“La Constitución en 1978, la democracia, probablemente no se hubiesen alcanzado pacíficamente, con cierta rapidez y sin sufrimientos mucho mayores si no se hubiese resuelto consensuadamente la cuestión de la forma política del Estado”
OPINIÓN. Charlas con Nadie
Por Manuel Camas. Abogado
16/04/24. Opinión. El conocido abogado Manuel Camas escribe su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre la monarquía: “Nadie y yo estaríamos plenamente conformes, más confortados, si la máxima autoridad fuese elegida por la ciudadanía para un período determinado, pero si me das a elegir, como en la canción de los Chunguitos, prefiero mantener los consensos...
...constitucionales del 78 que, aunque algunos manifiesten lo contrario, no se han alterado drásticamente en ningún tema importante, pese al tiempo transcurrido”.
Monarquía
Nadie me invita a no meterme en charcos, sin embargo, el domingo 14 de abril, aniversario de la proclamación de la II República Española, leo como se discute sobre monarquía y república en grupos de WhatsApp, se hace como se habla ahora, con una visceralidad que, pese a la amistad, no deja resquicio al acuerdo, todo es categórico, todo mayúsculo, futbolero.
El Diccionario define la monarquía como la organización del Estado en la que la jefatura y representación supremas son ejercidas por una persona a título de rey o reina; en la definición de república la máxima autoridad es elegida por los ciudadanos o por el Parlamento, para un período determinado.
Analizado desde el plano teórico, asépticamente abstraídos de otros condicionantes históricos, sociales, culturales, políticos, creo que es poco discutible que una organización en la que se elige por la ciudadanía a la máxima representación del Estado, cada cierto tiempo, es indudablemente mejor.
Los condicionantes sin embargo existen y sitúan a la población en uno u otro lugar, con simpatías monárquicas o republicanas por factores muy diferentes a la mera teoría.
Nuestros constituyentes en 1978 resolvieron esta cuestión de la misma manera que todas las demás, buscando soluciones que aunasen el mayor de los consensos posibles de manera que nos permitiesen alcanzar el objetivo mayor, dotarnos de un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político. A ello añadieron, en los apartados dos y tres del mismo artículo 1, que la soberanía nacional reside en el pueblo español y que su forma política es la Monarquía parlamentaria.
La Constitución en 1978, la democracia, probablemente no se hubiesen alcanzado pacíficamente, con cierta rapidez y sin sufrimientos mucho mayores si no se hubiese resuelto consensuadamente la cuestión de la forma política del Estado.
El art 1.3 de la Constitución matizó el concepto de monarquía para hacerla aceptable, la calificó de parlamentaria lo que, volviendo al Diccionario, significa que su papel se reduce a simbolizar la unidad y permanencia de un Estado que funciona con instituciones democráticas.
Corresponde pues al Rey o la Reina, según nuestra Constitución, un papel simbólico, basta leer el artículo 64, sus escasos actos tienen que estar refrendados o bien por el Presidente del Gobierno, en otros casos por los Ministros competentes, y por el Presidente o Presidenta del Congreso en lo relativo a la elección del Presidente del Gobierno; los responsables de esos actos son siempre los que los refrendan, incluso cuando arbitre o modere.
La Constitución es perfectamente modificable en su totalidad, solamente requiere amplios consensos para las cuestiones más trascendentales, el artículo 168 exige mayoría de dos tercios de ambas Cámaras, disolverlas para celebrar elecciones y que las nuevas Cámaras recién elegidas ratifiquen la decisión por la misma mayoría. En definitiva, mutatis mutando, que casi un sesenta y siete por ciento de la población esté de acuerdo.
Nadie y yo estaríamos plenamente conformes, más confortados, si la máxima autoridad fuese elegida por la ciudadanía para un período determinado, pero si me das a elegir, como en la canción de los Chunguitos, prefiero mantener los consensos constitucionales del 78 que, aunque algunos manifiesten lo contrario, no se han alterado drásticamente en ningún tema importante, pese al tiempo transcurrido.
No obstante, como no soy capaz de abstraerme de la cuestión, tampoco en el plano teórico de la disquisición, solamente encuentro excusa para la monarquía en la idea de permanencia para esa representación simbólica que sería así también un pacto intergeneracional.
Mi abuelo paterno era camarero en una cafetería en Cádiz en 1936, un jovenzuelo con un hijo en el mundo, mi padre, sufrió ver cómo los falangistas detenían a su mejor amigo, también camarero en aquel bar, el pobre, cuando acababa de trabajar en la cafetería se empleaba cobrando recibos a domicilio, entre otros las cuotas de la UGT. Mi abuelo afortunadamente se escondió, la mera simpatía, la amistad también podían ser castigadas con la muerte, huyó en un barco que salía para Argentina, el resto de su vida trabajó como camarero en distintas compañías navieras.
Mi abuelo refrendó la Constitución, como mi madre y mi padre, yo tenía catorce años, ellos decidieron que la simbólica representación del Estado radicase en una familia, no me importa que eso se asocie a la permanencia del Estado, no es lo mejor, pero en este caso lo mejor puede ser enemigo de lo bueno, el consenso.
Dicho esto, es fácil imaginar en tecnicolor la inmensa alegría de aquella generación, los jóvenes de 1931, hablando de ilusiones y libertad, pocos momentos en la historia de España con tanto color como el 14 de abril de 1931, lástima que el terreno de juego en el que tuvo que desarrollarse la República, como el del resto de Europa, fuese el de la destrucción que provocó el fascismo, aquellos jóvenes españoles no tuvieron oportunidad de vivir en libertad hasta 1978.
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