blanca que las-vacas-blancas), aunque les pese a algunos puristas. Algunas características del andaluz, como el yeísmo -no distinción de y y ll- o la pérdida de la d en los participios terminados en ado, se están extendiendo, de hecho, al norte de Despeñaperros.>
Volviendo a lo mío, en el despacho celebramos juntos la Feria del Libro y Sant Jordi, la preciosa fiesta catalana en la que se regalan rosas y libros, lo hacemos sin regalar rosas, a través de este juego de cruce de libros, aunque algún año también hemos dejado una rosa sobre la mesa, me encanta copiar lo bueno.
Confieso aquí que no obstante me cuesta regalar libros de los que compro para mí, me consuelo perdiéndolos, pensando que los presto, así que como andaba esos días por Madrid, me fui a la Cuesta de Moyano, a su librería al aire libre al lado de El Retiro, el Jardín Botánico y la Estación de Atocha, y compré para el despacho y otros para mí. Busqué para regalar <Cien años de soledad>, sin éxito y <Nada>, de Carmen Lafforet, igualmente sin éxito; me dijo el librero que esos títulos se agotaban de inmediato, así que llevé al despacho <Noticia de un secuestro>, para recordar al García Márquez periodista, y <La sombra del viento>, que al fin y al cabo lo escribió un abogado y está llena a su vez de libros y misterio, como nuestra profesión.
Pero desde que leí <El infinito en un junco>, la magistral obra de Irene Vallejo, la invención de los libros en el mundo antiguo, como explica en la misma portada, (Editorial Siruela, Biblioteca de Ensayo), me resulta difícil hablar del concepto libro sin referirme entusiastamente a esa obra, quizás debió de ser la que buscase.
Como se dice en la contraportada, <un libro sobre la historia de los libros. Un recorrido por la vida de ese fascinante artefacto que inventamos para que las palabras pudieran viajar en el espacio y en el tiempo. La historia de su fabricación, de todos los tipos que hemos ensayado a lo largo de los siglos: libros de humo, de piedra, de arcilla, de juncos, de seda, de piel, de árboles y, los últimos llegados, de plástico y luz.>
La verdad, me gusta más esa definición que la del Diccionario: conjunto de muchas hojas de papel u otro material semejante que, encuadernadas, forman un volumen.
Sin hacer spoiler, concepto que en castellano lo expresa la palabra destripe, en su cuarta acepción, anticipar el desenlace o la solución de un relato, para que se entienda mejor, aparece justo después de mencionarse la palabra despachurrar; sin que pretenda explicar algún aspecto importante del libro que a una persona que lo desconozca le pueda resultar molesto, ‘El infinito en un junco’ concluye: <Sin los libros, las mejores cosas de nuestro mundo se habrían esfumado en el olvido.>
Estas líneas pretenden ser un pequeño e improvisado homenaje personal al libro, a las fiestas del libro, a la Feria del Libro y sus cuarenta y una casetas, este año, la de Málaga, en la Plaza de la Marina, homenaje a librerías y editoriales.
Libros en castellano, que ojalá fuese capaz de leer en catalán, euskera, gallego o cualquier idioma en el que fuesen escritos originalmente, aunque afortunadamente la ciencia de la traducción es maravillosa y viene en mi ayuda, como la tecnología al servicio de la traducción, cada vez más apabullante.
Novela, ensayo, poesía, viajes, crónicas, cuentos, prensa, derecho… todo.
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