En España hace un siglo vivían en el campo trece habitantes de cada veinte, hoy solo una persona por cada veinte; la mitad de la población del planeta vive en ciudades que ocupan solamente el uno por ciento de la superficie de la Tierra”

OPINIÓN. Charlas con Nadie

Por Manuel Camas
. Abogado

27/02/24.
Opinión. El conocido abogado Manuel Camas escribe su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre los agricultores: “El problema de nuestra industria agroalimentaria no es diferente de los que padecemos el resto, y exige las mismas soluciones que los demás sectores económicos, todos ellos alterados por la tecnología, el deterioro del medioambiente, la globalización,...

...necesitan solidaridad para que los efectos negativos, las exigencias de todos esos cambios sean compartidas y no recaigan sobre unos pocos que, si están solos, nada bueno pueden esperar”.

Campo

Todo esto era campo, me comenta Nadie que lo menciono con cierta frecuencia, lo uso para referirme al paso de los años, efectivamente, ahora cuando voy en el coche no dejo de ver terrenos urbanizados que antes eran campos, lo mismo que voy recordándome a mí mismo pleitos y clientes conforme circulo.


Vemos crecer las ciudades, pero lo cierto es que el campo se va quedando vacío, aunque hablemos mucho sobre él. Los agricultores han percibido el Pacto Verde europeo como una imposición desde arriba hacia abajo, como despotismo ilustrado, menciona el Ministro de Agricultura, Luis Planas, en una entrevista en El País. Todo para el pueblo, pero sin el pueblo, no es mala crítica a las Instituciones Europeas, con un Parlamento a medio camino entre todo y nada, no es fácil superar los nacionalismos. Más castizo se expresó el ilustrado Carlos III: mis súbditos, los madrileños, son como los niños, que lloran cuando se les lava; ya saben, Carlos III el de la Puerta de Alcalá, aquél de la canción popularizada por Ana Belén y Víctor Manuel:

Una mañana fría llegó
Carlos III con aire insigne se quitó el sombrero
Muy lentamente, bajó de su caballo
Con voz profunda le dijo a su lacayo

Los tractores en la Puerta de Alcalá.


Confundimos el campo con la tierra laborable, no hablamos del terreno extenso fuera del poblado, sino de la tierra de labor. El cambio es tan profundo que hasta el Diccionario de la lengua española quedó antiguo en esto, utiliza la frase <la lluvia es buena para el campo> como ejemplo de la acepción de campo entendido  como tierra laborable, pero ya no es así, la lluvia es necesaria para todo el campo, incluso la vegetación no cultivada de nuestros montes, bosques, praderas, se muere por la sequía.


En estos días cuando hablamos del campo nos referimos a los agricultores y más que de agricultores hablamos de un sector económico atravesado por cambios muy profundos, no más que los que afectan a todos los demás, que lo pregunten al periodismo, a la banca, a la abogacía, al comercio, a la sanidad y lo que viene.

Las ciudades y las carreteras se han llenado de tractores, busco en internet cuánto cuesta un tractor para hacerme a la idea de las enormes inversiones que se realizan en el campo, me aparecen las fotografías de esos vehículos verdes con trazos amarillos en los platos de las ruedas, la mayoría por encima de doscientos mil euros, aunque los hay de poco más de sesenta mil, sin IVA.

Es un sector económico que sufre con las exigencias de los avances, como todos, también ellos dependen del tamaño de las explotaciones, el pequeño y mediano agricultor lo tiene más difícil, pero extrapolen a cualquier otro sector, pregunten a las librerías por Amazon.

En España hace un siglo vivían en el campo trece habitantes de cada veinte, hoy solo una persona por cada veinte; la mitad de la población del planeta vive en ciudades que ocupan solamente el uno por ciento de la superficie de la Tierra, hemos decidió vivir muy pegados unos a otros y lo cierto es que lo seres humanos en esa convivencia generamos ideas, proyectos, avances y se acelera lo que el campo ralentizaba.

Al final, el problema de nuestra industria agroalimentaria no es diferente de los que padecemos el resto, y exige las mismas soluciones que los demás sectores económicos, todos ellos alterados por la tecnología, el deterioro del medioambiente, la globalización, necesitan solidaridad para que los efectos negativos, las exigencias de todos esos cambios sean compartidas y no recaigan sobre unos pocos que, si están solos, nada bueno pueden esperar.

Busco una puerta, una salida
Donde convivan pasado y presente

Así sigue la canción, echo de menos esa conversación, cómo vamos a repartir los sacrificios de esta gigantesca revolución que vive la humanidad, lo que puede ser enormemente positivo, unas tecnologías que cabe soñar permitan al ser humano trabajar menos, vivir más y mejor, pueden condenar sin embargo a muchos a la miseria si no repartimos las desproporcionadas plusvalías que generarán las máquinas y la inteligencia artificial a favor de sus dueños, no se trata de impedir su llegada, se trata de repartir con justicia la grandísima riqueza que van a producir, ayudar a los perjudicados por un mundo que en poco será desconocido, beneficiar a todas y todos.


Por eso pensemos en el pequeño agricultor y la mediana empresa agrícola, sin diferencias a cómo debemos pensar en el autónomo de cualquier otro sector y en la pequeña y mediana empresa en general, ahora todo es como el campo.

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